DESPERTAR AL AMOR

lunes, 20 de mayo de 2019

20 MAYO: La salvación es lo único que cura.

AUDIOLIBRO 


 

EJERCICIOS



LECCION 140 

La salvación es lo único que cura.

 

1. La palabra "cura” no puede aplicársele a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. 2Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta "mejor". 3Mas cuando trata de curar a la mente, no la consi­dera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. 4Sus medios de curación, por lo tanto, no pueden sino sustituir una ilusión por otra. 5Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano.

2. Mas no se ha curado. 2Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para restablecerse. 3Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. 4No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. 5¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? 6Pues o bien uno está dor­mido o bien despierto. 7En esto no hay términos medios.

3. Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. 2Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño, a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. 3Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. 4Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños desaparecen. 5Y así, sanan para toda la eternidad.

4. La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enferme­dad. 2Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. 3Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabili­dad. 4La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. 5Pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. 6Y eso es ciertamente curación. 7Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.

5. ¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! 2Pues la curación tiene que proceder de la santi­dad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. 3Dios mora en templos santos. 4Allí donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso. 5No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. 6Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse, de Su beneficencia. 7No hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.

6. Éste es el pensamiento que cura. 2No hace distinciones entre una irrealidad y otra. 3Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. 4Esto no es magia. 5Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. 6No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente seriedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. 7Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.

7. No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. 2La cura­ción se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces apli­carse a lo que está enfermo para que se pueda curar. 3Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. 4La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. 5No hay otro cambio que éste. 6Pues, ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen sustancia, realidad, núcleo, ni nada que sea verdaderamente diferente?

8. Lo que hoy nos proponemos es tratar de cambiar de mentali­dad con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente alternar entre una y otra. 2Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nues­tras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. 3Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. 4Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que se pueda extraviar. 5Sólo necesitamos bus­carla y la hallaremos.

9. Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. 2Hoy iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. 3Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. 4En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. 5Todas las ilusiones son falsas, y se pueden sanar precisamente porque no son verdad.

10. Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talis­manes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. 2Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios. 3Ésta es la única Voz que puede curar. 4Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios.

11. Nos despertamos oyéndolo a Él, y le permitimos que nos hable durante cinco minutos al comenzar el día, el cual concluiremos escuchando de nuevo durante cinco minutos antes de irnos a dormir. 2Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por sepa­rado, sino todos de una vez. 3Pues todos son lo mismo. 4No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. 5Lo oímos ahora. 6Hoy venimos a Él.

12. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el cora­zón exaltado y la mente atenta, oremos:

2La salvación es lo único que cura.
3Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.

4Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes, ni ofrecernos pruebas de que es real. 5Esto es lo que aprenderemos hoy. 6Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. 7Hoy es el día en que nos llega la curación. 8Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.


Instrucciones para la práctica

Propósito: Buscar la sanación de la mente, no del cuerpo, escuchando la Voz de la sanación, que Dios puso dentro de ti, tan cerca que no la puedes perder.

Más largo: 2 veces (al principio y al final del día), durante cinco minutos.
Deja a un lado todos los pensamientos que interfieren como si fueran uno, pues ninguno de ellos tiene significado.
Con las manos vacías, con el corazón elevado y la mente a la escucha, ora: “La salvación es lo único que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar”. Estás pidiendo a la Voz de la sanación que te hable, que sane tu mente, que es la causa de toda enfermedad.
Luego, en silencio, sin ningún pensamiento, escucha la Voz de Dios, Que curará todos los males, sin importar su tamaño o forma. Siente Su manto de salvación que te rodea con protección y paz profunda, no dejando que ninguna ilusión moleste a tu santa mente.

Observaciones: Tendrás éxito en la medida en que te des cuenta de que no hay ninguna diferencia significativa entre las ilusiones. Ninguna es real. Por esa razón pueden todas ser curadas.

Más corto: Cada hora, a la hora en punto, durante un minuto.
Haz una versión corta de la sesión más larga de práctica. Di: “La salvación es lo único que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar”. Luego escucha en gozoso silencio, y oye la respuesta de Dios.

Comentario

La “sanación” de la que está hablando el Curso es la sanación de la mente, no del cuerpo.
“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma.” (T.25.In.3:1-2).

