DESPERTAR AL AMOR

lunes, 10 de junio de 2019

10 JUNIO: Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.

AUDIOLIBRO
 



EJERCICIOS



LECCION 161

Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.



1. Hoy vamos a practicar de manera diferente, y a pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor. 2He aquí la salvación, en las simples palabras con las que practicamos la idea de hoy. 3He aquí la respuesta a toda tentación, pues jamás puede dejar de darle la bienvenida al Cristo allí donde antes imperaban la ira y el miedo. 4Aquí se consuma la Expiación, el mundo se transpone sin riesgo alguno y el Cielo queda restaurado. 5He aquí la respuesta que te da la Voz que habla por Dios.
                                                  
       
2. La condición natural de la mente es una de abstracción total. 2Mas una parte de ella se ha vuelto antinatural. 3No ve todo como si fuese uno solo, 4sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves. 5El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver. 6Todo lo que oyes le trae a la mente únicamente los sonidos que ésta desea oír.

3. Así fue como surgió lo concreto. 2Y ahora son las cosas concre­tas las que tenemos que usar en nuestras prácticas. 3Se las entre­gamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les conferimos. 4Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo.

4. Un hermano es todos los hermanos. 2Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. 3Ésta es la verdad. 4No obstante, ¿aclaran estos pensamientos el signifi­cado de la creación? 5¿Te brindan estas palabras perfecta claridad? 6¿Qué parecen ser sino sonidos huecos; bellos tal vez, correctos en el sentimiento que expresan aunque fundamentalmente incom­prendidos e incomprensibles? 7La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstrac­ción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. 8Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.

5. Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad, el que nos hace sufrir y el que finalmente acaba con nuestras vidas. 2Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. 3El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. 4El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. 5Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.

6. Los cuerpos atacan; las mentes no. 2Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia. 3Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo. 4Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del "enemigo" del amor que la visión de Cristo no ve. 5El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea una mente. 6Sin embargo, ¿qué otra cosa sino la mente le ordena al cuerpo a que ataque? 7¿Qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino lo que piensa en el miedo?

7. El odio es algo concreto. 2Tiene que tener un blanco. 3Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar. 4Cuando el odio se posa sobre algo, exige su muerte tan inequívocamente como la Voz de Dios proclama que la muerte no existe. 5El miedo es insaciable  y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.

8. Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo. 2Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez: 3No subestimes la intensidad de la furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. 4Chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.

9. Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. 2Ésta es su realidad. 3Y en la visión de Cristo su hermosura se ve reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies. 4Mas en lugar de ello tomarás su mano, pues tú eres semejante a él en la visión que lo ve así. 5El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en sus manos está tu salvación. 6Pídele únicamente eso y él te la dará. 7No le pidas que sea el símbolo de tu miedo. 8¿Pedirías acaso que el amor se destruyese a si a mismo? 9¿O preferirías que te fuese revelado y que te liberase? 

10. Hoy vamos a practicar de una manera que ya hemos intentado antes. 2Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión de Cristo. 3Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás. 4Y una vez que la hayas alcanzado, no estarás dispuesto a aceptar los testi­gos que convocan los ojos del cuerpo. 5Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. 6El Cielo no se ha olvidado de ti. 7¿No te gustaría acordarte de él?.

11. Selecciona a un hermano para que sea el símbolo de los demás y pídele la salvación. 2Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. 3Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. 4Obsérvalo son­reír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. 5Luego piensa en esto: lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atravie­san las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste. 6Pídele lo siguiente para que él pueda liberarte:

7Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
8Quiero con­templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad.

12. Y Aquel a Quien has invocado te responderá. 2Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. 3Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti. 4La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. 5Cerciórate de repetirla inme­diatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el  símbolo de tu miedo. 6Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador; de demonio al Cristo.





