DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 3 de octubre de 2018

3 OCTUBRE: Se me ha dado la Palabra de Dios para que la comparta.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 276


Se me ha dado la Palabra de Dios para que la comparta.


1. ¿Qué dice la Palabra de Dios? 2"Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo." 3Así fue como Dios se convirtió en el Padre del Hijo que Él ama, pues así fue como lo creó. 4Ésta es la Palabra que el Hijo no creó con el Padre, pues nació como resultado de ella. 5Aceptemos Su Paternidad, y todo se nos dará. 6Mas si negamos que fuimos creados en Su Amor, estaremos negando nuestro Ser, y así, no tendremos certeza acerca de quiénes somos, Quién es nuestro Padre y cuál es nuestro propósito aquí. 7No obstante, sólo con que reconozcamos a Aquel que nos dio Su Palabra en nuestra creación, Su recuerdo aflorará de nuevo en nuestras mentes y así podremos recordar a nuestro Ser.

2. Padre, he hecho mía Tu Palabra. ?Y es ésta la que les quiero compartir a todos mis hermanos, quienes me fueron confiados para que los amara como si fuesen míos, tal como yo soy amado, bendecido y salvado por Ti.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La frase “la Palabra de Dios” de Un Curso de Milagros aquí se define como: "Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo" (1:2). En otro lugar se dice que es: “Soy tal como Dios me creó” (L.110.11:4-6). Fuimos creados por esta Palabra; como en la Biblia, Él habló, y así se hizo: “Dios dijo: „Hágase la luz‟ (Génesis 1:3). Igualmente Él dijo: "Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo", y fue creado el Hijo, puro y santo como Dios. El Pensamiento que Dios tuvo acerca de nosotros fue Su acto creativo de Paternidad, permanece sin cambios y sin posibilidad de cambios. Yo no puedo hacerme algo distinto a lo que Dios me creó.

Aceptemos Su Paternidad, y todo se nos dará. (1:5)

Oír Su Palabra es aceptar Su Paternidad, aceptar que fuimos creados en Su Amor y que no podemos ser distintos a lo que Él creó y dispuso que fuésemos. Es aceptar la Expiación (M.22.1:6), el hecho indudable de que yo (es decir, mi verdadero Ser, y no la imagen de mi ego) soy tan puro y santo como Dios Mismo.

Y es ésta la que les quiero compartir a todos mis hermanos, quienes me fueron confiados para que los amara como si fuesen míos. (2:2)

Lo que quiero comunicar a mis hermanos es que todos ellos comparten esta inocencia conmigo. Mis quejas, mis juicios, o mis críticas, comunican culpa. Mi perdón comunica su inocencia. Padre, muéstrame cómo comunicar la Expiación hoy, muéstrame cómo de palabra y de hecho hablar la Palabra de Dios: “Tú eres tan santo y puro como Dios Mismo”.

Esto se relaciona claramente con el comienzo de la página de introducción sobre Cristo:

Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Cristo es el Ser que compartimos. (L.pII.6.1:1-2)

Él es la única parte de ti que en verdad es real. Lo demás son sueños. (L.pII.6.3:2-3)


¿Qué es el Cristo? (Parte 6)

L.pII.6.3:4

Lo demás son sueños. Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se desvanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo. (3:3-4)

Puedo pensar: “De acuerdo. Cristo es la única parte real de mí. Todo el resto, todas esas cosas que pienso de mí la mayor parte del tiempo, son sólo sueños. Pero estos sueños me parecen muy, muy reales. ¿Qué diablos hago con todos estos sueños? La respuesta está en estas palabras: “éstos se le entregarán a Cristo”. El Curso a menudo nos pide que hagamos esto de varias maneras, habla de llevar nuestra oscuridad a la luz, o de llevar nuestras fantasías a la realidad, o nuestras ilusiones a la verdad. Nosotros, en nuestra confusión no podemos ver la verdad acerca de nosotros o de otros, porque estamos cegados por nuestras ilusiones. El Espíritu Santo fue creado para nosotros para que viese la verdad en nuestro nombre hasta que podamos verla por nosotros mismos (T.17.II.1:6-8). Él representa a Cristo para nosotros, en nosotros. Nosotros Le traemos nuestros sueños a Él, y Él los transforma en la verdad (ver 4:1).

En términos prácticos esto significa que cuando me doy cuenta de que estoy viendo desde el punto de vista del ego de la separación y el ataque, necesito aquietarme, y dulcemente exponerle estas creencias al Espíritu Santo dentro de mi mente. Necesito decirle: “Así es como estoy viendo las cosas. Muéstrame cómo las ves Tú. Quiero verlas de manera diferente”.

Cuando descubrimos pensamientos oscuros en nuestra mente, pensamientos de ira, de celos, de autocompasión y desesperación, nuestra respuesta natural (del ego) es esconderlos, a menos que estemos tan ciegos como para identificarnos totalmente con ellos y justificarlos. Avergonzados de nuestros pensamientos erróneos, intentamos ocultarlos debajo de la alfombra y fingir que no están ahí. Esto no los hace desaparecer, sólo hace que queden sepultados. Por ejemplo, al hablar del odio del ego, el Curso nos enseña que buscamos relaciones de amor especiales para compensar nuestro odio. Dice: 

No puedes limitar el odio. La relación de amor especial no lo contrarrestará, sino que simplemente lo ocultará donde no puedas verlo. Mas es esencial que lo veas, y que no trates de ocultarlo. (T.16.IV.1:5-7)

Esconder nuestros pensamientos desagradables es negación. Y lleva directamente a la proyección (vemos nuestros pensamientos escondidos realizados por otros). Pensamos que ganamos puntos del ego al condenar a otras personas. Cuando nos disgustamos por los errores de otros, esto es lo que está sucediendo (T.17.I.6:5).

