DESPERTAR AL AMOR

viernes, 1 de diciembre de 2017

1 DICIEMBRE: Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 335


Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.


1. Perdonar es una elección. 2Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. 4A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. 7Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.

2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? 2Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. 3En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esto continúa el pensamiento de la lección de ayer acerca de decidir y elegir. Ayer leímos acerca de elegir seguir la Voz de Dios, y contemplar la inocencia de nuestros hermanos. Hoy leemos:

Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. (1:1-3)

En otras palabras, lo que vemos procede de las elecciones que hemos hecho acerca de lo que queremos ver. El Texto habla de “La Decisión a favor de la Inocencia” (T.14.III). Dice (ver el párrafo 4 de esa sección) que tenemos que tomar la decisión de ver la inocencia y no la culpa. Si tomamos esa decisión, eso es lo que veremos.

Es sorprendente que se nos diga que nunca vemos a nuestros hermanos como son (1:2). Ver o percibir (que es una forma dualista de conocer, en la que uno se ve separado de lo que está viendo) no puede darse cuenta de la realidad de lo que somos. Lo que vemos siempre es un símbolo, una representación imperfecta. No es extraño que sea tal fácil que la percepción sea errónea.

La percepción errónea en cuanto a culpa e inocencia sucede así: Veo culpa en mí, quiero librarme de ella, así que la proyecto sobre mi hermano. Le veo culpable porque quiero y lo he elegido. Pienso que esto me liberará de la culpa.

La corrección de la percepción sucede a la inversa: Me doy cuenta de que no estoy en paz y, por lo tanto, debo haber decidido de manera equivocada. Decido ver la inocencia de mi hermano. Cuando he tomado esa decisión de verdad, veré su inocencia. Ésta es una ley: “ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté” (T.25.III.1:3). “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Lo que vemos siempre es lo que elegimos ver porque queremos verlo. “A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos” (1:4). El Curso es consciente de que el modo en que describe la percepción no es como nos parece a nosotros. Estamos completamente convencidos de que estamos viendo lo que estamos viendo porque asI es como es. Creemos que son los acontecimientos de fuera de nosotros los que nos imponen esta percepción. Cuando vemos a alguien como culpable, no es porque estamos eligiendo verlo de ese modo, ¡es culpable! Pensamos que estamos viendo sólo lo que es verdad. El Curso oye nuestras protestas y responde: “Por mucho que te parezca así, estás equivocado, estás respondiendo únicamente a lo que quieres ver, no a lo que está ahí realmente.
“Perdonar es una elección” (1:1). Podemos ver a nuestro hermano como culpable o inocente, y la elección es 100% cosa tuya, no tiene nada que ver con lo que hizo o no.

Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente es señal de que estoy dispuesto a verme a mí mismo como inocente (1:6-7). Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente me demuestra que he empezado a abandonar la culpa en mi mente, que era lo que causaba mi deseo de verle como culpable.

Vernos unos a otros inocentes, vernos unos a otros sin pecado, nos trae el recuerdo de Dios (2:1). Hay una fórmula que está a lo largo de todo el Curso: Primero vemos el rostro de Cristo (la inocencia) unos en otros, luego recordamos a Dios. “En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti” (2:3). Por eso, si quiero recordar a Dios, ¿qué puedo hacer? Elegir ver a mi hermano como inocente en lugar de culpable. Encontramos el camino a Dios a través de nuestros hermanos.

¿Qué es el ego? (Parte 5)

L.pII.12.3:1-3

El Hijo de Dios no tiene ego. (3:1)

Esta es la diferencia entre el ego y el Hijo de Dios. El Hijo de Dios, que es lo que yo soy, ¡no tiene ego! El ego es señal de un ser separado y limitado. El Hijo de Dios no está limitado ni separado de Dios. El Hijo no tiene límites y es tan extenso como el Padre. En cualquier parte que está Dios, está el Hijo. Son Uno. No existe el ego ni ningún ser que esté separado o que sea distinto de Dios.

Nuestro verdadero Ser no sabe de la locura, la idea de la muerte de Dios (o victoria sobre Él) es inconcebible porque el Hijo vive (mora) en Él (3:2). Vive en la dicha eterna, y no conoce el dolor ni el sufrimiento.

La locura (Dios como enemigo) y el sufrimiento son consecuencias del engaño del ego. Son tan ilusorios e irreales como el ego mismo. Habiendo estado encerrados en este engaño de un ser separado por tanto tiempo, apenas podemos empezar a imaginar un estado mental en el que esto no existe. Sin embargo, ahí es adonde nos está llevando el Curso: más allá del ego, más allá de la locura, de regreso a la unidad que siempre ha sido y que siempre será. Éste es nuestro verdadero estado mental, y nos llama en nuestro aislamiento, atrayéndonos para regresar.



