DESPERTAR AL AMOR

viernes, 8 de junio de 2018

8 JUNIO: Doy los milagros que he recibido.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCION 159

Doy los milagros que he recibido.


 
1. Nadie puede dar lo que no ha recibido. 2Para dar algo es pre­ciso poseerlo antes. 3En este punto las leyes del Cielo y las del mundo coinciden: 4Pero en este  punto difieren también. 5El  mundo cree que para poseer una cosa tiene que conservarla. 6La salvación enseña lo contrario. 7Al dar es como reconoces que has recibido. 8Es la prueba de que lo que tienes es tuyo.

2. Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: 2Aceptas que el perdón se ha consumado en ti cuando perdonas. 3En tu hermano te reconoces a ti mismo, y así, te das cuenta de que eres pleno. 4No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. 5Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo.

3. La visión de Cristo es un milagro. 2Viene de mucho más allá de sí misma, pues refleja el Amor Eterno y el renacimiento de un amor que, aunque nunca muere, se ha mantenido velado. 3La visión de Cristo representa el Cielo, pues lo que ve es un mundo tan semejante al Cielo que lo que Dios creó perfecto puede verse reflejado en él. 4En el espejo tenebroso que el mundo presenta sólo se pueden ver imágenes distorsionadas y fragmentadas. 5El mundo real representa la pureza del Cielo.

4. La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros. 2Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. 3Es el vínculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo. 4Cristo no ve peca­dos en nadie. 5Y ante Su vista, los que son incapaces de pecar son todos uno. 6Su santidad les fue otorgada por Su Padre y por Cristo.

5. La visión de Cristo es el puente entre los dos mundos. 2Y tú puedes tener absoluta confianza de que su poder te sacará de este mundo y te llevará a otro que ha sido santificado por el perdón. 3Las cosas que aquí parecen completamente sólidas, allí son meras sombras, transparentes, apenas visibles, relegadas al olvido a veces e incapaces de poder opacar la luz que brilla más allá de ellas. 4A la visión se le ha restituido la santidad, y ahora los ciegos pueden ver.

6. Éste es el único regalo del Espíritu Santo, el tesoro al que pue­des recurrir con absoluta certeza para obtener todas las cosas que pueden contribuir a tu felicidad. 2Todas ellas ya se encuentran aquí, 3y se te dan sólo con que las pidas. 4Aquí las puertas no se cierran nunca, y a nadie se le niega la más mínima petición ni su necesidad más apremiante. 5No  hay enfermedad que no esté ya curada, carencia que no se haya suplido, ni necesidad que no haya sido satisfecha en éste, el áureo tesoro de Cristo.

7. Aquí es donde el mundo recuerda lo que perdió cuando fue construido. 2Pues aquí se lo repara y se le renueva, pecó bajo una nueva luz. 3Lo que estaba destinado a ser la morada del pecado se convierte ahora en el centro de la redención y en el hogar de la misericordia, donde se cura a todos los que sufren y donde se Ies da la bienvenida. 4A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar donde le aguarda su salvación. 5Nadie es un extraño aquí. 6Nadie le pide nada a otro salvo el regalo de aceptar la bienvenida que se le ofrece.

8. La visión de Cristo es la tierra santa donde las azucenas del perdón echan raíces. 2Ése es su hogar. 3Desde ahí se pueden llevar hasta el mundo pero jamás podrán crecer en sus tierras estériles y superficiales. 4Tienen necesidad de la luz y del calor, así como del amoroso cuidado que la caridad de Cristo les provee. 5Necesitan el amor con el que Él las contempla. 6Y se convierten en Sus emisarios, que dan tal como recibieron.

9. Toma lo que quieras de Su depósito, para que sus tesoros pue­dan multiplicarse. 2Las azucenas no abandonan su hogar cuando se traen al mundo. 3Sus raíces siguen aún allá. 4No abandonan su fuente, sino que llevan su beneficencia consigo, y convierten al mundo en un jardín como aquel del que vinieron, y, al que retornarán con una fragancia todavía mayor. 5Ahora son doblemente benditas. 6Han transmitido los mensajes de Cristo que traían y éstos les han sido devueltos. 7Y ellas se los llevan devuelta gustosamente a Él.

10. Contempla el caudal de milagros desplegados ante ti para que los des. 2¿No eres acaso merecedor de ésos mismos regalos cuando Dios Mismo dispuso que se te concediesen? 3No juzgues al Hijo de Dios, sino sigue el camino que Dios ha señalado, 4Cristo ha soñado el sueño de un mundo perdonado. 5Ese es Su regalo, a través del cual puede tener lugar una dulce transición de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza., 6Permi­támonos por un instante soñar con Él. 7Su sueño nos despierta a la verdad. 8Su visión nos provee de los medios por los que regresar a nuestra santidad eterna en Dios, la cual nunca perdimos.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Abrir el almacén de tesoros de Cristo, en lo más profundo de tu mente, recoger azucenas de perdón allí, y luego dárselas a tus hermanos. Únicamente al darlas, reconocerás que las has recibido.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Como es habitual en esta etapa, no se nos dan instrucciones acerca de qué hacer durante nuestras sesiones de práctica. Así que lo que viene a continuación es una sugerencia basada en el contenido de la lección.

