DESPERTAR AL AMOR

lunes, 30 de septiembre de 2019

30 SEPTIEMBRE: Mía es la quietud de la paz de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 273


Mía es la quietud de la paz de Dios.


1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Sl esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.


2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Me encanta el modo en que el Curso nos hace sitio a todos nosotros, sin que importe nuestro nivel de logros. Dice: algunos de nosotros pueden estar “listos para pasar un día en perfecta calma” (1:1). Y para algunos de nosotros esto puede no ser “posible” (1:2). Si hemos hecho las lecciones del Libro de Ejercicios desde el principio, ya hemos hecho 272 lecciones. Sin embargo, un día en perfecta calma puede que todavía no sea posible. “Posible” significa que “se puede lograr”. No hay sensación de desprecio aquí, ni la intención de decir: “Algunos de vosotros no habéis estado haciendo vuestro trabajo”. Simplemente dice que no es posible para ti todavía. Incluso el “todavía” tiene significado, porque afirma claramente que será posible para nosotros finalmente.

El autor del Curso tiene total confianza en cada uno de nosotros. No sólo en aquellos que estamos haciendo el Curso, sino en cada uno de nosotros. Un día será posible para mí, para ti, y para todos “pasar un día en perfecta calma”. ¿No es maravilloso pensar en ello, aunque todavía no hayas llegado?

¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y permanente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

El perdón te ofrece todo eso y más. (L.122.1:6-2:1)

La lección nos sugiere que si todavía no estamos listos para pasar un día en perfecta calma, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos (1:2). El camino a la paz es también un camino de paz. ¡No hay necesidad de disgustarse por no poder estar todavía en perfecta paz! Perder la paz que tenemos porque no estamos en perfecta paz no es un estado mental productivo en el que estar. Podemos estar en paz acerca de no estar en paz. Ése es el comienzo. Nos sentimos contentos y satisfechos de aprender cómo es posible pasar un día en perfecta paz.

Tenemos que ser alumnos felices, felices de estar aprendiendo cómo estar en paz, incluso aunque no estemos en paz. ¿Y cómo aprendemos eso?

Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo. (1:3-4)

En otras palabras, simplemente enseñamos a nuestra mente que la paz nos la ha dado Dios. Cuando surge algo que nos perturba, lo “rechazamos”. Ésta es la práctica de la vigilancia mental que tan a menudo se enseña en el Texto. No permitimos que la alteración continúe, la reconocemos como algo que no queremos, y le ordenamos a nuestra mente que vuelva a la paz.

Dice que hagamos esto “con certeza”. Esto no es una lucha en la que tratamos de acallar al ego con nuestros gritos. Es una calma dulce pero firme, sin ansiedad. Estamos diciendo a nuestra mente: “Aquiétate, permanece en silencio”. El camino a la paz no es estresado. Las palabras: “Mía es la quietud de la paz de Dios” vienen de un lugar dentro de nosotros que siempre está en paz. Al decírnoslas a nosotros mismos con serena certeza, ya hemos conectado con ese lugar de paz dentro de nosotros.

Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso. (2:4)



¿Qué es el Cristo? (Parte 3)

L.pII.6.2:1-3

Cristo es el eslabón que nos mantiene unidos a Dios (2:1). Si de algún modo somos conscientes del Cristo dentro de nosotros, parece que Él es sólo una parte de nosotros, quizá una pequeña parte o una parte escondida. Ésa no es la realidad (3:2), pero así es como nos parece. Y sin embargo cada uno de nosotros es consciente de algo dentro de nosotros que es mucho más que lo que parecemos ser, algo que nos une a Dios. Probablemente no estaríamos leyendo este Curso si no tuviéramos esa consciencia. Y ésta por muy pequeña y escondida que pueda parecer, nos une a Dios. Sabemos eso de algún modo.

Si esa unión es real, entonces la separación no es real. “La separación no es más que una ilusión de desesperanza” (2:1). Si estamos unidos a Dios y somos uno con Él, entonces no estamos separados, y todo lo que parece decirnos que lo estamos no es más que una ilusión. En cada uno de nosotros, en el Cristo dentro de nosotros, “toda esperanza morará por siempre en Él” (2:1). Algo en nosotros sabe que esto es verdad. La unión con Dios no se ha roto. Cada uno de nosotros tiene este aliado escondido en su corazón. Dentro de mí, dentro de ti, dentro de todos, está el Cristo. El Curso confía en este hecho totalmente porque Jesús, que recordó a Cristo su Ser, sabe que es así.
Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. (2:2)

Él está ahí, en ti. Y tú estás en Él. Como la Biblia dice, todo lo que estamos haciendo es dejar que la mente de Cristo more en nosotros. Estamos reconociendo esta parte de nuestra mente que hemos negado y de la que hemos dudado. Su mente está en nosotros, y esto es nuestra salvación. Es parte de nosotros, no podemos perderlo, incluso aunque lo queramos.

En esta parte de nuestra mente “se encuentra la Respuesta de Dios” (2:3). La Respuesta a la separación. La Respuesta al dolor y al sufrimiento. La Respuesta a la desesperación. La Respuesta a todos los problemas. La Respuesta está en ti. La Respuesta es parte de ti. No está fuera, no puede encontrarse en nada del mundo, tampoco en nadie más. Ya la tienes. Ya lo eres. La Respuesta está en ti.

