DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 5 de junio de 2019

5 JUNIO: Camino con Dios en perfecta santidad.

AUDIOLIBRO 



 

EJERCICIOS


LECCION 156

Camino con Dios en perfecta santidad.


1. La idea de hoy no hace sino expresar la simple verdad que hace que el pensamiento de pecado sea imposible. 2Esta idea nos asegura que la culpabilidad no tiene causa, y que, por lo tanto, no existe. 3Es la consecuencia lógica de la idea fundamental que tan a menudo se menciona en el texto, la cual reza así: las ideas no abandonan su fuente. 4Si esto es verdad, ¿cómo ibas a poder estar separado de Dios? 5¿Cómo ibas a poder caminar por el mundo solo y separado de tu Fuente?

2. No somos inconsistentes con los pensamientos que presenta­mos en nuestro programa de estudios. 2La verdad tiene que ser verdad de principio a fin, si es que es la verdad. 3No puede con­tradecirse a sí misma, ni ser dudosa en algunas partes y segura en otras. 4No puedes caminar por el mundo separado de Dios porque no podrías existir sin Él. 5Él es lo que tu vida es. 6Donde tú estás, Él está. 7Hay una sola vida. 8Ésa es la vida que compartes con Él. 9Nada puede estar separado de Él y vivir.

3. Y ahí donde Él está tiene que haber santidad así como vida. 2Él no posee ningún atributo que no comparta con todas las cosas vivientes. 3Todo lo que vive es tan santo como Él, pues lo que comparte Su vida es parte de la Santidad y no puede ser pecami­noso, de la misma manera en que el sol no puede elegir ser de hielo, el mar estar separado del agua o la hierba crecer con las raíces suspendidas en el aire.

4. Hay una luz en ti que jamás puede extinguirse y cuya presencia es tan santa que el mundo se santifica gracias a ti. 2Todo lo que vive no hace sino ofrecerte regalos y depositarlos con gratitud y alegría ante tus pies. 3El aroma de las flores es su regalo para ti. 4Las olas se inclinan ante ti, los árboles extienden sus brazos para protegerte del calor y sus hojas tapizan el suelo para que camines sobre algo mullido, mientras que el sonido del viento amaina hasta convertirse en un susurro en torno a tu santa cabeza.

5. La luz que refulge en ti es lo que el universo ansía contemplar. 2Todas las cosas vivientes se detienen en silencio ante ti, pues reconocen a Aquel que camina a tu lado. 3La luz que llevas con­tigo es la suya propia. 4Y así, ven en ti su propia santidad, y te saludan como salvador y como Dios. 5Acepta su reverencia, pues le corresponde a la Santidad Misma, que camina a tu lado, trans­formando con Su dulce Luz todas las cosas en Su semejanza y en Su pureza.

6. Así es como opera la salvación. 2Al tú hacerte a un lado, la luz que refulge en ti da un paso adelante y envuelve al mundo. 3No proclama que el castigo y la muerte vayan a ser el final del pecado. 4Éste desaparecerá entre jolgorios y risas, pues se recono­cerá su extraña absurdidad. 5Es un pensamiento descabellado, un sueño tonto, ridículo quizá, pero no temible. aMas ¿quién pos­pondría un solo instante su acercamiento a Dios a cambio de un capricho tan absurdo?

7. No obstante, tú has desperdiciado muchos, pero que muchos años precisamente en este pensamiento descabellado. 2El pasado ha desaparecido junto con todas sus fantasías. 3Éstas ya han dejado de hacer presa en ti. 4El acercamiento a Dios se avecina. 5Y en el pequeño espacio de duda que todavía queda, es posible que pierdas de vista a tu Compañero y que lo confundas con el sueño ancestral e insensato que ya pasó.

8. "¿Quién camina a mi lado?" 2Debes hacerte esta pregunta mil veces al día hasta que la certeza haya aplacado toda duda y esta­blecido la paz. 3Deja que hoy cesen las dudas. 4Dios habla por ti al contestar tu pregunta con estas palabras:

5Camino con Dios en perfecta santidad.
6llumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo.




