DESPERTAR AL AMOR

jueves, 14 de junio de 2018

14 JUNIO: Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.

AUDIOLIBRO
 




EJERCICIOS



LECCION 165

Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.



1. ¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él? 2¿Qué otra cosa sino tus pensamientos de aflicción y de muerte ensombrecen la perfecta felicidad y vida eterna que la Voluntad de tu Padre dispone para ti? 3¿Y qué otra cosa sino las ilusiones podrían ocul­tar lo que no puede ser ocultado? 4¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí?

2. El Pensamiento de Dios te creó. 2Y no te ha abandonado, ni tú has estado nunca separado de él ni siquiera por un instante. 3Te pertenece. 4Gracias a él vives. 5Es tu Fuente de vida, pues te man­tiene unido a él, y todo es uno contigo porque él jamás te aban­donó. 6El Pensamiento de Dios te protege, cuida de ti, hace que tu lecho sea mullido y allana tu camino, al iluminar tu mente con gozo y amor. 7Tanto la eternidad como la vida eterna refulgen en tu mente porque el Pensamiento de Dios no te ha abandonado y todavía se encuentra en ti.
 
3. ¿Quién negaría su seguridad, su paz, su alegría, su curación y tranquilidad de espíritu, así como su sereno descanso y apacible despertar, si reconociese dónde se encuentran? 2¿No se prepara­ría de inmediato para salir a su encuentro, abandonando todo lo demás como algo sin valor en comparación? 3Y una vez que los hubiera encontrado, ¿no se aseguraría de que permanecieran con él y él con ellos?

4. No niegues el Cielo. 2Hoy se te concede sólo con que lo pidas. 3No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue. 4Pídelo y se te concederá. 5La convicción radica en él. 6Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incerti­dumbre. 7Mas Dios es justo. 8No tienes que tener certeza para reci­bir lo que sólo tu aceptación puede otorgar.

5. Pide con fervor. 2No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. 3Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. 4¿Por qué otra cosa ibas a querer intercambiarlo? 5¿Qué podría inducirte ahora a dejarlo desaparecer de tu extática visión? 6Pues verlo te demuestra que has cambiado tu ceguera por los ojos videntes de Cristo, y que tu mente ha decidido abandonar la negación y aceptar el Pensamiento de Dios como tu herencia.

6. Y ahora las dudas son cosa del pasado, el final de la jornada es indudable y se te ha concedido la salvación. 2Ahora el poder de Cristo mora en tu mente, para que puedas curar tal como fuiste curado. 3Pues ahora te cuentas entre los salvadores del mundo. 4Ése es tu único destino. 5¿Consentiría Dios acaso que Su Hijo permaneciese eternamente hambriento por haberse negado a sí mismo el sustento que le es menester para poder vivir? 6La abun­dancia mora en él, y la privación no puede separarlo del Amor vivificante de Dios, ni de su hogar.

7. Practica hoy lleno de esperanza. 2Pues tener esperanzas está ciertamente justificado. 3Tus dudas no tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza. 4Y el Pensamiento de Él nunca está ausente. 5La certeza no puede sino morar en ti que eres Su anfitrión. 6Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu cer­teza acerca de Él.
8. Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza. 2Y en Su Nombre practicamos tal como Su Palabra nos indica que hagamos. 3Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas. 4Su Amor, tras cada uno de nuestros temores. 5El Pensamiento de Él todavía se encuentra en nuestras mentes más allá de todo sueño, tal como Su Voluntad dispone.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dejar de negar el Pensamiento de Dios, sentirlo y luego abandonar todas las demás comparaciones sin ningún valor.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Practica tal como te indique el Espíritu Santo, pero la esencia debe ser deshacer tu negación del Pensamiento que te creó y que te apoya, y pedir conocer ese Pensamiento. De este modo, debe haber una atención negativa en abandonar tu negación y tu resistencia, y una atención positiva en pedir la experiencia del Pensamiento de Dios, la experiencia del Cielo. “Pide con fervor” (5:1) y “lleno de esperanza” (7:1). Es normal que tengas dudas acerca de cuánto lo deseas. La seguridad vendrá únicamente de experimentar lo que estás pidiendo. Esto te llevará más allá de todas tus dudas a donde sabes que esta experiencia es ciertamente lo único que quieres.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, intentando abandonar tu negación y dándole la bienvenida a la conciencia del Cielo. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora que ha terminado, y pídele Su dirección para la hora que comienza.

