DESPERTAR AL AMOR

lunes, 25 de junio de 2018

25 JUNIO: QUINTO REPASO: Repaso de las lecciones 161 y 162

AUDIOLIBRO
 



EJERCICIOS

LECCIÓN 176

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



1. (161) Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. 

2. (162) Soy tal como Dios me creó.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 8 de la Introducción al Quinto Repaso:

Nuestras prácticas de alguna manera liberan al Cristo en el mundo. Abrir nuestra mente al Espíritu Santo nos deja dispuestos como canales para aquellos a nuestro alrededor. Por supuesto, el Espíritu Santo es “Aquel que ve tu extrema necesidad, y que conoce la respuesta que Dios le ha dado” (8:1). Creo que una de las cosas que hace que el Curso sea tan extraordinario es el modo en el que reconoce nuestra “extrema necesidad” y sin embargo afirma que en realidad no tenemos necesidades. Es como si nos dijera: “Sé que el mundo del dolor y la pérdida es sólo una ilusión y nada por lo que debas preocuparte, pero también sé que para ti es muy, muy real, y estoy dispuesto a trabajar contigo partiendo de esa base.

Claramente, se nos anima a desarrollar una relación con Jesús y el Espíritu Santo. “Juntos repasaremos estos pensamientos” (8:2). “Juntos les dedicaremos nuestro tiempo y esfuerzos” (8:3). No somos individuos practicando un tipo de manipulación mental; nos estamos comprometiendo a una relación, una aventura de colaboración:

La curación no procede de nadie más. Tienes que aceptar dirección interna. La dirección que recibas no puede sino ser lo que quieres, pues, de lo contrario, no tendría sentido para ti. Por eso es por lo que la curación es una empresa de colaboración. Yo puedo decirte lo que tienes que hacer, pero tú tienes que colaborar teniendo fe en que yo sé lo que debes hacer. (T.8.IV.5-9)

Así que estamos repasando estos pensamientos con él. No estamos pensando en ellos por nuestra cuenta, sino escuchando esa guía desde dentro mientras pensamos en ellos.

“Y juntos se los enseñaremos a nuestros hermanos” (8:4). ¿Te has dado cuenta de que casi cada vez que le Curso habla acerca del proceso que estamos pasando, termina con algún aspecto de compartir o extensión, algún modo de dar a nuestros hermanos lo que nosotros hemos recibido? El Curso no es un camino personal de salvación. Lo que es más, enseña que no existe la salvación individual, porque “el individuo” es una ilusión. No estamos solos. No somos individuos separados que pueden salvarse individualmente. Somos partes de un todo, y cuando empezamos a recibir lo que el Espíritu Santo tiene que enseñar, debemos compartirlo, porque compartir es lo que Él enseña. “Enseñar con acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier lenguaje o sin lenguaje; en todo lugar o momento, o en cualquier forma” (M.1.3:6).

Enseñamos porque el todo no está completo hasta que todos estén incluidos. Tal como Jesús no está completo sin nosotros, nosotros no estamos completos sin nuestros hermanos. Como Jesús, nosotros podemos reconocer que lo tenemos todo en nosotros mismos y al hacerlo, reconocer que nuestros hermanos lo tienen todo. El estado de estar completo está ahí, pero sin admitirlo ni reconocerlo: “Soy tal como Dios me creó”, como nos lo recuerda una de las dos ideas del repaso. “Nuestro hogar ancestral… se ha mantenido a salvo de los azotes de éste, así como inmaculado y seguro, tal como será cuando al tiempo le llegue su fin” (8:8). No lo podemos perder, pero hemos perdido la consciencia de él, y esa consciencia es lo que compartimos con los demás.

Cuando empezamos a aceptar que nada nos falta, nos convertimos en recordatorios para todos de que tampoco les falta nada, y de que lo compartimos todo con todos. No hay necesidad de “predicar”, ni de un grupo espiritual selecto diciéndole al resto del mundo “cómo es”. Es la feliz comunicación de que “Tú eres completo, como yo. Soy tal como Dios me creó, y tú eres tal como Dios te creó”. Venimos a nuestros hermanos no como superiores, sino pidiéndoles que nos den su bendición, reconociéndoles como el Hijo de Dios que son, junto con nosotros: 
“Dame tu bendición, santo Hijo de Dios”.


Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo. (L.37.3:1-2)




TEXTO

VIII. La única relación real



1. El instante santo no es un sustitutivo de tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. 2fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu libera­ción. 3Tiene que aprovechar cualquier señal o indicación de que estás dispuesto a aprender de Él lo que es la verdad. 4No se demora en utilizar cualquier cosa que le ofrezcas en favor de eso. 5Su interés por ti y el cuidado que te profesa son ilimitados. 6En vista del miedo que tienes del perdón, que Él percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, Él te ense­ñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pér­dida, sino que, por el contrario, es tu salvación. 7Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completa­mente absuelto.

2. Escúchale gustosamente, y aprende de Él que no tienes necesi­dad de relaciones especiales en absoluto. 2Lo único que buscas en ellas es aquello que desechaste. 3Y a través de ellas nunca podrás aprender el valor de lo que descartaste, lo cual, sin embargo, sigues anhelando con todo tu corazón: 4Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear que sea lo único que hay. 5El Hijo de Dios tiene tanta necesidad de que estés dispuesto a tratar de lograr esto, que es imposible concebir una necesidad mayor. 6Contempla la única necesidad que Dios y Su Hijo comparten, y que quieren satisfacer juntos. 7No estás solo en esto. 8La voluntad de tus creaciones te llama para que compartas tu voluntad con ellas. 9Por lo tanto, dale la espalda a la culpabilidad en paz y dirígete hacia Dios y hacia tus creaciones.

3. Relaciónate únicamente con lo que nunca te abandonará y con lo que nunca podrías abandonar. 2La soledad del Hijo de Dios es la soledad de su Padre. 3No rechaces la conciencia de tu comple­ción, ni procures restituírtela tú mismo. 4No tengas miedo de poner la redención en manos del Amor de tu Redentor. 5Él no te fallará, pues viene de parte de Uno que no puede fallar. 6Acepta tu sensación de fracaso como una simple equivocación con res­pecto a quién eres. 7Pues el santo anfitrión de Dios se encuentra más allá de todo fracaso, y nada que su voluntad disponga puede ser negado. 8Estás eternamente en una relación tan santa, que invoca a todo el mundo a escaparse de la soledad y a unirse a ti en tu amor. 9Y todo el mundo tiene que buscar el lugar donde estás y encontrarte allí.

4. Piensa en esto por un instante: Dios te dio la Filiación para asegurar tu perfecta creación. 2Ése fue Su regalo, pues tal como Él no se negó a darse a Sí Mismo a ti, tampoco se negó darte Su creación. 3Todo lo que jamás fue creado es tuyo. 4Tu única rela­ción es la relación que tienes con todo el universo. 5Y ese universo, al ser de Dios, está mucho más allá de la mísera suma de todos los cuerpos separados que percibes. 6Pues todas las partes del universo están unidas en Dios a través de Cristo, donde se vuelven semejantes a su Padre. 7Cristo sabe que Él no está sepa­rado de Su Padre, Quien constituye Su única relación, en la que Él da tal como Su Padre le da a Él.

5. El Espíritu Santo es el intento de Dios de liberarte de lo que Él no entiende. 2Y por razón del Origen del intento, éste no puede fracasar. 3El Espíritu Santo te pide que respondas tal como Dios lo hace, pues quiere enseñarte lo que tú no entiendes. 4Dios respon­derá a toda necesidad, sea cual fuere la forma en que ésta se manifieste. 5El Espíritu Santo, por consiguiente, mantiene este canal abierto para recibir la comunicación de Dios a ti y la tuya a Él. 6Dios no entiende tu problema de comunicación, pues Él no lo comparte contigo. 7Tú eres el único que cree que es comprensible. 9EI Espíritu Santo sabe que no lo es, y, sin embargo, lo entiende porque tú lo inventaste.

6.  La conciencia de lo que Dios no puede saber y de lo que tú no entiendes reside únicamente en el Espíritu Santo. 2Su santa fun­ción consiste en aceptar ambas cosas y, al eliminar de ellas todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. 3Él hará eso porque ésa es Su función. 4Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposi­ble en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que esa es la Voluntad de Dios. 5Y permite que Aquel cuyas enseñan­zas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. 6Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.













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