Instrucciones para la práctica

Propósito: “pronunciarnos en contra de nuestra ira” (1:1). Eliminar los miedos que hemos proyectado sobre nuestros hermanos y ver el salvador divino que son.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Elige un hermano en representación de todos los hermanos. Al perdonarle a él, perdonas a todos.
Contémplalo en tu mente tan claro como puedas: su rostro, manos, pies, su sonrisa, sus gestos. Al hacer esto te pones en contacto con todos los significados negativos que has proyectado sobre él. Como la lección ha dicho antes, el cuerpo de otro es una gran pantalla de proyección.
Luego date cuenta de que lo que estás viendo te impide la visión de tu salvador. Muy dentro de esta persona hay un ser santo que, como un gran maestro espiritual, puede iluminarte con su bendición y liberarte de las cadenas que te has puesto a ti mismo. Si le vieras tal como es, te sentirías impulsado a arrodillarte a sus pies.
Pídele a este santo ser que te libere. Dile: “Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero con-templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad”. Repite estas frases una y otra vez, con el corazón, tal como le pedirías su bendición a un maestro iluminado.
Has invocado al Cristo en él, y el Cristo en él te responderá. Se te caerán las vendas de los ojos y te darás cuenta de que has estado completamente equivocado acerca de quién es esta persona. “Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti” (12:3), venido para revelarte al Cristo en ti.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, quizá aplicándola a una persona determinada. Luego da gracias a Dios por las bendiciones que Él te ha dado en la hora que ha terminado. Y pídele Su dirección para la hora que comienza.

Respuesta a la tentación: Cada vez que sientas la tentación de atacar a un hermano.
Utiliza la idea inmediatamente. Déjala que te ayude a ver más allá de la apariencia de demonio (12:6), o de un animal salvaje ansioso por hacerte pedazos (8:2-4), a la realidad de que aquí delante de ti está el Cristo.

Comentario

(Los comentarios de hoy son algo que escribí hace unos años cuando estaba trabajando como especialista en ordenadores en Nueva Cork. En aquel día concreto, yo había esperado poder trabajar desde casa, a través del modem, pero mi cliente había insistido en que fuera a su oficina. Esto había echado por tierra mis planes de un largo “rato de quietud”. Los comentarios que siguen fueron los que me vinieron al leer la lección.)

“Hoy vamos a… pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor” (1:1). ¡Qué casualidad que yo empiece esta lección con llamaradas de ira por tener que salir precipitadamente a trabajar! Cuando un hermano o una circunstancia parecen causar ira en mí, en lugar de escuchar al ego y estar de acuerdo con que la causa de mi ira es el hermano o la circunstancia, que yo vea que el hermano me está dando una bendición al mostrarme que estoy furioso y que me he soltado de la mano de Jesús.

Piensa en ello por un momento con lógica. Si estoy completamente conectado al Amor de Dios en mi corazón, nada podrá alterar mi paz. Si surge algo que (aparentemente) altera mi paz, algo tiene que haber sucedido antes. Primero tengo que haberme desconectado del Amor de Dios, para reaccionar de ese modo. Entonces, ese algo en lugar de causar mi disgusto simplemente me lo está mostrando. Por lo tanto, puedo ver la acción de mi hermano o la circunstancia como una bendición, un mensaje de Dios, una lección que Dios quiere que yo aprenda.

“La condición natural de la mente es una de abstracción total” (2:1). La abstracción se refiere al contenido, en lugar de a la forma. Separa las cualidades o propiedades de un objeto por sí mismo de la forma física de ese objeto. El estado natural de la mente considera al contenido “separado de la existencia concreta” (Diccionario Americano Heritage).

Aquí Jesús dice que parte de la mente se ha vuelto concreta y específica en lugar de abstracta. Ve pedazos del todo, en lugar de ver todo. Ésta es la única manera en que podríamos ver “el mundo”. “El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver” (2:5). Si estoy viendo algo que “me hace” enfadar o disgusta, es porque quiero verlo. La mente, que se dedica a lo abstracto, ya se ha separado del Amor de Dios (o piensa que lo ha hecho, o desea hacerlo, ya que la separación es imposible). Por lo tanto, divide la realidad, ve formas concretas que parecen justificar su separación, su ira y su disgusto. Inventa ilusiones que aparentemente dan razones válidas para estar disgustado.

