DESPERTAR AL AMOR

jueves, 2 de mayo de 2019

2 MAYO: El perdón me ofrece todo lo que deseo.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 122

El perdón me ofrece todo lo que deseo.


1. ¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecerte? 2¿Deseas paz? 3El perdón te la ofrece. 4¿Deseas ser feliz, tener una mente serena, certeza de propósito y una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo? 5¿Deseas cuidados y seguridad, y disponer siempre del calor de una protección segura? 6¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y perma­nente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

2. El perdón te ofrece todo eso y más. 2El perdón pone un deste­llo de luz en tus ojos al despertar, y te infunde júbilo con el que hacer frente al día. 3Acaricia tu frente mientras duermes, y reposa sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo o de maldad, de malicia o de ataque. 4Y cuando despiertas de nuevo, te ofrece otro día de felicidad y de paz. 5El perdón te ofrece todo esto y más.

3. El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad. 2Te per­mite reconocer al Hijo de Dios, y borra de tu memoria todo pensa­miento muerto, de manera que el recuerdo de tu Padre pueda alzarse en el umbral de tu mente. 3¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese darte? 4¿Qué otros regalos aparte de éstos merecen procurarse? 5¿Qué imaginado valor, efecto trivial o pro­mesa pasajera que nunca se ha de cumplir puede ofrecerte más esperanza que la que te brinda el perdón?

4. ¿Por qué habrías de buscar una respuesta distinta de la que lo contesta todo? 2He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y a la confianza parcial que tienes. 3¡He aquí la respuesta! 4Deja de buscar. 5No hallarás ninguna otra en su lugar.

5. El plan de Dios para tu salvación no puede cambiar ni fracasar. 2Siéntete agradecido de que siga siendo exactamente como Él lo planeó. 3Su plan se alza inmutable ante ti como una puerta abierta, llamándote desde adentro en cálida bienvenida, exhortán­dote a que entres y a que te sientas como en tu casa, donde te corresponde estar.

6. ¡He aquí la respuesta! 2¿Preferirías quedarte afuera cuando el Cielo en su totalidad te espera adentro? 3Perdona y serás perdo­nado. 4Tal como des, así recibirás. 5No hay más plan que éste para la salvación del Hijo de Dios. 6Regocijémonos hoy de que así sea, pues la respuesta que aquí se nos da es clara y explícita, y su sencillez hace que sea inmune al engaño. 7Todas las complejida­des que el mundo ha tejido de frágiles telarañas desaparecen ante el poder y majestuosidad de esta simplísima afirmación de la verdad.

7. ¡He aquí la respuesta! 2No le des la espalda para irte a vagar sin rumbo otra vez. 3Acepta ahora la salvación. 4Es el regalo que te hace Dios, no el mundo. 5El mundo no puede dar ningún regalo de valor a la mente que ha aceptado como suyo lo que Dios le ha dado. 6Dios dispone que hoy se reciba la salvación y que los enre­dos de tus sueños no sigan ocultándote su insustancialidad.

8. Abre hoy los ojos y contempla un mundo feliz, donde reinan la paz y la seguridad. 2El perdón es el medio por el que este mundo feliz viene a ocupar el lugar del infierno. 3Dicho mundo se alza en la quietud para salir al encuentro de tus ojos abiertos y llenar tu corazón de una profunda tranquilidad, según afloran en tu con­ciencia verdades ancestrales en eterno renacimiento. 4Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse. 5Sin embargo, tu perdón te lo ofrece.

9. Teniendo presente los regalos que el perdón concede, empren­deremos nuestra práctica de hoy con la esperanza y la fe de que éste será el día en que alcanzaremos la salvación. 2Hoy la busca­remos gustosamente y con ahínco, sabiendo que tenemos la llave en nuestras manos; y aceptaremos la respuesta que el Cielo ha dado al infierno que nosotros mismos nos hemos labrado, pero en el que ya no queremos permanecer por más tiempo. 

