DESPERTAR AL AMOR

domingo, 24 de junio de 2018

24 JUNIO: QUINTO REPASO: Repaso de las lecciones 159 y 160


AUDIOLIBRO





EJERCICIOS

LECCIÓN 175

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



1. (159) Doy los milagros que he recibido.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (160) Yo estoy en mi hogar.

2El miedo es el que es el extraño aquí. 3Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 7 de la Introducción al Quinto Repaso:

¿Sabes qué?, por el modo en que Jesús habla en la primera frase, ¡parece que es algo que él ha experimentado más de una vez! “Mi resurrección se repite cada vez que conduzco a un hermano sin contratiempo alguno allí donde la jornada termina para ya no recordarse más” (7:1). Ciertamente me gustaría pensar que ha habido más que él, sería descorazonador si él fuera el único hasta ahora. Hoy, pienso que probablemente ha habido más de los que nos damos cuenta que han llegado al final del viaje con él. A veces me pregunto por qué parece que hay tan pocos en este mundo que parecen “haberlo logrado”, pero si pienso en ello, me parece que ¡“este mundo” es el último lugar en el que probablemente podemos encontrar a tales personas! Estoy contento de que Jesús, al menos, ha decido quedarse por aquí y ser “un salvador… con aquellos a quienes enseña” (6:5). ((A decir verdad, el Curso da a entender que hay otros también, ver los dos primeros párrafos de la Sección 26 del Manual para el Maestro: “¿Es posible llegar a Dios directamente?”)

Levanta el ánimo la idea de que cuando en alguna circunstancia yo aprendo el “camino que nos libera a todos de la aflicción y del dolor” (7:2), Jesús se “renueva”. Por supuesto, eso es cierto acerca de todos nosotros, cada uno de nosotros se renueva cuando un hermano aprende el camino de liberarse de todo dolor y aflicción. Todos a los que tocamos con un milagro nos enriquecen cuando lo reciben. Cuando alguien comparte la explicación de un milagro en su vida, se renueva todo el que lo escucha, eso es lo que hace que el compartir sea tan reconfortante. Mi propio camino con Dios se fortalece cada vez que me doy cuenta de que algo que yo he dicho ha ayudado a alguien. El Curso a menudo dice que aquellos a quienes ayudamos, nos ayudan, así es como aprendemos a recordar lo que somos.

Que hoy recuerde que cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, y Le busco, Cristo renace. Así es como tiene lugar el Segundo Advenimiento (ver L.pII.9.3:2, “¿Qué es el Segundo Advenimiento?”). Cuando todos hayamos dado a Cristo nuestra mente por completo, el Segundo Advenimiento se habrá completado. Cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, lo acerco más. Cada vez que hoy recuerdo “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”, adelanto ese día. Cada vez que elijo dar los milagros que he recibido, cada vez que recuerdo que mi Ser, y no el miedo, está en el hogar en mí, Cristo renace en el mundo.

Nadie ha sido olvidado. Me encanta la frase de Marianne Williamson: “Dios no ha perdido tu expediente”. Me gusta imaginar el ajetreo y bullicio de “la oficina celestial”, con todo tipo de seres trabajando para mi bien, todos desconocidos para mí. Dejando pequeñas pistas para que yo las encuentre. Planeando que me encuentre con la persona adecuada, encuentre los libros adecuados, y tenga las experiencias por las que necesito pasar.

Pero todo esto necesita mi colaboración. La última frase parece contradictoria, afirmando que Jesús necesita mi ayuda para conducirme de regreso a donde la jornada comenzó. Pero tiene sentido, pues como el Curso dice todo el tiempo, lo único importante es mi pequeña dosis de buena voluntad. Él me lleva, él no me obliga. Mi ayuda consiste en estar dispuesto a seguirle, parándome de vez en cuando para escuchar sus instrucciones. Y mi ayuda consiste en hacer la práctica que él me dice que haga.

¡Me doy cuenta de que él me está llevando hacia atrás! A donde empezó el viaje, para que yo pueda “llevar a cabo otra elección” (7:5). Todo su trabajo conmigo es hacerme regresar al momento en que tomé una decisión equivocada, para que ahora pueda tomar una decisión diferente. No hay nada que no se pueda cambiar. Incluso la decisión que empezó esta pesadilla puede deshacerse, y será deshecha, y ha sido deshecha. Él nos está guiando “en (nuestros) primeros e inciertos pasos de ascenso por la escalera que la separación (nos) hizo descender” (T.28.III.1:2). Cada decisión equivocada que le permito que deshaga hoy, es otro paso en la escalera de ascenso a la memoria de mi estado original, a la memoria del hecho de que “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”.


Damos los milagros que hemos recibido, y cuando lo hacemos, recordamos que ya estamos en el hogar, y que el miedo es el extraño.



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