Buscar la sanación en el reino físico, por cualquier medio (incluso por medios de la Nueva Era) es lo que el Curso llama “magia”. (Llamarlo “magia” no significa que no podamos usarlo si nuestro nivel de miedo lo necesita, el Curso recomienda un enfoque conciliatorio en tales circunstancias. (Ver T.2.IV.4:5 y T.2.V.2, de lo que hablo un poco más tarde). La Expiación sana la mente que piensa que el cuerpo puede estar enfermo. “Esto no es magia” (6:4).

Esta lección se aplica a la enfermedad del cuerpo, pero también a cualquier “problema” en este mundo material: falta de dinero, soledad y así sucesivamente. Estos problemas ocurren todos dentro del sueño, y “encontrar una fórmula mágica” dentro del sueño no es nunca la solución (2:2). Estamos “curando” el síntoma y no la enfermedad. La raíz del problema está dentro de la mente. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (7:1). Nuestros problemas no son de naturaleza física. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (9:1). “Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos (cristales, medallas religiosas), nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean” (10:1).

Al comienzo del Curso, Jesús deja muy claro que la magia no es mala. Sólo que no funciona. Es sólo un remedio provisional, un intento de librarnos de los síntomas sin curar realmente la enfermedad. Sin embargo, a veces eso es lo mejor que podemos hacer. Tenemos un dolor de cabeza, y con un dolor de cabeza terrible a menudo es difícil acallar la mente y meditar en paz. Así que usamos la magia. Tomamos una aspirina, no hay nada vergonzoso en tomarla. Sólo que no nos engañemos a nosotros mismos creyendo que hemos hecho algo para curar la enfermedad, únicamente hemos tapado el síntoma. “Si tienes miedo de usar la mente para curar, no debes intentar hacerlo” (T.2.V.2:2). Si tu nivel de miedo es alto, un “enfoque conciliatorio” puede ser necesario (T.2.IV.4:4-7).

“La salvación es lo único que cura”. La magia de este mundo puede tapar el síntoma pero no curar. “La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste” (7:4-5). Hoy se nos pide que practiquemos sólo esto: llevar nuestras ilusiones a la verdad, permitir que la culpa sea eliminada de nuestra mente. Sólo esto cura, y nada más. “No hay ningún lugar en el que Él (Dios) no esté” (5:5), y esto incluye nuestra mente. “Éste es el pensamiento que cura” (6:1). El pecado, y por tanto la enfermedad, no pueden ser reales porque Dios está en nosotros, Él no nos ha abandonado, y lo que pensamos que es pecado no puede serlo. En nuestra consciencia de Su Presencia, la culpa desaparece, y con ella, la causa de la enfermedad.

La lección que se le encomendó enseñar es que “lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar.” (T.28.II.11:7).





TEXTO: 

VII. La consecución del mundo real

 

1. Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite para tus adentros: "El mundo real no es así. 2En él no hay edificios ni calles por donde todo el mundo camina solo y sepa­rado. 3En él no hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. 4No está iluminado por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. 5No tiene días radiantes que luego se nublan. 6En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. 7En él todo resplandece, y resplandece eternamente.

2. Tienes que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro tipo de visión. 2No puedes ver ambos mundos, pues cada uno de ellos representa una manera de ver diferente, y depende de lo que tienes en gran estima. 3La negación de uno de ellos hace posi­ble la visión del otro. 4Los dos no pueden ser verdad; no obs­tante, cualquiera de ellos te parecerá tan real como el valor que le atribuyas. 5Su poder, sin embargo, no es idéntico porque la verdadera atracción que ejercen sobre ti no es igual.

3. Tú no deseas realmente el mundo que ves, pues no ha hecho más que decepcionarte desde los orígenes del tiempo. 2Las casas que erigiste jamás te dieron cobijo. 3Los caminos que construiste no te llevaron a ninguna parte, y ninguna de las ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del tiempo. 4Todo lo que has hecho lleva impreso sobre sí el estigma de la muerte. 5No lo tengas en tanta estima, pues es un mundo viejo y decrépito, e incluso según lo construías estaba ya listo para retornar al polvo. 6Este mundo doliente no tiene el poder de influenciar al mundo viviente en absoluto. 7Tú no puedes conferirle ese poder, y si bien lo abandonas con tristeza, en él no puedes encontrar el camino que conduce más allá de él hacia el otro mundo.

