DESPERTAR AL AMOR

jueves, 8 de noviembre de 2018

8 NOVIEMBRE: Veo todas las cosas como quiero que sean.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 312


Veo todas las cosas como quiero que sean.


1. La percepción se deriva de los juicios. 2Habiendo juzgado, vemos, por lo tanto, lo que queremos contemplar. 3Pues el único propósito de la vista es ofrecernos lo que queremos ver. 4Es imposible pasar por alto lo que queremos ver o no ver lo que hemos decidido contemplar. 5¡Cuán inevitablemente, pues, se alza el mundo real ante la santa visión de aquel que acepta el propósito del Espíritu Santo como aquello que desea ver! 6No puede dejar de contemplar lo que Cristo quiere que vea, ni de amar con el Amor de Cristo lo que contempla.

2. Mi único propósito hoy es contemplar un mundo liberado, libre de todos los juicios que he emitido. 2Padre, esto es lo que Tu Voluntad dispone para mí hoy, por lo tanto, no puede sino ser mi objetivo también.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta lección es la segunda de una pareja. La lección anterior nos decía:”Juzgo todas las cosas como quiero que sean”. Esta lección continúa: “La percepción se deriva de los juicios” (1:1). En este contexto, juicio es lo mismo que interpretación. Primero queremos que una cosa sea verdad, por lo tanto, juzgamos o interpretamos lo que nos rodea de acuerdo con ese deseo, y habiendo juzgado (interpretado), vemos lo que queríamos. “Pues el único propósito de la vista es ofrecernos lo que queremos ver” (1:3). La presentación que el Curso hace de la percepción es firme e insistente:

Ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. La percepción no está regida por ninguna otra ley que ésa. (T.25.III.1:3-4)

Si queremos ver el mundo real, lo veremos. Si nos unimos al Espíritu Santo en Su propósito, no podemos “dejar de contemplar lo que Cristo quiere que vea, ni de amar con el Amor de Cristo lo que contempla” (1:6). La clave está en lo que queremos.

No es fácil aceptar que lo que estamos viendo es lo que queríamos, en algún nivel de nuestra mente. El ego tiene una mente enferma, literalmente; los pensamientos y deseos del ego y que no se han reconocido, se manifiestan en el mundo aunque no seamos conscientes de ellos. El mundo es el espejo de nuestra mente, lo que vemos es lo que hemos elegido ver. El mundo no cambia porque tenemos miedo de mirar dentro de nuestra mente y ver los pensamientos que lo han causado. Si miramos los pensamientos en nuestra mente, Él los sanará.

En un seminario de Un Curso de Milagros, Ken Wapnick estaba compartiendo estas líneas, y recuerdo a alguien diciendo que durante la información en televisión acerca del terremoto de California se dio cuenta de que una parte de su mente se sintió decepcionada de que el número de muertos fuera tan bajo. Algo dentro de él quería que hubiera sido más dramático, quería ver más muertos. Recuerdo que una vez me di cuenta de que yo quería que alguien muriese, alguien muy cercano a mí. Fue una gran impresión, pero cuando me permití hacerme consciente de ello, me di cuenta de que ¡el pensamiento no era nuevo!

Necesitamos estar dispuestos a encontrar la causa del mundo que vemos dentro de nuestra mente, para que así podamos cambiar nuestra mente acerca del mundo. Cambiando nuestros pensamientos, veremos un mundo cambiado.

Si queremos, podemos “contemplar un mundo liberado, libre de todos los juicios que he emitido” (2:1). Hoy podemos elegir ver el mundo de manera diferente si queremos. No hay que sentirse culpable por no elegir velo de manera diferente, pero piensa lo infeliz que te ha hecho hasta ahora tu percepción del mundo y pregúntate a ti mismo si no quieres verlo de manera diferente. Tu voluntad es ver el mundo real. Depende de ti, y de mí, elegir verlo hoy.