En esta parte de nuestra mente “ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin” (2:3). Lo que esto significa es tan maravilloso que apenas podemos creerlo. Hay una parte de nuestra mente en la que todos nosotros, cada uno de nosotros, ya ha decidido a favor de Dios. Ya hemos elegido la paz. Ya hemos abandonado todo ataque y todo juicio. Y todos nuestros sueños ya han desaparecido. Con este conocimiento podemos estar absolutamente seguros de que “lo lograremos”. Porque el Cristo en nosotros ya lo ha logrado.

Todo lo que queda por hacer es reconocer que esta “parte” de nosotros es todo lo que existe realmente. Todo lo que queda es abandonar todo lo demás, excepto esto. No necesitamos alcanzar la iluminación, necesitamos únicamente aceptar que ya se ha logrado. Ésta es la verdad, y todo lo que estamos haciendo en este mundo es aprender a “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5), abandonar “los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural” (T.In.1:7).











TEXTO

Capítulo 24


EL DESEO DE SER ESPECIAL



Introducción


1. No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y con­servar el estado de paz. 2En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios. 3No es necesa­rio que le digas lo que Él debe hacer. 4Él no fallará. 5Allí donde puede entrar, Él ya ha entrado. 6¿Cómo no iba a poder entrar allí donde es Su Voluntad estar? 7Alcanzarás la paz porque ésa es Su Voluntad. 8¿Crees que una sombra puede frenar la Voluntad que mantiene al universo a salvo? 9Dios no tiene que contemporizar con las ilusiones para ser lo que es. 10Ni Su Hijo tampoco. 11Ellos simplemente son. 12¿Y qué ilusión que en su vagar parezca flotar e interponerse entre Ellos tiene el poder de invalidar los designios de Su Voluntad conjunta?

2. Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. 2Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. 3Ninguna creencia es neutra. 4Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. 5Pues una decisión es una conclu­sión basada en todo lo que crees. 6Es el resultado de lo que se cree y emana de ello tal como el sufrimiento es la consecuencia inevita­ble de la culpabilidad, y la libertad, de la falta de pecado. 7La paz no tiene substitutos. 8No hay alternativa para lo que Dios crea. 9La verdad surge de lo que Él sabe. 10Y así como toda la creación sur­gió en Su Mente por razón de lo que Él sabe, del mismo modo tus decisiones proceden de tus creencias.


I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor

 1. El amor es extensión. 2Negarte a dar un regalo -por insignifi­cante que sea- es no conocer el propósito del amor. 3El amor lo da todo eternamente. 4Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un sustituto ocupe su lugar. 5ahora la pugna -el substituto de la paz- no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar del amor. 6El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que parece tener.

 2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. 2Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantie­nen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensa­tos o no. 3Y son muchos los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otor­gado el poder de determinar las decisiones subsiguientes. 4No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos para des­truir tu paz. 5Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu deci­sión de dejarla en sus manos siga en pie. 6Los enemigos secretos de la paz -tu más mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor- se encuentran ahí por tu propia elección, sin ser reconoci­dos y prestos a desafiarte a combatir y a llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te imaginas. 7No niegues su presen­cia ni sus terribles resultados. 8Lo único que se puede negar es su realidad, no sus consecuencias.

3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. 2Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo. 3¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? 4¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? 5Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. 6cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesi­dad de juzgar.

4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el universo que sea diferente de ello. 2Lo que es diferente, sin embargo, exige juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es "mejor", alguien incapaz de ser como aquel a quien con­dena, alguien "superior" a él, y en comparación, inocente. 3Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un medio y en un fin. 4Pues ser especial no sólo separa, sino que también sirve como base desde la que el ataque contra los que parecen ser "inferiores", es "natural" y "justo". 5Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. 6Sin embargo, ellos lo protegen y lo llaman "amigo". 7Luchan por él contra todo el universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.

5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones erróneas. 2He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. 3Y he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que vale la pena conservar. 4Ser especial es una postura que requiere defensa. 5Las ilusiones la pueden atacar y es indudable que lo hacen. 6Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. 7Hay que atacar a aquel que es "peor" que tú, de forma que tu especialismo * pueda perpetuarse a costa de su derrota. 8Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria consti­tuye la derrota y humillación de tu hermano. 9¿Cómo puede vivir tu hermano con el fardo de todos tus pecados sobre él? 10¿Y quién, sino tú, es su conquistador?

6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? 2¿Podrías atacarlo si te dieses cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? 3¿No harías todo lo posible por ayudarlo a alcan­zarla si percibieses que su triunfo es el tuyo propio? 4Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido, eres su amigo. 5Ser especial jamás se puede compar­tir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. 6él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro. 7¿Qué significado puede tener el amor allí donde el obje­tivo es triunfar? 8¿Y qué decisión puede tomarse en favor de ese objetivo que no acabe perjudicándote?

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. 2No hay diferencia alguna entre vosotros. 3Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. 4Lo que no das, lo pierdes. 5Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. 6Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. 7¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiese entre vosotros? 8Observa imparcial­mente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo, o qué es lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. 9¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? 10¿Y no es éste el "enemigo" que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

8Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. 2Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. 3Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. 4Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. 5Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. 6Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois igua­les. 7No tenéis ningún propósito que no sea el mismo, ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. 8Pues se ha elimi­nado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. 9¿Destrui­rías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió a esta relación? 10¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta, o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, 2pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? 3No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. 4Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. 5He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. 6Aquí él no puede sino ser tu ene­migo, no tu amigo. 7Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. 8Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

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