DESPERTAR AL AMOR

viernes, 6 de septiembre de 2019

6 SEPTIEMBRE: El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 249

El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.



1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4¿En qué pérdida se podría incurrir? 5El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin. 6Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. 7Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.

2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. 2Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. 3Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.



Instrucciones para la práctica

Una vez al mes durante la Segunda Parte, introduciré este recordatorio de repasar las instrucciones de la práctica. Recuerda, estas instrucciones exponen con detalle las costumbres o hábitos de la práctica diaria que el Libro de Ejercicios está intentando ayudarnos a formar. Si no creas estas costumbres o hábitos, te pierdes lo principal de todo el programa de entrenamiento.

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

No perdonar es doloroso. Hay una tensión, una dureza, una coraza en el corazón. Duele expulsar a alguien de mi corazón. El perdón pone fin a ese sufrimiento, a ese dolor, a esa pérdida, a esa soledad.

No es tan fácil creer que el perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda pérdida. Todavía parece que parte de mi dolor no está relacionado con la falta de perdón, sin embargo lo está, todo ello.

Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma (L.193.4:1-2).

Si no sufro ni siento ninguna pérdida, si perdono tal como dice el Curso que lo haga, y veo que no hubo pecado, que no fui herido, y que no he perdido nada, entonces, “la ira no tiene sentido” (1:1). Si no hay ira, no hay ataque. Si todas nuestras mentes aceptasen el perdón (recibir el perdón así como darlo), no habría sufrimiento ni pérdida.

El mundo se convierte en un remanso de dicha, abundancia, caridad y generosidad sin fin (1:5).

Así es como veré el mundo cuando lo contemple con los ojos de Cristo. Incluso cuando estaba siendo crucificado, Jesús vio el mundo de esta manera, y su corazón estaba lleno de “caridad y generosidad sin fin” hacia aquellos que le condenaron y le clavaron los clavos.

Ver el “mundo real” no significa que de repente todos a nuestro alrededor se transformen en seres angelicales. Jesús vio el mundo real y, sin embargo, fue crucificado. Pero ¡él no sufrió, ni sintió ninguna pérdida! Él ya no se identificaba con su cuerpo, sabía que el cuerpo no podía morir porque nunca estuvo vivo, así que no estaba perdiendo su vida. Del mismo modo para nosotros, alcanzar el mundo real por medio del perdón no significa que toda nuestra vida se transforme en un camino sembrado de rosas hasta la gloria. Puede haber resistencia. Puede que haya quien quiera hacernos daño. Nuestro cuerpo puede enfermar. Nuestros seres amados morirán, se robarán coches, se incendiarán las casas, se perderán trabajos. La mente que ha sanado no verá pérdida, ni sentirá sufrimiento, sabiendo que “nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).

Creo que cuantas más mentes acepten el perdón, el reflejo físico de esas mentes cambiará también, volviéndose más pacíficas, más amorosas, más abundantes, más llenas de ternura y caridad. Sin embargo, el cambio del reflejo físico es un efecto secundario, no es el objetivo. El objetivo es devolverle nuestra mente a Dios.

Cuando nuestra mente ha alcanzado esa percepción verdadera elevada, el Cielo está muy cerca. El mundo “se transforma en un instante en la luz que refleja” (1:6).
Que hoy le devuelva mi mente a Dios. Que me libere de la amargura, y que calme mi mente de sus miedos, de su violencia y muerte. Que hoy descanse en Dios. Que perdone todo lo que parece desearme daño y, al hacerlo así, me libere a mí mismo de todo sufrimiento. Que hoy me libre de todo sufrimiento. Que hoy esté en paz.

¿Qué es el mundo? (Parte 9)

L.pII.3:5:1-2

Aunque el Curso dice: “el mundo es una percepción falsa” (1:1), el Curso no desprecia al mundo. Al contrario, Jesús nos pide: “No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción” (5:1). No le damos la espalda al mundo, no nos sacudimos el polvo de los pies y nos alejamos. Ciertamente, no podemos hacer eso aunque lo deseáramos, porque el mundo es parte de nosotros mismos, nuestra culpa, las partes de nosotros que hemos rechazado, proyectado fuera y dado forma. Si voy a salvarme, el mundo tiene que salvarse, porque el mundo soy yo mismo.

La salvación, para ser salvación, tiene que ser completa. Nada puede dejarse fuera de ella. “No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total” (5:2). Se nos pide que no nos quedemos contentos y satisfechos con nuestra salvación individual. La “salvación individual” es una contradicción, un imposible. La separación es el infierno, la salvación es la unidad. ¿Cómo puedo yo salvarme, separado de ti, si la salvación es el fin de la separación?

