DESPERTAR AL AMOR

jueves, 30 de julio de 2020

30 JULIO: SEXTO REPASO. Repaso de la lección 191

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 211


No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.


1. (191) Soy el santo Hijo de Dios Mismo.

2En silencio y con verdadera humildad busco la gloria de Dios a fin de contemplarla en el Hijo que Él creó como mi Ser.

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso

Comentario

Buscar la gloria de Dios en mi Ser, eso suena un poco pretencioso. Sin embargo, la lección dice que busquemos esta gloria “con verdadera humildad”. Por supuesto, el Curso está hablando de el Ser, y no de mi ser. “Pero no nos referimos aquí al interés propio del ser del que el mundo habla” (M.4.VII.2:2). Cuando alguien dice: “La gloria de Dios está en mí” o “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”, hay una gran diferencia según a que “mí” o “yo” se refiere. Si es el ser que creo que existe separado de los billones de otros seres de este mundo, no estamos hablando de la verdad. Estamos siendo pretenciosos. Si se refiere al Ser que es compartido por todos esos billones, el Ser del que mi pequeña consciencia es sólo un trozo, es la Verdad que me hace libre.

La gloria de Dios no está en el pequeño ser, sino que mora en el Ser. Y contemplar esa gloria “en el Hijo que Él creó como mi Ser” no lleva a falsas ilusiones de grandiosidad, sino a la verdadera grandeza, a la grandeza que se percibe y se comparte al instante con todas las cosas vivientes. No existe una posición mía por encima de otros, pues la gloria en ellos es la mía propia.

Estas lecciones finales del repaso, antes de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, se refieren mucho a cosas como el silencio, y contemplar la gloria de Dios. En estos momentos de práctica, busquemos abrirnos a esa clase de experiencia, a un ver que no es con los ojos, a una consciencia de la realidad de nuestro Ser, el Hijo de Dios. Que mis insignificantes pensamientos se acallen, y que yo oiga la Voz de Dios hablando dentro de mí, hablando a mi ser de mi Ser, atrayéndome a regresar en armonía con ese inmenso Ser al que yo pertenezco, reuniendo juntos los aparentes trozos de la Filiación en una Totalidad armoniosa. Ciertamente, soy tal como Dios me creó. No un simple cuerpo, ni limitado por el cuerpo, ni caracterizado por el cuerpo, sino “libre de toda limitación, a salvo, sano y pleno” (L.97.7:2). Soy lo que Dios creó, el santo Hijo de Dios Mismo.






TEXTO

VII. No tengo que hacer nada      

   

1. Tienes todavía demasiada fe en el cuerpo como fuente de for­taleza. 2¿Qué planes haces que de algún modo no sean para su comodidad, protección o disfrute? 3De acuerdo con tu interpreta­ción, esto hace del cuerpo un fin y no un medio, lo cual siempre quiere decir que todavía te atrae el pecado. 4Nadie que aún acepte el pecado como su objetivo, puede aceptar la Expiación. 5Por lo tanto, todavía no has aceptado tu única responsabilidad. 6Aquellos que prefieren el dolor y la destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación.

2. Hay algo que nunca has hecho: jamás te has olvidado comple­tamente del cuerpo. 2Quizá alguna que otra vez lo hayas perdido de vista, pero nunca ha desaparecido del todo. 3No se te pide que dejes que eso ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante es cuando se produce el milagro de la Expiación. 4Des­pués verás el cuerpo de nuevo, pero nunca como lo veías antes. 5Y cada instante que pases sin ser consciente de tu cuerpo te pro­porcionará una perspectiva diferente de él cuando regreses.

3. No hay ni un solo instante en el que el cuerpo exista en abso­luto. 2Es siempre algo que se recuerda o se prevé, pero nunca se puede tener una experiencia de él ahora mismo. 3Sólo su pasado y su futuro hacen que parezca real. 4El tiempo lo controla entera­mente, pues el pecado nunca se encuentra totalmente en el pre­sente. 5En cualquier momento que desees podrías experimentar la atracción de la culpabilidad como dolor, y, por lo tanto, evita­rías sucumbir a ella. 6La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el ahora. 7Toda su atracción es imaginaria, y así, es algo en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro.

4. Es imposible aceptar el instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque sólo sea por un instante, a no ver el pasado ni el futuro. 2No te puedes preparar para él sin ubicarlo en el futuro. 3La liberación se te concede en el instante en que la desees. 4Son muchos los que se han pasado toda una vida prepa­rándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. 5Este curso no pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se propone ahorrar tiempo. 6Tal vez estés tra­tando de seguir un camino muy largo hacia el objetivo que has aceptado. 7Es extremadamente difícil alcanzar la Expiación luchando contra el pecado. 8Son muchos los esfuerzos que se lle­van a cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se abo­rrece. 9No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación, ni que te pases largos períodos de tiempo medi­tando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. 10Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. 11Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.

5. Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. 2La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. 3Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os resti­tuye el universo a ambos. 4Ya estás listo. 5Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada. 6Sería mucho más efectivo ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que debes hacer. 7Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta, ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubri­miento: "No tengo que hacer nada".

6. He aquí la liberación final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. 2Tú no tienes necesidad de ese tiempo. 3Se te ha economizado tiempo porque tú y tu hermano estáis juntos. 4Éste es el medio especial del que este curso se vale para economizarte tiempo. 5No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han  resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. 6Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. 7"No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. 8Créelo aunque sólo sea por un instante, y lograrás más que con un siglo de con­templación o de lucha contra la tentación.

7. Hacer algo siempre involucra al cuerpo. 2Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. 3He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. 4Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. 5Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. 6El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. 7No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. 8A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. 9Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.

8. Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siem­pre estará ahí. 2Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. 3Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindán­dote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. 4Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente *5Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.









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