DESPERTAR AL AMOR

viernes, 9 de noviembre de 2018

9 NOVIEMBRE: Que venga a mí ahora una nueva percepción.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 313


Que venga a mí ahora una nueva percepción.


1. Padre, hay una visión que ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado, lo cual indica que el miedo ha desaparecido, y que en su lugar se ha invitado al amor. 2y éste vendrá dondequiera que se le invite. 3Esta visión es Tu regalo. 4Los ojos de Cristo contemplan un mundo perdo­nado. 5Ante Su vista todos los pecados del mundo quedan perdonados, pues Él no ve pecado alguno en nada de lo que contempla. 6Permite que Su verdadera percepción venga a mí ahora, para poder despertarme del sueño de pecado y ver mi impecabilidad en mi interior, la cual Tú has conservado completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme.

2. Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. 2¡Qué bellos somos! 3¡Cuán santos y amorosos! 4Hermano, ven y únete a mí hoy. 5Salvamos al mundo cuando nos unimos. 6Pues en nuestra visión el mundo se vuelve tan santo como la luz que mora en nosotros.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La visión de Cristo “ve todas las cosas sin mancha alguna de pecado” (1:1). Ésta es una nueva percepción que viene a mí. Yo no voy detrás de ella, la recibo. Me abro a ella y se me da: “Ésta visión es Tu regalo” (1:3). Para ver todas las cosas sin mancha de pecado no tengo que esforzarme, es un regalo que Dios me da. Cuando vea pecado, lo que puedo aprender a hacer es pedir una percepción diferente: “Que venga a mí ahora una nueva percepción”. Puedo querer esta nueva percepción, y quererla es todo lo que se necesita. El resto se te da: “El amor vendrá dondequiera que se le invite” (1:2).

Cristo -que es mi verdadero ser, eterno y que no cambia- “no ve pecado alguno en nada de lo que contempla” (1:5). Ésta no es una visión que mi Ser tenga que conseguir, ya es mía, en Cristo. Todo lo que tengo que hacer es permitir que esa nueva percepción venga a mí. Cuando lo hago, cuando contemplo al mundo y lo veo perdonado, me despertaré del sueño de pecado y veré mi impecabilidad en mi interior” (1:6). Resumido, éste es el mensaje del Curso: ver tu propia inocencia al ver la inocencia del mundo. Encontrar el perdón al perdonar a otros.

Tal como la visión siempre ha sido parte de mi Ser el Cristo, así también la inocencia ha sido guardada a salvo por Dios, “completamente inmaculada en el altar a Tu santo Hijo, el Ser con Quien quiero identificarme” (1:6). Eso es todo lo que estamos haciendo: identificarnos con el Cristo, con algo que ya soy. “La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio” (L.188.1:4). No hay que alcanzar nada, ni ir a ningún sitio, ya estamos en Él, y todo lo que se necesita es el reconocimiento de que ya es así, la identificación con lo que siempre ha existido. Dejamos que venga a nosotros una nueva percepción, eso es todo.

Así que, hermanos:

Contemplémonos hoy los unos a los otros con los ojos de Cristo. ¡Qué bellos somos! (2:1-2)


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 3)

L.pII.10.2:1-2

El Juicio Final sobre el mundo no encierra condena alguna. (2:1)

Sin condena, esto nos parece muy difícil llegar a lograrlo. Durante generaciones se nos ha enseñado que en el Juicio Final, Dios separará los “buenos” de los “malos”, el “trigo” de la “cizaña”, y enviará a los malos al castigo eterno. Preferimos la idea de la venganza, nos parece justicia. Vamos al cine y nos alegramos cuando los malos son liquidados. Por supuesto, cuando se trata de imaginarnos a nosotros delante del Juicio Final de Dios, nos ponemos un poco nerviosos, de hecho, muy nerviosos. Porque sabemos que no somos perfectos.

¿Cómo no puede haber condena en el Juicio Final? Sólo puede haber una explicación. No hay condena porque “ve al mundo completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno (2:2). La única manera de que no haya condena es que el pecado no existe. Todo el mundo y todas las cosas son completamente perdonados. Y eso nos fastidia. “¿Quieres decir que los malos no son liquidados al final de la historia?” No nos parece justo porque creemos que el pecado es real y se merece castigo.