10. Dedicaremos gustosamente un cuarto de hora por la mañana y por la noche a la búsqueda que garantiza que al infierno le lle­gará su fin. 2Comienza lleno de esperanza, pues hemos llegado al punto donde el camino se vuelve mucho más fácil. 3Y ahora el trecho que todavía nos queda por recorrer es corto. 4Estamos en verdad muy cerca del momento que se ha señalado como el final de sueño.

11.   Sumérgete en una sensación de felicidad al comienzo de estas sesiones de práctica, pues en ellas hallarás la segura recompensa de preguntas que ya han sido contestadas, así como lo que tu aceptación de esas respuestas te brinda. 2Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te propor­ciona el descorrimiento del velo.

12. Ante la luz que hoy has de recibir, el mundo se desvanecerá hasta desaparecer por completo, y verás surgir otro mundo para describir al cual no tienes palabras. 2Ahora nos encaminamos directamente hacia la luz, y recibimos los regalos que han sido salvaguardados para nosotros desde los orígenes del tiempo, los cuales han estado aguardando el día de hoy.

13. El perdón te ofrece todo lo que quieres. 2Hoy se te conceden todas las cosas que deseas. 3No pierdas de vista tus regalos a lo largo del día, cuando regreses nuevamente a enfrentarte a un mundo de constantes cambios y sombrías apariencias. 4Mantén tus regalos claramente en tu conciencia, según ves lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia.

14. No caigas en la tentación de dejar que tus regalos queden sepultados en el olvido, por el contrario, manténlos firmes en tu mente tratando de pensar en ellos por lo menos un minuto cada cuarto de hora. 2Recuerda cuán preciados son con el siguiente recordatorio, el cual tiene el poder de mantenerlos en tu concien­cia a lo largo del día:

3El perdón me ofrece todo lo que quiero.
4Hoy he aceptado que esto es verdad.
5Hoy he recibido los regalos de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: “Experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo” (11:2).

Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Vete a lo más profundo de tu mente donde moran los regalos del perdón. Intenta sentir la felicidad, la paz, y la dicha que ofrece el perdón. Busca de todo corazón ese lugar dentro de ti, lleno de esperanza y alegría. Esta práctica parece un ejemplo de la meditación del Libro de Ejercicios. Es muy parecida a las que venían después de la Lección 100, en las que aquietabas tu mente y tratabas de sentir la felicidad y dicha que Dios ha colocado muy dentro de ti. Basándote en las lecciones pasadas, probablemente deberías empezar repitiendo la idea del día, y luego usar esa idea de vez en cuando para sacar a tu mente de distracciones.

Observaciones: Ven a estos momentos de práctica lleno de esperanza, porque has llegado a un punto decisivo de tu viaje. Después de esto, el camino será más fácil y llevadero. Practica “gustosamente y con ahínco” (9:2), con la confianza de que la salvación puede ser tuya hoy.

Recordatorios frecuentes: Cada quince minutos, durante un minuto por lo menos.
Di: “El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy he aceptado que esto es verdad. Hoy he recibido los regalos de Dios”.

Observaciones: Estos periodos más cortos de práctica son extremadamente importantes. Practicar durante un minuto, por lo menos, 4 veces por hora no es una hazaña pequeña para la mayoría de nosotros. El propósito de estos periodos más cortos de práctica es conservar en nuestra mente los regalos que hemos aceptado en la práctica de la mañana. Esos regalos se irán apagando si no los renuevas cada hora. Sugiero repetir estas frases como una auténtica y sincera dedicación a la verdad de la idea de hoy. Cuando repitas estas frases, puedes hacerlas más concretas: “Perdonarte (nombre) me ofrece todo lo que quiero (felicidad, paz, seguridad). Hoy (día de la semana) he aceptado que esto es verdad. Hoy (fecha) he recibido los regalos de Dios”.

Comentario

Hay una frase casi al final de la lección que, para mí, siempre destaca. Habla de cómo el perdón me permite ver “lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia” (13:4). Para mí, esta frase se ha convertido en otro modo de considerar lo que es el perdón.

