DESPERTAR AL AMOR

martes, 10 de septiembre de 2019

10 SEPTIEMBRE: Mi Ser es amo y señor del universo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 253


Mi Ser es amo y señor del universo.

1. Es imposible que me pase algo sin yo mismo haberlo pedido. 2Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino. 3Lo que sucede es lo que deseo. 4Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. 5Tengo que aceptar esto. 6Pues de esta manera se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones -las criaturas de mi volun­tad- , las cuales moran en el Cielo junto con mi santo Ser y con Aquel que me creó.


2. Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo. 2Mi Ser, que es señor y amo del universo, no es sino la perfecta unión de Tu Voluntad con la mía, la cual no puede sino asentir gustosamente a la Tuya, de modo que pueda extenderse hasta Sí Misma. 


Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La lección de hoy es quizá la más “escandalosa” a los ojos del ego. Hay una extraña contradicción acerca del ego. Queriendo ser el amo del universo, ve la afirmación de esa función como la mayor blasfemia. Afirmar que mi Ser es amo y señor del universo le corta las alas al ego y destruye todo sobre lo que se apoya. La idea de la proyección, de encontrar culpa en lo que está equivocado fuera de mí, acaba.

No me sucede nada que yo no haya pedido (1:1). Es “imposible”. Eso parece una verdad muy fuerte. Por si intentamos suavizarla, la lección inmediatamente añade: “Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino” (1:2). Nuestro miedo a esta verdad es que parece hacernos terriblemente culpables. El Curso siempre nos pide que aceptemos un cien por cien de responsabilidad con un cero por cien de culpa.

Lo que sucede es lo que deseo. Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. (1:3-4)

No hay modo de escapar a la comprensión de lo que el Curso está diciendo aquí. El ego nos dice que nos hace culpables. En realidad, nos da completo poder sobre nuestra vida. Piensa en cuál es la alternativa a estas afirmaciones: “Las cosas me suceden sin que importe lo que yo quiera. No tengo control sobre lo que no sucede”. Este sistema de creencias, que todos tenemos, nos deja indefensos, víctimas sin esperanzas de cosas que no están bajo nuestro control. Es el sistema de creencias de la culpa, el intento de evitar la realidad de nuestro Ser, que todo lo puede. Es la voz del ego intentando echar la culpa a todo lo demás, a cualquier cosa excepto a nuestra propia mente.

“Mi Ser es amo y señor del universo”. En esto está mi libertad. “Tengo que aceptar esto” (1:5). Date cuenta de que esto no habla de mi “ser individual”, la ilusión de nosotros mismos que todos nos hemos inventado. Habla del Ser, con “S” mayúscula, el Ser que compartimos con toda la creación. De lo que hablamos es de nuestra Mente colectiva, la Mente de todos nosotros. Es responsabilidad individual de cada uno de nosotros elegir de manera diferente, darle la vuelta a la tendencia de la Mente de la Filiación (todos los Hijos de Dios). Desde este punto de vista, no hay nada sino Yo, el único Hijo de Dios. Cada uno de nosotros es el todo, pues el todo está en cada parte.
Tenemos que aceptar la verdad de la lección de hoy, es el único modo de escapar del infierno. Todo lo que no esté de acuerdo con esto es la negación de nuestra divinidad, la afirmación de la separación. Únicamente al aceptar esto “se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones” (1:6).

En la oración final, dirigida a Dios, decimos: “Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo” (2:1). Dios Mismo es nuestro Ser. Somos Su extensión, somos de Él, somos como Él, somos uno con Él. Mi verdadero Ser es mi voluntad en perfecta unión con la de Dios, totalmente de acuerdo con la propia extensión de Dios en mí y a través de mí (2:2). Si Dios es mi Ser, y Dios es amo y señor del universo, también lo soy yo.

¿Qué significa esto en la práctica? Significa que tengo que empezar a aceptar que soy responsable de lo que veo, que elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar, y que todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí (T.21.II.2:3-5). Significa que veo, en cada instante, que es elección mía elegir sufrir o ser feliz. Significa que empiezo a negar el poder de todas las cosas de afectarme. Significa que acepto mi papel de amo y señor de mi propia mente. Empiezo a reconocer el poder de lo que yo quiero, y que “lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo” (T.21.II.4:10).

