DESPERTAR AL AMOR

martes, 14 de noviembre de 2017

14 NOVIEMBRE: Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 318


Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.


1. En mí -el santo Hijo de Dios-se reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo. 2¿Qué podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo pro­pósito y una misma meta? 3¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás? 4Yo soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impeca­bilidad que Dios ubicó en mí. 5Fui creado como aquello tras lo cual ando en pos. 6Soy el objetivo que el mundo anda buscando. 7Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. 8Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.


2. Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. 2Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Dicho de manera más sencilla, la meta de la salvación es lo que yo ya soy, y el medio para traer la salvación también soy yo. Yo soy lo que es la salvación, y yo soy el camino para llegar allí.

La salvación es el reconocimiento de la unidad, entonces, “¿cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás?” (1:3). Los medios para la salvación no están en alguna otra parte de la salvación de la que yo estoy separado. La totalidad es de lo que se trata, por lo tanto, los “medios” de llegar allí y el “allí” al que nos dirigimos deben ser lo mismo y, por lo tanto deben estar dentro de mí.

“Yo soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impecabilidad que Dios ubicó en mí” (1:4).

La inocencia ya está aquí, en mí, donde Dios la puso. Entonces, puesto que el propósito de la salvación es encontrar esa inocencia, yo tengo que ser el medio mediante el cual tiene lugar la salvación.

Me encantan estas frases que siguen a continuación. Para mí, si permito que mi incredulidad desaparezca por un momento lo suficientemente largo para sentir la importancia de estas palabras, “conseguiré” lo que dicen:

Fui creado como aquello tras lo cual ando en pos. Soy el objetivo que el mundo anda buscando. Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. Yo soy el medio para la salvación, así como su fin”. (1:5-8)

Soy lo que estoy buscando porque Lo he sido desde que fui creado. Estoy buscando únicamente mi Ser, y ¿dónde puedo encontrar mi Ser sino en mí? Ésta es una búsqueda cuyo éxito está garantizado porque ya soy lo que estoy buscando. La única razón de que parezca ser un viaje de búsqueda es porque he olvidado lo que soy. No hay que ir a ningún sitio.

Intenta repetirte a ti mismo varias veces: “Yo soy la meta que el mundo está buscando”. Date cuenta de los pensamientos que surgen para negar lo que estás diciendo, y míralos de frente. Date cuenta de que es lo que crees acerca de ti mismo lo que te impide decir estas palabras de todo corazón y sin dudas.

Pensamos que tenemos la enfermedad del pecado, y que estamos buscando su curación. Una enfermedad de culpa y de separación. Pero ¡la búsqueda es parte de la enfermedad! De hecho, no hay enfermedad, y sólo la búsqueda hace que parezca que existe. Si durante un momento podemos dejar de creer que estamos separados, nos daremos cuenta de que no lo estamos. La verdad vendrá por sí misma. Relájate, estás bien. Nuestra única necesidad es aceptar la Expiación, aceptar nuestra unidad con Dios, darnos cuenta de que la iluminación es sólo un “darse cuenta”, y no un cambio. No tenemos que cambiar, tenemos que aceptar lo que siempre hemos sido.

Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti. (2:1-2)


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 8)

L.pII.10.4:2-6

El Juicio Final es únicamente Amor. Es Dios reconociendo a Su Hijo como Su Hijo (4:3). En el examen final, el Amor de Dios a nosotros es lo que “sanará todo pesar, enjugará todas las lágrimas, y nos despertará tiernamente de nuestro sueño de dolor” (4:3). Podemos pensar, y ciertamente lo pensamos, que algo distinto al Amor de Dios podrá hacer eso por nosotros. Debemos pensar eso, o de otro modo, ¿por qué pasamos tanto tiempo buscándolo? Sin embargo, el Amor continúa esperando a que lo recibamos. Seguimos buscando en cualquier otro sitio porque, en nuestra locura, tenemos miedo del Amor que se nos está ofreciendo.

Nuestro ego nos ha enseñado a tener miedo a Dios y a Su Amor. Tenemos miedo de que, de algún modo, nos tragará y nos hará desaparecer. Pero ¿podría hacer eso el Amor y seguir siendo Amor? Se nos dice dos veces (4:2, 4:4) que no tengamos miedo al Amor. Que es el único modo de mirar a todo lo que estamos aprendiendo: no tener miedo al Amor. En lugar de eso, se nos pide que “le demos la bienvenida” (4:5). Y es tu aceptación del Amor, y la mía, la que salvará y liberará al mundo.

Tenemos miedo de que, al abrirnos al amor, nos harán daño. A menudo nos parece que tomar el camino del amor es tomar el camino de la debilidad. Se le da tanta importancia a tener cuidado del Número Uno, a establecer nuestros límites, a mantener nuestras distancias, a evitar que nos ataquen. Esas cosas tienen su lugar para estar seguros, y sin embargo, a veces pienso que son excusas para la separación, excusas para permanecer aislados, excusas para evitar el amor. Dar amor parece difícil, y recibirlo todavía más difícil. Sin embargo, al final abrirnos tanto a dar como a recibir amor, que en realidad son lo mismo, es todo lo que se necesita. Somos amor, y únicamente al abrirnos completamente al Amor, descubriremos esa verdad de nuestro propio Ser.





TEXTO

 

VIII. El "héroe" del sueño



1. El cuerpo es el personaje central en el sueño del mundo. 2Sin él no hay sueño, ni él existe sin el sueño en el que actúa como si fuese una persona digna de ser vista y creída. 3Ocupa el lugar central de cada sueño en el que se narra la historia de cómo fue concebido por otros cuerpos, cómo vino al mundo externo al cuerpo, cómo vive por un corto tiempo hasta que muere, para luego convertirse en polvo junto con otros cuerpos que, al igual que él, también mueren. 4En el breve lapso de vida que se le ha concedido busca otros cuerpos para que sean sus amigos o sus enemigos. 5Su seguridad es su mayor preocupación; 6su comodi­dad, la ley por la que se rige. 7Trata de buscar placer y de evitar todo lo que le pueda ocasionar dolor. 8Pero por encima de todo, trata de enseñarse a sí mismo que sus dolores y placeres son dos cosas diferentes, y que es posible distinguir entre ellos.

2. El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo intenta probar de muchas maneras que es autónomo y real. 2Se engalana a sí mismo con objetos que ha comprado con discos de metal o con tiras de papel moneda que el mundo consi­dera reales y de gran valor. 3Trabaja para adquirirlos, haciendo cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambián­dolos por cosas que ni necesita ni quiere. 4Contrata a otros cuer­pos para que lo protejan y para que coleccionen más cosas sin sentido que él pueda llamar suyas. 5Busca otros cuerpos especia­les que puedan compartir su sueño. 6A veces sueña que es un conquistador de cuerpos más débiles que él. 7Pero en algunas fases del sueño, él es el esclavo de otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo.

3. Las aventuras del cuerpo, desde que nace hasta que muere, son el tema de todo sueño que el mundo jamás haya tenido. El "héroe" de este sueño jamás cambiará, ni su propósito tampoco. 3Y aunque el sueño en sí adopta muchas formas y parece presen­tar una gran variedad de lugares y situaciones en los que su "héroe" cree encontrarse, el sueño no tiene más que un propó­sito, el cual se enseña de muchas maneras. 4Ésta es la lección que trata de enseñar una y otra vez: que el cuerpo es causa y no efecto. 5que tú que eres su efecto, no puedes ser su causa.

4. De esta manera, tú no eres el soñador, sino el sueño. 2Y, por lo tanto, deambulas fútilmente entrando y saliendo de lugares y situaciones que él maquina. 3Que esto es todo lo que el cuerpo hace, es cierto, pues no es más que una figura en un sueño. Mas ¿quién reaccionaría ante las figuras de un sueño a no ser que las considerase reales? 5En el instante en que las reconoce como lo que verdaderamente son, éstas dejan de tener efectos sobre él porque entiende que fue él quien les dio los efectos que tienen, al causarlas y hacer que pareciesen reales.