Detrás de cada apariencia hay algo que no cambia. Las apariencias cambian, y muy rápido. Esto es verdad tanto físicamente como en percepciones más finas. Pero el espíritu dentro de nosotros no cambia, habiendo sido creado por lo eterno. El perdón es un modo de mirar más allá de las apariencias a la realidad que no cambia. No hace caso de la imagen pasajera de los errores del ego, y ve al Hijo de Dios. Como la Madre Teresa dijo de cada uno a los que ella ayudaba, vemos a “Cristo en sus disfraces de sufrimiento”.

“El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad” (3:1)

El perdón es abandonar todas las razones que hemos inventado para negar el amor. Se levanta el velo de todos nuestros juicios, y contemplamos algo maravilloso, algo asombroso, algo que no se puede describir. “Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse” (8:4). (¡Por eso, ni lo intento!) Cuando el perdón ha eliminado todos los obstáculos a nuestra consciencia de la presencia del amor, vemos amor en todas partes. El amor no ha cambiado ni puede cambiar. No es de extrañar, entonces, que el perdón me ofrezca todo lo que quiero, dándome paz, felicidad, quietud, seguridad, y “una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo” (1:4). Cuando ves lo inmutable en medio del cambio, desaparece la angustia de tu corazón porque no hay razón para ella.

¿Por qué nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos nos causan tantos problemas? Porque nos identificamos con ellos, porque cuando nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos cambian creemos que nosotros hemos cambiado. El Curso nos enseña a identificarnos con algo que está más allá del cambio, con la Mente de Cristo dentro de nosotros, que nunca cambia y nunca cambiará. Aquí tienes una regla general: Lo que cambia no soy yo. Mi Ser permanece “inalterado e inalterable por siempre jamás” (L.190.6:5).

Esto está empezando a tomar mejor forma en mi mente, cuando empiezo a entender que el perdón es sencillamente ver lo inmutable en medio del cambio. Es reconocer que lo único que necesita cambiar es el pensamiento de que es posible cambiar la Mente del Hijo de Dios. Es darse cuenta de que todos mis “pensamientos” del ego no han cambiado nada, y que todos los “pensamientos” del ego de mi hermano tampoco han cambiado nada. Es darse cuenta de que lo que cambia no soy yo, es dejar de identificarme con lo que cambia, y dejar de creer que mi hermano es mis percepciones cambiantes de él. El perdón significa mirar más allá de lo que cambia a lo que nunca cambia.

Nuestro sufrimiento procede de identificarnos con lo pasajero. Nuestra paz procede de identificarnos con lo eterno. Dios no ha creado nada que cambie. Nada que cambia es realmente yo. Lo que puede cambiar está amenazado por el cambio, y “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Por lo tanto, nada que cambia es real.

Todo lo que cambia no es nada sino una marca pasajera en tu viaje a lo eterno. No es nada a lo que aferrarse. Piensa en una hilera de piedras por las que cruzas un arroyo, no te aferras a cada una mientras lo pasas. Agradeces su utilidad para ayudarte a cruzar al otro lado, pero no lamentas haber pasado por ellas. Tu meta es la otra orilla. Ése es el único valor de las cosas de este mundo, cosas que incluyen nuestro propio cuerpo y el de nuestros seres queridos, así como las cosas materiales e incluso las ideas de nuestro sistema de pensamiento. Las cosas que cambian sólo pueden valorarse como los peldaños en los que te apoyas para llegar a lo eterno, y que luego abandonas suavemente para subir el siguiente peldaño a lo eterno y que no cambia, que siempre está con nosotros, siempre la realidad de nuestro ser, incluso cuando parece que viajamos hacia allí.







TEXTO


IV. Buscar y hallar


1. El ego está seguro de que el amor es peligroso, y ésta es siem­pre su enseñanza principal. 2Nunca lo expresa de este modo. aAl contrario, todo el que cree que el ego es la salvación parece estar profundamente inmerso en la búsqueda del amor. 3El ego, sin embargo, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. 4Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse simplemente de esta manera: "Busca, pero no halles". 5Esta es la única promesa que el ego te hace y la única que cumplirá. 6Pues el ego persigue su objetivo con fanática insistencia, y su juicio, aunque seriamente menoscabado, es completamente coherente.


