DESPERTAR AL AMOR

viernes, 10 de noviembre de 2017

10 NOVIEMBRE: Busco un futuro diferente del pasado.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 314


Busco un futuro diferente del pasado.


1. De una nueva percepción del mundo nace un futuro muy dife­rente del pasado. 2El futuro se ve ahora simplemente como una extensión del presente. 3Los errores del pasado no pueden ensombrecerlo, de tal modo que el miedo ha perdido sus ídolos e imágenes, y, al no tener forma, deja de tener efectos. 4La muerte no podrá reclamar ahora el futuro, pues ahora la vida se ha con­vertido en su objetivo, y se proveen gustosamente todos los medios necesarios para su logro. 5¿Quién podría lamentarse o sufrir cuando el presente ha sido liberado, y su seguridad y paz se extienden hasta un futuro tranquilo y lleno de júbilo?

2. Padre, cometimos errores en el pasado, pero ahora elegimos valernos del presente para ser libres. 2Ponemos el futuro en Tus Manos, y deja­mos atrás nuestros errores pasados, seguros de que Tú cumplirás las promesas que nos haces en el presente, y de que bajo su santa luz dirigi­rás el futuro.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Según el ego, el futuro es sólo el resultado del pasado, es el pasado mismo extendiéndose más allá del presente. Para el ego, el pasado condiciona el futuro. Según el Espíritu Santo: “El futuro se ve ahora simplemente como una extensión del presente” (1:2). Lo que elegimos ver y creer en el ahora determina cómo será el futuro, el futuro no está condicionado por el por el pasado. “Los errores del pasado no pueden ensombrecerlo, de tal modo que el miedo ha perdido sus ídolos e imágenes, y, al no tener forma, deja de tener efectos” (1:3).

Al abandonar el pasado y reconocer que no me puede afectar ahora, atraigo un futuro diferente al pasado. Mi elección de ahora a favor de la salvación, mi voluntad de aceptar la Expiación para mí mismo elimina todo el miedo del pasado. Los “ídolos e imágenes” (1:3) del miedo son cosas como toda la culpa y todas las falsas percepciones del pasado. Ya no están al alcance del miedo cuando he puesto el pasado en manos de Dios y he aceptado el perdón para mí mismo. Empiezo desde este mismo instante como una pizarra limpia. Sin las formas de los ídolos e imágenes del pasado, el miedo no puede tener efectos.

Basado en la culpa del pasado, mi futuro era una muerte segura. Pero con el pasado libre de “pecado”, y siendo la vida mi objetivo ahora, la muerte no puede reclamarme (1:4). Mi cuerpo físico “morirá” probablemente (a menos que suceda un raro milagro de ser llevado al cielo en un torbellino, como Elías en la Biblia, II Reyes,2), aunque el cuerpo nunca muere porque nunca vive, pero puesto que yo no soy un cuerpo, no moriré y no tendré miedo de la muerte. “Se proveen gustosamente todos los medios necesarios para su logro” (1:4). Cuando mi mente sea corregida y mi meta sea la vida, todo lo que necesito para lograr mi meta me lo proporciona el Espíritu Santo. “Cuando el presente ha sido liberado” de toda culpa y de todo miedo, ese presente extenderá “su seguridad y paz hasta un futuro tranquilo y lleno de júbilo” (1:5).

La clave está en permitir que mi mente sea liberada de la culpa y del miedo en este mismo instante. Puedo practicar esto en el instante santo. Puedo tomar un instante y permitir que la paz y seguridad de las que habla esta lección inunden mi mente. Puedo traerle al Espíritu Santo toda mi culpa, mi sufrimiento, mi dolor, mi ira, y permitir que Él sane mi mente. Cuanto más a menudo haga esto, la paz se extenderá hacia fuera a lo largo del día. Quizá el testimonio más frecuente de las personas que han estado estudiando el Curso durante un tiempo es: “Estoy mucho más en paz de lo que lo he estado en toda mi vida”. Funciona. Y al crecer esa paz en el presente, al pasar cada vez más momentos ahora en esa paz mental, el futuro está cada vez más lleno de gozo.

Que elija valerme del presente para ser libre (2:1). ¿Cuántos de mis momentos presentes paso sufriendo o llorando por el pasado, lamentando cosas que he perdido? ¿Cuántos de mis momentos presentes paso teniendo miedo de algo del futuro? Que elija valerme del presente de manera distinta. Cada vez que sea consciente del presente, que elija usar ese momento para la paz y para nada más. Hacer eso es escaparse del infierno. Dejar el futuro en manos de Dios. Dejar atrás los errores del pasado (2:2). Voy a poner mi vida en las manos de Dios “seguro de que Tú cumplirás las promesas que nos haces en el presente, y de que bajo su santa luz dirigirás el futuro” (2:2).


