DESPERTAR AL AMOR

lunes, 1 de octubre de 2018

1 OCTUBRE: Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 274

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

1. Padre, hoy quiero dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su impecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo. 2De ese modo soy redimido. 3Y del mismo modo, la verdad pasará a ocupar el lugar que antes ocupa­ban las ilusiones, la luz reemplazará toda oscuridad y Tu Hijo sabrá que él es tal como Tú lo creaste.

2. Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nuestro Padre. 2Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor. (2:2)

Miedo es lo que surge cuando cerramos nuestra consciencia al Amor. No es nada sino la ausencia ilusoria del Amor, “ilusoria” porque el Amor nunca está ausente. El Amor es lo único que existe. Como el sol físico, el Amor siempre está brillando. A veces decimos: “Hoy no ha salido el sol”. Por supuesto que el sol ha salido, pero hay una interferencia: las nubes, algo que se pone delante y que nos impide ver el sol. Entonces vemos la oscuridad, que no es sino la ausencia de luz. La oscuridad no es nada en sí misma. Cuando se quita la interferencia, la luz está ahí, como siempre ha estado.

Así también, cuando quitamos la interferencia a nuestra consciencia del Amor, el Amor sigue estando ahí y el miedo ha desaparecido. Si dedicamos este día al Amor, no habrá miedo.

Es fácil ver cómo podemos entender cualquier forma de miedo como una petición de amor. “El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida” (T.12.I.9:1). El miedo es cómo nos sentimos cuando el Amor parece estar ausente; por lo tanto, es simplemente un grito automático a la presencia del Amor. Es una petición de Amor, y nada más. El miedo puede tomar muchas formas: ira, preocupación, tristeza, celos, enfermedad o un deseo adictivo de una cosa o persona, pero todos ellos son sólo formas de miedo. Cuando sea consciente de ellos en mí, voy a llevárselos al Espíritu Santo para que Él pueda reinterpretarlos (T.12.I.8:8-9), para que yo pueda entender que todas las formas de miedo no son nada más que una petición inconsciente de amor (T.12.I.8:13), y por lo tanto no hay nada de lo que sentirse culpable.

Cuando era niño creía que toda enfermedad era causada por gérmenes. Tenía una idea muy clara de que un bicho invasor se metía en mi cuerpo y lo estropeaba, podía entender eso. Aunque metafísicamente esto no es una imagen verdadera, ni siquiera científicamente totalmente cierta, era lo que yo creía que era verdad. Eso era lo que la enfermedad era para mí.

Un día durante un largo viaje estaba sentado en la parte de atrás del coche, leyendo un tebeo. Empecé a sentirme mal. Supongo que nunca había sentido mareo antes, así que debía ser muy pequeño. Pensé que “me estaba poniendo enfermo” y les dije a mis padres que pararan el coche porque me iba a poner enfermo. Entré en la sala de descanso de una estación de servicio. Cuando entraba me sentí menos enfermo. Usé el baño, y pasados unos minutos me sentí mejor. Me sentí muy sorprendido, ¿qué le había pasado a la enfermedad?

Cuando volví al coche y se lo dije a mis padres, ellos dijeron: “¡Oh! Debes haber sentido el mareo por viajar en coche”. Me explicaron que a veces el movimiento puede hacerte sentir mal, pero que no es lo mismo que tener la gripe. Recuerdo que dije algo como: “¿Queréis decir que no estoy enfermo? ¿Qué sólo me siento enfermo? Estuvieron más o menos de acuerdo con mi interpretación. Me explicaron que se debía a que la mente se sentía confundida porque mis ojos estaban mirando a cosas que no se movían mientras que el resto del cuerpo sentía el movimiento. En efecto, me dijeron que ¡la enfermedad se debía a la falsa percepción de mi mente!

En mi joven mente, algo se iluminó. ¡Quería leer aquel tebeo! Aunque mis padres me aconsejaron que no lo hiciese, continué leyendo. Empecé a sentirme mal de nuevo. Pero entonces sabía la verdad: ¡No estaba realmente enfermo! Era una falsa enfermedad. No había ninguna causa real (gérmenes) para estar enfermo. Era mi mente la que me lo estaba haciendo, así que mi mente podía deshacerlo. Así que a pesar de las náuseas y dolor de estómago, seguí leyendo. Me dije a mí mismo: “No estoy realmente enfermo”. Y la náusea desapareció, y ya nunca más he vuelto a sentir mareo en toda mi vida, excepto una vez en un trasatlántico durante una tormenta muy fuerte, después de todo mil cien personas vomitaron, excepto yo y una docena de personas, supongo que la “prueba” era demasiado aplastante.

