DESPERTAR AL AMOR

viernes, 26 de octubre de 2018

26 OCTUBRE: La santidad eterna mora en mí

div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  

LECCIÓN 299


La santidad eterna mora en mí


1. Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. 2No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

2. Padre, mi santidad no procede de mí. 2No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7Y puedo conocer mi santidad, 8pues fui creado por la. Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Éste es el tipo de lección que siempre me hace darme cuenta de mi mente dividida. Una parte está suspirando, llena de felicidad: “¡Ah! Qué maravilloso saber que la creación de Dios permanece intacta en mí” La otra parte está mirando a mi alrededor y por encima del hombro mientras dice: “¿Te refieres a mí?”

A veces, Padre, puedo aceptar la idea de que hay santidad en mí. Quiero aceptarlo más a menudo y más profundamente. Quiero saber que santidad es todo lo que yo soy. Puedo relacionarlo con la primera frase: “Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es” (1:1). Por lo menos la parte “mucho más allá de mi propia capacidad”. Pero hay una parte de mí que sabe que la santidad está aquí, quizá no conocida, quizá no entendida, pero todavía… aquí.

Cuando soy consciente de mi unión con Dios, cuando permito que esa comprensión entre en mi consciencia, entonces, junto con Él, sé que es así, que la santidad eterna mora en mí.

El Curso insiste en este punto, repitiéndolo con tanta frecuencia que tengo que darme cuenta de que hay una enorme resistencia a aceptarlo:

… mi santidad no procede de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. (2:1-4)

Puedo cambiar mi comportamiento, puedo tener alucinaciones y creer que he cambiado mi naturaleza original, pero en realidad no puedo cambiar lo que soy, no puedo cambiar mi Ser creado por Dios. Mi ataque a mí mismo no ha tenido efectos y nunca los tendrá. Sigo siendo tal como Dios me creó: el santo Hijo de Dios Mismo. Todo lo que parece decir otra cosa es sólo una ilusión, una invención de mi mente, luchando desesperadamente por mantener su identificación con el ego. La culpa es esa invención. Nadie que es santo puede ser culpable, por lo tanto, si soy culpable, no puedo ser santo. Así es como la mente del ego intenta demostrarme su realidad.

Hoy afirmo que mi santidad no procede de mí (2:1). Yo no creé mi santidad ni puedo hacerlo, y mucho menos cambiarla. Dios quiere que la conozca y así será conocida. Dejo a un lado mi incredulidad. Dejo que el pensamiento se aloje en mi mente:

“La santidad eterna mora en mí”.


¿Qué es el mundo real? (Parte 9)

L.pII.8.5:1-2

Cuando el tiempo ha servido al propósito del Espíritu Santo, Él ya no lo necesita. Pero es decisión nuestra a qué propósito sirve el tiempo. Dos secciones del Texto tratan de los dos usos del tiempo: el Capítulo 13, Sección IV, “La Función del Tiempo”, y el Capítulo 15, Sección I, “Los Dos Usos del Tiempo”. Estas secciones nos dicen que podemos usar el tiempo para el ego o para el Espíritu Santo. El ego utiliza el tiempo para perpetuarse a sí mismo, buscando nuestra muerte. Ve la destrucción como el propósito del tiempo. El Espíritu Santo ve la sanación como el propósito del tiempo.

El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del objetivo y del final del aprendizaje. Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin. (T.15.I.2:7-9)

Se nos pide: “Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad” (T.15.I.9:4). Y lo hacemos al practicar el instante santo. “El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo” (T.15.I.15:1). Hay necesidad del tiempo mientras estamos aprendiendo todavía a usarlo sólo para Sus propósitos, vivir el momento presente, abandonando el pasado y el futuro, y buscar la paz dentro del instante santo.