El antiguo evangelista del siglo 18, Jonathan Edwards (autor del famoso sermón: “Pecadores en manos de un Dios enfadado) enseñó que el pecado es pecado. Que no hay grados de pecados, cada pecado es infinitamente pecaminoso y exigía castigo eterno porque cualquier pecado es un ataque a un Dios infinito. Como dice C.S.Lewis: la idea de un pecado “pequeño” es como la idea de un embarazo “pequeño”. Edwards tenía a la gente tan aterrorizada cuando pronunciaba su sermón que la gente en la iglesia se agarraba a las columnas de la iglesia por miedo a que el suelo se abriera y los arrastrara al infierno. Si el pecado fuera real, él tendría razón. Todos nosotros seríamos infinitamente culpables, y todos nosotros mereceríamos el castigo eterno. En esta película no hay “buenos”.

Por lo tanto, si el pecado fuese real, y vengarse de alguien estuviese justificado, vengarse de todos nosotros estaría justificado. Si los malos fueran liquidados al final de la historia, todos nosotros seríamos liquidados. Al aferrarnos a la idea de la condena y el castigo, nos estamos condenando al infierno a nosotros mismos. Y en alguna parte dentro de nosotros lo sabemos, ¡por eso nos sentimos tan nerviosos!

La única alternativa es no condenar. El perdón total. Sin pecado en nadie. Y ése es el mensaje del Curso: “El Hijo de Dios es inocente” (T.14.V.2:1). Ése será el Juicio Final de Dios, y ése será nuestro juicio cuando lleguemos al final del viaje.

Pues ve a éste completamente perdonado, libre de pecado y sin propósito alguno. (2:2)

El Juicio Final no sólo ve al mundo sin pecado, sino sin propósito alguno. Esta idea no encaja con la idea de que Dios creó el mundo, ¿crearía Dios algo sin ningún propósito? Sin embargo, la falta de propósito encaja muy bien con la idea de que el ego en nuestra mente ha inventado el mundo.

¿Has mirado alguna vez al mundo y sospechado que no tenía ningún propósito ni ningún significado? ¿Qué el ciclo sin fin de nacimiento y muerte no parece ir a ningún sitio? Todos crecemos (algunos con más dificultades que otros, algunos con más éxito que otros), luchamos en la vida, obtenemos lo que podemos y luego (así lo parece) todo llega a su fin, y todo lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido se pierde (ver T.13.In.2). ¿Qué sentido tiene? Muchos, especialmente entre los jóvenes de hoy en día, han aceptado este punto de vista, y han caído en la desesperación y la indiferencia.

Y sin embargo, este punto de vista es válido. De hecho, ¡el Juicio Final lo confirmará! El mundo no tiene propósito. Es el producto de una mente enloquecida por la culpa (T.13.In.2:2). Sin embargo, la comprensión de ello no tiene por qué llevar a la desesperación, puede ser el trampolín a la dicha eterna. Visto sin propósito, al fin podemos pasarlo de largo y recordar nuestro verdadero hogar en Dios.




TEXTO



VII. El soñador del sueño


1. Sufrir es poner énfasis en todo lo que el mundo ha hecho para hacerte daño. 2En esto puede verse claramente la versión desca­bellada que el mundo tiene de la salvación. 3Al igual que en un sueño de castigo en el que el soñador no es consciente de lo que provocó el ataque contra él, éste se ve a sí mismo atacado injusta­mente, y por algo que no es él. 4Él es la víctima de ese "algo", una cosa externa a él, por la que no tiene por qué sentirse responsable en absoluto. 5Él debe ser inocente porque no sabe lo que hace, sino sólo lo que le hacen a él. 6Su ataque contra sí mismo, no obstante, aún es evidente, pues es él quien sufre. 7Y no puede escapar porque ve la causa de su sufrimiento fuera de sí mismo.

2. Ahora se te está mostrando que sí puedes escapar. 2Lo único que necesitas hacer es ver el problema tal como es, y no de la manera en que lo has urdido. 3¿Qué otra manera podría haber de resolver un problema que en realidad es muy simple, pero que se ha envuelto en densas nubes de complicación, concebidas para que el problema siguiera sin resolverse? 4Sin las nubes, el pro­blema se vería en toda su elemental simplicidad. 5La elección, entonces, no sería difícil porque una vez que el problema se ve claramente, resulta obvio que es absurdo. 6Nadie tiene dificultad alguna en dejar que un problema sencillo sea resuelto si ve que le está haciendo daño y que se puede resolver fácilmente.

