DESPERTAR AL AMOR

viernes, 15 de diciembre de 2017

15 DICIEMBRE: Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 349


Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.


1. Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. 2De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. 3Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. 4Padre, Tus regalos son míos. 5Cada regalo que acepto me concede un milagro que puedo dar. 6Y al dar tal como quiero recibir, comprendo que Tus milagros de curación me pertenecen.

2. Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, 2y nos concede la gracia para satisfacerlas todas. 3Y así, confiamos en que Él nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras men­tes según regresamos a Él.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“La ley del amor” de la que se habla en la segunda frase, se ha mencionado en las Lecciones 344, 345 y 346. Es probable que hayamos olvidado cómo la define la Lección 344: “Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. La ley del amor es la ley de que dar y recibir son lo mismo, de que la generosidad y la extensión de amor son un modo práctico de vivir porque lo que doy, lo recibo. Al comprender lo que es la ley del amor, las palabras de esta lección tienen perfecto sentido:

Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. (1:1-2)

¿Quiero que otros no me juzguen, perdonen mis errores, y me ofrezcan milagros de amor? Daré lo que busco, daré lo que quiero encontrar para mí mismo.

Cada vez que acepto un regalo de Dios, he aumentado el número de milagros que puedo dar (1:4-5). Cada vez que doy ese milagro a otro, he fortalecido mi aprendizaje de que el milagro me pertenece (1:6). Y así recuerdo a Dios.

Hoy no voy a juzgar sino a ofrecer milagros de amor. Voy a dar lo que quiero recibir.


¿Qué es un milagro? (Parte 9)

L.pII.13.5:1-3

Con crudas imágenes, esta sección se refiere a nuestro mundo como “un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir” (5:1). Más de una vez, el Curso dice que vinimos a este mundo para morir, buscábamos la muerte al venir a un lugar donde todo muere. Por ejemplo: “Viniste a morir, por lo tanto, ¿qué puedes esperar, sino percibir los signos de la muerte que buscas?” (T.29.VII.5:2) “El factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de morir” (T.27.I.6:3). Vinimos como resultado de la culpa, creyendo en nuestro propio pecado y buscando nuestro propio castigo. Vinimos porque de algún modo, según la retorcida lógica del ego, la muerte es la última prueba de que hemos logrado separarnos de Dios. Inventamos este mundo como un lugar en el que morir, y luego vinimos a morir en él.

Pero “los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo” en este mundo reseco que hemos inventado, y los milagros lo convierten en un paraíso.

Ahora (las criaturas hambrientas y sedientas) tienen agua. Ahora el mundo está lleno de verdor. (5:2-3)

Los milagros transforman el mundo de muerte que inventamos en un lugar de vida. El Capítulo 26 del Texto, en la Sección IX (“Pues Ellos Han Llegado”), amplía las mismas imágenes:

La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo el cálido sol de verano. Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. Y todo por Ellos. Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ancestral en un trono ancestral. Y debido a Ellos los milagros han brotado en forma de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado estéril. Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. Y ahora te encuentras en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla semejante a él. La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido. (T.26.IX.3:1-8)

Nos abrimos a los milagros cuando nos abrimos al perdón y al amor, cuando nos abrimos a Dios. “Ellos” en esta sección del Texto se refiere al rostro de Cristo (ver la inocencia de nuestros hermanos) y al recuerdo de Dios. Cuando nos permitimos ver el rostro de Cristo en nuestros hermanos, vuelve el recuerdo de Dios. Cuando eso sucede, el terreno “yermo y calcinado” de este mundo se convierte en un jardín, en un reflejo del Cielo.





TEXTO

 

VI. La justificación del perdón


1. La ira nunca está justificada. 2El ataque no tiene fundamento. 3Con esto comienza uno a escapar del miedo, y con esto también es como lo logrará. 4Con esto se intercambian los sueños de terror por el mundo real. 5Pues el perdón descansa sobre esto, lo cual es tan sólo natural. 6No se te pide que concedas perdón allí donde se debería responder con ataque y donde el ataque estaría justifi­cado. 7Pues eso querría decir que perdonas un pecado pasando por alto lo que realmente se encuentra ahí. 8Eso no es perdón, 9ya que supondría que, al reaccionar de una manera que no está jus­tificada, tu perdón se ha convertido en la respuesta al ataque que se ha perpetrado. 10Y así, el perdón no habría sido apropiado, al haberse concedido donde no era debido.

