DESPERTAR AL AMOR

sábado, 20 de octubre de 2018

20 OCTUBRE: El miedo ya se acabó y lo único que hay aquí es amor.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 293


El miedo ya se acabó y lo único que hay aquí es amor.


1. El miedo ya se acabó porque su fuente ha desaparecido, y con ella, todos sus pensamientos desaparecieron también. 2El amor sigue siendo el único estado presente, cuya Fuente está aquí para siempre. 3¿Cómo iba a parecerme el mundo claro y diáfano, segu­ro y acogedor; cuando todos mis errores pasados lo oprimen y me muestran manifestaciones distorsionadas de miedo? 4Mas en el presente el amor es obvio y sus efectos evidentes. 5El mundo entero resplandece en el reflejo de su santa luz, y por fin percibo un mundo perdonado.

2. Padre no permitas que Tu santo mundo me pase desapercibido hoy, 2ni que mis oídos sean sordos a todos los himnos de gratitud que el mundo entona bajo los sonidos del miedo. 3Hay un mundo real que el presente mantiene a salvo de todos los errores del pasado. 4Y éste es el único mundo que quiero tener ante mis ojos hoy.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Pienso en el miedo como relacionado con el futuro, sin embargo aquí dice: “El miedo ya se acabó”. Pienso que esto significa algo más que mis experiencias de miedo ya se acabaron. Entendido así, es lo que nos gustaría. Lo que parece decir realmente es que el miedo está en el pasado. El miedo viene del pasado, existe en el pasado únicamente. Cuando el pasado me parece real, “cuando todos mis errores pasados lo oprimen”, entonces tengo miedo. (Y sólo entonces). Lo que temo es que el pasado condiciona el futuro. Si mi pasado está lleno de errores y culpa, y lo considero real, esto produce mi miedo actual al futuro.

La fuente del miedo hace real el pasado en el momento presente.

El Curso nos enseña que: “El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar” (T.14.IX.1:10). Al principio me resulta difícil decirme a mí mismo: “Las cosas que pienso que sucedieron en el pasado jamás sucedieron, no son reales” Quizá es más fácil decir: “El pasado nunca existió del modo en que yo pienso”. Eso parece más posible, más aceptable. Decir eso es sólo un paso hacia la verdad, pero pienso que puede ser un paso útil. Empezamos aceptando que, al menos, nuestros recuerdos del pasado están distorsionados.

Cada cual puebla su mundo de figuras procedentes de su pasado individual, y ésa es la razón de que los mundos privados difieran tanto entre sí. No obstante, las imágenes que cada cual ve jamás han sido reales, pues están compuestas únicamente de sus reacciones hacia sus hermanos, y no incluyen las reacciones de éstos hacia él. (T.13.V.2:1-2)

Más que eso, el pasado que creemos conocer está lleno de razones para la culpa y el ataque. Recordamos las ofensas que nos han hecho, y las ofensas que hemos hecho nosotros. Esa percepción debe cambiar. Si aceptamos el juicio del Espíritu Santo, la percepción de culpa desaparece. El perdón es una especie de memoria selectiva. Podemos empezar a ver el pasado y todas las cosas del pasado como una expresión de amor o como una petición de ayuda.

Ésta es una especie de posición intermedia. Todavía creemos que el pasado es (o fue) real, pero estamos decidiendo verlo de una manera diferente. La verdad última es que el tiempo no existe, el mundo no existe, los cuerpos no existen. No son nada sino la representación de los pensamientos de nuestra mente.

Una semejanza física me ayuda. ¿Existe la ola de un océano? ¿Es real una ola? En cierto sentido, sí; en otro sentido, no. Una ola no existe separada del océano. Lo que llamamos una ola no es más que la representación de la energía física del agua. El agua, el océano (en este plano físico) son lo que es real, la ola está aquí un momento y al siguiente ha desaparecido, en este momento consta de un conjunto de moléculas de agua y en el siguiente consta de un conjunto de moléculas diferentes. Una ola no existe por sí misma separada de todo lo demás.