Comentario

La lección de hoy, la de mañana, y las de antes y después, son un aliento inmenso para seguir adelante. En estos días, el Curso está intentando llevarnos más allá de la duda a un compromiso firme.

¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él?... ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí? (1:1, 4)

Ken Wilber, autor de muchos libros de psicología transpersonal y crecimiento espiritual, señala que considerado como evolución, el crecimiento espiritual avanza hasta el punto de que deseamos morir al nivel inferior de vida para ir más allá y recordar el nivel superior. El hecho de que nuestra experiencia está a nivel del ego no es porque el nivel más alto no esté ya aquí, es porque hemos elegido el inferior como un sustituto del superior, y lo elegimos en cada instante. Cuando el nivel inferior se ha vivido a tope, se ha probado al máximo en cierto sentido, y se ha descubierto que no satisface, entonces hay motivación para ir al superior.

Necesitamos sentirnos desilusionados del ego hasta tal punto que empezamos a ver a través de sus ilusiones. El grado en que el ego nos parece real es la medida de nuestra negación de “la verdad que se encuentra más allá de él” (1:1). No podemos ver el mundo real porque no queremos verlo. Estamos negándolo activamente. La realidad del mundo real, si se percibe y se acepta, significa el final de la realidad tal como la conocemos ahora. El Cielo nos parece una amenaza a nuestro imaginado nivel de comodidad en el nivel del ego.

Jesús nos pide:

No niegues el Cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas. No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue. Pídelo y se te concederá. La convicción radica en él. Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. Mas Dios es justo. No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar. (4:1-8)

No tienes que estar seguro antes de pedir el Cielo. “No tienes que tener certeza” (4:8). De hecho, no puedes estar seguro ni tener certeza antes de pedirlo porque “la convicción radica en él” (4:5); es decir, no encuentras la convicción, la seguridad, la certeza hasta que tienes el Cielo, y no puedes saber que lo tienes hasta que lo pides.

Mientras vivimos pensando que somos ego, pensando en ir hacia delante, pensando en abandonar al ego, el ego lucha por su propia existencia. Nos dice: “No sabes en lo que te estás metiendo. ¿Cómo puedes estar seguro de que te gustará? Mejor es asegurarte antes de dar un paso”.

La certeza, la seguridad y la convicción vienen de la experiencia. Cuando hayas experimentado el mundo real, aunque sea un poco, sabrás que eso es lo que quieres y que es lo que has buscado equivocadamente en el mundo de las ilusiones del ego. Así que, pide el Cielo.

Otro consuelo es que no necesitamos entender todo lo que es el Cielo, o el mundo real, antes de pedirlo. No necesitas tener una idea clara de lo que estás pidiendo, de “cuánto habrá cambiado tu mente” (4:3). Ese cambio de la mente no viene antes de la decisión de pedir, sino que viene después. Es el deseo lo que permite que venga.

¡Ni siquiera tienes que estar seguro de que el Cielo es lo único que quieres!

No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. (5:2-3)

Es normal entrar en esto a medias, con pensamientos como: “Quizá puedo tener el mundo real y también aferrarme a mis relaciones especiales. O quizá puedo tener paz interior y disfrutar también de mis pequeños placeres”. Todo esto desaparecerá una vez que hayas saboreado lo que es real. Una semejanza pobre, pero que lo aclara: “¿Cómo puedes retenerlos en la granja después de haber visto París?” Una vez que pruebas “el tesoro que siempre has buscado”, ¿por qué ibas a regresar a cosas más pequeñas?

Ya tenemos la seguridad dentro de nosotros, en la realidad. Eso es parte de lo que hemos ocultado con las ilusiones de nuestro ego. Cuando encontramos el Ser, lo encontramos con seguridad total. El proceso del Curso de “despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor” (T.In.1:7), se reafirma aquí en forma de esa seguridad interior: “Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él” (7:6).

El proceso consiste en hacernos conscientes de nuestras dudas, de que las tenemos, reconocerlas, y luego no tomarlas en serio. Éste es exactamente el mismo proceso que seguimos con otros obstáculos, tales como la ira, la tristeza y el dolor. Contémplalos con claridad para que puedas ver que las dudas son parte de la ilusión también. “No tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza” (7:3). “Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas” (8:3).