Cierra los ojos, repite la idea, y sumérgete en lo más profundo de tu mente. Cuando te acercas al centro de quietud en tu mente, ves un almacén de tesoros, una estructura hermosa y brillante que extiende una sensación de santidad. Te acercas a esta enorme entrada, preguntándote si podrás entrar. Sin embargo la lección nos recuerda: “A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar donde le aguarda su salvación” (7:4). La puerta se abre silenciosamente delante de ti, y al entrar contemplas el tesoro almacenado en este lugar. En lugar de oro y plata, ves un sagrado jardín con las más sorprendentes azucenas que has visto. Literalmente brillan con santidad. A su alrededor oyes en el aire el suave canto de coros celestiales. Te das cuenta de que éstas son las azucenas del perdón. Son los milagros. También te das cuenta de que es en la visión de Cristo donde crecen, “el milagro del que emanan todos los demás milagros” (4:1).

Estás aquí para recoger estos milagros y llevarlos contigo de vuelta al mundo. Así que camina por el jardín y empieza a recoger las azucenas. No seas tímido, para eso es para lo que están. Al recoger cada una, date cuenta de que en su lugar florecen dos más. Ahora, con un montón de azucenas, estás listo para salir a lo que tengas que hacer ese día, listo para dar esos milagros a todos con los que te encuentres.

Después de este periodo de práctica, cuando continúas con las actividades del día, imagina que estás dando una de estas azucenas a cada persona con la que te encuentras. Tu azucena es el reconocimiento de que esa persona es el Cristo, totalmente limpio de su pasado, listo para levantarse de la tumba de sus pecados, y así nacer de nuevo. Así que cuando le das la azucena, puedes decirle mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Sugiero repetir la idea y entonces elegir una persona. Luego imagina darle una azucena a esa persona, mientras le dices mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”. Después pregúntale a Dios qué azucenas quiere que des en la hora siguiente, y dale gracias por las azucenas que Él ha dado a través de ti en la hora que ha pasado.

Comentario

Fíjate en que el título de la lección de hoy es casi el mismo que el de la lección de ayer: “Hoy aprendo a dar tal como recibo”. Hay un pensamiento en común en estas dos lecciones, incluso extendiéndose a dos lecciones anteriores. Todas ellas hablan de la visión de Cristo. Todas ellas nos presentan la idea del instante santo como una parte fundamental de nuestra práctica espiritual, aunque no se habla de ello concretamente en cada una de estas lecciones.

La idea general que se presenta es la de nuestra continua práctica espiritual. Es ésta: Entramos en el instante santo a menudo. Ahí, experimentamos un toque de eternidad o del Cielo, un atisbo del conocimiento de la verdad. Mientras que la experiencia no podemos traerla con nosotros al mundo, podemos traer cómo es esa experiencia traducida a la percepción, a esto se le llama “la visión de Cristo”, que se manifiesta en el perdón.

En esta lección, el instante santo se da a entender con frases como: “Permitámonos por un instante soñar con Él” (10:6), o “Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran” (2:5). El Instante Santo es el “almacén” al que venimos, el lugar en el que recibimos los regalos de la visión de Cristo. Tenemos que recibir antes de que podamos dar.

Pero no podemos reconocer, o hacernos conscientes por completo de lo que hemos recibido hasta que lo demos: “Al dar es como reconoces que has recibido. Es la prueba de que lo que tienes es tuyo” (1:7-8). Extender la visión de Cristo es una parte esencial del plan de salvación que presenta el Curso. Es lo que nos trae seguridad. Esto es muy parecido al principio que enseña Alcohólicos Anónimos de que te mantienes sobrio ayudando a otro a mantenerse sobrio. Aquí se enseña:

Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: Aceptas que el perdón se ha consumado en ti cuando perdonas”. (2:1-2)

Es únicamente cuando traemos las “azucenas” del perdón del instante santo, donde las recibimos, y las damos al mundo, cuando verdaderamente sabemos que estamos perdonados. Al dar los milagros cuando los recibimos.

Padre, ayúdame hoy a darme cuenta de que soy rico. El almacén de mi mente está lleno de milagros. Puedo venir a este almacén y, en este instante santo, recibirlos. Me los confiaste para que yo los diera. Que hoy me detenga a menudo, para encontrarme aquí Contigo, y luego lleve estos tesoros para ofrecérselos al mundo. Éste es mi único propósito en la vida, ésta es la razón por la que estoy aquí.