Todo el universo físico no es más que una ola en la Mente Eterna. La Mente es todo lo que es real.

En este sentido, nada del pasado es real. Todo el pasado de una ola no existe. La ola que ha pasado ha desaparecido completamente. Donde antes estuvo, ahora todo está en calma y sereno, sin que haya sido afectado por la ola. Las olas no cambian el océano.

Algunos pueden verlo de este modo, de comprender al menos la idea de que el pasado no existe. Otros podemos necesitar la forma más sencilla de “Nunca sucedió como yo pienso. La culpa nunca fue real”. La forma más sencilla llevará finalmente a la comprensión total, así que realmente no importa.

Entonces, cuando siento miedo, lo que tengo que buscar es la creencia en el pasado que hay detrás, quizá escondida, pero está ahí sin duda. Únicamente el pasado me hace tener miedo al futuro. Por esa razón los niños pequeños no tienen miedo, no tienen recuerdos de desastres pasados que puedan provocarles miedo. Cuando sienta miedo, que recuerde que depende de mi percepción del pasado, y que afirme: “Lo que recuerdo nunca sucedió tal como yo pienso. No hay nada que temer”.

Cuando voluntariamente elijo no dejar entrar al pasado en mi presente, “en el presente el amor es obvio y sus efectos evidentes” (1:4). La carga constante del pasado, desenterrando horrores recordados, impide completamente que “me dé cuenta de la presencia del amor”. Todo nuestro aprendizaje no es más que una acumulación de ideas acerca del pasado. Por lo tanto, todo eso no es nada. Empezamos a desaprender, a olvidar voluntariamente lo que pensamos que el pasado nos ha enseñado, y en ello encontramos la percepción verdadera y finalmente el verdadero conocimiento.

El mundo que contemplamos, cuando lo vemos sin el miedo del pasado, es el mundo real. Éste es el mundo que estamos pidiendo ver en esta lección. Debajo de todas las imágenes de miedo, el mundo está cantando “himnos de gratitud” (2:2). La percepción del Espíritu Santo puede atravesar la capa de miedo que hemos puesto sobre la realidad. Cuando compartimos Su percepción, nos damos cuenta de que el pasado ha desaparecido, y vemos y oímos lo que está aquí ahora, cuando “el amor es obvio y sus efectos evidentes”.

Entonces, me uno a la oración: “Éste es el único mundo que quiero tener ante mis ojos hoy” (2:4).


¿Qué es el mundo real? (Parte 3)

L.pII.8.2:1-2

“El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensamiento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo” (2:1). Si el mundo real contiene una corrección para cada pensamiento de infelicidad, entonces tiene que consistir en pensamientos felices. La diferencia está en los pensamientos sobre lo que se ve, y no en los objetos que se ven. En esta frase parece que el mundo real es como una colección de vídeos, cada uno con una interpretación diferente de alguna persona o acontecimiento de nuestra vida. Podemos elegir ver los vídeos del Espíritu Santo o los del ego. Las mismas escenas pero con un Director diferente, con un significado diferente para todo.

“El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de una mente en paz” (2:2). La diferencia está en la paz de la mente que ve. Ésta es la primera de tres referencias al estado de la mente que ve. Las otras dos referencias son: “la mente que se ha perdonado a sí misma” (2:6) y “una mente que está en paz consigo misma” (3:4).

Todos suponemos que nuestras percepciones (interpretaciones) del mundo nos están contando algo real del mundo. La verdad es que nos están contando algo acerca de nuestro propio estado mental. Las imágenes de miedo y los sonidos de lucha que percibimos son únicamente reflejos del miedo y de la lucha dentro de nuestra propia mente. Cuando llevamos nuestra mente a la paz, el mundo toma una apariencia diferente porque nuestra mente está proyectando su propio estado mental sobre el mundo. Que busque la sanación de mi propia mente, y la sanación del mundo se encargará de sí misma.







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