La seguridad no es algo que nosotros podemos producir por nuestra cuenta. “Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza” (8:1). Pero para que eso suceda, tenemos que querer avanzar hacia delante, querer “morir” al nivel inferior de vida que conocemos ahora y pedir algo más, una manera de ver diferente, un tipo diferente de visión. Necesitamos estar dispuestos a pedir que “el Pensamiento de Dios” entre en nuestra mente y expulse el sistema de pensamiento equivocado que hemos estado albergando. Necesitamos “seguir las instrucciones”, por así decir, que se dan en el Curso; si lo hacemos, la seguridad vendrá a nosotros.




TEXTO



Capítulo 15



EL INSTANTE SANTO



I. Los dos usos del tiempo



1. ¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocu­paciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? 2Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más. 3El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. 4Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedi­cado que sólo aprendas de Él. 5Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo en el que aprender. 

2. La razón del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se encuentran en un futuro remoto. 2Sin embargo, no es así, 3pues el Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él. 4Él tiempo es Su amigo a la hora de enseñar. 5No causa deterioro en Él como lo hace en ti. 6Todo el deterioro que el tiempo parece ocasionar se debe únicamente a tu identificación con el ego, que se vale del tiempo para reforzar su creencia en la destrucción. 7El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del obje­tivo y del final del aprendizaje. 8Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. 9Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin.

3. El ego es un aliado del tiempo, pero no un amigo. 2Pues descon­fía tanto de la muerte como de la vida, y lo que desea para ti, él no lo puede tolerar. 3Él ego te quiere ver muerto, pero él no quiere morir., 4El resultado de esta extraña doctrina no puede ser otro, por lo tanto, que el de convencerte de que él te puede perseguir más allá de la tumba. 5Y al no estar dispuesto a que ni siquiera en la muerte encuentres paz, te ofrece inmortalidad en el infierno. 6Te habla del Cielo, pero te asegura que el Cielo no es para ti. 7Pues, ¿qué esperanzas pueden tener los culpables de ir al Cielo? 

4. Creer en el infierno es ineludible para aquellos que se identifi­can con el ego. 2Sus pesadillas y sus miedos están asociados con él. 3El ego te enseña que el infierno está en el futuro, pues ahí es hacia donde todas sus enseñanzas apuntan. 4Su objetivo es el infierno. 5Pues aunque tiene por finalidad la muerte y la disolu­ción, él mismo no cree en ello. 6El objetivo de muerte que ansía para ti, le deja insatisfecho. 7Nadie que siga sus enseñanzas puede estar libre del miedo a la muerte. 8Sin embargo, si se pensase en la muerte simplemente como el fin del dolor, ¿se le tendría miedo? 9Hemos visto antes esta extraña paradoja en el sistema de pensamiento del ego, pero nunca tan claramente como aquí. 10Pues el ego tiene que dar la impresión de que mantiene al miedo alejado de ti para conservar tu fidelidad. 11Pero tiene que generar miedo para protegerse a sí mismo. 12Una vez más, el ego intenta, y lo logra con demasiada frecuencia, hacer ambas cosas, valiéndose de la disociación para mantener sus metas contradictorias unidas, de manera que parezcan estar en armonía. 13El ego enseña, por lo tanto, que la muerte es el final en lo que respecta a cualquier espe­ranza de alcanzar el Cielo. 14Sin embargo, puesto que tú y el ego no podéis estar separados, y puesto que él no puede concebir su propia muerte, te seguirá persiguiendo porque la culpabilidad es eterna. 15Tal es la versión que el ego tiene de la inmortalidad. 16Y eso es lo que su versión del tiempo apoya.

5. El ego enseña que el Cielo está aquí y ahora porque el futuro es el infierno. 2Hasta cuando ataca tan despiadadamente que trata de quitarle la vida al que cree que su voz es la única que existe, incluso a ése le habla del infierno. 3Pues le dice que el infierno está también aquí, y lo incita a que salte del infierno al olvido total. 4El único tiempo que el ego le permite contemplar a cual­quiera con ecuanimidad es el pasado. 5Mas el único valor de éste es que no existe.

6. ¡Cuán desolado y desesperante es el uso que el ego hace del tiempo! 2¡Y cuán aterrador! 3Pues tras su fanática insistencia de que el pasado y el futuro son lo mismo se oculta una amenaza a la paz todavía más insidiosa. 4El ego no hace alarde de su amenaza final, pues quiere que sus devotos sigan creyendo que les puede ofrecer una escapatoria. 5Pero la creencia en la culpabilidad no puede sirio conducir a la creencia en el infierno, y eso es lo que siempre hace. 6De la única manera en que el ego permite que se experimente el miedo al infierno es trayendo el infierno aquí, pero siempre como una muestra de lo que te espera en el futuro. 7Pues nadie que se considere merecedor del infierno puede creer que su castigo acabará convirtiéndose en paz.