Consigue esto sólo al ver pedazos en lugar del Todo. Nunca me disgustaría si pudiera ver todo el cuadro, tal como Dios lo ve, incluyendo cosas que ni siquiera puedo imaginarme desde mi limitada comprensión. Yo he inventado esas cosas concretas. Puesto que yo las he inventado, y estoy metido de lleno en esas cosas concretas que he inventado con el propósito de justificar mi separación de Dios, “ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras prácticas” (3:2). El Espíritu Santo tomará las circunstancias concretas que yo me he inventado como un ataque a Dios y Él las usará para llevarme de regreso. ¿Cómo?

Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les dimos. Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo. (3:3-4)

(En otras palabras, todo con lo que tenemos que trabajar son las cosas concretas que nos hemos inventado, para que Él las utilice)

…para instruirnos pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo. (3:4)

“La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede captar la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa” (4:7). Ideas como “todas las mentes están unidas” y “un hermano es todos los hermanos” ¡no significan absolutamente nada para nosotros! No podemos entenderlas. Estas afirmaciones abstractas sencillamente no nos ayudan, tan metidos como estamos en la ilusión.

Nos aferramos a las cosas concretas, a símbolos como el cuerpo, porque nuestro ego quiere miedo, y éste es el único modo en que el miedo puede parecer muy real. Así que ponemos toda nuestra atención en los símbolos, las cosas concretas, el cuerpo. Nos sentimos limitados por nuestro propio cuerpo, y por los cuerpos de otros, vemos a los cuerpos como si nos estuvieran atacando.

Cuando veo a un hermano como un cuerpo que me ataca, lo que veo es mi propio miedo como si estuviera afuera, listo para atacar (párrafo 8). Tendemos a pensar que cuando proyectamos miedo, vemos personas que tienen miedo; no es así, lo que vemos son personas que parecen hacer que tengamos miedo. Vemos un monstruo que “chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo” (8:4). Cuando me disgusto y enfado con mi cliente por “obligarme” a ir a su oficina, esa situación externa concreta realmente me está mostrando ¡mi propio miedo al Amor de Dios! Me está dando la oportunidad de ver más allá del aparente ataque y de pedirle una bendición, para que me muestre mi propia perfecta inocencia.

Si Le permito al Espíritu Santo que me muestre a mi hermano como es, en lugar de verlo como mi miedo lo ha imaginado, lo que vea será tan impresionante que apenas podría contener el impulso de arrodillarme a sus pies (9:3). Y sin embargo, lo que él es, yo lo soy y seré; en lugar de arrodillarme tomaré su mano (9:4).

Invoco al Cristo en él (mi cliente) para que me bendiga. Únicamente estoy viendo un símbolo de mi propio miedo a Dios. Le traigo ese miedo al Espíritu Santo ahora. Y cuando lo hago, empiezo a sentir una chispa de verdadera gratitud a mi hermano por ofrecerme esta salvación del miedo. Siento que desaparece mi enfado por tener que viajar a la ciudad. Esto también es una lección, y muy buena. Gracias, Jesús, por esta lección. Y gracias a ti, mi hermano.




TEXTO


IX. El reflejo de la santidad

 

1. La Expiación no te hace santo. 2Fuiste creado santo. 3La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. 4Llevar ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. 5No trates de ocultarle al Padre lo que has hecho, pues ocultarlo te ha costado no conocerte a ti mismo ni conocer a Dios. 6El conocimiento está a salvo, mas ¿qué seguridad tienes aparte de él? 7La invención del tiempo para que ocupase el lugar de lo eterno se basó en tu decisión de no ser como eres. 8De esta manera, la verdad pasó a ser el pasado, y el presente se consagró a las ilusiones. 9El pasado fue alterado también y se interpuso entre lo que siempre ha sido y el ahora. 10El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar, y no representa sino la negación de lo que siem­pre ha sido.

2. Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contra­dicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente desapa­rece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realida­des no tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su natura­leza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no se puede des­hacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.

3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera de todo lo que no es verdad. 2La Expiación es tan dulce que basta con que la llames con un leve susurro para que todo su poder acuda en tu ayuda y te preste apoyo. 3Con Dios a tu lado no puedes ser débil. 4Pero sin Él no eres nada. 5La Expiación te ofrece a Dios. 6El regalo que rechazaste Él lo conserva en ti. 7El Espíritu Santo lo salvaguarda ahí para ti. 8Dios no ha abandonado Su altar, aunque Sus devotos hayan entronado a otros  dioses en él. 9El templo sigue siendo santo, pues la Presencia que mora dentro de él es la santidad.

4. La santidad espera serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2La Presencia sabe que ellos retornarán a la pureza y a la gracia. 3La misericordia de Dios los admitirá con gran ternura, desvaneciendo toda sensación de dolor y pérdida con la garantía inmortal del Amor de su Padre. 4Allí el miedo a la muerte será reemplazado por la alegría de vivir, 5pues Dios es Vida, y ellos moran en la Vida.. 6La Vida es tan santa como la Santidad mediante la que fue creada. 7La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma.

5. En este mundo puedes convertirte en un espejo inmaculado en el que la santidad de tu Creador se refleje desde ti hacia todo lo que te rodea. 2Puedes ser el reflejo del Cielo aquí. 3Pero el espejo que desee reflejar a Dios no puede albergar imágenes de otros dioses que lo empañen. 4La tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego. 5Lo  único que necesitas hacer es mante­ner el espejo limpio y libre de toda imagen en la que se oculta la oscuridad que jamás hayas superpuesto sobre él. 6Dios brillará en él por Su cuenta. 7Sólo el claro reflejo de Dios puede ser perci­bido en dicho espejo.

6. Los reflejos se ven en la luz. 2En las tinieblas es difícil verlos, y su significado parece encontrarse únicamente en interpretaciones cambiantes en lugar de en sí mismos. 3El reflejo de Dios no necesita interpretación. 4Es claro. 5Limpia el espejo, y no habrá nadie que no pueda entender el mensaje que refulge desde él para que todos lo vean. 6Ese mensaje es el que el Espíritu Santo pone frente al espejo que se encuentra en todos. 7Todos lo reconocen porque se les ha enseñado que tienen necesidad de él, pero no saben dónde buscar para encontrarlo. 8Deja, por lo tanto, que lo vean en ti y que lo compartan contigo.

7. Si pudieses darte cuenta, aunque sólo fuese por un instante, del poder curativo que el reflejo de Dios que brilla en ti puede brindar a todo el mundo, apenas podrías esperar a limpiar el espejo de tu mente a fin de que pudiese recibir la imagen de santidad que sana al mundo. 2La imagen de santidad que refulge en tu mente no se encuentra oculta ni jamás podrá cambiar. 3Su significado le resulta evidente a todo aquel que la contempla, pues todos la perciben de la misma manera. 4Todos llevan sus diferentes problemas ante su luz sanadora y allí todos quedan resueltos.

8. La respuesta de la santidad a cualquier forma de error es siem­pre la misma. 2No hay contradicción en lo que la santidad sus­cita. 3Sea cual fuere lo que se lleve ante ella su única respuesta es la curación. 4Aquellos que han aprendido a ofrecer únicamente curación, están por fin listos para alcanzar el Cielo debido a la santidad que se refleja en. ellos. 5En el Cielo la santidad no es un reflejo, sino la verdadera condición de lo que aquí no era más que un reflejo en ellos. 6Dios no es una imagen, y Sus creaciones en cuanto que parte de Él, lo contienen a Él dentro de ellas mismas. 7Ellas no reflejan simplemente la verdad, sino que son la verdad.









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