DESPERTAR AL AMOR

jueves, 9 de noviembre de 2017

9 NOVIEMBRE: Que venga a mí ahora una nueva percepción.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 313


Que venga a mí ahora una nueva percepción.


1. Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor. 2y éste vendrá dondequiera que se le invite. 3Esta visión es Tu regalo. 4Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdo­nado. 5Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. 6Permite que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertarme del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme.

2. Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. 2¡Qué bellos somos! 3¡Cuán santos y amorosos! 4Hermano, ven y únete a mí hoy. 5Salvamos al mundo cuando nos unimos. 6Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La visión de Cristo “ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado” (1:1). Ésta es una nueva percepción que viene a mí. Yo no voy detrás de ella, la recibo. Me abro a ella y se me da: “Ésta visión es Tu regalo” (1:3). Para ver todas las cosas sin mancha de pecado no tengo que esforzarme, es un regalo que Dios me da. Cuando vea pecado, lo que puedo aprender a hacer es pedir una percepción diferente: “Que venga a mí ahora una nueva percepción”. Puedo querer esta nueva percepción, y quererla es todo lo que se necesita. El resto se te da: “El amor vendrá dondequiera que se le invite” (1:2).

Cristo -que es mi verdadero ser, eterno y que no cambia- “no ve pecado alguno en nada de lo que contempla” (1:5). Ésta no es una visión que mi Ser tenga que conseguir, ya es mía, en Cristo. Todo lo que tengo que hacer es permitir que esa nueva percepción venga a mí. Cuando lo hago, cuando contemplo al mundo y lo veo perdonado, me despertaré del sueño de pecado y veré mi impecabilidad en mi interior” (1:6). Resumido, éste es el mensaje del Curso: ver tu propia inocencia al ver la inocencia del mundo. Encontrar el perdón al perdonar a otros.

Tal como la visión siempre ha sido parte de mi Ser el Cristo, así también la inocencia ha sido guardada a salvo por Dios, “completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme” (1:6). Eso es todo lo que estamos haciendo: identificarnos con el Cristo, con algo que ya soy. “La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio” (L.188.1:4). No hay que alcanzar nada, ni ir a ningún sitio, ya estamos en Él, y todo lo que se necesita es el reconocimiento de que ya es así, la identificación con lo que siempre ha existido. Dejamos que venga a nosotros una nueva percepción, eso es todo.

Así que, hermanos:

Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos! (2:1-2)


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 3)

L.pII.10.2:1-2

El Juicio Final sobre el mundo no encierra condena alguna. (2:1)

Sin condena, esto nos parece muy difícil llegar a lograrlo. Durante generaciones se nos ha enseñado que en el Juicio Final, Dios separará los “buenos” de los “malos”, el “trigo” de la “cizaña”, y enviará a los malos al castigo eterno. Preferimos la idea de la venganza, nos parece justicia. Vamos al cine y nos alegramos cuando los malos son liquidados. Por supuesto, cuando se trata de imaginarnos a nosotros delante del Juicio Final de Dios, nos ponemos un poco nerviosos, de hecho, muy nerviosos. Porque sabemos que no somos perfectos.

¿Cómo no puede haber condena en el Juicio Final? Sólo puede haber una explicación. No hay condena porque “ve al mundo completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno (2:2). La única manera de que no haya condena es que el pecado no existe. Todo el mundo y todas las cosas son completamente perdonados. Y eso nos fastidia. “¿Quieres decir que los malos no son liquidados al final de la historia?” No nos parece justo porque creemos que el pecado es real y se merece castigo.

El antiguo evangelista del siglo 18, Jonathan Edwards (autor del famoso sermón: “Pecadores en manos de un Dios enfadado) enseñó que el pecado es pecado. Que no hay grados de pecados, cada pecado es infinitamente pecaminoso y exigía castigo eterno porque cualquier pecado es un ataque a un Dios infinito. Como dice C.S.Lewis: la idea de un pecado “pequeño” es como la idea de un embarazo “pequeño”. Edwards tenía a la gente tan aterrorizada cuando pronunciaba su sermón que la gente en la iglesia se agarraba a las columnas de la iglesia por miedo a que el suelo se abriera y los arrastrara al infierno. Si el pecado fuera real, él tendría razón. Todos nosotros seríamos infinitamente culpables, y todos nosotros mereceríamos el castigo eterno. En esta película no hay “buenos”.

Por lo tanto, si el pecado fuese real, y vengarse de alguien estuviese justificado, vengarse de todos nosotros estaría justificado. Si los malos fueran liquidados al final de la historia, todos nosotros seríamos liquidados. Al aferrarnos a la idea de la condena y el castigo, nos estamos condenando al infierno a nosotros mismos. Y en alguna parte dentro de nosotros lo sabemos, ¡por eso nos sentimos tan nerviosos!

