DESPERTAR AL AMOR

martes, 9 de octubre de 2018

9 OCTUBRE: Hoy no tendré miedo del amor.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 282


Hoy no tendré miedo del amor.


1. Sólo conque pudiese comprender esto hoy, el mundo entero se salvaría. 2Pues es la decisión de abandonar la locura y de acep­tarme tal como Dios Mismo, mi Padre y mi Fuente, me creó. 3Es la resolución de no seguir dormido en sueños de muerte, mientras la verdad sigue viviendo eternamente en el júbilo del amor. 4Y es asimismo la resolución de reconocer al Ser que Dios creó como el Hijo que Él ama, el Cual sigue siendo mi única Identidad.

2. Padre, Tu Nombre, al igual que el mío, es Amor. 2Ésa es la verdad. 3¿Y es posible acaso cambiar la verdad dándole simplemente otro nom­bre? 4El nombre del miedo es simplemente. un error. 5Que hoy tenga miedo de la verdad.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es otra de las docenas de afirmaciones que el Curso dice que si se aceptase sin dudas, puede ser la salvación completa. “Sólo con que pudiese comprender esto hoy, el mundo entero se salvaría” (1:1). Algunas de las otras que entran en esta categoría son: “Soy tal como Dios me creó” (L.94.1), “Las ideas no abandonan su fuente” (L.167.3:6-11), “El mundo no existe” (L.132.6.2-3), “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe” (T.In.2), “Perdona al mundo y comprenderás que nada que Dios creó puede tener fin, y que nada que Él no haya creado es real” (M.20.5:7-10).

¿Me doy cuenta a menudo de que tengo miedo del amor? Tenemos miedo del amor con más frecuencia de lo que nos damos cuenta. Ken Wapnick ha usado una variación de este pensamiento que sugiere como respuesta mental para cuando nos damos cuenta de que nuestro ego está fastidiando otra vez: “Debo estar teniendo miedo del amor otra vez”. Hay una sensación en la que podríamos decir que el ego es el miedo al amor. Es una postura mental que rechaza al Amor como nuestra Fuente, y que se niega a reconocer el Amor en todos los que nos rodean. Cuando lo miramos así, empieza a ser más comprensible que si pudiéramos darnos cuenta de esto -no tener miedo del amor- se lograría la salvación del mundo.

El miedo al amor es locura. De todas las cosas que podríamos tener un miedo razonable, el amor no es una de ellas. Un antiguo evangelista cristiano, Charles Grandison Finney (famoso hacia 1800) escribió una vez que “El amor es la eterna voluntad de toda bondad”. Tener miedo de eso que eternamente quiere sólo nuestro bien es verdaderamente locura. Por eso, aceptar la idea de hoy “es la decisión de abandonar la locura” (1:2).

Tener miedo del Amor es tener miedo de nuestro propio Ser, que es Amor. Por lo tanto, aceptar la idea de hoy es “aceptarme tal como Dios Mismo, mi Padre y mi Fuente, me creó” (1:2). Ciertamente tenemos miedo de reconocer que somos Amor, a nuestro ego le parece algo muy peligroso.

Tener miedo del amor es quedarse dormido y tener sueños de muerte, porque al rechazar el amor estamos rechazando lo que nos protege, nos guarda y nos da alegría. Al tener miedo del amor nos imaginamos a nosotros mismos como no amorosos, es decir, malvados y pecadores. Ante esa imagen de nosotros mismos nos imaginamos que merecemos la muerte. Para olvidar lo que somos y creer que somos otra cosa, la mente tiene que quedarse dormida. Por lo tanto, aceptar la idea de hoy es “la resolución de no seguir dormido en sueños de muerte” (1:3).

Estar decidido a no tener miedo del amor es la elección de reconocer mi Ser porque mi Ser es Amor.