TEXTO

 

V. La morada inmutable



1. Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. 2Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo. 4Allí donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. 5allí donde Ambos están, allí se encuentran el Cielo y la paz.

2. No creas que puedes cambiar el lugar donde Ellos moran. 2Pues tu Identidad reside en Ellos, y allí donde Ellos están, allí tienes que estar tú para siempre. 3La inmutabilidad del Cielo se encuen­tra tan profundamente dentro de ti, que todas las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse ni verse. 4La sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su tierno abrazo, tan fuerte y serena, tan tranquila en la omnipoten­cia de su Creador, que nada puede perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en tu interior.

3. He aquí el papel que el Espíritu Santo te asigna a ti que sirves al Hijo de Dios y que quieres contemplar su despertar y regoci­jarte. 2Él forma parte de ti y tú de él porque es el Hijo de su Padre, y no por ningún otro propósito que tú puedas ver en él. 3Lo único que se te pide es que aceptes lo inmutable y lo eterno en él, pues tu Identidad reside allí. 4Sólo en él puedes encontrar la paz que mora en ti. 5todo pensamiento de amor que le ofrez­cas no hace sino acercarte más a tu despertar a la paz eterna y a la dicha infinita.

4. Éste sagrado Hijo de Dios es como tú: el reflejo del Amor de su Padre por ti, el tierno recordatorio del Amor de su Padre me­diante el que fue creado, el cual todavía mora en él al igual que en ti. 2Permanece muy quedo y escucha la Voz de Dios en él, y deja que esa Voz te diga cuál es su función. 3Pues él fue creado para que tú fueses íntegro, pues sólo lo que está completo puede ser parte de la compleción de Dios, la cual te creó.

5. Él único regalo que el Padre te pide es que no veas en la crea­ción más que la esplendorosa gloria del regalo que Él te hizo. 2Contempla a Su Hijo, Su regalo perfecto, en quien su Padre refulge eternamente, y a quien toda la creación le ha sido dada como propia. 3puesto que él dispone de ella se te da a ti. aPor lo tanto, contempla tu paz allí donde la creación se encuentra en él. 4La calma que te rodea mora en él, y de esa quietud emanan los sueños felices en los que vuestras manos se unen candorosa­mente. 5Éstas no son las manos usurpadoras de los sueños de dolor. 6No empuñan ninguna espada, pues han abandonado su apego a todas las vanas ilusiones del mundo. 7Y al estar vacías reciben en cambio la mano de un hermano en la que yace la ple­nitud.

6. Si conocieses el glorioso objetivo que se halla más allá del per­dón, no te aferrarías a ningún pensamiento, por muy leve que parezca ser su roce con la maldad. 2Pues entenderías cuán grande es el costo que supone conservar cualquier cosa que Dios no haya otorgado en las mentes que pueden en cambio dirigir las manos a bendecir y a conducir al Hijo de Dios a la morada de su Padre. 3¿No te gustaría ser amigo de aquel que fue creado para ser la morada de su Padre? 4Si Dios lo considera digno de Sí Mismo, ¿lo atacarías tú con las manos del odio? 5¿Quién que ponga sus ensangrentadas manos sobre el propio Cielo podría esperar encontrar la paz de éste? 6Tu hermano cree estar sujetando la mano de la muerte. 2Mas no le creas. 8Reconoce, en cambio, cuán bendito eres tú que lo puedes liberar sólo con ofrecerle la tuya.

7. Se te ofrece un sueño en el que tu hermano es tu salvador, no tu enemigo acérrimo. 2Se te ofrece un sueño en el que lo has perdo­nado por todos sus sueños de muerte: un sueño de esperanza que compartes con él, en vez de los sueños de odio y maldad que sueñas por tu cuenta. 3¿Por qué parece tan difícil compartir este sueño? 4Porque a menos que sea el Espíritu Santo Quien le otor­gue al sueño la función que debe tener, éste continuará estando al servicio de la muerte, ya que fue concebido para el odio. 5Cada forma que adopta es, de alguna manera, una invocación a la muerte. 6Y aquellos que sirven al señor de la muerte han venido a adorarlo en un mundo de separación -cada uno con su diminuta lanza y enmohecida espada- para cumplir su vieja promesa de morir.

8Tal es la médula de miedo de cada sueño que no se le haya entregado a Aquel que otorga a los sueños una función distinta. 2Cuando los sueños se comparten, pierden la función de atacar y separar, si bien para esto fue para lo que se concibieron. 3En el mundo de los sueños, no obstante, no hay nada que esté exento de la esperanza de cambio y mejora, pues no es en él donde se encuentra la inmutabilidad. 4Alegrémonos en verdad de que esto sea así, y no busquemos lo eterno en este mundo. 5Los sueños de perdón son medios para dejar de soñar con un mundo externo a ti. 6conducen finalmente más allá de todo sueño a la paz de la vida eterna.



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