DESPERTAR AL AMOR

viernes, 30 de noviembre de 2018

30 NOVIEMBRE: Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 334


Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.


1. No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece. 2Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamien­tos basados en percepciones falsas. 3No dejes que hoy vuelva a aceptar regalos tan míseros. 4La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan y eligen seguirlo. 5Esto es lo que elijo hoy. 6Y así, voy en busca de los tesoros que Dios me ha dado.

2. Busco sólo lo eterno. 2Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. 3¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz, sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada mente y a su atemorizado corazón, a fin de proporcionarle certeza y traerle paz? 4Hoy quiero contemplar a mi hermano sin mancha alguna de pecado en él. 5Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré contemplar mi propia impe­cabilidad.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“Busco sólo lo eterno” (2:1). Esta lección trata acerca de no perder más tiempo persiguiendo los supuestos regalos del ego. “No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece” (1:1). El mayor uso que estamos haciendo de nuestra libertad de decisión es retrasar nuestra aceptación de nuestra herencia divina. Nos estamos aferrando como locos a nuestra ilusión de independencia, y negándonos a nosotros mismos la única cosa que puede satisfacernos (2:2), como una persona sin hogar se aferraría tontamente a sus harapos cuando se le está ofreciendo ropa completamente nueva.

Que hoy recuerde que nada del mundo tiene un valor duradero. “Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamientos basados en percepciones falsas” (1:2). Esto me recuerda al versículo del Eclesiastés que dice que toda nuestra búsqueda es como intentar atrapar al viento. Las ilusiones del ego son fugaces, nunca pueden satisfacer al Hijo de Dios. Únicamente lo que es eterno puede satisfacerme. Un héroe mío cristiano, Jim Elliot, dijo una vez: “No está loco quien da lo que no puede guardar para ganar lo que no puede perder”.

Que recuerde que lo que verdaderamente quiero es Dios y Su paz. Espíritu Santo, cuando piense que quiero otra cosa, ayúdame a cambiar ese deseo en lo que verdaderamente es, un símbolo de mi anhelo del Padre y de mi Hogar. La Voz de Dios me está ofreciendo paz, que ése sea mi único propósito, y que todo lo demás se quede atrás.

“Los regalos que el perdón ofrece” (título de la lección). ¿Qué tiene que ver todo esto con el perdón? Simplemente esto: Cada propósito diferente a la paz ocasiona falta de perdón, compito con alguien o algo por esa otra cosa, sea lo que sea. La paz llega a través del perdón. Si la paz es mi único propósito, no juzgaré a mis hermanos porque una mente que juzga no está en paz. Sólo una mente libre de propósitos de menor importancia, libre del deseo de cosas pasajeras, puede ver la inocencia en sus hermanos.

Cada encuentro hoy me ofrece una oportunidad del Cielo. No tiene por qué haber ninguna crisis. Todo el mundo es mi escuela de aprendizaje, y cada instante es un momento para elegir. Que hoy elija paz.


¿Qué es el ego? (Parte 4)

L.pII.12.2:4-5

Y desde su (del ego) terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. (2:4)

A esta ilusión de separación es a lo que llamamos ego, esta “terrible separación” parece mostrarnos que hemos triunfado sobre la unión que es la Voluntad de Dios. ¡Qué terrible sería si fuese cierto! Si el ego fuese real, sería una prueba de la culpa más horrible que se pueda imaginar. Si soy un ego, entonces lo que soy es una acusación de asesinato de lo más repugnante, pues he creado mi existencia de la destrucción de la Voluntad de Dios. Y esto es lo que creemos al identificarnos con el ego. Ésta es la culpa básica que está debajo de todos nuestros sentimientos de inquietud, de toda nuestra sensación de no ser dignos.

Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (2:5)

En la “terrible separación” de nuestra identificación con el ego, nos hemos enfrentado con Dios y con todo el universo. Todos los demás y todas las cosas son una amenaza a nuestra libertad. Nuestros sueños están llenos de castigos horribles por nuestro “crimen”. El estado del ego es de pura manía persecutoria, tenemos miedo de todo. Esperamos que el hacha del verdugo caiga en cualquier momento. No se puede confiar en nadie. Cada figura de nuestro sueño es un enemigo, y la única posibilidad de sobrevivir es matarlos antes de que nos maten. La única seguridad está en el ataque.