Tal como aquel día me convencí a mí mismo que la enfermedad no era real (una lección muy clara en mi vida acerca del poder de la mente), el Espíritu Santo quiere convencernos que nuestros miedos no son reales. Tal como aquel día que no había nada mal en mi cuerpo, Él quiere que sepamos que cuando sentimos miedo, no hay nada malo en nuestra mente. A pesar de lo que vemos en el mundo, el Espíritu Santo quiere que sepamos que el miedo es producido por nuestra propia mente; no es real, porque el Amor nunca está ausente y por lo tanto no hay ninguna razón para el miedo. Puedes sentir miedo en cualquiera de sus formas (Él nunca nos pide que neguemos eso, en lugar de ello nos pide que lo miremos y lo reconozcamos muy claramente), pero lo que sí nos pide es que nos demos cuenta de que lo que estamos sintiendo es falso. No tiene causa. Es sólo algo producido por una mente que se ha cerrado a la verdad. Ni siquiera tenemos que curar nuestro miedo, porque ¡la enfermedad no es real!

O amamos a nuestros hermanos o les tenemos miedo, ésas son las únicas dos emociones en este mundo, según el Curso (T.12.I.9:5). Entonces, dedicar el día al Amor significa que no reaccionaremos con miedo a nuestros hermanos. Queremos “dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste” (1:1), y por lo tanto honramos a nuestros hermanos en su perfecta inocencia. Le daremos a cada uno de ellos, como Hijo de Dios, “el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo” (1:1).

El camino del Curso se basa en esto, en aprender a abandonar nuestros miedos y en responder unos a otros con amor, honrando lo que todos somos en verdad, en lugar de temer lo que nuestros hermanos parecen ser. Así es como somos redimidos (1:2), así es como la luz reemplaza a toda la oscuridad del mundo (1:3).

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.


¿Qué es el Cristo? (Parte 4)

L.pII.6.2:4-5

El Cristo es la parte de nuestra mente en la que se encuentra la Respuesta de Dios (2:3). Esta parte de nuestra mente no se ve afectada por nada que los ojos del cuerpo puedan percibir (2:4). Nuestra mente, tal como somos conscientes de ella, se ve más que afectada por lo que nuestros ojos ven, está dominada por ello, y sacudida como una hoja al viento (¡como muy bien saben los publicistas!). Pero hay algo en nosotros, en algún lugar de nosotros, que está de acuerdo con esta afirmación de que no se ve alterado o perturbado por las percepciones físicas. Permanece perfectamente en calma a pesar de lo que parezca suceder a nuestro alrededor. Permanece completamente amorosa, sin que importen qué ataques se le hagan a nuestro amor. Esto es el Cristo, nuestro verdadero Ser.
Lo que estamos practicando es hacernos conscientes de esta parte de nosotros mismos. En los instantes santos que pasamos escuchando en silencio estamos intentando conectarnos con este centro silencioso y sereno de nuestro ser. Ésta es la Voz que intentamos escuchar, una Voz de una quietud majestuosa y de una total serenidad. El Cristo no es un ser extraño, algo separado de nosotros que tenemos que aprender a imitar. Él es nuestro Ser. Él es como el ojo del huracán. Cuando nuestra mente está agitada y aparentemente sin control, si queremos abandonar lo que nos causa agitación, podemos entrar en ese ojo de la tormenta y encontrar la paz dentro de nosotros, que siempre está ahí. En el momento en que lo hacemos el cambio es tan sorprendente que no hay confusión posible. El estruendo del viento se para. La explosión de los elementos se detiene de repente. No hay nada más que paz. En este centro tranquilo de nuestro ser, todos los acontecimientos de nuestras vidas que nos han llevado de acá para allá, indefensos ante su agarre, no tienen efecto alguno. Y en ese momento sabemos: “Esto es lo que Yo soy”.