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 4)

L.pII.10.2:3-6

Cuando toda la creación, cuando cada mente, haya aceptado por fin la nueva percepción del mundo como un mundo sin pecado y sin propósito, llegará el final del mundo. Pienso que “al no tener causa” se refiere a ver el mundo sin pecado pues, según el Curso, el pecado y su compañero la culpa han causado el mundo. Entonces “al no tener función” significaría lo mismo que “sin propósito” (2:2). Para el ego, el propósito del mundo es la destrucción o castigo. Una vez que la causa y la función del mundo han sido eliminadas de todas las mentes, el mundo “simplemente se disuelve en la nada” (2:3).

Como dice el Manual para el Maestro: “El mundo acabará cuando su sistema de pensamiento se haya invertido completamente” (M.14.4:1). Puedes leer esta hermosa sección entera (¿CÓMO ACABARÁ EL MUNDO?), (especialmente su conmovedor párrafo final). En la visión del Curso, el fin del mundo no es un cataclismo, ni un gran triunfo de ejércitos celestiales, sino una serena desaparición, simplemente la desaparición de una ilusión cuya aparente necesidad ha terminado.

“Ahí (en la nada) nació y ahí ha de terminar” (2:4). Dicho de otra manera, el mundo nació de la nada, y no quedará nada cuando desaparezca. Únicamente los pensamientos de amor que se han manifestado son reales y eternos. Todo lo demás desaparece, incluso “las figuras del sueño”, es decir, nuestro cuerpo “desaparecerá (2:5-6), pues ha desaparecido el pecado como su causa y la muerte como su propósito.

Como hemos leído a menudo antes, en las secciones “¿Qué es?” y en el Texto, el ego inventó el cuerpo para sus propósitos. El Espíritu Santo nos invita a utilizar el cuerpo para Sus propósitos mientras estamos en el sueño. Él nos lleva a darnos cuenta de que “lo falso es falso y que lo que es verdad jamás ha cambiado” (1:1), y una vez que todos nosotros hemos logrado ese propósito, el cuerpo ya no tiene ningún propósito. Simplemente desaparece.

Una última frase se añade: “pues el Hijo de Dios es ilimitado” (2:6). El cuerpo desaparece porque el Hijo de Dios es ilimitado, y el cuerpo es un límite. Cuando nuestra mente haya regresado a Cristo, completamente, ya no tendremos necesidad de ninguna limitación. Lo que somos no tiene límites, y un cuerpo limitado no nos serviría de nada.

Éste es el “final de todas las cosas”, tal como el Curso lo ve. Entonces, ¿cómo deberíamos vivir ahora, todavía dentro del sueño, pero sabiendo que éste es su final? Necesitamos aprender cómo considerarlo (el final) y estar dispuestos a encaminarnos en esa dirección (M.14.4:5). Trabajamos con el Espíritu Santo, hoy y todos los días, al aprender a contemplar el mundo sin condena, para verlo completamente perdonado. Le permitimos que nos enseñe que no hay propósito en el mundo, y poco a poco conseguimos abandonar nuestro apego al mundo. Nos abrimos cada vez más a la visión del Hijo ilimitado de Dios, visión que va aumentando dentro de nosotros.







TEXTO

 

VI. Los testigos del pecado


1. El dolor demuestra que el cuerpo no puede sino ser real. 2Es una voz estridente y ensordecedora, cuyos alaridos tratan de ahogar lo que el Espíritu Santo dice e impedir que Sus palabras lleguen hasta tu conciencia. 3El dolor exige atención, quitándo­sela así al Espíritu Santo y centrándola en sí mismo. 4Su propó­sito es el mismo que el del placer, pues ambos son medios de otorgar realidad al cuerpo. 5Lo que comparte un mismo propó­sito es lo mismo. 6Esto es lo que estipula la ley que rige todo propósito, el cual une dentro de sí a todos aquellos que lo com­parten. 7El placer y el dolor son igualmente ilusorios, ya que su propósito es inalcanzable. 8Por lo tanto, son medios que no llevan a ninguna parte, pues su objetivo no tiene sentido. 9Y comparten la falta de sentido de que adolece su propósito.

2. El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de nuevo al dolor. 2Pues cualquiera de esos testigos es el mismo, y sólo tienen un mensaje: "Te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño. También puedes tener placer, pero el costo de éste es el dolor". 4A estos testigos se unen muchos más. 5Cada uno de ellos parece diferente porque tiene un nombre distinto, y así, parece responder a un sonido diferente. 6A excepción de esto, los testigos del pecado son todos iguales. 7Llámale dolor al placer, y dolerá. 8Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta tras el placer. 9Los testigos del pecado no hacen sino cam­biar de un término a otro, según uno de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo. 10Es irrelevante, no obs­tante, cuál de ellos tenga primacía en cualquier momento dado. 11Los testigos del pecado sólo oyen la llamada de la muerte.

