DESPERTAR AL AMOR

sábado, 23 de junio de 2018

23 JUNIO: QUINTO REPASO: Repaso de las lecciones 157 y 158

AUDIOLIBRO
 





EJERCICIOS

LECCIÓN 174


Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

1. (157) En Su Presencia he de estar ahora.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. 

2. (158) Hoy aprendo a dar tal como recibo.

2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 6 de la Introducción al Quinto Repaso:

En este párrafo, Jesús habla en la primera persona: “Yo te acompaño en esta jornada” (6:1). Un aspecto del Curso que parece recibir menos atención que muchas otras es la presencia personal del autor en nuestras vidas. Sin duda, muchos de nosotros,, sintiendo que nos hemos “escapado” de lo que nos parecía un fondo cristiano lleno de prohibiciones, que daba mucha importancia a “un salvador personal” y la adoración de Jesús como el único Hijo de Dios, nos sentimos incómodos con la idea de tener a Jesús a nuestro lado al hacer este viaje. Se parece demasiado a lo que dejamos atrás.

En la Clarificación de Términos en el Manual para el Maestro, se nos recuerda que “se han hecho amargos ídolos de aquel que sólo quiere ser un hermano para el mundo” (C.5.5:7). Una relación que puede necesitar sanación es nuestra relación con él, podemos traer muchas “ideas sombrías” del pasado que deforman la imagen que tenemos de él. Aquí en el Manual, se nos pide: “Perdónale tus fantasías, y comprende lo mucho que amarías a un hermano así” (C.5.5:8). Sin embargo, el Curso trata este asunto con dulzura, como hace con todos estos asuntos. “Es posible leer sus palabras y beneficiarse de ellas sin aceptarle en tu vida. Mas él te ayudaría todavía más si compartieses con él tus penas y alegrías” (C.5.6:6-7). Así que, si esta idea de tener una relación con él te produce inquietud o incluso desagro, quédate en paz, es normal.

Jesús se ofrece a compartir tus dudas y tus miedos para hacerse más cercano a nosotros. Sabemos que él entiende por lo que estamos pasando porque él también lo ha pasado antes. Aunque él ha llegado a un lugar donde la duda, la inseguridad y el dolor no significan nada, él lo entiende cuando las sentimos. No tenemos que sentir que nos estamos acercando a una figura lejana, elevada y poderosa, que con un gesto de su mano quiere acallar nuestra inseguridad por ser poco importante. Él ve lo que nosotros vemos. Él es consciente de todas las ilusiones que nos causan terror, y la realidad que parecen tener para nosotros. Pero él tiene en su mente “el camino que lo condujo a su propia liberación, y que ahora te conducirá a ti a la tuya junto con él” (6:5). Él es como un hermano mayor que ha terminado el viaje, pero que ahora ha regresado para llevarnos al hogar con él. Él sabe que el Hijo de Dios no está completo hasta que hayamos caminado el mismo camino que él. Él está con nosotros ahora, mostrándonos el camino.


En mis momentos de quietud hoy, que yo sea consciente de su presencia. Cuando entro en la Presencia de Dios, que yo sea consciente de uno que está a mi lado, quizá sujetando mi mano si me siento temeroso. Que yo esté deseoso de llevarle mi inseguridad y dolor a él, para que yo pueda vencerlos. Tal como recibo la gracia de él permitiéndome dejar a un lado mis miedos y dudas, que yo aprenda a dar tal como recibo. Que yo salga de este instante con él para compartir con los que me rodean lo que he recibido. Que actúe de representante de Dios en el mundo, para perdonar los “pecados” de aquellos que me rodean, calme sus mentes, y les ofrezca la paz que a mí se me ha dado.



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