Instrucciones para la práctica

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Aunque no se nos dan instrucciones concretas para las sesiones de práctica, se nos dice cómo practicar de manera general. Antes de poner los pies en el camino, caminábamos de forma inconsciente creyendo que caminábamos solos, acompañados únicamente por nuestros pecados. Llevábamos el peso de lo que creíamos haber hecho como una roca pesada sobre nuestros hombros. Cuando pusimos nuestro pies en el camino, abrimos nuestra mente a la idea de que Dios camina con nosotros, de que Su Ser no se separa jamás de nuestro ser, y de que por tanto llevamos la santidad con nosotros, no nuestros pecados. Ahora parece que tenemos dos mentes, a veces creyendo que caminamos solos con nuestros pecados, otras veces creyendo que caminamos con Dios en santidad.
Entonces, nuestra práctica consiste en preguntarnos: “¿Quién camina a mi lado?” Queriendo decir: ¿Dios o el pecado? Al preguntar, necesitamos darnos cuenta de que ésta es una pregunta verdadera, todavía no estamos realmente seguros de cuál es la respuesta. Y luego tenemos que responder con estas palabras: “Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo”. Al decir estas palabras necesitamos darnos cuenta de que no son nuestras propias palabras intentando responder a nuestra pregunta. Son las palabras que Dios nos ha dado, es Él Quien nos responde (8:4).
Si podemos aceptar esta respuesta de verdad, entonces nuestra santidad brillará hacia fuera para que todos la vean. Como dice el párrafo 4, incluso las flores, las olas, los árboles y el viento nos responderán como si estuviéramos visitando a la realeza ((inclinándose delante de nosotros, extendiendo una alfombra delante de nosotros, protegiendo nuestra cabeza del calor, llenando el aire de un dulce olor a incienso), pues sentirán al Rey de los Cielos caminando con nosotros.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Haz la pregunta: "¿Quién camina a mi lado (Dios o el pecado)?” Y luego contesta con estas frases: “Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo”.
Luego dale las gracias a Dios por caminar contigo en la hora que ha pasado. Puedes pensar en sucesos de esa hora que demuestran que Él camina contigo.
Y finalmente, pídele que te dirija en la hora que comienza: dónde Él quiere que vayas y lo que quiere que hagas.

Sugerencia: Puedes hacer esta práctica de hacer la pregunta ("¿Quién camina a mi lado?”) y repetir la respuesta (“Camino con Dios…) muchas veces cada hora. La lección dice que se haga mil veces al día, o aproximadamente una vez por minuto. Esta sorprendente frecuencia quizá está un poco más allá de nuestro nivel de disciplina. Sentiremos beneficios poderosos si lo hacemos unas cuantas veces por hora.

Comentario

“Las ideas no abandonan su fuente” (1:3). Cuando una mente piensa una idea, esa idea permanece en la mente; no se vuelve algo separado ni aparte de la mente que la pensó. Y yo soy un Pensamiento de Dios; por lo tanto, no puedo estar separado de Él. He pensado que yo estaba separado. Sin duda, muchas veces todavía lo pienso y me comporto como si estuviera separado de Dios. Pero no lo estoy, no puede ser.

Estar separado de Dios es imposible. Dios es Ser, Dios es Existencia. Todo lo que existe, está en Él. Él es Vida. Todo lo que vive, vive en Él. “Él es lo que tu vida es. Donde tú estás, Él está. Hay una sola vida. Ésa es la vida que compartes con Él. Nada puede estar separado de Él y vivir” (2:5-9).

Dios también es santo. Si Dios es santo, y yo estoy en Él, yo soy santo también. “Todo lo que vive es tan santo como Él” (3:3). Por lo tanto, “Camino con Dios en perfecta santidad”. “No puedo ser pecaminoso, de la misma manera en que el sol no puede elegir ser de hielo” (3:3). Esto no es una débil esperanza; es un hecho. Es la verdad acerca de mí, y de ti, y de todos los que viven.

Sin embargo, nos hemos enseñado a nosotros mismos que esta verdad no es verdad. Me asombra ver qué ideas tan contradictorias surgen en mi mente cuando repito esta afirmación. Sería un ejercicio útil escribir la idea de hoy como una afirmación, diez o más veces, y luego en otra columna escribir la respuesta de mi mente a esta idea. Puede que obtengas cosas así:

“Camino con Dios en perfecta santidad”. “No soy tan santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “Me queda mucho trecho para ser santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “No me gusta que me llamen santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “La mayor parte del tiempo camino solo”.

