DESPERTAR AL AMOR

sábado, 25 de mayo de 2019

25 MAYO: CUARTO REPASO Repaso a las lecciones 128 y 130

AUDIOLIBRO 


 

EJERCICIOS


LECCION 145 

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.



(129) Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
(130) Es imposible ver dos mundos.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Prepararnos para la segunda parte del Libro de Ejercicios (que no empieza hasta dentro de ochenta lecciones). El siguiente repaso (Quinto Repaso) habla de esta misma preparación. El Libro de Ejercicios parece dar por sentado que ya hemos pasado la peor parte (ver, por ejemplo, L.122.10:2), y que ahora, con mucha menos resistencia, podemos poner toda la atención en prepararnos para la cumbre del Libro de Ejercicios: la Segunda Parte.

Más largo: 2 (al principio y al final del día), durante siete minutos aproximadamente
.
Primero, pasa cinco minutos pensando en la idea central de este repaso: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Acalla tu mente, y repite la idea una y otra vez, muy lentamente, poniendo toda tu atención en su significado. Deja que despeje y sustituya a toda tu habitual manera de pensar. Tus pensamientos habituales (como explican los párrafos 3 y 4) son realmente faltas de perdón disfrazadas. Puesto que estos pensamientos no son de Dios, ocultan la verdad de que tu mente alberga sólo lo que piensas con Dios. Al apartarlos y pensar sólo este pensamiento del Curso, entras en contacto con tu verdadero estado mental, en el que sólo piensa los Pensamientos de Dios. Esto te preparará para un día que refleja ese estado verdadero, en el que los pensamientos que se te ocurren proceden de Dios (ver 6:1-2).

Si tus pensamientos habituales intentan meterse por medio, elimínalos con el pensamiento central. Una sugerencia para estos momentos es usar las imágenes de 4:3. Imagina que tu mente es el océano. Poner uno de tus pensamientos habituales en tu mente es como un niño arrojando un palo al agua. ¿Cómo puede eso cambiar los grandes ritmos del océano (las mareas, el sol calentando el agua, la luna reflejándose sobre la superficie)? ¿Cómo puede eso cambiar los grandes pensamientos que compartes con Dios?
Después de estos cinco minutos, pasa a la segunda fase de la práctica. Lee las dos ideas del repaso, cierra los ojos, y repítelas mentalmente para tus adentros (muy, muy lentamente). Dios ha puesto un regalo dentro de cada palabra. Deja que tu mente reciba ese regalo. “Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado” (7:4). Recibe el pensamiento que Él ha puesto ahí para ti, pues ese recibir es el verdadero estado de tu mente.

El propósito de la primera fase de la práctica es prepararte para esta segunda fase. Al pasar cinco minutos con el pensamiento de Dios, te preparas a ti mismo para ver en las dos ideas únicamente el significado que Dios les ha dado.

Observaciones: Por la noche, repite la misma práctica. Date cuenta de que el pensamiento central ha hecho “de ese día una ocasión especial de bendición” (9:3), tanto para ti como para el mundo, debido a tu práctica llena de fe. Date cuenta también de que duermes rodeada con la gratitud de Dios por tu práctica. Pues ahora estás aprendiendo a reclamar la herencia que Dios te dio.

Más corto: Cada hora, durante un momento de silencio y quietud.
Esta es una pequeña versión de la práctica de la mañana y de la noche. Pasa un momento de quietud y silencio con el pensamiento central, y luego repite las dos ideas del repaso, lentamente, dándote tiempo para ver los preciosos regalos de significado que Dios ha puesto en ellas para ti.


Comentario

Aunque la mente del Hijo de Dios alberga sólo lo que piensa con Dios, “La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia” (L.rIV.In.2:7). Por lo tanto, el mundo que veo es un mundo que me muestra mi falta de perdón. “Es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido” (T.13.In.2:2). Lo único que mantiene la ilusión de que este mundo es real (con sus aparentes castigos, dolor, sufrimiento, separación y muerte) es una falta de perdón. ¿Por qué el dolor que siento, mental, emocional y físico, parece tan real? Toda esta realidad viene y es mantenido por una falta de perdón en mi mente. Por eso, como dice la Lección 121: “El perdón es la llave de la felicidad” (L.121, encabezamiento).

Hay un mundo que quiero de verdad, un mundo que está más allá de este mundo. El Curso lo llama el mundo real. “El mundo real es el estado mental en el que el único propósito del mundo es perdonar” (T.30.V.1:1). “El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar” (T.17.II.5:1). Mi percepción cambia de ver el mundo del dolor a ver el mundo real por medio de una única cosa: el perdón.

Ésta es la razón por la que no se pueden ver dos mundos. Pues, o bien mi mente perdona o no. O condena lo que ve, o lo acepta con compasivo perdón. Que empiece conmigo mismo: ¿Soy cruel conmigo mismo por lo que pienso de mí? ¡Que poca compasión tengo conmigo al juzgar mis errores! Esta crueldad que tengo conmigo es el origen del mundo cruel que veo.

Dentro de mí, y dentro de todos, hay un inmenso espacio de amabilidad, un corazón enorme que abraza a todos con amor. Ésta es la Mente que comparto con Dios. Dentro de mí, también, hay un niño asustado, lleno de dolor, que cree haber hecho daño al universo para siempre. Que me vuelva con amor a esa parte dolorida de mí y que le abra los brazos con consuelo y tierna y amorosa amabilidad. Mi corazón es lo bastante grande para sanar este dolor en lugar de rechazarlo. El amor que comparto con Dios es lo bastante grande para concederme misericordia. Que no me mantenga a mí mismo alejado de mi corazón por más tiempo. Que me acoja a mí mismo, con una cálida y tierna bienvenida.

Que también mire a los que se encuentran cerca de mí con la misma aceptación tierna y amable. Aquí está la curación de la soledad y el dolor, pues no hay nada tan doloroso como un corazón cerrado al amor. Ciertamente no hay otro dolor que este. El dolor es estrechar el corazón. El dolor es negar el amor que soy. En este gesto interno e ingenioso de rechazo está la causa del mundo que veo. Mi salvación y la salvación del mundo están en el deshacimiento de esta contracción de dolor. Aquí está la entrada al mundo real, un mundo radiante de amor, de esperanza, y seguro en su alegría.


Más allá de este mundo hay un mundo que deseo, y la llave para abrir la puerta es el perdón.






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