Padre, esto es lo que Tu Voluntad dispone para mí hoy, por lo tanto, no puede sino ser mi objetivo también. (2:2)


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 2)

L.pII.10.1:3-4

En dos frases tenemos el Segundo Advenimiento, el Juicio Final, y el Último Paso:

Lo primero que verás será un mundo que ha aceptado que esto es verdad, al haber sido proyectado desde una mente que ya ha sido corregida. Y con este panorama santo, la percepción imparte una silenciosa bendición y luego desaparece, al haber alcanzado su objetivo y cumplido su misión. (1:3-4)

El “esto” en lo que vemos que el mundo como habiendo aceptado, es la afirmación de la frase anterior de que: “lo falso es falso y que lo que es verdad jamás ha cambiado”. Si el mundo ha aceptado esta afirmación, ello me indica que esto no es sólo el mundo real (el mundo que se ve con los ojos del perdón) sino el Segundo Advenimiento, en el que todas las mentes se Le han entregado a Cristo. La mente sanada y unificada de la Filiación todavía está proyectando pero “desde una mente que ya ha sido corregida”, y por lo tanto lo que proyecta es un mundo sanado. Al ver esta “santa visión”, pronunciamos el Juicio Final que es una bendición silenciosa, pues como el Curso dice en otro lugar, “El Juicio Final es la última curación, en vez de un reparto de castigos” (T.2.VIII.3:3).

Con “la última curación” el propósito y la misión de la percepción (tal como el Espíritu Santo ve su propósito) se han acabado, y por eso desaparece la percepción; en el siguiente párrafo (2:3) el mundo mismo (que es el objeto de nuestra percepción) “simplemente se disuelve en la nada”.

¿Qué sentido tiene entender estos acontecimientos escatológicos? (Escatología es “La rama de la teología que está relacionada con el fin del mundo y de la humanidad”, Diccionario Americano Heritage). Representan la meta hacia la que el Curso nos está llevando. Como el Curso dice en “Cómo Fijar la Meta” (T.17.VI): cuando aceptas una meta, empiezas a pasar por alto todo lo que se interpone en su camino, y empiezas a centrar tu atención en las cosas que la traen. Dice:

El valor de decidir de antemano lo que quieres que ocurra es simplemente que ello te permite percibir la situación como un medio para hacer que tu objetivo se logre. Haces, por lo tanto, todo lo posible por pasar por alto todo lo que interferiría en su logro, y te concentras sólo en lo que te ayuda a conseguirlo. (T.17.VI.4:1-2)

Si entendemos, aunque sea ligeramente, que el objetivo último es una bendición silenciosa, una sanación final, pasar por alto todo error y reconocer la inocencia de toda la creación de Dios y de todas nuestras creaciones, empezaremos a ver todas nuestras situaciones diarias como “un medio para que ocurra”. Haremos todos los esfuerzos para pasar por alto todos los pensamientos de ataque y juicios condenatorios, en nuestra propia mente o en la de otros, porque veremos los pensamientos de ataque y juicios condenatorios como algo que impide el objetivo que estamos buscando.

Otro valor de esta comprensión del Juicio Final es que elimina una de las fuentes de nuestro miedo. Veremos más acerca de ello más adelante en esta sección, pero por ahora, darnos cuenta de que Dios no está al frente de una inquisición castigándonos por cada falta minúscula de Sus leyes, supondrá un gran alivio para muchos de nosotros, influenciados por haber estado metidos en una cultura en la que la religión está llena de temor a la ira de Dios. La idea de un Dios airado y vengativo es algo que el Curso hace todo lo posible por deshacer.





TEXTO

 

VI. Los testigos del pecado


1. El dolor demuestra que el cuerpo no puede sino ser real. 2Es una voz estridente y ensordecedora, cuyos alaridos tratan de ahogar lo que el Espíritu Santo dice e impedir que Sus palabras lleguen hasta tu conciencia. 3El dolor exige atención, quitándo­sela así al Espíritu Santo y centrándola en sí mismo. 4Su propó­sito es el mismo que el del placer, pues ambos son medios de otorgar realidad al cuerpo. 5Lo que comparte un mismo propó­sito es lo mismo. 6Esto es lo que estipula la ley que rige todo propósito, el cual une dentro de sí a todos aquellos que lo com­parten. 7El placer y el dolor son igualmente ilusorios, ya que su propósito es inalcanzable. 8Por lo tanto, son medios que no llevan a ninguna parte, pues su objetivo no tiene sentido. 9Y comparten la falta de sentido de que adolece su propósito.

2. El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de nuevo al dolor. 2Pues cualquiera de esos testigos es el mismo, y sólo tienen un mensaje: "Te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño. También puedes tener placer, pero el costo de éste es el dolor". 4A estos testigos se unen muchos más. 5Cada uno de ellos parece diferente porque tiene un nombre distinto, y así, parece responder a un sonido diferente. 6A excepción de esto, los testigos del pecado son todos iguales. 7Llámale dolor al placer, y dolerá. 8Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta tras el placer. 9Los testigos del pecado no hacen sino cam­biar de un término a otro, según uno de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo. 10Es irrelevante, no obs­tante, cuál de ellos tenga primacía en cualquier momento dado. 11Los testigos del pecado sólo oyen la llamada de la muerte.

