DESPERTAR AL AMOR

domingo, 10 de diciembre de 2017

10 DICIEMBRE: Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 344


Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.


1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. 2Al no comprender lo que signifi­caba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. 3Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. 4¿Quién puede compartir un sueño? 5¿Y qué puede ofrecerme una ilu­sión? 6Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. 7Permite que mis her­manos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. 8Así se cumple la ley del amor. 9Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.

2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! 2¡Qué cerca está Él de nosotros! 3¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¿Y si nos diéramos cuenta de que lo que damos a otros es lo que nos quedará al final? ¿Y si reconociéramos que todo lo que intentamos conservar sólo para nosotros se perderá? ¿Cómo cambiaría eso el modo en que vivimos?

La lección se refiere a nuestros regalos de amor y perdón más que a algo físico, aunque lo físico a menudo representa ese amor. “Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra” (1:6). El Curso nos enseña que todo es una idea; y las ideas cuando se dan, únicamente aumentan, no perdemos nada al darlas. Por otra parte, cuando intentamos guardar nuestro cariño para nosotros solos, terminamos con las manos vacías: “Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás” (1:3). Únicamente lo que se comparte es real porque únicamente la Unidad es la realidad, y la separación es ilusoria. No podemos tener algo sólo para nosotros porque no estamos solos.

¿Cómo nos elevamos y regresamos a Dios?” (1:9). Perdonando a nuestros hermanos (1:6-8). Cada uno de los que perdono llena “mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales” (1:7). Hay un corto poema que aprendí hace años en la época de mi fundamentalismo cristiano que dice:

Sólo una vida, que pronto habrá terminado,
Sólo lo que se Le da a Cristo durará.

Sólo el amor es real. Sólo el amor es eterno.

¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios! (2:1-3)

No creo que todavía tenemos una idea de lo estrechamente que estamos unidos unos a otros, o de lo cerca que estamos unos de otros. Cada vez que eliges escuchar la Voz de Dios en lugar de la del ego, por muy poco que sea, me ayudas en mi camino a Dios. Cada vez que abro los ojos a la visión de Cristo, tú ves un poco mejor. Tú y yo y todos nosotros somos realmente uno. Como dice la Lección 19: “No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”. Si hoy estoy dispuesto a ver a otro como completo, le ayudo en el camino a Dios al recordarle Quien es realmente, y literalmente me he ayudado a mí mismo del mismo modo porque nuestras mentes están unidas. ¡Cuántas oportunidades nos esperan a cada uno de nosotros hoy! ¡Qué impaciente estoy de extender el perdón por todo el mundo!


¿Qué es un milagro? (Parte 4)

L.pII.13.2:3-5

El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés, y de esa manera pone fin a las extrañas distorsiones que ésta manifestaba. (2:3)

Las percepciones que hemos aprendido del ego están al revés, y un milagro invierte esas percepciones y las pone bien de nuevo. Tal vez ésta es una referencia de cómo funciona la vista física. En la vista física, la imagen proyectada por la lente de nuestros ojos está verdaderamente al revés. La mente literalmente aprende a ver la imagen invertida como si estuviera al derecho. En un experimento a las personas se les daban gafas que invertían la imagen, de modo que en la retina aparecía del derecho, la gente veía todo como si estuviera al revés. Sin embargo, después de varios días la mente se adaptaba y veía todo de nuevo del modo correcto. Cuando les quitaron las gafas, ¡la gente veía entonces las cosas como si estuvieran del revés!

Por ejemplo, la percepción de que lo que doy, lo pierdo, está completamente al revés; la verdadera percepción me muestra que lo que doy, lo conservo. Percibimos lo que es falso, pero nuestra mente ha aprendido a interpretarlo como la verdad. Vemos ilusiones y pensamos que son reales, creemos que la realidad es ilusoria. Tenemos miedo al amor, y amamos el miedo. Pensamos que la culpa es buena, y que la inocencia es culpabilidad. Un milagro invierte todo esto, corrige nuestra percepción, invirtiendo nuestra comprensión. El cambio en la percepción es lo que acaba con la distorsión (deformación) en lo que se está manifestando (es decir, lo que estamos viendo en la forma).

“Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad” (2:4). Cuando el milagro invierte mi percepción y pone fin a la deformación, puedo percibir la verdad (o su reflejo con exactitud). Mientras no se corrija la percepción, la verdad no puede entrar.

“Ahora puede verse que el perdón está justificado” (2:5). Ésta es quizá la inversión más total de todas. Una de las ideas más firmes del Curso es que el perdón está justificado. Si pensamos en el perdón desde el punto de vista del ego, lo vemos como librar a alguien del castigo sin ninguna razón, “fruto de la bondad de nuestro corazón”. El Curso dice que tenemos todas las razones para perdonar. Está totalmente justificado (T.30.VI.2:1). Lo que no está justificado es el juicio, la condena y la ira (T.30.VI.1:1). Esto es algo que no puede aprenderse a través de la lógica (aunque es completamente lógico). Cuando vemos nuestra condena a alguien como justa, así es como lo vemos. No sirve de nada que intentemos razonar nosotros para verlo de manera diferente, no funciona. Tampoco podemos “obligarnos” a nosotros mismos a hacerlo. Si intentamos forzarnos a “perdonar” mientras seguimos viendo culpa, nos sentimos como si no fuéramos honestos con nosotros mismos.


Cuando Le entregas tu percepción al Espíritu Santo y Le pides ver tal como Él ve, Él te da Su percepción. Simplemente aparece en la mente. Literalmente ya no ves ninguna razón para condenar, y sí todas las razones para dar amor. Tu ira, perfectamente justificada hace un momento, ahora ya no existe. Es como el cambio que ocurre cuando miras al dibujo de un Ojo Mágico (donde una imagen de tres dimensiones se esconde en una de dos dimensiones) o una ilusión óptica. Lo estás mirando sólo por un lado, de repente lo miras por el otro. Y cuando lo miras por un lado, no puedes verlo por el otro. Así es el milagro. Invierte tu percepción. Estabas viendo un lado, ahora ves el otro. No puedes hacer que “suceda”, pero cuando sucede, lo sabes.


1 comentario:

  1. Buen día.
    Gracias por el mejor regalo que me pueden dar. "Estas lecciones en audio"
    Quiero preguntarles, cómo puedo adquirir sus 365 lecciones en audio, completas. Para programarlas en mi celular y Escucharlas durante cada día, según corresponda.
    Agradeceré sus indicaciones.

    ResponderEliminar