EJERCICIOS
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Abandonar tu creencia de que dar es un sacrificio y así experimentar la abundancia que hay en el altar dentro de ti. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Estate dispuesto a mirar el altar dentro de ti, el altar al único Dios. Allí verás las azucenas que tu hermano te ofrece y las que tú le ofreces a él, en toda su amorosa santidad. Ahí estás unido a todos tus hermanos y a Dios. Ahí está rodeado de bendiciones y das tal como recibes. Al mirar adentro, repite el Nombre de Dios.
Observaciones: Al recibir esta bendición, tú puedes bendecir al mundo. Ofrece esta bendición a todo lo que veas hoy.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Respuesta a la tentación: Siempre que sea necesario.
Repite la idea.
Comentario
Es fácil entender que para dar una cosa, primero tienes que tenerla. Eso está claro. Lo que nos parece más difícil de creer es que verdaderamente dar aumenta lo que tienes.
Dice la lección que la explicación para entender esto está en el hecho de que “las cosas sólo representan los pensamientos que dan lugar a ellas” (2:3). Para entender que dar lo que tenemos lo aumenta, tenemos que empezar a reconocer que las “cosas” no son reales, lo que es real son los pensamientos detrás de ellas. Esto no significa que si doy 100 euros a un hermano que lo necesita, recibiré de inmediato 200 euros de alguna otra fuente. Sin embargo, dice que cuando doy 100 euros sabiendo que el dinero es sólo una idea, aumentaré el pensamiento que me trajo a mí el dinero antes. Por lo tanto, eso finalmente obtendría como resultado más dinero, o más “riqueza y abundancia” de alguna forma. La forma puede ser la misma o no.
Tal vez la forma en que el pensamiento parece manifestarse cambie al darse. No obstante, éste tiene que retornar al que lo da. Y la forma que adopte no puede ser menos aceptable. Tiene que ser más. (2:5-8)
En otras palabras, lo que vuelve es siempre mayor que lo que se da.
Yo he empezado a aprender esto dando ideas directamente, en mi grupo de estudio y en mis escritos. Ciertamente he descubierto que es verdad que a medida que doy estas ideas, aumentan en mí. Por lo menos “recibo” tanto o más beneficio que cualquiera que esté “recibiendo” de mí. Soy muy consciente de que estoy bendiciendo al mundo porque me bendigo a mí mismo, estoy haciendo esto en mi propio beneficio.
Es más difícil cuando se trata de cosas materiales. No es tan sencillo relacionar el dinero con una idea, o que un casete es una idea, o que un libro es sólo una idea, o que un coche es únicamente una idea. Lo aprendo de maneras diferentes. Doy hojas informativas que me cuestan dinero, creyendo que finalmente me volverá. Doy horas de mi tiempo al grupo de estudio, creyendo que me volverá. Siento que eso es una forma de dar. Y el comienzo de regresarme ya ha empezado.
Pienso que cuando aprenda esta lección completamente, no me costará nada abandonar la idea de poseer y compartiré todo lo que poseo con todos los que lo necesiten. Pero todavía estoy muy lejos de eso.
El siguiente párrafo es muy importante:
Las ideas tienen primero que pertenecerte antes de que las puedas dar. Y si has de salvar al mundo, tienes que primero aceptar la salvación para ti mismo. Mas no creerás que ésta se ha consumado en ti hasta que no veas los milagros que les brinda a todos aquellos a quienes contemples. Con esto, la idea de dar se clarifica y cobra significado. Ahora puedes percibir que al dar, tu caudal aumenta. (3:1-5)
Para dar la salvación, primero tengo que aceptarla para mí mismo. Pero para saber que la tengo, primero debo darla. Eso significa que tengo que empezar a darla para saber que ¡la tengo! El regalo que dar me ofrece a mí, es saber que tengo el regalo que doy.
La lección nos aconseja que protejamos lo que tenemos, dándolo. Nos avisa: “Mas no le atribuyas valor a su forma” (4:3). En otras palabras, puede que no te vuelva en la misma forma en que lo das. Si doy 100 euros en metálico, puedo recibir un regalo en una forma diferente: un magnetófono, programas para el ordenador, un ramalazo de energía física, o cualquier otra cosa. Si doy un libro determinado, puede que nunca reciba ese mismo libro; y tengo que aprender a no darle valor a la forma, sino al pensamiento detrás de la forma. Es ridículo darle importancia a las formas: “Ninguna forma perdura” (4:5). Recuerda:
Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto. (5:8)
Cada regalo que doy es siempre un regalo a mí mismo. ¡Nunca pierdo! Yo gano y también el que recibe mi regalo, especialmente si aprende de mí a dar de nuevo. “El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio” (6:2). Ríete, porque el sacrificio no existe. Lo que doy, se me da a mí mismo; nunca pierdo, siempre gano. ¿Cómo puede llamársele sacrificio?
Claramente la lección se aplica a todas las formas de “dar” y a todas las formas de “sacrificio”, incluidos el dolor y la pérdida, la enfermedad, el sufrimiento, la pobreza, el hambre y la muerte. Cuando “renuncio” a una relación en la forma que creía que la quería, según esta lección recibo algo que valoraré mucho más. Quizá aprenda a aceptar el regalo de la independencia, por ejemplo. Estoy seguro de que es lo mismo cuando hago otros “sacrificios”. Equivocadamente tengo miedo a la “pérdida” que sufriré cuando estas cosas no estén en mi vida. No habrá pérdida, no habrá sacrificio. Lo que gano será mucho más que la aparente pérdida. Y en realidad, no pierdo nada, excepto una identificación falsa.
Por ejemplo, pienso que obtengo cierta satisfacción y consuelo de una comida agradable. El placer del gusto, el placer de sentirme lleno. Falsamente identifico estas sensaciones con el objeto, la comida. Pero el placer, la satisfacción y el consuelo son sólo las ideas detrás de la comida. Si tuviera que separar la comida de esas ideas, no renunciaría a esas ideas, estaría afirmándolas. Las conservo, y crecen. Habrá placer, satisfacción y consuelo en otras formas, más duraderas y más generales. He ganado la forma general al renunciar a la identificación concreta de esas ideas con la “comida”.
En general, pasaremos por muchas repeticiones de aparentemente renunciar, de aparentes sacrificios, hasta que aprendamos que la cosa no es la idea, que ninguna forma concreta se puede identificar con la idea detrás de ella.
Al final vamos más allá de la idea de muchos pensamientos diferentes para ver el único Pensamiento: el inocente Hijo de Dios, el Cristo. Vemos ese Pensamiento dentro de nosotros y “Queremos extender lo que hemos contemplado porque queremos verlo en todas partes” (11:2). “Y para cerciorarnos de que esta santa visión es nuestra, se la ofrecemos a todo lo que vemos” (11:5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario