DESPERTAR AL AMOR

viernes, 3 de noviembre de 2017

3 NOVIEMBRE: Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 307


Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.


1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2No hay otra volun­tad que yo pueda tener. 3Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. 4Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz,: y sólo Tu Voluntad existe. 5Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.

2. Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“No hay otra voluntad que yo pueda tener” (1:2) excepto la Voluntad de Dios. No existe otra voluntad. La idea de que podría haber algo (el demonio, yo mismo, incluso una parte de mí) que se opone a Dios es la idea de la que procede la separación. Intentar “forjar otra” (1:3) es imposible, no existe nada que esté aparte de Dios, la Fuente de todo ser. Intentar inventar otra voluntad distinta a la de Dios es la fuente de todo dolor (1:3), el dolor es el falso testigo de ese intento.

Si no hay otra voluntad que la de Dios, entonces “los deseos conflictivos no pueden ser mi voluntad”. La aparente sensación de conflicto mental que siento, La guerra mental entre el Jekyll y el Hyde (el bueno y el malo) dentro de mí, tiene que ser una ilusión y no puede ser lo que yo quiero. Tengo que aprender a aceptar que los deseos en mí que parecen estar en conflicto con mi verdadero Ser no son reales, y no tienen nada de verdad acerca de mí. No significan que yo sea un malvado o un caso perdido. No significan nada.

No tengo otra elección.

Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste. (1:5)

En palabras sencillas, Dios me creó, yo no. Lo que yo soy no es el resultado de mi propia elección. Soy tal como Dios me creó. No tengo elección respecto a ello. La paz total es imposible hasta que acepte que esto es verdad y acuda a lo que soy, poniendo fin a mi lucha con la realidad. Que termine la lucha, que me rinda a mi Ser.


¿Qué es el Segundo Advenimiento? (Parte 7)

L.pII.9. 4:1-2

“El Segundo Advenimiento es el único acontecimiento en el tiempo que el tiempo mismo no puede afectar” (4:1). Esto es verdad porque el Segundo Advenimiento es sólo el recuerdo de lo que es eterno y no puede cambiar nunca. Es un acontecimiento en el tiempo, es decir, tiene lugar dentro del tiempo, aunque pone fin al tiempo. El Segundo Advenimiento afecta al tiempo, pero el tiempo no puede afectarlo a él.

“Pues a todos los que vinieron a morir aquí o aún han de venir, o a aquellos que están aquí ahora, se les libera igualmente de lo que hicieron” (4:2). Cuando decimos que “en el Segundo Advenimiento todas las mentes se ponen en manos de Cristo”, “todas” incluye no sólo a las personas que están vivas ahora, sino todos aquellos que vivieron antes y aquellos todavía por venir. Por lo tanto, aunque el Segundo Advenimiento ocurre dentro del tiempo, va más allá del tiempo. Se extiende al pasado para liberar a los que vivieron antes, así como a aquellos “vivos” en cuerpos. Es un acontecimiento que va más allá del tiempo. No queda nadie fuera. El Texto dice que los milagros “Cancelan el pasado en el presente, y así, liberan el futuro” (T.1.I.13:3). La idea de que podemos “cancelar” el pasado es sorprendente, tranquilizadora. Se nos dice que “el Espíritu Santo, si se lo permitimos anulará todas las consecuencias de nuestras decisiones equivocadas” (T.5.VII.6:10). El Segundo Advenimiento es la expresión última de esa liberación, en la que a cada uno, incluso a aquellos del pasado, “se les libera igualmente de lo que hicieron”, es decir, se les libera de las ilusiones que inventaron.

No sé cómo sucederá esto. Cuando el Curso dice que el Espíritu Santo no está limitado por el tiempo (T.15.I.2:3-5), no puedo decir que entiendo cómo puede extenderse hacia atrás en el tiempo y sanar cosas que ya han sucedido desde nuestra perspectiva. Sin embargo, el Curso deja muy claro que Él puede hacerlo. En el Segundo Advenimiento, cada percepción falsa desde el comienzo hasta el final del tiempo será sanada. No quedará ni condena, ni culpa en ninguna mente, ni en ningún lugar, ni momento.








TEXTO

 

II. El temor a sanar


1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para muchos lo es. 3Pues la acusa­ción es un obstáculo para el amor, y los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra que es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la culpabilidad que realmente ya ha acumulado.

2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues son los tes­tigos de que el perdón es injusto. 3Prefieren conservar las conse­cuencias de la culpabilidad que no reconocen. 4No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. 5Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. 6El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad. 7No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. 8Nadie que esté hablando en serio diría: "Hermano, me has herido. aSin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado". 9Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposi­ble, pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una niega a la otra y hace que sea falsa.

3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo, perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no es real­mente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su her­mano. 8Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eli­minado de su propia vista. 9El perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiese uti­lizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.

4. El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu her­mano y a ti. 2Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. 3¿De qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son sim­plemente errores. 7Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti.

5. Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. 2Un milagro de curación prueba que la separación no tiene efectos. 3Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El poder de tu testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. 6Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. 7Y al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia. 8Este testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues le prueba que ha sido perdonado.

6. Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. 2De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo. 3Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto con­tigo. 4El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. 5Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida. 6Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y la culpabilidad. 7La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. 8Hermano, la muerte no existe. 9Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. 10Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. 11Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no es sino la trama de un sueño absurdo.

7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues os otorgan a ti y a tu her­mano el mismo regalo de absoluta liberación de la culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece: la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8lo que deseas se te concede para que lo puedas ver.

8. El "costo" de tu serenidad es la suya. 2Este es el "precio" que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del "hecho" de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es el Hijo de Dios.


9. ¿Quién tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su pro­pia serenidad. 3Su propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su hermano. 4El constante aguijón de culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres. 5El constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?



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