Y así sucesivamente. Lo que es interesante de este ejercicio es que te muestra la serie de pensamientos que domina tu mente, que se opone a la idea de hoy y la ataca constantemente. Es esta cadena de pensamientos negativos lo que bloquea la luz en mí. Todas las respuestas son una forma de la idea “soy un pecador”, lo que con todas mis fuerzas negaría creer, si alguien me lo preguntase. Y sin embargo, frente a la afirmación de que camino con Dios en perfecta santidad, estas formas de la idea de que soy pecador surgen “por sí solas”. ¿De dónde vienen? Está claro que de un muy cuidadoso entrenamiento del ego desde hace mucho tiempo, un lavado de cerebro muy eficaz, tan bien hecho que ni siquiera me doy cuenta de que mi mente ha sido programada.

¿Creo que soy un pecador? “Tú has desperdiciado muchos, pero que muchos años precisamente en este pensamiento descabellado” (7:1), dice la lección. Sí, sin duda, lo creo. Pero cuando me doy cuenta de estos pensamientos negativos acerca de mí, puedo abandonarlos. Puedo “dar marcha atrás” y dejar de acusarme. Cuando lo hago, “la luz que refulge en ti da un paso adelante y envuelve al mundo” (6:2).

¿Cómo podemos deshacer la programación del ego? Un modo, claramente recomendado por esta lección, es una rotunda programación al contrario. Recomienda que mil veces al día nos preguntemos: “¿Quién camina conmigo?” Y luego, que respondamos escuchando a la Voz de Dios diciendo por nosotros:

“Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo”. (8:5-6)

La seguridad de nuestra santidad no viene con una sola repetición de la idea de hoy. Necesitamos miles de repeticiones. Necesitamos continuar repitiéndola hasta que estemos seguros de ella. Si tomáramos esto al pie de la letra, repetir la idea mil veces significaría repetirla más que una vez por minuto, a lo largo de todo el día, suponiendo que estamos despiertos dieciséis horas. ¡Ésas son muchas repeticiones!

Que hoy vea la “extraña absurdidad” (6:4) de la idea del pecado, y me ría del pensamiento. Que empiece a aceptar la maravillosa enseñanza del Curso de que el pecado “es un pensamiento descabellado, un sueño tonto, ridículo quizá, pero no temible” (6:5). Y que me inunde la maravilla de: “Camino con Dios en perfecta santidad”.






TEXTO


VI. La luz de la comunicación


1. La jornada que juntos emprendemos es el intercambio de la oscuridad por la luz, y el de la ignorancia por el entendimiento. 2Nada que entiendas puede ser temible. 3Es sólo en la oscuridad y en la ignorancia donde percibes lo aterrador, y huyes de ello para sumirte en una oscuridad todavía más tenebrosa. 4Mas sólo lo que está oculto puede aterrorizar, no por lo que es intrín­secamente, sino por el hecho de estar oculto. 5Lo tenebroso es aterrador porque no comprendes su significado. 6Si lo comprendieses estaría claro para ti, y ya no estarías en la oscuridad. 7Nada tiene un valor oculto, pues lo que está oculto no puede ser compartido, y por lo tanto, se desconoce su valor. 8Lo que está oculto se mantiene aparte, pero el valor de algo reside siempre en el aprecio que se le da conjuntamente. 9Lo que está oculto no puede ser amado, y, así, sólo puede ser temido.

2. La serena luz en la que el Espíritu Santo mora dentro de ti es sencillamente una luz donde todo está al descubierto, donde no hay nada oculto, y, por ende, donde no hay nada que temer. 2El ataque siempre cederá ante el amor si se lleva ante éste y no se mantiene oculto de él. 3No hay tinieblas que la luz del amor no pueda disipar, a menos que se mantengan. ocultas de la influencia benéfica del amor. 4Lo que se mantiene fuera del alcance del amor no puede compartir su poder curativo, pues ha sido separado de él y se ha mantenido en la oscuridad. 5Los centinelas de la oscu­ridad la vigilan celosamente, y tú, que fabricaste de la nada a esos guardianes de lo ilusorio, tienes ahora miedo de ellos.

