DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 29 de noviembre de 2017

29 NOVIEMBRE: El perdón pone fin al sueño de conflicto.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 333


El perdón pone fin al sueño de conflicto.


1. El conflicto debe ser resuelto. 2Si se quiere escapar de él, no debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra parte, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier clase de engaños. 3Tiene que verse exactamente como es, allí donde se cree que está, y tiene que verse también la realidad que se le ha otorgado y el propósito que le ha asignado la mente. 4Pues sólo entonces se desmantelan sus defensas y la verdad puede arrojar su luz sobre él según desaparece.

2. Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para que desvaneciese todo conflicto y toda duda, y para que alumbrase el camino que nos lleva de regreso a Ti. 2Ninguna otra luz puede dar fin a nuestro sueño malvado. 3Ninguna otra luz puede salvar al mundo. 4Pues dicha luz es lo único que jamás ha de fallar, ya que es el regalo que le has hecho a Tu Hijo bienamado.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¡Ésta es una lección magnífica! Afirma sin posibilidad de duda, en palabras muy seguras, que no podemos evitar corregir nuestros pensamientos equivocados de conflicto. Tenemos que enfrentarnos a cada uno de ellos y aplicarle el perdón. Nuestros pensamientos de conflicto “deben ser resueltos” (1:1). No se irán por sí mismos. No podemos enterrar la cabeza en la arena. Piensa en la lista de estrategias defensivas que nuestro ego nos convence a usar: El conflicto (1:2):

SE EVADE: Dejamos de lado el conflicto. Cuando sentimos una pérdida paz, vemos la tele o nos vamos de compras. Cuando vemos un muro entre nuestro hermano y nosotros, nos alejamos o nos ocupamos de un montón de cosas. Evitamos enfrentarnos al conflicto en nuestra mente.

SE IGNORA: Aparcamos el tema para “pensar en ello más tarde”, un “más tarde” que nunca parece llegar.

SE NIEGA: Fingimos que no existe. “¿Yo enfadado? No, estoy bien. No hay problema”.

SE ENCUBRE: Lo disfrazamos, le echamos la culpa a nuestra desilusión o mal humor, a las hormonas, al dolor de cabeza, o a un mal día en el trabajo. Pintamos “de color de rosa” nuestra rabia interna, como dice Marianne Williamson. Sonreímos y nos tragamos la ira o el dolor. Sea lo que sea que estamos pensando, no puede ser “un pensamiento de asesinato”.

SE VE EN OTRA PARTE: “¡No es culpa mía! Todo es culpa suya”. “No estaría sintiendo estos sentimientos horribles si él no fuese tan condenadamente egoísta”.

SE LE LLAMA POR OTRO NOMBRE: Negamos que lo que estamos sintiendo es odio o ataque, quizá lo llamamos “ira justificada” o “guardar las distancias” o “defender la verdad”.

Si el conflicto en nuestra mente ha de ser resuelto, no puede “ocultarse mediante cualquier clase de engaños” (1:2). Esto es el resumen de todas estas estrategias. Estamos intentando ocultar el hecho de que pensamientos de odio, ira, o asesinato han entrado en nuestra mente. Esta costumbre establecida de esconder nuestro ego, de encerrarlo en el armario cuando tenemos compañía, tiene que terminar para que podamos escapar del conflicto.

Esto no significa que, en lugar de esconder nuestro ego, deberíamos hacer alarde de él o satisfacerlo. El propósito no es manifestar el ego sino expulsarlo. Pero no podemos hacerlo si lo ocultamos, y a veces el proceso de quitar la máscara del ego significa que, por un corto tiempo al menos, daremos rienda suelta al ego en lugar de taparlo. A veces hay que manifestar la ira antes de darnos cuenta de lo profundamente asentada que está. Sin embargo, ésta es sólo una fase de transición, lo que buscamos es la sanación.

En lugar de taparlo, lo que debemos hacer es:

VER EL CONFLICTO DEL EGO EXACTAMENTE COMO ES: En otras palabras, reconocer como lo que son: el odio, el ataque, el propio aislamiento (separación), la grandiosidad, la ira, y el deseo de matar.

VER DONDE SE CREE QUE ESTÁ: Esto significa ponerte en contacto con la situación tal como el ego la ve. Por ejemplo, admitir que realmente crees que tu esposo es un malvado, o que tú no eres digno de ser amado.

VER LA REALIDAD QUE SE LE HA OTORGADO: Aquí reconocemos exactamente lo que pensamos que es la situación, como ego. Entendemos que nos vemos a nosotros mismos como solos en el universo, abriéndonos paso en la vida a zarpazos y sobreviviendo a duras penas. Admitimos que el conflicto nos parece verdaderamente real. Si no estamos en perfecta paz y constantemente felices, hay una razón, y la razón siempre es algún aspecto del ego al que nos estamos agarrando, pero al mismo tiempo negando. Tenemos que ver la realidad que le hemos dado.

VER EL PROPÓSITO QUE LE HA ASIGNADO LA MENTE: Esto necesita verdadera lucidez y honestidad. El conflicto que sentimos tiene un propósito, un propósito que nuestra mente le ha dado. El propósito siempre es apoyar nuestro propio ego, siempre alguna forma del ego de separación, alguna ilusión de ser independiente, de tener una existencia separada. Sea cual sea el conflicto, nosotros le damos su aparente realidad, y lo hacemos por alguna razón demente y oculta del ego. Aquí es donde descubrimos nuestro miedo al amor, nuestro miedo a unirnos, nuestra adicción a la separación. Aquí es donde descubrimos nuestra oculta creencia en la culpa y el deseo de castigarnos a nosotros mismos.