Hay una tendencia entre los estudiantes del Curso, especialmente con eso de que es un “curso de auto-estudio”, de volverse introvertidos y de ocuparse de su propio desarrollo espiritual, y bastante indiferentes hacia llevar al resto del mundo a unirse a nuestra percepción cambiada. Algo a lo que se le da muchísima importancia a lo largo del Curso, pero que parece perderse de vista en el camino, es la idea de que se nos pide salvar al mundo. “Oh, ¿no es eso hacer real a la ilusión? ¿No es una traición a la enseñanza no-dualista del Curso decir que nuestra tarea es llevar luz a la oscuridad? ¿No llevamos nuestra oscuridad a la luz?” Jesús no parece pensar que una excluye a la otra. Lee estas dos frases de nuevo. O escucha estas palabras del Texto:

Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. La oscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. (T.18.III.7:1-3)

Una y otra vez el Curso señala que no podemos tener certeza, que no podemos reconocer completamente la verdad en nosotros hasta que la compartimos con otros, “Al dar es como reconoces que has recibido” (L.159.1:7). Darle la espalda al mundo es dejar sin sanar la falta de perdón en nuestra mente. Nuestra tarea no es predicar al mundo, ni discutir para que esté de acuerdo con nosotros, ni “convertir” a nadie. Nuestra tarea es perdonar al mundo, abrir nuestro corazón al mundo con amor. Es borrar la culpa de todas las mentes a través de nuestro perdón. Con nuestros pensamientos, palabras, y hechos, comunicar el mensaje que el Curso dice que es su objetivo central:

“El Hijo de Dios es inocente” (T.13.I.5:1, M.1.3:5, M.27.7:8).

En este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un objetivo, no importa cómo se enseñe. Todo esfuerzo que se haga en su favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el solo propósito de liberar de la culpabilidad. Y cada enseñanza que apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios. (T.14.V.6:3-5)

Y se nos pide que no nos quedemos contentos ni satisfechos hasta que el perdón sea completo, y se haya quitado toda culpa de cada mente atormentada.





TEXTO


VI. La razón en contraposición a la locura




1. La razón no puede ver pecados pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. 2No les otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. 3La razón te diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. 4No obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes darla. 5De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creen­cia. 6Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. 7Si dicho poder puede llevar a cabo la corrección, y tú no se lo permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. 8Y si él comparte contigo esta misma creen­cia, ambos creeréis estar condenados. 9Puedes evitarle esto a él y evitártelo a ti, 10pues la razón no facilitaría la corrección única­mente en ti.

2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu her­mano. 2El pecado mantendría que sí puedes. 3Mas la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. 4¿Quién que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? 5¿Y quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese mundo? 6El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino estar separados. 7Pero la razón te dice que esto tiene que ser un error. 8Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener pensamientos privados? 9¿Y cómo podría ser que los pensamientos que se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuviesen ningún efecto en lo que sí es tuyo? 10Si las mentes están unidas, eso es imposible.

3. Nadie puede pensar por separado, tal como Dios no piensa sin Su Hijo. 2Eso sería posible únicamente si los dos morasen en cuer­pos. 3Tampoco podría ninguna mente pensar por separado a menos que el cuerpo fuese la mente. 4Pues únicamente los cuerpos pueden estar separados, y, por lo tanto, ser irreales. 5La morada de la demencia no puede ser la morada de la razón. 6Pero es fácil abandonar dicha morada si ves la razón. 7No puedes abandonar la demencia trasladándote a otro lugar. 8La abandonas simplemente aceptando la razón en el lugar que antes ocupaba la locura. 9La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente.

4. La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente, y ocupa su lugar. 2La razón no ataca, sino que, callada­mente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. 3Pero los dementes no conocen su propia voluntad, pues creen ver el cuerpo, y permiten que su propia locura les diga que éste es real. 4La razón sería incapaz de eso. 5si tú defiendes el cuerpo en contra de tu razón, no entenderás lo que es cuerpo ni lo que eres tú.

5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. 2Pero la locura tiene un propósito, y cree también dis­poner de los medios que lo pueden convertir en realidad. 3Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. 4Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. 5¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un conti­nuo? 6si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? 7Esto es lo que la razón te diría. 8Mas piensa en lo que tendrías que admi­tir si esto fuese así.

6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. 3Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. 4Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. 5Mas no pienses que esto es temible. 6Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. 7¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? 8La razón te diría que este hecho es tu liberación.

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. 2Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. 3La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. 4El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. 5Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. 6Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. 7Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. 8El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado comple­tamente junto contigo. 9Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. 10Pues la razón, que es tan benévola como la fina­lidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. 11Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. 12¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

8En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vues­tra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. 2¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? 3En la locura lo es. 4Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. 5La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. 6Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. 7Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demen­cia. 8No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. 9Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

9. Tú eres el salvador de tu hermano. 2Él es el tuyo. 3A la razón le es muy grato hablar de esto. 4El Amor le infundió amor a este plan benevolente. 5lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. 6Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. 7Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. 8Dar no es más bendito que recibir, 9pero tampoco es menos.

10.  Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno solo. 2a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. 3La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. 4la razón te dice que sólo así pue­des entender lo que tú debes ser. 5Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. 6Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?


11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una ame­naza para su realidad. 2Por el contrario, sólo da testimonio de ella. 3si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? 4¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? 5De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. 6por su propio deseo es también como se libera. 7En eso radica su fuerza, no su debilidad. 8Él está a merced de sí mismo. 9Y cuando elige ser mise­ricordioso, en ese momento se libera. 10Mas cuando elige conde­narse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar.









No hay comentarios:

Publicar un comentario