3. ¿Vas a continuar otorgándole un poder imaginario a esas extra­ñas ideas de seguridad? 2No son ni seguras ni inseguras. 3No Pro­tegen ni tampoco atacan. 4No hacen nada en absoluto, pues no son nada en absoluto. 5En cuanto que guardianes de las tinieblas y de la ignorancia no recurras a ellas a no ser que quieras sentir miedo, pues lo que mantienen en la oscuridad es temible. 6Abandónalas, y lo que era temible dejará de serlo. 7Sin la protección de la oscu­ridad, lo único que queda es la luz del amor, pues sólo éste tiene significado y sólo él puede vivir en la luz. 8Todo lo demás no puede sino desaparecer.

4. La muerte cede ante la vida, simplemente porque la destruc­ción no es verdad. 2La luz de la inocencia desvanece la culpabili­dad con su fulgor porque cuando se pone una al lado de la otra, la verdad de una hace que la falsedad de la otra resulte perfecta­mente evidente. 3No mantengas la culpabilidad separada de la inocencia, pues tu creencia de que puedes conservar las dos es una absurdidez. 4Lo único que has hecho al mantenerlas separa­das es perder el significado de ambas al confundir la una con la otra. 5así, no te das cuenta de que sólo una de ellas tiene sen­tido. 6La otra no tiene sentido en absoluto.

5. Tú has considerado la separación como un medio de interrum­pir la comunicación con tu Padre. 2El Espíritu Santo la reinter­preta como un medio, de re-establecer lo que nunca se inte­rrumpió, pero sí se había velado. 3Él puede valerse de todo lo que has fabricado para Su santísimo propósito. 4Él sabe que tú no estás separado de Dios, pero percibe muchas cosas en tu mente que te hacen pensar que lo estás. 5De eso, y sólo de eso, es de lo que Él desea apartarte. 6Él te enseñará cómo usar en tu favor tu poder de decisión, que tú concebiste para sustituir tu poder creador. 7Tú que concebiste el poder de decisión para crucificarte a ti mismo, tienes que aprender del Espíritu Santo cómo utili­zarlo en beneficio de la santa causa de la restauración.

6. Tú que hablas haciendo uso de símbolos turbios y engañosos no entiendes el lenguaje que has inventado. 2No tiene sentido, pues su propósito no es facilitar la comunicación, sino interrum­pirla. 3Si el propósito del lenguaje es facilitar la comunicación, ¿cómo puede tener sentido dicha lengua? 4Mas incluso este extraño y tergiversado esfuerzo de querer comunicar no comuni­cando, contiene suficiente amor como para hacer que tenga sen­tido si su intérprete no es su hacedor. 5Tú que la inventaste sólo estás expresando conflictos, y el Espíritu Santo quiere liberarte de ellos. 6Pon en Sus manos lo que quieres comunicar. 7Él lo inter­pretará con perfecta claridad, pues sabe con Quién estás en per­fecta comunicación.

7. No sabes lo que dices, y, por lo tanto, no sabes lo que se te dice, 2pero tu Intérprete se da cuenta de lo que quieres decir en tu extraño lenguaje. 3Él no intentará comunicar lo que no tiene sen­tido, sino que separará todo lo que lo tiene, descartando el resto, y les transmitirá a aquellos que verdaderamente quieran comuni­carse contigo lo que en verdad quieres comunicarles. 4Hablas dos lenguajes al mismo tiempo, lo cual no puede sino ser algo ininte­ligible. 5Mas si uno de ellos no tiene sentido y el otro lo tiene, sólo este último. puede utilizarse para la comunicación. 6El otro no haría sino obstruirla.

8. La única función del Espíritu Santo es facilitar la comunicación. 2Para poder restablecerla, por consiguiente, tiene que eliminar todo lo que la obstaculizaría. 3No le ocultes nada, por lo tanto, que pudiera obstaculizarla, pues Él no atacará a tus centinelas. 4Sim­plemente llévalos ante Él, y permite que Su dulzura te muestre que en la luz no son temibles y que no pueden servir de guardia­nes de las tenebrosas puertas tras las cuales no hay nada que se encuentre celosamente oculto. 5Abramos todas las puertas y deje­mos que la luz entre a raudales. 6En el templo de Dios no hay recintos secretos. 7Sus puertas están abiertas de par en par para recibir a Su Hijo. 8Nadie puede dejar de acudir allí donde Dios lo ha llamado, a menos que él mismo le dé la espalda a la bienvenida que le extiende su Padre.






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