Únicamente cuando estamos dispuestos a pasar por esta especie de firme examen de uno mismo, tomando total responsabilidad por nuestros propios pensamientos, se quitarán las defensas del ego, y la verdad será libre para hacer desaparecer al ego. La verdad es el perdón (1:4 y 2:1); es el perdón el que hace desaparecer todo conflicto y toda duda. Cuando haya descubierto mi propio ego de este modo, perdonar a otros es lo más natural y fácil del mundo, porque he reconocido que mi ego es un invento mío y que la otra persona no tenía nada que ver en ello. He estado actuando por razones dementes que ya no acepto más ni quiero. Pero si esto es cierto sobre mí, debe serlo también sobre todo el mundo. El conflicto no ha sido real, ha sido una ilusión luchando con otra ilusión, el miedo reaccionando ante el miedo. Y con esa comprensión, mi propia culpa se derrite, y queda libre y despejado el camino para que Dios venga.


¿Qué es el ego? (Parte 3)

L.pII.12.2:1-3

“El ego es demente” (2:1). En la medida en que nos identificamos con nuestro ego, también estamos locos, como el Curso nos recuerda a menudo. Y todos nos identificamos con nuestro ego más de lo que nos damos cuenta; sin duda, la identificación con el ego es casi total. El ego es lo que suponemos que somos, la base desde la que actuamos todo el tiempo. Todos nos consideramos limitados, seres separados, viviendo en un cuerpo y condenados a morir con él. Sin embargo, esta locura no es nuestra realidad; nuestro verdadero Ser compartido permanece cuerdo, y ésa es nuestra salvación y la muerte del ego. El ego “lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente” (2:2). Dios y Su creación es todo lo que existe. Pero el ego cree que ha ido más allá, rechaza a Dios como Creador e intenta imaginarse a sí mismo como fuera de Dios y de Su creación. El ego se considera “aparte de la Totalidad” (2:2). ¿Cómo puedes estar separado de lo que es Todo? Todo es Todo. Incluye todas las cosas. El ego se considera “separado de lo Infinito” (2:2). La misma idea. Está claro que todos estos ejemplos son completamente imaginarios. No es posible estar separado de lo Infinito. Pero el ego desafiante y de manera demente cree que ése es su estado. Ésa es la definición del ego. Desde esta comprensión, creer que uno está condenado es el colmo del ego.

“En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo” (2:3). Eso es la condenación: es afirmar “He logrado desbaratar la Voluntad de Dios”. La culpa es una negación del ego del poder del Amor de Dios. El pensamiento de “Nunca aprenderé este Curso. Nunca alcanzaré la iluminación”es una afirmación de que tu voluntad es más poderosa que la de Dios. Si la Voluntad de Dios es que seas feliz, la tristeza es proclamar que has vencido a Dios.

El Curso nos dice que es una locura pensar que tales cosas son posibles. No nos condena por pensarlas. Más bien, nos dice que dejemos de escuchar tales pensamientos. El ego es algo imposible: “Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo increíble y que siempre lo será” (T.7.VIII.7:1). Dios es infinito, está en todas partes, es Todo. Si el ego es un pensamiento que está más allá de Dios, entonces no podemos creer al ego. Tal cosa no puede ser.







TEXTO 

 

III. Los testigos de Dios



1. No condenes a tu salvador porque él crea ser un cuerpo. 2Pues más allá de sus sueños se encuentra su realidad. 3Pero antes de que él pueda recordar lo que es, tiene que aprender que es un salvador. 4tiene que salvar a todo aquel que quiera ser salvado. 5Su felicidad depende de que te salve a ti. 6Pues, ¿quién puede ser un salvador sino aquel que brinda salvación? 7De este modo aprende que la salvación es algo que él tiene que ofrecer. 8Pues a menos que se la conceda a otro no sabrá que dispone de ella, ya que dar es la prueba de que se tiene. 9Esto no lo pueden entender aquellos que creen que con su fuerza pueden menoscabar a Dios. 10Pues, ¿quién podría dar lo que no tiene? a¿Y quién podría per­der al dar aquello que, por el hecho de darlo, no puede sino aumentar?

2. ¿Crees acaso que el Padre perdió Su Ser cuando te creó? 2¿Crees que se debilitó por haber compartido Su Amor? 3¿Se vio acaso menoscabada Su plenitud debido a tu perfección? 4¿O eres tú la prueba de Su plenitud y perfección? 5No niegues Su testigo en el sueño que Su Hijo prefiere a su propia realidad. 6Su Hijo tiene que ser el salvador del sueño al que dio lugar, para poder así liberarse de él. 7Tiene que ver a otro no como un cuerpo, sino como uno con él, sin la muralla que el mundo ha construido para mantener separadas todas las cosas vivientes que no saben que viven.

3. En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios refulge todavía. 2Tú no puedes despertarte a ti mismo. 3No obstante, puedes permitir que se te despierte. 4Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. 5Puedes perdonarle sus ilusiones tan per­fectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños. 6al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. 7Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. 8La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. 9La llegada de la luz supone su desaparición. 10Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás qué es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que os mantenía separados. 11Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. 12A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. 13Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.

4. Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero sí puedes extender. 2En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano, para que las tinieblas desaparezcan de tu mente. 3Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano a través de tu per­dón, él no se olvidará de su salvador ni lo dejará sin absolver. 4Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.

5. ¡Cuán santo debes ser tú para que el Hijo de Dios pueda ser tu salvador en medio de sueños de desolación y de desastres! 2Observa cuán deseoso llega, apartando las densas sombras que lo mantenían oculto, para poder brillar sobre ti lleno de gratitud y amor. 3Él es él mismo, pero no él mismo solo. 4Y de la misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las tinieblas. 5ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge en él. 6Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. 7Y con su feliz salva­ción, te salvas tú.





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