Todos los días deberían consagrarse a los milagros. El propósito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje. (T.1.I.15)

“Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final” (5:2). Ese “ahora” se refiere al momento en que el tiempo ha servido a su propósito. No queda nada más por hacer, nada que Él tenga que enseñarnos, nada que nosotros tengamos que aprender o hacer, excepto “esperar un sólo instante más para que Dios dé el paso final”. El tiempo continúa un instante más permitiéndonos apreciar el mundo real, y luego el tiempo y la percepción desaparecen. Este “paso final” es algo que se menciona a menudo en el Curso, “paso final” o “último paso” aparece 29 veces. (Ver por ejemplo en el Texto, el Capítulo 6.(V).5 , y el Capítulo 7, Sección I). Representa el cambio de la percepción (dualidad) al conocimiento (unidad), salir del mundo y entrar en el Cielo, salir del cuerpo y entrar en el espíritu. Está muy claro que esto es cosa de Dios, nosotros no tenemos nada que ver con ello. Nuestra única parte es prepararnos para ello, limpiando nuestra percepción hasta que toda ella se convierta en “percepción verdadera”, sin miedo. O como dice en la cita mencionada arriba: “Todos los días deberían consagrarse a los milagros”. Para eso es el tiempo.




TEXTO 

VIII. La inminencia de la salvación


1. El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se derivan de confiar en tu hermano. 2Esto tan sólo refleja la pequeña distancia que aún deseas interponer entre vosotros para que os mantenga un poco separados. 3Pues el tiempo y el espacio son la misma ilusión, pero se manifiestan de forma diferente. 4Si se ha proyectado más allá de tu mente, pien­sas que es el tiempo. 5Cuanto más cerca se trae a tu mente, más crees que es el espacio.

2. Quieres conservar cierta distancia entre vosotros para que os mantenga separados, y percibes ese espacio como el tiempo por­que aún crees que eres algo externo a tu hermano. 2Eso hace que la confianza sea imposible. 3no puedes creer que la confianza podría resolver cualquier problema ahora mismo. 4Crees, por lo tanto, que es más seguro seguir siendo un poco cauteloso y conti­nuar vigilando lo que percibes como tus intereses separados. 5Desde esta perspectiva te es imposible concebir que puedas obte­ner lo que el perdón te ofrece ahora mismo. 6En el intervalo que crees que existe entre dar el regalo y recibirlo parece que tienes que sacrificar algo y perder por ello. 7Ves la salvación como algo que tendrá lugar en el futuro, pero no ves resultados inmediatos.

3. Sin embargo, la salvación es inmediata. 2A no ser que la perci­bas así, tendrás miedo de ella, creyendo que, entre el momento en que aceptas su propósito como el tuyo propio y el momento en que sus efectos llegan hasta ti, el riesgo de pérdida es inmenso. 3De esta manera, el error que da lugar al miedo sigue oculto. 4La salvación eliminaría la brecha que todavía percibes entre vosotros y permitiría que os convirtieseis en uno instantáneamente. 5Y es ésto lo que crees que supondría una pérdida. 6No proyectes este temor en el tiempo, pues el tiempo no es el enemigo que tú perci­bes. 7El tiempo es tan neutral como el cuerpo, salvo en lo que respecta al propósito que le asignas. 8Mientras todavía quieras conservar un pequeño espacio entre vosotros, querrás tener un poco más de tiempo en el que aún puedas negar el perdón. 9Y esto no podrá sino hacer que el intervalo que transcurre entre el momento en que niegas el perdón y el momento en que lo otor­gas parezca peligroso, y el terror, justificado.

4. Mas el espacio que hay entre vosotros es evidente sólo en el presente, ahora mismo, y no se puede percibir en el futuro. 2Tam­poco es posible pasarlo por alto, excepto en el presente. 3No es lo que puedas perder en el futuro lo que temes. 4Lo que te aterroriza es unirte en el presente. 5¿Quién puede sentir desolación, excepto en el momento presente? 6Una causa futura aún no tiene efectos. 7Por lo tanto, eso quiere decir que si sientes temor, su causa se encuentra en el presente. 8Y es esa causa la que necesita correc­ción, no un estado futuro.