7. El Espíritu Santo enseña, por lo tanto, que el infierno no existe. 2El infierno es únicamente lo que el ego ha hecho del presente. 3La creencia en el infierno es lo que te impide comprender el presente, pues tienes miedo de éste. 4El Espíritu Santo conduce al Cielo tan ineludiblemente como el ego conduce al infierno. 5Pues el Espíritu Santo, que sólo conoce el presente, se vale de éste para desvanecer el miedo con el que el ego quiere inutilizar el pre­sente. 6Tal como el ego usa el tiempo, es imposible librarse del miedo. 7Pues  el tiempo, de acuerdo con las enseñanzas del ego, no es sino un recurso de enseñanza para incrementar la culpabili­dad hasta que ésta lo envuelva todo y exija eterna venganza.
             
8El Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora. 2No es el presente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. 3El miedo no tiene cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. 4Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro en el que el Hijo de Dios emerge del pasado al presente. 5Y el presente se extiende eternamente. 6Es tan bello, puro e inocente, que en él sólo hay felicidad. 7En el presente no se recuerda la oscuridad, y lo único que existe es la inmortalidad y la dicha.

9. Esta lección no requiere tiempo para aprenderse. 2Pues, ¿qué es el tiempo sin pasado ni futuro? 3El que te hayas descarriado tan completamente ha requerido tiempo, pero ser lo que eres no requiere tiempo en absoluto. 4Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad. 5Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. 6En él nada del pasado te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, complemente libre y sin condenación alguna. 7Desde este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo.

10El tiempo es inconcebible sin cambios, mas la santidad no cam­bia. 2Aprende de este instante algo más que el simple hecho de que el infierno no existe. 3En este instante redentor reside el Cielo. 4Y el Cielo no cambiará, pues nacer al bendito presente es librarse de los cambios. 5Los cambios son ilusiones que enseñan los que no se pueden ver a sí mismos libres de culpa. 6En el Cielo no se pro­ducen cambios porque Dios es inmutable. 7En el instante santo en que te ves a ti mismo resplandeciendo con el fulgor de la libertad, recuerdas a Dios. 8Pues recordarle es recordar la libertad.

11. Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder, cambiar de parecer. tan radicalmente, pregún­tate a ti mismo: "¿Es mucho un instante?" 2¿No le ofrecerías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu propia salvación? 3Él no te pide nada más, pues no tiene necesidad de nada más. 4Requiere mucho más tiempo enseñarte a que estés dis­puesto a darle a Él esto que lo que Él tarda en valerse de ese ínfimo instante para ofrecerte el Cielo, en su totalidad. 5cambio de ese instante, Él está listo para darte el recuerdo de la eternidad. 

12. Mas nunca le podrás dar al Espíritu Santo ese instante santo en favor de tu liberación, mientras no estés dispuesto a dárselo a tus hermanos en favor de la suya. 2Pues el instante de la santidad es un instante que se comparte, y no puede ser sólo para ti. 3Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su ins­tante de liberación es el tuyo. 4Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y que recibirás. 5Dan testimonio de que estás dispuesto a ser liberado y a ofrecerle el tiempo al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para Sus propósitos.

13. ¿Cuánto dura un instante? 2Dura tan poco para tu hermano como para ti. 3Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. 4Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. 5Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. 6No seas reacio a dar lo que quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. 7En la crista­lina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata libe­ración .de la culpabilidad. 8Si ofreces santidad no puedes sino ser santo.

14. ¿Cuánto dura un instante? 2Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la perfecta cordura la perfecta paz y el per­fecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; 3el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmortales, que la comparten. contigo; 4el tiempo que sea necesa­rio para intercambiar el infierno por el Cielo. 5Dura el tiempo suficiente para que puedas trascender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre.

15. El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo. 2Él necesita muy poco para restituirte todo el poder de Dios. 3Aquel que transciende el tiempo por ti entiende cuál es el propósito del tiempo. 4La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. 5Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. 6Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. 7En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. 8Y así, deja de ser tiempo. 9Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad. 10Da el instante eterno, para que en ese radiante instante de perfecta liberación se pueda recordar la eternidad por ti. 11Ofrece el milagro del instante santo por medio del Espíritu Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti.










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