La manía persecutoria de la mente no puede evitarse, dada la idea del ego de separación. Todos lo experimentamos en mayor o menor grado, algunos simplemente lo ocultamos mejor que otros. Cuando nos deprimimos, cada uno de nosotros se siente insoportablemente solo, un desconocido, agachado en las sombras del bosque, mientras el resto del mundo se toma de la mano y canta alrededor de la hoguera. Ése es el resultado inevitable de la idea de separación del ego. Es el resultado de lo que equivocadamente pensamos que somos.

La buena noticia es que esto no es lo que somos, la soledad es una ilusión, una imposibilidad extravagante. El ego es por siempre increíble. No estamos más separados de Dios y de Su creación que lo que una célula de mi cuerpo puede estar separada del cuerpo mismo. Vivimos en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. Todos nosotros estamos haciendo este increíble cambio desde la separación del ego a una unidad que está más allá de la persona, al reconocimiento de un Todo más elevado al que pertenecemos, un Todo que existe en cada parte, en ti, en mí. Nada puede parar este cambio porque es el reconocimiento de lo que siempre ha sido así.




TEXTO


VI. El perdón y el final del tiempo



1. ¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? 2¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? 3Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. 4En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesi­nato, así como de aflicción y pérdida. 5Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz.

2. ¡No jures morir, santo Hijo de Dios! 2Pues eso es hacer un trato que no puedes cumplir. 3Al Hijo de la Vida no se le puede des­truir. 4Es inmortal como su Padre. 5Lo que él es no puede ser alterado. 6Él es lo único en todo el universo que necesariamente es uno sólo. 7A todo lo que parece eterno le llegará su fin. 8Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. 9Todas las cosas que van y vienen, la marea, las estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen y se marchitan, se irán para no volver jamás. 10Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado un final para todo. 11El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón de lo que los hombres han hecho de él. 12Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo no fijó su destino, ni marcó la hora de su nacimiento ni la de su muerte. 13El perdón no lo cambiará. 14No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón para que las cosas del tiempo puedan desaparecer, ya que no son de ninguna utilidad.

3. Nada sobrevive a su propósito. 2Si algo fue concebido para morir, morirá, a no ser que se niegue a aceptar ese propósito como propio. 3El cambio es lo único que se puede convertir en una bendición aquí, donde ningún propósito es fijo por muy inmutable que parezca ser. 4No creas que puedes fijar un objetivo que no concuerde con el propósito que Dios te encomendó, y hacer que sea inmutable y eterno. 5Puedes adjudicarte un propó­sito que no te corresponde a ti, 6pero no puedes deshacerte del poder de cambiar de parecer y establecer otro propósito en tu mente.

4. Poder cambiar es el mayor regalo que Dios le dio a todo lo que tú quisieras hacer eterno, para asegurarse de que el Cielo fuese lo único que no desapareciese. 2No naciste para morir. 3Y no puedes cambiar, ya que tu función la fijó Dios. 4Todos los demás objeti­vos, excepto uno, operan en el tiempo y cambian de manera que éste se pueda perpetuar. 5Pues el perdón no se propone conservar el tiempo, sino abolirlo una vez que deja de ser de utilidad. 6una vez que deja de ser útil, desaparece. 7Y ahí donde una vez parecía reinar, se restaura ahora a plena conciencia la función que Dios le encomendó a Su Hijo. 8El tiempo no puede fijar un final para el cumplimiento de esta función ni para su inmutabili­dad. 9La muerte no existe porque todo lo que vive comparte la función que su Creador le asignó. 10La función de la vida no puede ser morir. 11Tiene que ser la extensión de la vida, para que sea eternamente una para siempre y sin final.

5. Éste mundo te atará de pies y manos y destruirá tu cuerpo únicamente si piensas que se construyó para crucificar al Hijo de Dios. 2Pues aunque el mundo sea un sueño de muerte, no tienes por qué dejar que sea eso para ti. 3Deja que esto cambie, y todas las cosas en el mundo no podrán sino cambiar también. 4Pues aquí todo se define en función del propósito que tú le asignas.


6¡Qué bello es el mundo cuyo propósito es perdonar al Hijo de Dios! 2¡Cuán libre de miedo está, y cuán repleto de bendiciones y felicidad! 3¡Y qué dicha es morar por un tiempo en un lugar tan feliz! 4Mas no debemos olvidarnos de que en un mundo así, no transcurre mucho tiempo antes de que la intemporalidad venga calladamente a ocupar el lugar del tiempo.




 








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