TEXTO


IX. El reflejo de la santidad

 

1. La Expiación no te hace santo. 2Fuiste creado santo. 3La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. 4Llevar ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. 5No trates de ocultarle al Padre lo que has hecho, pues ocultarlo te ha costado no conocerte a ti mismo ni conocer a Dios. 6El conocimiento está a salvo, mas ¿qué seguridad tienes aparte de él? 7La invención del tiempo para que ocupase el lugar de lo eterno se basó en tu decisión de no ser como eres. 8De esta manera, la verdad pasó a ser el pasado, y el presente se consagró a las ilusiones. 9El pasado fue alterado también y se interpuso entre lo que siempre ha sido y el ahora. 10El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar, y no representa sino la negación de lo que siem­pre ha sido.

2. Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contra­dicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente desapa­rece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realida­des no tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su natura­leza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no se puede des­hacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.

3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera de todo lo que no es verdad. 2La Expiación es tan dulce que basta con que la llames con un leve susurro para que todo su poder acuda en tu ayuda y te preste apoyo. 3Con Dios a tu lado no puedes ser débil. 4Pero sin Él no eres nada. 5La Expiación te ofrece a Dios. 6El regalo que rechazaste Él lo conserva en ti. 7El Espíritu Santo lo salvaguarda ahí para ti. 8Dios no ha abandonado Su altar, aunque Sus devotos hayan entronado a otros  dioses en él. 9El templo sigue siendo santo, pues la Presencia que mora dentro de él es la santidad.

4. La santidad espera serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2La Presencia sabe que ellos retornarán a la pureza y a la gracia. 3La misericordia de Dios los admitirá con gran ternura, desvaneciendo toda sensación de dolor y pérdida con la garantía inmortal del Amor de su Padre. 4Allí el miedo a la muerte será reemplazado por la alegría de vivir, 5pues Dios es Vida, y ellos moran en la Vida.. 6La Vida es tan santa como la Santidad mediante la que fue creada. 7La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma.

5. En este mundo puedes convertirte en un espejo inmaculado en el que la santidad de tu Creador se refleje desde ti hacia todo lo que te rodea. 2Puedes ser el reflejo del Cielo aquí. 3Pero el espejo que desee reflejar a Dios no puede albergar imágenes de otros dioses que lo empañen. 4La tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego. 5Lo  único que necesitas hacer es mante­ner el espejo limpio y libre de toda imagen en la que se oculta la oscuridad que jamás hayas superpuesto sobre él. 6Dios brillará en él por Su cuenta. 7Sólo el claro reflejo de Dios puede ser perci­bido en dicho espejo.

6. Los reflejos se ven en la luz. 2En las tinieblas es difícil verlos, y su significado parece encontrarse únicamente en interpretaciones cambiantes en lugar de en sí mismos. 3El reflejo de Dios no necesita interpretación. 4Es claro. 5Limpia el espejo, y no habrá nadie que no pueda entender el mensaje que refulge desde él para que todos lo vean. 6Ese mensaje es el que el Espíritu Santo pone frente al espejo que se encuentra en todos. 7Todos lo reconocen porque se les ha enseñado que tienen necesidad de él, pero no saben dónde buscar para encontrarlo. 8Deja, por lo tanto, que lo vean en ti y que lo compartan contigo.

7. Si pudieses darte cuenta, aunque sólo fuese por un instante, del poder curativo que el reflejo de Dios que brilla en ti puede brindar a todo el mundo, apenas podrías esperar a limpiar el espejo de tu mente a fin de que pudiese recibir la imagen de santidad que sana al mundo. 2La imagen de santidad que refulge en tu mente no se encuentra oculta ni jamás podrá cambiar. 3Su significado le resulta evidente a todo aquel que la contempla, pues todos la perciben de la misma manera. 4Todos llevan sus diferentes problemas ante su luz sanadora y allí todos quedan resueltos.

8. La respuesta de la santidad a cualquier forma de error es siem­pre la misma. 2No hay contradicción en lo que la santidad sus­cita. 3Sea cual fuere lo que se lleve ante ella su única respuesta es la curación. 4Aquellos que han aprendido a ofrecer únicamente curación, están por fin listos para alcanzar el Cielo debido a la santidad que se refleja en. ellos. 5En el Cielo la santidad no es un reflejo, sino la verdadera condición de lo que aquí no era más que un reflejo en ellos. 6Dios no es una imagen, y Sus creaciones en cuanto que parte de Él, lo contienen a Él dentro de ellas mismas. 7Ellas no reflejan simplemente la verdad, sino que son la verdad.








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