DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 27 de junio de 2018

27 JUNIO: QUINTO REPASO: Repaso de las lecciones 165 y 166

AUDIOLIBRO
 




EJERCICIOS

LECCIÓN 178


Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



1. (165) Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. 

2. (166) Se me han confiado los dones de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 10 de la Introducción al Quinto Repaso:

La práctica del Libro de Ejercicios está pensada no sólo para producir un nuevo sistema de pensamiento sino también una experiencia: “una experiencia que es nueva para ti, aunque tan antigua como el tiempo e incluso aún más antigua” (10:1). ¿Cómo puede ser una experiencia más antigua que el tiempo? ¿Cómo sino siendo parte de la eternidad? “El instante santo se extiende hasta la eternidad y hasta la Mente de Dios” (T.15.V.11:5). “El instante santo es una miniatura de la eternidad” (T.17.IV.11:4). Estos momentos que pasamos en quietud con Dios son oportunidades de salirnos del tiempo y entrar en la eternidad, lo que aquí experimentamos es más antiguo que el tiempo, increíblemente antiguo y, sin embargo, presente ahora mismo, siempre presente.

Estamos sintiendo nuestro Ser. “Santificado sea tu nombre e inmaculada tu gloria para siempre” (10:2-3). Esta palabras nos suenan (si tu formación es cristiana, en todo caso) como si hablaran de Dios. Sin embargo, hablan de ti y de mí. ¿Cómo es sentir esa experiencia? ¿Cómo es conocerte a ti mismo como uno a los que estas palabras pueden aplicarse, uno a quien se le han confiado los dones de Dios? No creo que las palabras puedan expresarlo, aunque muchos lo han intentado. Lo que se necesita es una experiencia; luego, las palabras sobran.

“Existe una clase de experiencia tan diferente de todo lo que el ego pudiera ofrecerte que nunca más querrás volver a encubrirla u ocultarla” (T.4.III.5:1). Eso es lo que buscamos en estos momentos de quietud. No desesperadamente ni ansiosamente, no con preocupación o miedo de que no nos venga, sino con paz, en silencio, con confianza. No podemos obligarla a que suceda, únicamente podemos “dejar” que suceda. No buscamos añadirnos nada a nosotros mismos, simplemente buscamos dejar de negar el Pensamiento de Dios, que es la pura verdad acerca de lo que somos.

En este momento podemos sentir que nuestra “plenitud ahora es total, tal como Dios lo dispuso” (10:4). Una vez que has conocido tu propio estado de que nada te falta, ¿por qué ibas a querer de nuevo taparlo o esconderlo? Únicamente la mentira de que eres algo que no quieres conocer podría haberte convencido para que lo escondieras. Fuera del instante santo, nuestro Ser está rodeado por un anillo de miedo, tenemos miedo de acercarnos al Ser porque nos hemos engañado al creer que lo que encontraremos es aterrador.

El tiempo que parece ser necesario para encontrar el instante santo no se debe a que sea misterioso y difícil de alcanzar, el tiempo es sólo la medida de nuestro miedo a nuestro Ser. Es necesario este tiempo para acallar dulcemente nuestros miedos, hasta que estemos listos para encontrar el Ser que está más allá del tiempo, más antiguo que el tiempo, completo y que nada le falta tal como Dios Lo creó. Este Ser es el Pensamiento de Dios. No somos conscientes de nuestro Ser porque hemos negado este Pensamiento. Nuestra experiencia de nuestro Ser es sólo el final de nuestra negación. El Ser no cambia, no viene y se va. Simplemente es.

En este Ser completamos Su extensión con la nuestra (10:5). La extensión creadora de Dios se completa cuando nosotros, a nuestra vez, nos extendemos. El Amor que nos creó ahora fluye a través de nosotros para darles alegría a otros. Estamos practicando lo que siempre hemos conocido, lo conocíamos antes de que la verdad original pareciera desaparecer dentro de la ilusión, y la conoceremos de nuevo. En el instante santo la conocemos ya, ahora mismo. Y lo que conocemos es esto: Se nos han confiado los regalos de Dios. Nuestro darlos completa Su dar. “Y le recordamos al mundo que está libre de toda ilusión cada vez que decimos: Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.” (10:7-8).






TEXTO 

X. La hora del renacer


1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.

2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.

3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.

4. En tus manos está hacer que esta época del año sea santa, pues en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora. 2Es posible hacer esto de inmediato, pues lo único que ello requiere es un cambio de percepción, ya que únicamente come­tiste un error. 3Parecen haber sido muchos, pero todos ellos son en realidad el mismo. 4Pues aunque el ego se manifiesta de muchas formas, es siempre la expresión de una misma idea: 5lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo.

5. No es necesario seguir al miedo por todas las tortuosas rutas subterráneas en las que se oculta en la oscuridad, para luego emerger en formas muy diferentes de lo que es. 2Pero sí es nece­sario examinar cada una de ellas mientras aún conserves el prin­cipio que las gobierna a todas. 3Cuando estés dispuesto a considerarlas, no como manifestaciones independientes, sino como diferentes expresiones de una misma idea, la cual ya no deseas, desaparecerán al unísono. 4La idea es simplemente ésta: crees que es posible ser anfitrión del ego o rehén de Dios. 5Éstas son las opciones que crees tener ante ti, y crees asimismo que tu decisión tiene que ser entre una y otra. 6No ves otras alternativas, pues no puedes aceptar el hecho de que el sacrificio no aporta nada. 7El sacrificio es un elemento tan esencial en tu sistema de pensamiento, que la idea de salvación sin tener que hacer algún sacrificio no significa nada para ti. 8Tu confusión entre lo que es el sacrificio y lo que es el amor es tan aguda que te resulta impo­sible concebir el amor sin sacrificio. 9Y de lo que debes darte cuenta es de lo siguiente: el sacrificio no es amor sino ataque. 10Sólo con que aceptases esta idea, tu miedo al amor desaparece­ría. 11Una vez que se ha eliminado la idea del sacrificio ya no podrá seguir habiendo culpabilidad. 12Pues si hay sacrificio, alguien siempre tiene que pagar para que alguien gane. 13la única cuestión pendiente es a qué precio y a cambio de qué. 

6. Como anfitrión del ego, crees que puedes descargar toda tu culpabilidad siempre que así lo desees, y de esta manera comprar paz. 2no pareces ser tú el que paga. 3Y aunque si bien es obvio que el ego exige un pago, nunca parece que es a ti a quien se lo exige. 4No estás dispuesto reconocer que el ego, a quien tú invitaste, traiciona únicamente a los que creen ser su anfitrión. 5El ego nunca te permitirá percibir esto, ya que este reconocimiento lo dejaría sin hogar. 6Pues cuando este reconocimiento alboree claramente, ninguna apariencia que el ego adopte para ocultarse de tu vista te podrá engañar. 7Toda apariencia será reconocida tan sólo como una máscara de la única idea que se oculta tras todas ellas: que el amor exige sacrificio, y es, por lo tanto, insepa­rable del ataque y del miedo. 8Y que la culpabilidad es el costo del amor, el cual tiene que pagarse con miedo.

7. ¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exi­girte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus rela­ciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completa­mente. 6crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.

8. Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y única­mente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, pare­cería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5Él le atribuiste la traición del ego, e invi­taste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.

9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad abso­luta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternati­vas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que deci­dir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de pro­yectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios.





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