3. El cuerpo, que de por sí carece de propósito, contiene todas tus memorias y esperanzas. 2Te vales de sus ojos para ver y de sus oídos para oír, y dejas que te diga lo que siente. 3Mas él no lo sabe. 4Cuando invocas los testigos de su realidad, te repiten única­mente los términos que les proporcionaste para que él los usara. 5No puedes elegir cuál de entre ellos es real, pues cualquiera que elijas es igual que los demás. 6Lo único que puedes hacer es deci­dir llamarlo por un nombre o por otro, pero eso es todo. 7No puedes hacer que un testigo sea verdadero sólo porque lo llames con el nombre de la verdad. 8La verdad se encuentra en él si lo que representa es la verdad. 9De lo contrario, miente, aunque lo invoques con el santo Nombre de Dios Mismo.

4. El Testigo de Dios no ve testigos contra el cuerpo. 2Tampoco presta atención a los testigos que con otros nombres hablan de manera diferente en favor de la realidad del cuerpo. 3Él sabe que no es real. 4Pues nada podría contener lo que tú crees que el cuerpo contiene dentro de sí. 5El cuerpo no puede decirle a una parte de Dios cómo debe sentirse o cuál es su función. 6El Espí­ritu Santo, sin embargo, no puede sino amar aquello que tú tienes en gran estima. 7Y por cada testigo de la muerte del cuerpo, Él te envía un testigo de la vida que tienes en Aquel que no conoce la muerte. 8Cada milagro que Él trae es un testigo de la irrealidad del cuerpo. 9Él cura a éste de sus dolores y placeres por igual, pues todos los testigos del pecado son reemplazados por los Suyos.

5. El milagro no hace distinciones entre los nombres con los que se convocan a los testigos del pecado. 2Demuestra simplemente que lo que ellos representan no tiene efectos. 3puede demostrar esto porque sus propios efectos han venido a sustituirlos. 4Sea cual sea el término que hayas utilizado para referirte a tu sufri­miento, 5éste ya no existe. 6Aquel que es portador del milagro percibe que todos ellos son uno y lo mismo, y los llama miedo. 7De la misma manera en que el miedo es el testigo de la muerte, el milagro es el testigo de la vida. 8Es un testigo que nadie puede refutar, pues los efectos que trae consigo son los de la vida. 9Gra­cias a él los moribundos se recuperan, los muertos resucitan y todo dolor desaparece. 10Un milagro, no obstante, no habla en nombre propio, sino sólo en nombre de lo que representa.

6. El amor, asimismo, tiene símbolos en el mundo del pecado. 2El milagro perdona porque representa lo que yace más allá del per­dón, lo cual es verdad. 3¡Cuán absurdo y demente es pensar que un milagro pueda estar limitado por las mismas leyes que vino exclusivamente a abolir! 4Las leyes del pecado tienen diferentes testigos, y cada uno de ellos tiene diferentes puntos fuertes. 5estos testigos dan testimonio de diferentes clases de sufrimiento. 6No obstante, para Aquel que envía los milagros a fin de bendecir el mundo, una leve punzada de dolor, un pequeño placer mun­dano o la agonía de la muerte, no son sino el mismo estribillo: una petición de curación, una llamada de socorro en un mundo de sufrimiento. 7De esa similitud es de lo que el milagro da testi­monio. 8Esta similitud es lo que prueba. 9Las leyes que considera­ban que todas esas cosas eran diferentes, son abolidas, lo cual demuestra su impotencia. 10El propósito del milagro es lograr esto. 11Y Dios Mismo ha garantizado el poder de los milagros por razón de lo que atestiguan.

7. Sé, pues, un testigo del milagro, y no de las leyes del pecado. 2No hay necesidad de que sigas sufriendo. 3Pero sí de que sanes, ya que el sufrimiento y la angustia del mundo han hecho que éste sea sordo a su propia necesidad de salvación y liberación.


8. La resurrección del mundo aguarda hasta que sanes y seas feliz, para que puedas demostrar que el mundo ha sanado. 2El instante santo sustituirá todo pecado sólo con que lleves sus efectos contigo. 3Y nadie elegirá sufrir más. 4¿Qué mejor función que ésta podrías servir? 5Sana para que así puedas sanar, y evítate el sufrimiento que conllevan las leyes del pecado. 6Y la verdad te será revelada, por haber elegido que los símbolos del amor ocu­pen el lugar del pecado.











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