DESPERTAR AL AMOR

sábado, 27 de octubre de 2018

27 OCTUBRE: Este mundo dura tan sólo un instante.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 300


Este mundo dura tan sólo un instante.


1. Este pensamiento se puede utilizar para expresar que la muerte y el pesar es lo que le espera a todo aquel que viene aquí, pues sus alegrías desaparecen antes de que las pueda disfrutar o incluso tener a su alcance. 2Mas es también la idea que no permite que ninguna percepción falsa nos mantenga en su yugo, ni represente más que una nube pasajera en un firmamento eternamente despe­jado. 3Y es esta calma, clara, obvia y segura, lo que buscamos hoy.

2. Hoy vamos en busca de TU mundo santo. 2Pues nosotros, Tus amoro­sos Hijos, perdimos el rumbo por un momento. 3Mas al haber escuchado Tu Voz hemos aprendido exactamente lo que tenemos que hacer para que se nos restituya el Cielo y nuestra verdadera Identidad. 4Y damos gra­cias hoy de que el mundo dure tan sólo un instante. 5Queremos ir más allá de ese ínfimo instante y llegar a la eternidad.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Qué gran lección con la que terminar una serie de diez días en los que hemos estado pensando en la Sección “¿Qué es el mundo real?” Aquí el pensamiento es la otra cara del instante santo. Este mundo no es más que un instante no santo. Sólo existen dos instantes, y estamos en uno o en el otro todo el tiempo.

La idea de hoy podría tomarse de manera negativa, pensando en lo pasajero de la naturaleza de la vida, “una breve vela” como la llamó Shakespeare, en la que “sus alegrías desaparecen antes de que las pueda disfrutar o incluso tener a su alcance” (1:1). Por otra parte, ¡lo corto de la existencia en este mundo puede ser un pensamiento muy esperanzador! “Mas es también la idea que no permite que ninguna percepción falsa nos mantenga en su yugo, ni represente más que una nube pasajera en un firmamento eternamente despejado” (1:2).

La alucinación que es este mundo no es más que una nube pasajera que está atravesando la serenidad de nuestra mente recta. Nuestras percepciones falsas no durarán más que un instante y luego habrán desaparecido. Como un niño en un viaje largo en coche, “pronto” nos puede parecer muy, muy largo, pero nuestro Padre sabe que el final es seguro. Las nubes de nuestra percepción falsa, desaparecerán, el sol saldrá de nuevo, habiendo estado oculto sólo por un instante. Nuestra mente reconocerá su propia serenidad una vez más.

“Y es esta calma, clara, obvia y segura, lo que buscamos hoy”. (1:3)

Que busque hoy esa serenidad. Que la vea ahora, y en cada instante que hoy recuerde hacerlo. Que me abra a ese instante santo, y que recuerde que más allá de las nubes que parecen oscurecer mi mente, el sol sigue brillando sin interrupción. Que me sienta contento y agradecido de que “el mundo dure tan sólo un instante” (2:4). Que vaya “más allá de ese ínfimo instante y llegue a la eternidad” (2:5). Voy a hacerlo ahora. Que llegue a ese otro estado mental a menudo hoy.


¿Qué es el mundo real? (Parte 10)

L.pII.8.5:3-4

“Un sólo instante” el instante para que Dios dé Su paso final (5:2), “ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios” (5:3). Una semejanza que me viene a la mente es la de un equipo de fútbol intentando ganar la Super Copa. El “paso final” es ganar el trofeo, por así decirlo. Ésa es la meta final del equipo. Pero realmente no tiene nada que ver con el trofeo, su tarea es ganar partidos y llegar a ese momento de la victoria. Entonces el trofeo se lo conceden los oficiales de la Liga Nacional de Fútbol. Aunque la imagen de luchar por una victoria contra los contrarios no encaja en nuestra consecución del mundo real, la idea general sí está relacionada. Nuestra tarea consiste únicamente en llegar al punto (mundo real) en el que conseguir el trofeo (el recuerdo de Dios) es posible, pero el paso final es Dios Mismo Quien lo da. No estamos aprendiendo a recordar a Dios. Estamos aprendiendo a olvidar todo lo que impide ese recuerdo, a eliminar todo el falso aprendizaje que hemos interpuesto entre nuestra mente y la verdad. Cuando hayamos eliminado los obstáculos con la ayuda del Espíritu Santo, el recuerdo de Dios regresará por sí mismo.

“Y al contemplar un mundo perdonado” (ése es el resultado del trabajo que hemos hecho con el Espíritu Santo, aprendiendo a perdonar), “Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa” (Dios es Quien nos lleva más allá del mundo real), “recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante nuestro perdón” (5:4). Cuando hayamos perdonado al mundo, se nos restaura el recuerdo de Dios y también el recuerdo de nuestra propia Identidad en Él. Esta última parte no es algo que hacemos nosotros “Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa”.

Esto no es sólo un asunto teológico interesante. Tiene consecuencias prácticas. A veces, cuando hemos empezado una búsqueda espiritual, el ego puede distraernos haciendo que intentemos llegar directamente a Dios. Podemos quedarnos enredados en una lucha por intentar recordar a Dios, intentar recordar nuestra Identidad como Hijo de Dios. Aunque ésta es nuestra meta final (como el trofeo en la Super Copa), si hacemos de ello el objeto de todos nuestros esfuerzos directos, jamás llegaremos allí. Eso sería como intentar robar el trofeo en lugar de ganarlo legalmente. Nuestra atención tiene que centrarse en hacer lo que nos preparará para recibir el recuerdo de Dios de Su propia mano. Es decir, perdonar. Si nuestra meta inmediata es recordar a Dios o nuestra Identidad, estamos intentando evitar los pasos que son necesarios para alcanzar esa meta. No podemos saltarnos esos pasos.

Perdonaré, y esto desaparecerá.

Repite estas mismas palabras ante toda aprensión, preocupación o sufrimiento. Y entonces estarás en posesión de la llave que abre las puertas del Cielo y que hace que el Amor de Dios el Padre llegue por fin hasta la tierra para elevarla hasta el Cielo. Dios Mismo dará este paso final. No te niegues a dar los pequeños pasos que te pide para que puedas llegar hasta Él. (L.193.13:3-7)








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