3. El "razonamiento" que da lugar al mundo, sobre el que des­cansa y mediante el cual se mantiene vigente, es simplemente éste: "Tú eres la causa de lo que yo hago. 2Tu sola presencia justifica mi ira, y existes y piensas aparte de mí. 3Yo debo ser el inocente, ya que eres tú el que ataca. 4Y lo que me hace sufrir son tus ataques". 5Todo el que examina este "razonamiento" exactamente como es se da cuenta de que es incongruente y de que no tiene sentido. 6Sin embargo, da la impresión de ser razonable, ya que cierta­mente parece como si el mundo te estuviese hiriendo. 7Y así, no parece necesario buscar la causa más allá de lo obvio.

4. Pero ciertamente hay necesidad de ello. 2La necesidad de libe­rar al mundo de la condenación en la que se halla inmerso es algo que todos los que habitan en él comparten. 3Sin embargo, no reco­nocen esta necesidad común. 4Pues cada uno piensa que si de­sempeña su papel, la condenación del mundo recaerá sobre él. 5Y esto es lo que percibe debe ser su papel en la liberación del mundo. 6La venganza tiene que tener un blanco. 7De lo contrario, el cuchillo del vengador se encontraría en sus propias manos, apuntando hacia sí mismo. 8Pues para poder ser la víctima de un ataque que él no eligió, tiene que ver el arma en las manos de otro. 9Y así, sufre por razón de las heridas que le infligió un cuchillo que él no estaba empuñando.

5. Ése es el propósito del mundo que él ve. 2Y desde este punto de vista, el mundo provee los medios por los que dicho propósito parece alcanzarse. 3Los medios dan testimonio del propósito, pero no son de por sí la causa. 4Ni la causa puede cambiar porque se la vea separada de sus efectos. 5La causa produce los efectos, los cuales dan luego testimonio de ella, no de sí mismos. 6Mira, pues, más allá de los efectos. 7No es en ellos donde radica la causa del sufrimiento y del pecado. 8No centres tu atención en el sufrimiento ni en el pecado, ya que no son sino reflejos de lo que los causa.

6. El papel que juegas en el proceso de salvar al mundo de la condenación es la manera en que te escapas tú. 2Recuerda que el testigo del mundo del mal sólo puede hablar en favor de aquello que vio la necesidad del mal en el mundo. 3Y ahí es donde con­templaste tu culpabilidad por primera vez. 4El primer ataque contra ti mismo tuvo lugar cuando te separaste de tu hermano. 5Y de esto es de lo que el mundo da testimonio. 6No busques otra causa, ni recurras a las poderosas legiones de sus testigos para deshacerla. 7Ellos apoyan la fidelidad que la separación te exige. 8Y a lo que oculta la verdad no es adonde debes dirigirte a fin de encontrar la verdad.

7. Los testigos del pecado ocupan un reducido espacio. 2Y es ahí donde encuentras la causa de la perspectiva que tienes acerca del mundo. 3Hubo un tiempo en que no eras consciente de cuál era la causa de todo lo que el mundo parecía hacerte sin tú haberlo pedido o provocado. 4De lo único que estabas seguro era de que entre las numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu culpabilidad no era una de ellas. 5Ni tampoco eran el dolor y el sufrimiento algo que tú mismo hubie­ses pedido en modo alguno. 6Así es como surgieron todas las ilusiones. 7El que las teje no se da cuenta de que es él mismo quien las urde ni cree que la realidad de éstas dependa de él. 8Cualquiera que sea su causa, es algo completamente ajeno a él, y su mente no tiene nada que ver con lo que él percibe. 9No puede dudar de la realidad de sus sueños porque no se da cuenta del papel que él mismo juega en su fabricación y en hacer que parez­can reales.

8. Nadie puede despertar de un sueño que el mundo esté soñando por él. 2Pues en ese caso él se ha convertido en parte del sueño de otro. 3No puede elegir despertarse de un sueño que él no urdió. 4Es la víctima impotente de un sueño concebido y preciado por otra mente, la cual no se preocupa por él en absoluto, y es tan indiferente a su paz y a su felicidad como lo es el tiempo o la hora del día. 5No lo ama, sino que caprichosamente lo obliga a desem­peñar cualquier papel que satisfaga su sueño. 6Es tan poca su valía que él no es más que una sombra danzante, que sube y baja al compás de un guión disparatado concebido dentro del fútil sueño del mundo.

9. Ésta es la única imagen que puedes ver, la única opción que tienes ante ti, la otra posible causa, si es que tú no eres el soñador de tus propios sueños. 2Y esto es lo que eliges cuando niegas que la causa del sufrimiento esté en tu mente. 3Alégrate de que lo esté, pues de esta manera tú eres el único que puede determinar tu destino en el tiempo. 4Las únicas alternativas que tienes ante ti son o bien una muerte durmiente y sueños de maldad por una parte, o bien un feliz despertar y la alegría de la vida por otra.