Debido a la confusión de nuestra mente, debido a que hemos inventado un aparente problema donde no hay ninguno, el Padre ha puesto en Cristo “los medios para tu salvación” (2:5), la Respuesta a nuestras ilusiones. Y sin embargo, este Cristo permanece sin ser afectado por los “problemas”, completamente puro, Él “no conoce el pecado” (2:5). La Respuesta al pecado está en Él y, sin embargo, en Él habiéndose Respondido al problema, ni siquiera existe. La perfección de Cristo no ha sido manchada por nuestra locura. Todavía es tan perfecto como en el instante en que fue creado. Y Él es yo. “Soy el santo Hijo de Dios Mismo” (L.191). Aquí, en la quietud del Ser de Cristo, sé que todos mis “pecados” no son nada, que no tienen ningún efecto. Aquí soy más que inocente, aquí soy santo. Todas las cosas son santas. Y nada irreal existe.









TEXTO 

 

II. La perfidia de creerse especial



1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre con­lleva hacer comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro; y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.

2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. 2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omni­potencia y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú tienes una función que desem­peñar en la salvación. 6Realizarla te brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. 9Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la verdad.

3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. 2Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. 3Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. 4He aquí al que se ha erigido a sí mismo en "salvador", el "creador" que crea de forma diferente a como crea el Padre e hizo que Su Hijo fuese como él y no como el Padre. 5Sus hijos "especiales" son muchos, nunca uno solo, y cada uno de ellos se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. 6Y ninguno de ellos ama la Unicidad * que los creó como uno solo con Él. 7Ellos eligieron el especialismo en lugar del Cielo y de la paz, y lo envolvieron cuidadosamente en el pecado para mantenerlo "a salvo" de la verdad.

4. Tú no eres especial. 2Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? 3¿Qué respuesta del Espí­ritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? 4Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. 5Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especia­lismo. 6Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.

5. Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, 2pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. 3Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente, y un significado distinto. 4Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? 5Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y "a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. 6La visión de Cristo es su "enemigo", pues no ve aquello que ellos quieren ver y les mostraría que el especialismo que ellos creen ver es una ilusión.

6. ¿Qué podrían ver en su lugar? 2Podrían ver el brillante fulgor del Hijo de Dios, tan semejante al de su Padre que el recuerdo de Éste alborearía de inmediato en sus mentes. 3con ese recuerdo el Hijo recordaría sus propias creaciones, que son tan semejantes a él como él es semejante a su Padre. 4el mundo que él cons­truyó, así como su deseo de ser especial junto con todos los peca­dos que en defensa de ese deseo albergó contra sí mismo, se desvanecerían a medida que su mente aceptase la verdad acerca de lo que él es y retornase para ocupar el lugar que aquellos ocupaban, 5Éste es el único "costo" de la verdad: jamás volverás a ver lo que nunca tuvo lugar ni a oír lo que no tiene sonido. 6¿Es acaso un sacrificio renunciar a lo que no es nada y recibir a cam­bio el Amor de Dios para siempre?

7. Tú que has encadenado a tu salvador a tu deseo de ser especial y has otorgado a dicho deseo el lugar de aquel, recuerda esto: tu salvador no ha perdido la capacidad de perdonarte todos los pecados que tú crees haber interpuesto entre él y la función de salvarte que Dios le encomendó. 2tú no puedes cambiar su fun­ción, ni tampoco la verdad que mora en él y en ti. 3Pero ten por seguro que esta verdad es exactamente la misma en cada uno de vosotros. 4La verdad no transmite mensajes diferentes y sólo tiene un significado. 5es un significado que tú y tu hermano podéis entender y que os brinda liberación a ambos. 6He aquí a tu her­mano ofreciéndote la llave del Cielo que tiene en su mano. 7No permitas que el sueño de ser especial continúe interponiéndose entre vosotros. 8Lo que es uno está unido en la verdad.

8. Piensa en la hermosura que verás dentro de ti cuando lo consi­deres tu amigo. 2Él es enemigo de tu deseo de ser especial, pero amigo de lo que es real en ti. 3Ni uno solo de los ataques que pensaste haber lanzado contra él lo ha despojado del regalo que Dios quiere que él te dé. 4Su necesidad de dártelo es tan impe­riosa como la tuya de recibirlo. 5Permítele que te perdone tu deseo de ser especial, y que restaure la plenitud de tu mente y te haga uno con él. 6El está en espera de tu perdón, pero únicamente para poder devolvértelo a ti. 7No fue Dios Quien condenó a Su Hijo, sino tú, para salvar su especialismo y matar a su Ser.