3. El cuerpo, que de por sí carece de propósito, contiene todas tus memorias y esperanzas. 2Te vales de sus ojos para ver y de sus oídos para oír, y dejas que te diga lo que siente. 3Mas él no lo sabe. 4Cuando invocas los testigos de su realidad, te repiten única­mente los términos que les proporcionaste para que él los usara. 5No puedes elegir cuál de entre ellos es real, pues cualquiera que elijas es igual que los demás. 6Lo único que puedes hacer es deci­dir llamarlo por un nombre o por otro, pero eso es todo. 7No puedes hacer que un testigo sea verdadero sólo porque lo llames con el nombre de la verdad. 8La verdad se encuentra en él si lo que representa es la verdad. 9De lo contrario, miente, aunque lo invoques con el santo Nombre de Dios Mismo.

4. El Testigo de Dios no ve testigos contra el cuerpo. 2Tampoco presta atención a los testigos que con otros nombres hablan de manera diferente en favor de la realidad del cuerpo. 3Él sabe que no es real. 4Pues nada podría contener lo que tú crees que el cuerpo contiene dentro de sí. 5El cuerpo no puede decirle a una parte de Dios cómo debe sentirse o cuál es su función. 6El Espí­ritu Santo, sin embargo, no puede sino amar aquello que tú tienes en gran estima. 7Y por cada testigo de la muerte del cuerpo, Él te envía un testigo de la vida que tienes en Aquel que no conoce la muerte. 8Cada milagro que Él trae es un testigo de la irrealidad del cuerpo. 9Él cura a éste de sus dolores y placeres por igual, pues todos los testigos del pecado son reemplazados por los Suyos.

5. El milagro no hace distinciones entre los nombres con los que se convocan a los testigos del pecado. 2Demuestra simplemente que lo que ellos representan no tiene efectos. 3puede demostrar esto porque sus propios efectos han venido a sustituirlos. 4Sea cual sea el término que hayas utilizado para referirte a tu sufri­miento, 5éste ya no existe. 6Aquel que es portador del milagro percibe que todos ellos son uno y lo mismo, y los llama miedo. 7De la misma manera en que el miedo es el testigo de la muerte, el milagro es el testigo de la vida. 8Es un testigo que nadie puede refutar, pues los efectos que trae consigo son los de la vida. 9Gra­cias a él los moribundos se recuperan, los muertos resucitan y todo dolor desaparece. 10Un milagro, no obstante, no habla en nombre propio, sino sólo en nombre de lo que representa.

6. El amor, asimismo, tiene símbolos en el mundo del pecado. 2El milagro perdona porque representa lo que yace más allá del per­dón, lo cual es verdad. 3¡Cuán absurdo y demente es pensar que un milagro pueda estar limitado por las mismas leyes que vino exclusivamente a abolir! 4Las leyes del pecado tienen diferentes testigos, y cada uno de ellos tiene diferentes puntos fuertes. 5estos testigos dan testimonio de diferentes clases de sufrimiento. 6No obstante, para Aquel que envía los milagros a fin de bendecir el mundo, una leve punzada de dolor, un pequeño placer mun­dano o la agonía de la muerte, no son sino el mismo estribillo: una petición de curación, una llamada de socorro en un mundo de sufrimiento. 7De esa similitud es de lo que el milagro da testi­monio. 8Esta similitud es lo que prueba. 9Las leyes que considera­ban que todas esas cosas eran diferentes, son abolidas, lo cual demuestra su impotencia. 10El propósito del milagro es lograr esto. 11Y Dios Mismo ha garantizado el poder de los milagros por razón de lo que atestiguan.

7. Sé, pues, un testigo del milagro, y no de las leyes del pecado. 2No hay necesidad de que sigas sufriendo. 3Pero sí de que sanes, ya que el sufrimiento y la angustia del mundo han hecho que éste sea sordo a su propia necesidad de salvación y liberación.


8. La resurrección del mundo aguarda hasta que sanes y seas feliz, para que puedas demostrar que el mundo ha sanado. 2El instante santo sustituirá todo pecado sólo con que lleves sus efectos contigo. 3Y nadie elegirá sufrir más. 4¿Qué mejor función que ésta podrías servir? 5Sana para que así puedas sanar, y evítate el sufrimiento que conllevan las leyes del pecado. 6Y la verdad te será revelada, por haber elegido que los símbolos del amor ocu­pen el lugar del pecado.




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