4. El mundo real, por otra parte, tiene el poder de influenciarte incluso aquí porque lo amas. 2lo que pides con amor vendrá a ti. 3El amor siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas. 4Lo único que necesitas hacer para abandonarlo y reemplazarlo gustosamente por el mundo que tú no creaste, es estar dispuesto a reconocer que el que tú fabricaste es falso.

5. Has estado equivocado con respecto al mundo porque te has juzgado erróneamente a ti mismo. 2¿Qué podías haber visto desde un punto de vista tan distorsionado? 3Toda visión comienza con el que percibe, que es quien determina lo que es verdad y lo que es falso. 4Y no podrá ver lo que juzgue como falso. 5Tú que deseas juzgar la realidad no puedes verla, pues en presencia de juicios la realidad desaparece. 6Lo que no está en la mente no se puede ver porque lo que se niega se encuentra ahí aunque no se reconozca. 7Cristo sigue estando ahí, aunque no lo reconozcas. 8Su Ser no depende de que lo reconozcas. 9Él vive dentro de ti en el sereno presente, y está esperando a que abandones el pasado y entres en el mundo que te ofrece con amor.

6.  No hay nadie en este mundo enloquecido que no haya vislum­brado en alguna ocasión algún atisbo del otro mundo que le rodea. 2No obstante, mientras siga otorgando valor a su propio mundo, negará la visión del otro, manteniendo que ama lo que no ama, y negándose a seguir el camino que le señala el amor. 3¡Cuán jubilosamente te muestra el camino el Amor! 4Y a medida que lo sigas, te regocijarás de haber encontrado Su compañía, y de haber aprendido de Él cómo regresar felizmente a tu hogar. 5Estás esperando únicamente por ti. 6Abandonar este triste mundo e inter­cambiar tus errores por la paz de Dios no es sino tu voluntad. 7Y Cristo te ofrecerá siempre la Voluntad de Dios, en reconocimiento de que la compartes con Él.

7. La Voluntad de Dios es que nada, excepto Él Mismo, ejerza influencia sobre Su Hijo, y que nada más ni siquiera se aproxime a él. 2Su Hijo es tan inmune al dolor como lo es Él, Quien lo protege en toda situación. 3El mundo que le rodea refulge con amor por­que Dios ubicó a Su Hijo en Sí Mismo donde no existe el dolor y donde el amor le rodea eterna e ininterrumpidamente. 4Su paz no puede ser perturbada. 5El Hijo de Dios contempla con perfecta cordura el amor que le rodea por todas partes y que se encuentra asimismo dentro de él. 6Y negará forzosamente el mundo del dolor en el instante en que se perciba rodeado por los brazos del amor. 7Y desde este enclave seguro mirará serenamente a su alre­dedor y reconocerá que el mundo es uno con él.

8. La paz de Dios supera tu razonar sólo en el pasado. 2Sin embargo, está aquí, y puedes entenderla ahora mismo. 3Dios ama a Su Hijo eternamente, y Su Hijo le corresponde eternamente. 4El mundo real es el camino que te lleva a recordar la única cosa que es completamente verdadera y completamente tuya. 5Pues todo lo demás te lo has prestado a ti mismo en el tiempo, y desaparecerá. 6Pero eso otro es eternamente tuyo, al ser el don de Dios a Su Hijo. 7Tu única realidad te fue dada, y por medio de ella Dios te creó uno con Él.

9. Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. 2Tu pri­mer intercambio de lo que has hecho por lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. 3En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el Espí­ritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda percepción. 4El conocimiento no necesita corrección. 5Con todo, los sueños de amor conducen al conocimiento. 6En ellos no ves nada temible, y por esa razón constituyen la bienvenida que le ofreces al conocimiento. 7El amor espera la bienvenida, pero no en el tiempo, y el mundo real no es sino tu bienvenida a lo que siem­pre fue. 8Por lo tanto, la llamada al júbilo se encuentra en él, y tu gozosa respuesta es tu despertar a lo que nunca perdiste.









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