2. El perdón está siempre justificado. 2Sus cimientos son sólidos. 3Tú no perdonas lo imperdonable, ni pasas por alto un ataque real que merece castigo. 4La salvación no reside en que a uno le pidan responder de una manera antinatural que no concuerda con lo que es real. 5En lugar de ello, la salvación sólo te pide que respondas adecuadamente a lo que no es real, no percibiendo lo que no ha ocurrido. 6Si el perdón no estuviese justificado, se te estaría pidiendo que sacrificases tus derechos cuando devuelves perdón por ataque. 7Mas se te pide simplemente que consideres el perdón como la respuesta natural ante cualquier aflicción basada en un error que, por ende, no es más que una petición de ayuda. 8El perdón es la única respuesta cuerda, 9pues impide que tus derechos sean sacrificados.

3. Este entendimiento es el único cambio que le permite al mundo real alzarse para ocupar el lugar de los sueños de terror. 2El miedo no puede surgir a menos que se justifique el ataque; y si éste tuviese una base real, el perdón no tendría base alguna. 3El mundo real se alcanza cuando percibes que aquello en lo que el perdón se basa es completamente real y está plenamente justifi­cado. 4Mientras creas que el perdón es un regalo inmerecido, ello no podrá sino reforzar la culpabilidad que quieres "perdonar". 5El perdón que no está justificado es un ataque. 6Y eso es todo lo que el mundo puede jamás ofrecer. Puede que algunas veces perdone a los "pecadores", pero sigue siendo consciente de que han pecado. 8De modo que no se merecen el perdón que les con­cede.

4. Éste es el falso perdón del que el mundo se vale para mantener viva la sensación de pecado. 2puesto que se considera que Dios es justo, parece imposible que Su perdón pueda ser verdadero. De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de consi­derar que el perdón es algo inmerecido. 4Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor de Dios. 5Pero se salva de este dilema si perdona. La mente tiene que considerar al Creador tal como se considera a sí misma. 7Si puedes darte cuenta de que tu hermano es digno de perdón, es que has aprendido que tú tienes el mismo derecho a ser perdonado que él. 8Y no pensa­rías que Dios tiene destinado para ti un juicio temible que tu her­mano no se merece. 9Pues la verdad es que tú no mereces ni más ni menos que él.

5. Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. 3Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado. 4No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. 5Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviese más allá del alcance del perdón. Tendría que haber algún error que fuese más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviese más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape. 7Ten­dría que haber un error capaz de deshacer la creación, y de cons­truir un mundo que pudiese reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. 8Sólo si esto fuese posible podría haber algunas aparien­cias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él.

6. No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, que la creencia de que hay algunas clases de enferme­dad y de desdicha que el perdón no puede sanar. Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos. 3Y así, pien­sas que algunas apariencias son reales y que no son apariencias en absoluto. 4No te dejes engañar con respecto al significado de la creencia fija según la cual algunas apariencias son más difíciles de pasar por alto que otras. 5Pues ello siempre significa que crees que el perdón tiene límites. 6te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial y en la que puedes liberarte de la culpabilidad sólo en parte. 7¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón que te concedes a ti mismo, así como a todos los que pare­cen estar separados de ti es falso?

7. Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. 2Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. 3Si se tuviese que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad. 4Y no podrías escaparte totalmente de la culpabilidad, sino sólo en parte. 5Tie­nes que perdonar al Hijo de Dios completamente, 6pues, de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada, y seguirás temiendo mirar en tu interior y encontrar allí tu libera­ción de todos los ídolos. 7La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpabilidad que tú no puedas perdonar. 8Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios.

8. Contempla a tu hermano con el deseo de verlo tal como es. 2Y no excluyas ninguna parte de él de tu deseo de que se cure. 3Curar es hacer íntegro. 4Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera. 5El perdón consiste en recono­cer esto, y en alegrarnos de que no haya  ninguna forma de enfer­medad que el milagro no tenga el poder de curar.

9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. 2Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpabilidad. 3De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así:
4Te doy las gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia.
5He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la Voluntad de Dios, el feliz reconocimiento de que la culpabilidad no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones sean reales. 6¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad?



10. Contempla a tu hermano con esta esperanza en ti y comprende­rás que él no pudo haber cometido un error que hubiese podido cambiar la verdad acerca de él. 2No es difícil pasar por alto errores a los que no se les ha atribuido efectos. 3Mas no perdonarás aque­llo que consideres que tiene el poder de hacer del Hijo de Dios un ídolo.4 Pues en ese caso él se habrá convertido para ti en una ima­gen sepulcral y en un signo de muerte. 5¿Podría ser eso tu salvador? 6¿Podría acaso el Padre estar equivocado con respecto a Su Hijo? 7¿No será más bien que te has engañado a ti mismo con respecto a aquel que se te dio para que lo curases a fin de que tú te pudieras salvar y liberar?





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