9. Has llegado muy lejos por el camino de la verdad, demasiado lejos como para titubear ahora. 2Un paso más, y todo vestigio del temor a Dios quedará disuelto en el amor. 3El deseo de ser espe­cial de tu hermano y el tuyo son enemigos, y en su mutuo odio están comprometidos a matarse el uno al otro y a negar que son lo mismo. 4Mas no han sido ilusiones las que han llegado hasta este último obstáculo, el cual parece hacer que Dios y Su Cielo estén tan lejos que no se pueden alcanzar. 5Aquí en este santo lugar se alza la verdad esperando para recibirte a ti y a tu her­mano en silenciosa bendición y en una paz tan real y abarcadora que nada queda excluido. 6No traigas ninguna de las ilusiones que abrigas acerca de ti mismo a este lugar, al que vienes lleno de esperanza y honestidad.

10. He aquí el que te puede salvar de tu deseo de ser especial. 2Él tiene tanta necesidad de que lo aceptes como parte de ti, como tú de que él te acepte a ti. 3Eres tan semejante a Dios como Dios lo es a Sí Mismo. 4Dios no es especial, pues Él no se quedaría con nin­guna parte de lo que Él es sólo para Sí, negándosela a Su Hijo y reservándola sólo para Sí Mismo. 5esto es lo que tú temes, pues si Él no es especial, entonces Su Voluntad dispuso que Su Hijo fuese como Él, y, por lo tanto, tu hermano no puede sino ser como tú. 6Él no es especial, pero lo tiene todo, incluyéndote a ti. 7Dale sólo lo que ya es suyo, y recuerda que Dios Se dio a Sí Mismo a ambos con el mismo amor, para que ambos pudierais compartir el universo con Él, Quien dispuso que el amor jamás pudiese ser dividido ni mantenerse separado de lo que es y ha de ser para siempre.

11. Tú le perteneces a tu hermano, pues a él no se le negó ninguna parte del amor. 2¿Cómo iba a ser que tú perdieses por ser él ínte­gro? 3Lo que se le ha dado a él es lo que hace que tú seas íntegro, y lo que hace que él sea íntegro también. 4El Amor de Dios te dio a ti tu hermano, y a ti a él porque el Padre se dio a Sí Mismo. 5Lo que es igual a Dios es uno con El. 6Y ahora que finalmente tienes la esperanza de paz a la vista, sólo el deseo de ser especial podría hacer que el hecho innegable de que tú y tu Padre sois uno pare­ciese ser todo menos el Cielo.

12. El deseo de ser especial es el sello de la traición impreso sobre el regalo del amor. 2Todo lo que apoya sus propósitos no tiene otro objetivo que el de matar. 3Todo regalo que lleve impreso su sello no ofrece otra cosa que traición al que lo da y al que lo recibe. 4Ni una sola mirada de los ojos que él ciega deja de con­templar escenas de muerte. 5Todo aquel que cree en su poder no hace sino transigir y hacer concesiones para establecer al pecado como substituto del amor y servirle con gran lealtad. 6toda rela­ción que tenga el propósito del pecado en gran estima no hace sino aferrarse al asesinato como arma de seguridad y como el protector supremo de todas las ilusiones contra la "amenaza" del amor.

13. La esperanza de ser especial hace que parezca posible que Dios hizo al cuerpo para que fuese la prisión que mantiene a Su Hijo separado de El. 2Pues el especialismo requiere un lugar especial donde Dios no pueda entrar y un escondite donde a lo único que se le da la bienvenida es a tu insignificante yo. 3Nada es sagrado aquí, excepto tú y sólo tú, un ente aparte y separado de todos tus hermanos; a salvo de cualquier intrusión de la cordura en las ilu­siones; a salvo de Dios, pero destinado al conflicto eterno. 4He aquí las puertas del infierno tras las cuales tú mismo te encerraste, para gobernar en la demencia y en la soledad tu reino especial, separado de Dios y alejado de la verdad y de la salvación.


14. La llave que tú tiraste Dios se la dio a tu hermano, cuyas santas manos quieren ofrecértela cuando estés listo para aceptar el plan de Dios para tu salvación en vez del tuyo. 2¿Cómo puedes llegar a estar listo, salvo reconociendo toda tu abyecta desdicha y dándote cuenta de que tu plan ha fracasado y de que jamás te aportará ninguna clase de paz o felicidad? 3Ésta es la desesperación por la que ahora estás pasando, pero no es más que una ilusión de deses­peración. 4La muerte de tu especialismo no es tu muerte, sino tu despertar a la vida eterna. 5No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de ti mismo tal como Dios te creó.




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