5. ¿Cuán dispuesto estás a escaparte de los efectos de todos los sueños que el mundo jamás haya tenido? 2¿Es tu deseo no permi­tir que ningún sueño parezca ser la causa de lo que haces? 3Exa­minemos, pues, el comienzo del sueño, ya que la parte que ves no es sino la segunda parte, cuya causa se encuentra en la primera. 4Nadie que esté dormido y soñando en el mundo recuerda el ataque que se infligió a sí mismo. 5Nadie cree que realmente hubo un tiempo en el que no sabía nada de cuerpos y en el que no habría podido concebir que este mundo fuese real. 6De otro modo, se habría dado cuenta de inmediato de que estas ideas son una mera ilusión, tan ridículas que no sirven para nada, excepto para reírse de ellas. 7¡Cuán serias parecen ser ahora! 8Y nadie puede recordar aquel entonces cuando habrían sido motivo de risa e incredulidad. 9Pero lo podemos recordar, sólo con que con­templemos directamente su causa. 10Y al hacerlo, veremos que son motivo de risa, no de temor.

6. Devolvámosle al soñador el sueño del que se desprendió, el cual él percibe como algo que le es ajeno y que se le está haciendo a él. 2Una diminuta y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó reírse, se adentró en la eternidad, donde todo es uno. 3A causa de su olvido ese pensamiento se convirtió en una idea seria, capaz de lograr algo, así como de tener efectos reales. 4Jun­tos podemos hacer desaparecer ambas cosas riéndonos de ellas, y darnos cuenta de que el tiempo no puede afectar a la eternidad. 5Es motivo de risa pensar que el tiempo pudiese llegar a circuns­cribir a la eternidad, cuando lo que ésta significa es que el tiempo no existe.

7. Una intemporalidad en la que se otorga realidad al tiempo; una parte de Dios que puede atacarse a sí misma; un hermano separado al que se considera un enemigo y una mente dentro de un cuerpo son todos diferentes aspectos de un círculo vicioso, cuyo final empieza en su comienzo y concluye en su causa. 2El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. 3Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. 4La culpabilidad que sentiste por lo que habías pen­sado la proyectaste fuera de ti mismo sobre un mundo culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamien­tos por ti. 5Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya propia. 6Te mantiene estrechamente confinado a un cuerpo, al que cas­tiga por todos los actos pecaminosos que éste comete en su sueño. 7Y no puedes hacer que el cuerpo deje de cometer sus actos depravados porque tú no eres su hacedor y, por lo tanto, no puedes controlar sus acciones, su propósito o su destino.

8. El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. 2Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. 3¡Cuán infantil es la insolente maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin deshacerte de ella! 4No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no su frívola causa. 5Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. 6Sin embargo, no son más que consecuencias. 7Su causa, en cambio, es lo que no es conse­cuencia de nada, al no ser más que una farsa.

9. El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. 2¿De qué otra manera podría corre­gir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? 3Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riáis juntos por un rato. 4Tú juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. 5mediante Su juicio se eliminan los efectos. 6Tal vez vengas con los ojos arrasa­dos en lágrimas, 7mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocu­rrir". 8Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él.

10El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. 2No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. 3No importa quién desem­peñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. 4No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. 5Pues no reac­cionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. 6No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño.

11. Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. 2El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. 3Esta simple verdad será Su res­puesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. 4Pues esta res­puesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. 5La forma no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mos­trarte la única causa de todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. 6Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: "Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero des­hacer".

12. Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que cada una de ellas es como las demás. 2Él no ve diferencias donde no las hay, y te enseñará cuál es la causa de todas ellas. 3Ninguna tiene una causa diferente de las demás, y todas se des­hacen fácilmente con una sola lección que realmente se haya aprendido. 4La salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo. 5Así lo proclama el universo. 6Pero haces caso omiso de sus testigos 7porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. 8Parecen mantenerla oculta de ti. 9Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver.

13. ¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! 2Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. 3Su inocencia no exige que tú seas culpable, ni tu inocencia se basa en sus pecados. 4Esto es obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. 5es esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu her­mano separado de ti. 6Ahora sólo necesitas reconocer que los dos sois o inocentes o culpables. 7Lo que es imposible es que seáis diferentes el uno del otro; o que seáis ambas cosas. 8Este es el único secreto que aún te queda por aprender. 9Mas no será un secreto que has sanado.

  







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