La única alternativa es no condenar. El perdón total. Sin pecado en nadie. Y ése es el mensaje del Curso: “El Hijo de Dios es inocente” (T.14.V.2:1). Ése será el Juicio Final de Dios, y ése será nuestro juicio cuando lleguemos al final del viaje.

Pues ve a éste completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno. (2:2)

El Juicio Final no sólo ve al mundo sin pecado, sino sin propósito alguno. Esta idea no encaja con la idea de que Dios creó el mundo, ¿crearía Dios algo sin ningún propósito? Sin embargo, la falta de propósito encaja muy bien con la idea de que el ego en nuestra mente ha inventado el mundo.

¿Has mirado alguna vez al mundo y sospechado que no tenía ningún propósito ni ningún significado? ¿Qué el ciclo sin fin de nacimiento y muerte no parece ir a ningún sitio? Todos crecemos (algunos con más dificultades que otros, algunos con más éxito que otros), luchamos en la vida, obtenemos lo que podemos y luego (así lo parece) todo llega a su fin, y todo lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido se pierde (ver T.13.In.2). ¿Qué sentido tiene? Muchos, especialmente entre los jóvenes de hoy en día, han aceptado este punto de vista, y han caído en la desesperación y la indiferencia.

Y sin embargo, este punto de vista es válido. De hecho, ¡el Juicio Final lo confirmará! El mundo no tiene propósito. Es el producto de una mente enloquecida por la culpa (T.13.In.2:2). Sin embargo, la comprensión de ello no tiene por qué llevar a la desesperación, puede ser el trampolín a la dicha eterna. Visto sin propósito, al fin podemos pasarlo de largo y recordar nuestro verdadero hogar en Dios.






TEXTO

 

V. El ejemplo de la curación


1. La única manera de curarse es curando. 2El milagro se extiende sin tu ayuda, pero tú eres esencial para que pueda dar comienzo. 3Acepta el milagro de curación y se extenderá por razón de lo que es. 4Su naturaleza es extenderse desde el instante en que nace. 5Y nace en el instante en que se ofrece y se recibe. 6Nadie puede pedirle a otro que sane. 7Pero puede permitirse a sí mismo ser sanado, y así ofrecerle al otro lo que él ha recibido. 8¿Quién podría ofrecer a otro lo que él mismo no tiene? 9¿Y quién podría compartir lo que se niega a sí mismo? 10El Espíritu Santo te habla a ti, 11no a otra persona. 12al tú escucharle, Su Voz se extiende porque has aceptado lo que Él dice.

2. La salud es el testigo de la salud. 2Mientras no se dé testimonio de ella, no será convincente. 3Sirve de prueba sólo cuando ha sido demostrada, y para ello tiene que proveer un testigo que nos induzca a creer. 4Nadie se cura con mensajes contradictorios. 5Te curas cuando lo único que deseas es curar. 6Tu propósito indiviso hace que esto sea posible. 7Pero si tienes miedo de la curación, entonces no puede efectuarse a través de ti. 8Lo único que se requiere para que se efectúe una curación es que no haya miedo. 9Los temerosos no se han curado, por lo tanto, no pueden curar. 10Esto no quiere decir que para que puedas curar tenga que haber desaparecido el conflicto de tu mente para siempre. 11Pues si así fuese, no habría entonces necesidad de curación. 12Mas sí quiere decir que, aunque sólo sea por un instante, tienes que amar sin atacar. 13Un instante es suficiente. 14Los milagros no están circuns­critos al tiempo.

3. El instante santo es la morada de los milagros. 2Desde allí, cada uno de ellos viene a este mundo como testigo de un estado men­tal que ha transcendido el conflicto y ha alcanzado la paz. 3El instante santo lleva el consuelo de la paz al campo de batalla, demostrando así que la guerra no tiene efectos. 4Pues todo el dolor que la guerra ha tratado de ocasionar, los cuerpos despeda­zados y los miembros mutilados, los moribundos gimientes y los muertos silenciosos, son dulcemente elevados y consolados.

4. Allí donde un milagro ha venido a sanar no hay tristeza. 2lo único que se requiere para que todo esto ocurra es un instante de tu amor sin traza alguna de ataque. 3En ese instante sanas, y en ese mismo instante se consuma toda curación. 4¿Qué podría estar separado de ti, una vez que has aceptado la bendición que el instante santo brinda? 5No tengas miedo de bendecir, pues Aquel que te bendice ama al mundo y no deja nada en él que pueda ser motivo de miedo. 6Pero si te niegas a dar tu bendición, el mundo te parecerá ciertamente temible, pues le habrás negado su paz y su consuelo, y lo habrás condenado a la muerte.

5. Aquel que pudo haber salvado a un mundo tan penosamente despojado de todo, pero que se volvió atrás por temor a ser curado, ¿no vería acaso a ese mundo como una condenación? 2Los ojos de los moribundos reflejan reproche, y el sufrimiento susurra: "¿De qué tienes miedo?" 3Examina detenidamente su pregunta. 4Te la hace en tu nombre. 5El mundo agonizante tan sólo te pide que dejes de atacarte por un instante, para que él pueda sanar.