¿Qué es el pecado? (Parte 3)

L.pII.4.2:1-4

Como ya hemos visto, “El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma” (2:1). El propósito del cuerpo, tal como lo ve el ego, es “luchar” (2:2). Estar en conflicto y competir con otros cuerpos, a menudo por otros cuerpos. El cuerpo lucha, se forja su existencia de este mundo con el sudor de su frente y con el ataque a otros cuerpos. Su ley es la ley de la selva: “Mata o te matarán” (M.17.7:11).

¿Significa esto que el cuerpo es algo odioso y malvado, algo que hay que despreciar y someter? No. El propósito del cuerpo de luchar puede cambiar (2:3). En manos del ego, el propósito es la lucha sin fin. La lucha es lo que mantiene al ego. Pero en manos del Espíritu Santo, nuestra lucha toma el propósito de la verdad, en lugar de las mentiras.

El Espíritu Santo puede usar todo lo que el ego ha inventado para deshacer los propósitos del ego. Él puede utilizar nuestras relaciones especiales, nuestras palabras y pensamientos, el mundo, nuestro cuerpo, todo para servir al propósito de la verdad. La clave está en cambiar de propósito, el propósito que el cuerpo y todo lo relacionado con él sirve. Una relación especial se vuelve santa cuando se cambia su propósito del pecado a la santidad, de intentar encontrar lo que creemos que nos falta a intentar recordar que ya lo tenemos todo.

En palabras de una antigua canción cristiana, podemos decir:


Toma mi vida y conságrala a Ti, Señor.
Tomas mis momentos y mis días,
que fluyan en continua alabanza.
Toma mis manos y que se muevan
a impulsos de Tu Amor.
Toma mis pies, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
rápidos y hermosos por Ti.
Toma mis labios, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
Toma mi voz, y que cante
Únicamente a mi Rey.


(Frances Ridley Havergill)






TEXTO

VIII. El cambio interno

 

1. ¿Son, entonces, peligrosos los pensamientos? 2¡Para los cuerpos sí! 3Los pensamientos que parecen destruir son aquellos que le enseñan al pensador que él puede ser destruido. 4Y así, "muere" por razón de lo que aprendió. 5Pasa de la vida a la muerte, la prueba final de que valoró lo efímero más que lo constante. 6Segu­ramente creyó que quería la felicidad. 7Mas no la deseó porque la felicidad es la verdad, y, por lo tanto, tiene que ser constante.

2. Una dicha constante es una condición completamente ajena a tu entendimiento. 2No obstante, si pudieses imaginarte cómo sería eso, lo desearías aunque no lo entendieses. 3En esa condición de constante dicha no hay excepciones ni cambios de ninguna clase. 4Es tan inquebrantable como lo es el Amor de Dios por Su crea­ción. 5Al estar tan segura de su visión como su Creador lo está de lo que Él sabe, la felicidad contempla todo y ve que todo es uno. 6No ve lo efímero, pues desea que todo sea como ella misma, y así lo ve. 7Nada tiene el poder de alterar su constancia porque su propio deseo no puede ser conmovido. 8Les llega a aquellos que comprenden que la última pregunta es necesaria para que las demás queden contestadas, del mismo modo en que la paz tiene que llegarles a quienes eligen curar y no juzgar.

3. La razón te dirá que no puedes pedir felicidad de una manera inconsistente. 2Pues si lo que deseas se te concede, y la felicidad es constante, entonces no necesitas pedirla más que una sola vez para gozar de ella eternamente. 3si siendo lo que es no gozas de ella siempre, es que no la pediste. 4Pues nadie deja de pedir lo que desea a lo que cree que tiene la capacidad de concedérselo. 5Tal vez esté equivocado con respecto a lo que pide, dónde lo pide y a qué se lo pide. 6No obstante, pedirá porque desear algo es una solicitud, una petición, hecha por alguien a quien Dios Mismo nunca dejaría de responder. 7Dios ya le ha dado todo lo que él realmente quiere. 8Mas aquello de lo que no está seguro, Dios no se lo puede dar. 9Pues mientras siga estando inseguro es que no lo desea realmente, y la dación de Dios no podría ser completa a menos que se reciba.

4. Tú que completas la Voluntad de Dios y que eres Su felicidad; tú cuya voluntad es tan poderosa como la Suya, la cual es un poder que no puedes perder ni en tus ilusiones, piensa detenida­mente por qué razón no has decidido todavía cómo vas a contes­tar la última pregunta. 2Tu respuesta a las otras te ha ayudado a estar parcialmente cuerdo. 3Es la última, no obstante, la que real­mente pregunta si estás dispuesto a estar completamente cuerdo. 