En lugar de eso, cuando no intentamos esconder nuestro ego, sino que voluntariamente lo llevamos a la luz dentro de nosotros para que desaparezca, desaparece. No necesitamos entender cómo sucede esto, porque nosotros no lo hacemos; el Espíritu Santo lo hace (T.17.I.6:3-4). De lo único que tenemos que ocuparnos es de estar dispuestos a que suceda. Cuando desaparecen las ilusiones que están ocultando la verdad, nuestro santo Ser, el Cristo, nos es revelado al fin (3:4).





TEXTO


IV. Ser especial en contraposición a ser impecable 



1. Ser especial implica una falta de confianza en todo el mundo excepto en ti mismo. 2Depositas tu fe exclusivamente en ti. 3Todo lo demás se convierte en tu enemigo: temido y atacado, mortal y peligroso, detestable y merecedor únicamente de ser destruido. 4Cualquier gentileza que este enemigo te ofrezca no es más que un engaño, pero su odio es real. 5Al estar en peligro de destruc­ción tiene que matar, y tú te sientes atraído hacia él para matarlo primero. 6Tal es la atracción de la culpabilidad. 7Ahí se entrona a la muerte como el salvador; la crucifixión se convierte ahora en la redención, y la salvación no puede significar otra cosa que la destrucción del mundo con excepción de ti mismo.

2. ¿Qué otro propósito podría tener el cuerpo sino ser especial? 2Esto es lo que hace que sea frágil e incapaz de defenderse a sí mismo. 3Fue concebido para hacer que tú fueses frágil e impo­tente. 4La meta de la separación es su maldición. 5Los cuerpos, no obstante, no tienen metas. 6Tener propósitos es algo que es sólo propio de la mente. 7Y las mentes pueden cambiar sí así lo desean. 8No pueden cambiar sus cualidades inherentes ni sus atributos, 9pero sí pueden cambiar el propósito que persiguen, y al hacer eso, los estados corporales no pueden sino cambiar también. 10El cuerpo no puede hacer nada por su cuenta. 11Considéralo un medio de herir, y será herido. 12Considéralo un medio para sanar y sanará.

3. Sólo puedes hacerte daño a ti mismo. 2Hemos repetido esto con frecuencia, pero todavía resulta difícil de entender. 3A las mentes empeñadas en ser especiales les resulta imposible enten­derlo. 4Pero a las que desean curar y no atacar les resulta muy obvio. 5El propósito del ataque se halla en la mente, y sus efectos sólo se pueden sentir allí donde se encuentra dicho propósito. 6La mente no es algo limitado, y a eso se debe que cualquier propósito perjudicial le haga daño a toda ella cual una sola. 7Nada podría tener menos sentido para los que se creen especia­les. 8Nada podría tener mayor sentido para los milagros. 9Pues los milagros no son sino el resultado de cambiar del propósito de herir al de sanar. 10Este cambio de propósito pone "en peligro" el especialismo, pero sólo en el sentido de que la verdad supone una "amenaza" para todas las ilusiones. 11Ante ella no pueden quedar en pie. 12No obstante, ¿qué consuelo encontraste jamás en ellas para que le niegues a tu Padre el regalo que te pide y para que en lugar de dárselo a Él se lo des a ellas? 13Si se lo das a Él, el universo es tuyo. 14Si se lo das a las ilusiones, no recibes ningún regalo a cambio. 13Lo que le has dado a tu especialismo te ha llevado a la bancarrota, dejando tus arcas yermas y vacías, con la tapa abierta invitando a todo lo que quiera perturbar tu paz a que entre y destruya.

4. Te dije anteriormente que no te detuvieses a examinar los medios con los que se logra la salvación, ni cómo se alcanza ésta. 2Pero examina detenidamente si es tu deseo ver a tu hermano libre de pecado. 3Para todo aquel que se cree especial la respuesta tiene que ser "no". 4Un hermano libre de pecado es enemigo de su especialismo, mientras que el pecado, de ser posible, sería su amigo. 5Los pecados de tu hermano justificarían tu especialismo y le darían el significado que la verdad le niega. 6Todo lo que es real proclama que él es incapaz de pecar. 7Todo lo que es falso proclama que sus pecados son reales. 8Si es un pecador, tu reali­dad entonces no es real, sino únicamente un sueño de que eres especial que dura sólo un instante, antes de desmoronarse y con­vertirse en polvo.

5. No defiendas este sueño insensato, en el que Dios se halla pri­vado de lo que ama y tú te encuentras más allá de la posibilidad de salvarte. 2Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás com­pletamente en paz, o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. 3Tu sensación de ser espe­cial pareció estar a salvo a causa de ello. 4Y así, salvaste a lo que habías designado como tu salvador y crucificaste al que Dios te dio en su lugar. 5Y de este modo, estás en la misma encrucijada que él, pues sois un solo ser. 6Por lo tanto, el especialismo es su "enemigo” así como el tuyo.














No hay comentarios:

Publicar un comentario