2. La búsqueda que el ego emprende está, por lo tanto, condenada al fracaso. 2Y como también te enseña que él es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba en una per­cepción de auto-derrota. 3Pues el ego es incapaz de amar, y, en su frenética búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encon­trar. 4La búsqueda es inevitable porque el ego es parte de tu mente, y, debido a su origen, él no está totalmente dividido, pues, de lo contrario, carecería por completo de credibilidad. 5Tu mente es la que cree en él y la que le otorga existencia. 6Sin embargo, es también tu mente la que tiene el poder de negar su existencia, y eso es sin duda lo que harás cuando te des cuenta exactamente de la clase de jornada en la que el ego te embarca.

3. Es sin duda obvio que nadie quiere encontrar lo que le derrota­ría por completo. 2El ego, al ser incapaz de amar, se sentiría total­mente perdido en presencia del amor, pues no podría responder en absoluto. 3Tendrías entonces que abandonar su dirección, puesto que sería evidente que no te puede enseñar la respuesta que necesitas. 4El ego, por lo tanto, distorsionará el amor, y te enseñará que él te puede proveer las respuestas que el amor en realidad evoca. 5Si sigues sus enseñanzas, pues, irás en busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.

4. ¿No te das cuenta de que el ego sólo puede embarcarte en una jornada que únicamente puede conducirte a una sensación de futilidad y depresión? 2Buscar y no hallar no puede ser una activi­dad que brinde felicidad. 3¿Es ésta la promesa que quieres seguir manteniendo? 4El Espíritu Santo te ofrece otra promesa, la cual te conduce a la dicha. 5Pues Su promesa es siempre: "Busca y halla­rás", y bajo Su dirección no podrás fracasar. 6La jornada en la que el Espíritu Santo es tu Guía es la jornada que te conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él Mismo lo consumará. 7Pues Él nunca engañará al Hijo de Dios a quien ama con el Amor del Padre.

5. No podrás por menos que buscar, ya que en este mundo no te sientes a gusto2buscarás tu hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no. 3Si crees que se encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando dónde no está. 4No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar esté ahí. 5Pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque ésa es Su misión. 6A medida que Él cumpla Su misión te enseñará a cumplir la tuya, pues tu misión es la misma que la Suya. 7Al guiar tus hermanos hasta su hogar estarás siguiéndolo a Él.        

   
6. Contempla el Guía que tu Padre te ha dado, para que puedas aprender que posees vida eterna, 2pues la muerte no es la Volun­tad de tu Padre ni la tuya, y todo lo que es verdad es la Voluntad del Padre. 3La vida no te cuesta nada, pues se te dio, pero por la muerte tienes ciertamente que pagar, y pagar un precio exorbitante. 4Si la muerte es tu tesoro, venderás todo lo demás para comprarla. 5creerás haberla adquirido, al haber vendido todo lo demás. 6No obstante, no puedes vender el Reino de los Cielos. 7Tu herencia no se puede comprar ni vender. 8Ninguna parte de la Filiación puede quedar desheredada, pues Dios goza de pleni­tud y todas sus extensiones son como Él.

7. La Expiación no es el precio de tu plenitud; es, no obstante, el precio de ser consciente de tu plenitud. 2Lo que decidiste "ven­der" tuvo que ser salvaguardado para ti, ya que no lo habrías podido volver a "comprar". 3Aun así, tienes que invertir en ello, no con dinero sino con espíritu. 4Porque el espíritu es voluntad, y la voluntad es el "precio" del Reino. 5Tu herencia aguarda única­mente tu reconocimiento de que has sido redimido. 6El Espíritu Santo te guía hacia la vida: eterna, pero tienes que abandonar tu interés por la muerte, o, de lo contrario, no podrás ver la vida aunque te rodea por todas partes.







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