5. ¿Qué es el instante santo, sino el llamamiento de Dios a que reconozcas lo que Él te ha dado? 2He aquí el gran llamamiento a la razón, a la conciencia de lo que siempre está ahí a la vista, a la felicidad que podría ser siempre tuya. 3He aquí la paz constante que podrías experimentar siempre. 4He aquí revelado ante ti lo que la negación ha negado. 5Pues aquí la última pregunta ya está contestada, y lo que pides, concedido. 6Aquí el futuro es ahora, pues el tiempo es impotente ante tu deseo de lo que nunca ha de cambiar. 7Pues has pedido que nada se interponga entre la santi­dad de tu relación y tu conciencia de esa santidad.      



Capítulo 22


LA SALVACIÓN Y LA RELACIÓN SANTA



Introducción


1. Ten piedad de ti mismo, tú que por tanto tiempo has estado esclavizado. 2Regocíjate de que los que Dios ha unido se han jun­tado y ya no tienen necesidad de seguir contemplando el pecado por separado. 3No es posible que dos individuos puedan contem­plar el pecado juntos, pues nunca podrían verlo en el mismo sitio o al mismo tiempo. 4El pecado es una percepción estrictamente personal, que se ve en el otro, pero que cada uno cree que está dentro de sí mismo. 5Y cada uno parece cometer un error dife­rente, que el otro no puede comprender. 6Hermano, se trata del mismo error, cometido por lo que es lo mismo, y perdonado por su hacedor de igual manera. 7La santidad de tu relación os per­dona a ti y a tu hermano, y cancela los efectos de lo que ambos creísteis y visteis. 8Y al desaparecer dichos efectos, desaparece también la necesidad del pecado.

2. ¿Quién tiene necesidad del pecado? 2Únicamente los que deambulan por su cuenta y en soledad, creyendo que sus herma­nos son diferentes de ellos. 3Es esta diferencia, que aunque es visible no es real, lo que hace que el pecado, que si bien no es real es visible, parezca estar justificado. 4Todo esto sería real si el pecado lo fuese. 5Pues una relación no santa se basa en diferen­cias y en que cada uno piense que el otro tiene lo que a él le falta. 6Se juntan, cada uno con el propósito de completarse a sí mismo robando al otro. 7Siguen juntos hasta que piensan que ya no queda nada más por robar, y luego se separan. 8Y así, vagan por un mundo de extraños, distintos de ellos, viviendo tal vez con los cuerpos de esos extraños bajo un mismo techo que a ninguno de ellos da cobijo; en la misma habitación y, sin embargo, a todo un mundo de distancia.

3. La relación santa parte de una premisa diferente. 2Cada uno ha mirado dentro de sí y no ha visto ninguna insuficiencia. 3Al acep­tar su compleción, desea extenderla uniéndose a otro, tan pleno como él. 4No ve diferencias entre su ser y el ser del otro, pues las diferencias sólo se dan a nivel del cuerpo. 5Por lo tanto, no ve nada de lo que quisiera apropiarse. 6No niega su propia realidad porque ésta es la verdad. 7Él se encuentra justo debajo del Cielo, pero lo bastante cerca como para no tener que retornar la tierra. 8Pues esta relación goza de la santidad del Cielo. 9¿Cuán lejos del hogar puede estar una relación tan semejante al Cielo?

4. ¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! 2En ella desaparece la creencia en diferencias. 3En ella la fe en las diferen­cias se convierte en fe en la igualdad. 4Y en ella la percepción de diferencias se transforma en visión. 5La razón puede ahora llevaros a ti y a tu hermano a la conclusión lógica de vuestra unión. 6Ésta se tiene que extender, de la misma forma en que vosotros os extendisteis al uniros. 7La unión tiene que extenderse más allá de sí misma, tal como vosotros os extendisteis más allá del cuerpo para hacer posible vuestra unión. 8Y ahora la igualdad que visteis se extiende y elimina finalmente cualquier sensación de diferen­cia, de modo que la igualdad que yace bajo todas las diferencias se hace evidente. 9Éste es el círculo áureo en el que reconocéis al Hijo de Dios. 10Pues lo que nace en una relación santa es impere­cedero.




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