10. ¿Qué otras alternativas tienes ante ti, sino la vida o la muerte, despertar o dormir, la guerra o la paz, tus sueños o tu realidad? 2Existe el riesgo de pensar que la muerte te puede brindar paz porque el mundo equipara el cuerpo con el Ser que Dios creó. 3No obstante, una cosa jamás puede ser su propio opuesto. 4Y la muerte es lo opuesto a la paz porque es lo opuesto a la vida. 5Y la vida es paz. 6Despierta y olvida todos los pensamientos de muerte, y te darás cuenta de que ya gozas de la paz de Dios. 7Sin embargo, si es cierto que realmente puedes elegir, tienes entonces que ver las causas de las cosas entre las que eliges exactamente como son y dónde se encuentran.

11. ¿Qué elección puede hacerse entre dos estados, cuando sólo se reconoce claramente uno de ellos? 2¿Quién es libre de elegir entre dos efectos, si cree que sólo puede escoger uno de ellos? 3Una elección honesta nunca podría percibirse como una en la que la elección es entre un insignificante tú y un mundo enorme, cuyos sueños acerca de tu verdad son diferentes. 4La brecha que separa a la realidad de los sueños no se encuentra entre lo que el mundo sueña y lo que tú sueñas en secreto. 5Pues en ambos casos se trata del mismo sueño. 6El sueño del mundo no es sino una parte de tu propio sueño de la que te  desprendiste y luego viste como si fuese el principio y el final del tuyo. 7No obstante, lo que dio comienzo al sueño del mundo fue tu propio sueño secreto, lo cual no percibes, si bien es lo que causó la parte que ves, de cuya realidad no dudas. 8¿Cómo podrías dudar de ello si aún estás dormido, soñando en secreto que su causa es real?

12. Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. 2Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo. 3He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. 4La pequeña grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio ances­tral, el instante del desastre, están todos aquí. 5He aquí la causa de la irrealidad. 6Mas es aquí donde se des-hará.

13. Tú eres el soñador del mundo de los sueños. 2Éste no tiene ninguna otra causa, ni la tendrá jamás. 3Todo lo que aterrorizó al Hijo de Dios y le hizo pensar que había perdido su inocencia, repudiado a su Padre y entrado en guerra consigo mismo no es más que un sueño fútil. 4Mas ese sueño es tan temible y tan real en apariencia, que él no podría despertar a la realidad sin verse inundado por el frío sudor del terror y sin dar gritos de pánico, a menos que un sueño más dulce precediese su despertar y permi­tiese que su mente se calmara para poder acoger -no temer- la Voz que con amor lo llama a despertar; un sueño más dulce, en el que su sufrimiento cesa y en el que su hermano es su amigo. 5Dios dispuso que su despertar fuese dulce y jubiloso, y le pro­porcionó los medios para que pudiese despertar sin miedo.

14. Acepta el sueño que Él te dio en lugar del tuyo. 2No es difícil cambiar un sueño una vez que se ha identificado al soñador. 3Des­cansa en el Espíritu Santo, y permite que Sus dulces sueños reem­placen a los que soñaste aterrorizado, temiéndole a la muerte. 4El Espíritu Santo te brinda sueños de perdón, en los que la elección no es entre quién es el asesino y quién la víctima. 5Los sueños que Él te ofrece no son de asesinatos ni de muerte. 6El sueño de culpa­bilidad está desapareciendo de tu vista, aunque tus ojos están cerrados. 7Una sonrisa ha venido a iluminar tu rostro durmiente. 8Duermes apaciblemente ahora, pues éstos son sueños felices.

15. Sueña dulcemente con tu hermano inocente, quien se une a ti en santa inocencia. 2Y el Mismo Señor de los Cielos despertará a Su Hijo bienamado de este sueño. 3Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores. 4Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado. 5Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha prestado. 6Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto. 7Él representa a su Padre, a Quien ves ofreciéndote tanto vida como muerte.

16. Hermano, lo único que Él da es vida. 2Sin embargo, los regalos que crees que tu hermano te ofrece representan los regalos que sueñas que tu Padre te hace a ti. 3Ve todos los regalos que tu hermano te hace a la luz de la caridad y bondad que se te ofrece. 4Y no dejes que ningún dolor perturbe tu sueño de profunda gratitud por los regalos que te hace.










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