No importa qué nombres nos hayamos llamado a nosotros mismos en nuestra locura, los nombres no pueden cambiar lo que somos en la verdad (2:1-3). Elegir no tener miedo del amor es recordar esto. Lo que hemos hecho al llamarnos nombres no amorosos no es un pecado:

El nombre del miedo es simplemente un error. Que hoy no tenga miedo de la verdad. (2:4-5)


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 2)

L.pII.7.1:3-5

El Espíritu Santo es el mediador o puente entre las ilusiones y la verdad, entre los sueños y la realidad, entre la percepción y el conocimiento. Él es el medio por el que “se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe” (1:3). Su propósito dentro de nuestra mente es hacer este cambio de nuestra percepción equivocada a la percepción verdadera. Nuestra única tarea es llevarle todo lo que no queremos, para que Él lo haga desaparecer. El Curso se refiere a su programa de estudios como:

… un programa muy bien organizado, debidamente estructurado y cuidadosamente planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al Espíritu Santo todo aquello que no desees. El sabe qué hacer con ello. Tú, sin embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. Cualquier cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece. (T.12.II.10:1-4)

A través del puente a la luz del conocimiento, “los sonidos y las imágenes se descartan para siempre” (1:4). “Los sonidos y las imágenes” representan el reino de la percepción. Llevamos nuestras percepciones al Espíritu Santo para que sean “limpiadas y purificadas, y finalmente eliminadas para siempre” (T.18.IX.14:2). El propósito del Espíritu Santo es hacer Su tarea, Él es el mediador entre la percepción y el conocimiento (L.43.1:3):

Sin este vínculo con Dios, la percepción habría reemplazado al conocimiento en tu mente para siempre. Gracias a este vínculo con Dios, la percepción se transformará y se purificará en tal medida que te conducirá al conocimiento. (L.43.1:4-5)

Este cambio de la percepción es igual que el perdón, “el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción” (1:5). “El perdón, la salvación, la Expiación y la percepción verdadera son todos una misma cosa” (C.4.3:6). La percepción tal como la utiliza el ego siempre ve pecado, y se manifiesta en juicios y ataque. La percepción tal como la utiliza el Espíritu Santo siempre ve el rostro de Cristo, y se manifiesta en amor y unión. La percepción del ego siempre ve diferencias, la percepción del Espíritu Santo siempre ve igualdad e identidad.

Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. (C.4.6:1)

Por lo tanto, el Espíritu Santo es fundamental para el proceso del perdón. Él es el medio por el que es posible el cambio de la percepción falsa a la percepción verdadera; y sin Él, estaríamos perdidos para siempre en nuestro sueño de juicios. Con Él, podemos aprender a perdonar.





TEXTO 



Capítulo 25


LA JUSTICIA DE DIOS


Introducción


1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. 2Sin embargo, está en ti. 3De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. 4Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. 5es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. 6Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, 7de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. 8Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían estaban sus cuerpos. 9Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. 2Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. 3Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. 4Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. 5nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. 6De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. 7Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. 8Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma.


I. El vínculo con la verdad


1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? 2La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. 3Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. 4todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosi­dad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. 5¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? 6El mensaje y el mensajero son uno. 7no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. 8Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosi­dad, en la que tú te alzas condenado. 9En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. 2La percepción elige donde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. 3Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. 4Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testi­monio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. 5Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. 6así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.

4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no estás separado ni tienes una vida aparte de la Suya. 2Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. 3Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. 4Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la oscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. 5El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. 6Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. 2No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. 3El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. 4Cristo y Su Padre jamás han estado separados, y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. 5El Espíritu Santo es el vín­culo entre la otra parte -el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial- y el Cristo, para hacer que la unicidad* le resulte clara a lo que es realmente uno. 6En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.

6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. 2Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. 3Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una, y que, consciente de que es una, lo experi­menta así. 4La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo expe­rimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para experimentarla y adónde debes dirigirte para lograrlo.

7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. 2Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. 3Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. 4Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. 5tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. 6Todo lo cual puede resumirse muy simple­mente de la siguiente manera:


7Lo que es lo mismo no puede ser diferente, y lo que es uno no puede tener partes separadas.




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