5. Todos los planes que haces para tu seguridad están centrados en el futuro, donde no puedes planear. 2Todavía no se le ha asig­nado ningún propósito al futuro, y lo que va a ocurrir aún no tiene causa. 3¿Quién puede predecir efectos que no tienen causa? 4¿Y quién podría tener miedo de dichos efectos a no ser que pen­sase que éstos ya han sido causados y los juzgase como desastro­sos ahora? 5La creencia en el pecado da lugar al miedo, y, al igual que su causa, mira hacia adelante y hacia atrás, pero pasa por alto lo que se encuentra aquí y ahora. 6Su causa, sin embargo, sólo puede estar aquí y ahora si sus efectos ya se han juzgado como temibles. 7Mas cuando se pasa esto por alto se protege la causa y se la mantiene alejada de la curación. 8Pues el milagro es algo que es ahora. 9Se encuentra ya aquí, en gracia presente, dentro del único intervalo de tiempo que el pecado y el miedo han pasado por alto, pero que, sin embargo, es el único tiempo que hay.

6. Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en absoluto. 2Pero aceptar que la corrección se puede llevar a cabo parece prolongarse una eternidad. 3El cambio de propósito que el Espíritu Santo le brindó a tu relación encierra en sí todos los efectos que verás. 4Éstos se pueden ver ahora. 5¿Por qué espe­rar a que se manifiesten en el transcurso del tiempo, temiendo que tal vez no se den, cuando ya se encuentran aquí? 6Se te ha dicho que todo lo que procede de Dios es para el bien. 7Sin embargo, parece como si no fuera así. 8No es fácil dar crédito de antemano al bien que se presenta en forma de desastre, 9ni es ésta una idea que tenga sentido.

7. ¿Por qué habría de aparecer el bien en forma de mal? 2¿Y no sería un engaño si lo hiciese? 3Su causa está aquí, si es que apa­rece en absoluto. 4¿Por qué, entonces, no son evidentes sus efec­tos? 5¿Por qué razón se ven en el futuro? 6Y procuras contentarte con suspirar y "razonar" que no entiendes esto ahora, pero que algún día lo entenderás 7que su significado te resultará claro entonces. 8Esto no es razonar, pues es injusto, y alude claramente al castigo hasta que el momento de la liberación sea inminente. 9Pero puesto que el propósito de la relación ha cambiado ahora para el bien, no hay razón para un intervalo en que azote el desastre, el cual se percibirá algún día como algo "bueno", aun­que ahora se perciba como doloroso. 10Esto es un sacrificio del ahora, que no puede ser el precio que el Espíritu Santo exige por lo que ha dado gratuitamente.

8Esta ilusión, no obstante, tiene una causa que, aunque falsa, tiene que estar en tu mente ahora. 2esta ilusión es tan sólo un efecto que tu mente engendra y una forma de percibir su resul­tado. 3Este intervalo de tiempo, en el que se percibe la represalia como la forma en la que se presenta el "bien", es sólo un aspecto de la diminuta brecha que hay entre vosotros, la cual todavía no se ha perdonado.

9. No te contentes con la idea de una felicidad futura. 2Eso no significa nada ni es tu justa recompensa. 3Pues hay causa para ser libre ahora. 4¿De qué sirve la libertad en forma de aprisiona­miento? 5¿Por qué habría de disfrazarse de muerte la liberación? 6La demora no tiene sentido, y el "razonamiento" que mantiene que los efectos de una causa presente se tienen que posponer hasta un momento futuro, es simplemente una negación del hecho de que causa y consecuencia tienen que darse simultánea­mente. 7No es del tiempo de lo que te tienes que liberar, sino de la diminuta brecha que existe entre vosotros. 8Y no dejes que ésta se disfrace de tiempo, y que de este modo se perpetúe, ya que al haber cambiado de forma no se puede reconocer como lo que es. 9El propósito del Espíritu Santo es ahora el tuyo. 10¿No debería ser Su felicidad igualmente tuya?






No hay comentarios:

Publicar un comentario