6. Ven al instante santo y sé curado, pues nada de lo que recibes en él se olvida cuando regresas al mundo. 2al haber sido bende­cido, traerás bendiciones contigo. 3Se te da vida para que se la impartas al mundo moribundo. 4los ojos dolientes ya no acusa­rán, sino que brillarán con agradecimiento hacia ti que los bendi­jiste. 5El fulgor del instante santo iluminará tus ojos y les dará visión para que puedan ver la faz de Cristo más allá del sufri­miento. 6La curación reemplaza al sufrimiento. 7El que ve uno de ellos no puede percibir el otro, pues ambos no pueden estar pre­sentes a la vez. 8el mundo será el testigo de lo que veas, y dará testimonio de ello.

7. Así pues, lo único que el mundo requiere para poder sanar es tu curación. 2Sólo necesita una lección que se haya aprendido perfectamente. 3Y de esta manera, cuando tú la olvides, el mundo te recordará dulcemente lo que le enseñaste. 4Debido a su agrade­cimiento, no dejará de prestarte apoyo a ti que te dejaste curar para que él pudiese vivir. 5lnvocará a sus testigos para mostrarte la faz de Cristo a ti que les trajiste la visión, gracias a la cual la presenciaron. 6El mundo de acusación es reemplazado por otro en el que todos los ojos se vuelven amorosamente hacia el Amigo que les trajo su liberación. 7Y tu hermano percibirá felizmente los muchos amigos que antes consideraba enemigos.

8. Aunque los problemas no son concretos, se manifiestan en for­mas concretas, y son estas formas concretas las que configuran el mundo. 2Nadie entiende la naturaleza de su problema, 3pues, de lo contrario, ya no estaría ahí para que él lo pudiese ver. 4La naturaleza misma del problema es que no es un problema. 5Por lo tanto, mientras él lo perciba, no lo podrá percibir tal como es. 6La curación, en cambio, es evidente en situaciones concretas y se generaliza para incluirlas a todas. 7Esto se debe a que todas ellas son realmente la misma situación, a pesar de sus diferentes for­mas. 8La finalidad de todo aprendizaje es la transferencia, la cual se consuma cuando dos situaciones distintas se ven como lo mismo, ya que lo único que se puede encontrar en ellas son ele­mentos comunes. 9Esto, no obstante, sólo lo puede lograr Uno que no ve las diferencias que tú ves. 10No eres tú quien lleva a cabo la transferencia de lo que has aprendido. 11Pero el hecho de que dicha transferencia ya se haya llevado a cabo, a pesar de todas las diferencias que ves, te convence de que esas diferencias no podían ser reales.

9. Tu curación se extenderá y se aplicará a problemas que no creías eran tus problemas. 2Y resultará evidente también que todos tus diferentes problemas se resolverán tan pronto como te hayas librado de uno solo de ellos. 3No puede ser que sus diferen­cias sean las que hayan hecho que esto sea posible, pues el apren­dizaje no puede saltar de una situación a su opuesto y obtener los mismos resultados. 4Toda curación debe proceder de manera ordenada, de acuerdo con leyes que han sido percibidas correcta­mente y que no se han violado. 5No dejes que la manera en que las percibes te haga sentir miedo. 6Estás equivocado, pero hay Alguien dentro de ti que está en lo cierto.

10. Deja, pues, la transferencia de tu aprendizaje en manos de Aquel que realmente entiende sus leyes y que se asegurará de que permanezcan invioladas e ilimitadas. 2Tu papel consiste sim­plemente en aplicarte a ti mismo lo que Él te ha enseñado, el resto corre de Su cuenta. 3Así es como los innumerables testigos de tu aprendizaje te probarán el poder de éste. 4El primer testigo que verás será a tu hermano, pero tras él habrá miles, y tras cada uno de éstos mil más. 5Puede que cada uno de ellos parezca tener un problema distinto del de los demás. 6Mas todos se resolverán al unísono. 7Y su común resolución demostrará que las preguntas no podían haber sido distintas.


11. ¡Que la paz sea contigo a quien se ofrece curación! 2Compren­derás que se te da paz cuando aceptas la curación. 3No necesitas ser consciente de toda su valía para entender que te has benefi­ciado de ella. 4Lo que ocurrió en aquel instante en que el amor entró sin ninguna traza de ataque, permanecerá contigo para siempre. 5Tu curación, así como la de tu hermano, será uno de sus efectos. 6Dondequiera que vayas contemplarás sus múltiples efectos. 7Todos los testigos que contemples, no obstante, serán sólo una fracción de los que realmente existen. 8La infinitud no se puede entender contando todas sus partes separadas. 9Dios te da las gracias por tu curación, pues Él sabe que es un regalo de amor para Su Hijo, y, por lo tanto, un regalo que se le hace a Él.





No hay comentarios:

Publicar un comentario