EJERCICIOS
LECCIÓN 260
Qu
2. Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad. 2Sómos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Desde el punto de vista del Curso hay una estrecha e irrompible relación entre reconocer nuestra verdadera Fuente (“Soy tal como Dios me creó) y conocer nuestra verdadera Identidad. Cuando reconocemos a Dios y sólo a Dios como nuestra Fuente, todas las dudas sobre nuestra identidad desaparecen, porque somos tal como Dios nos creó. “Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad” (2:1). Si nuestro objetivo es recordar Quién somos verdaderamente, el único modo de lograrlo es aceptar a Dios como nuestro Autor. Todas las falsas ideas acerca de nosotros mimos proceden de la idea de que de alguna manera nos hemos hecho a nosotros mismos, o al menos hemos jugado un importante papel en nuestra manera de ser.
En nuestra “locura”, pensamos que nos hemos hecho a nosotros mismos. Quizá reconocemos a regañadientes a Dios como el creador original y, sin embargo, todos creemos que desde entonces hemos sido el factor más importante en darle forma a nuestra vida y a nuestro destino. Eso es lo que creemos si creemos en el pecado. ¿Iba Dios a crear el pecado? Si Él no lo hizo, y el pecado existe, ¿quién lo hizo? Así que lo admitamos o no de manera consciente, creemos que nos hemos hecho a nosotros mismos, si creemos que no somos completamente inocentes y perfectos. Resumiendo, pensamos que “Dios nos creó, y nosotros la hemos fastidiado”.
Y sin embargo, el Curso diría que no hemos abandonado nuestra Fuente. Dios es todo lo que existe; y todo lo que existe, existe en Él. Seguimos siendo parte de Él. Por lo tanto, no podemos ser lo que pensamos que somos. No podemos separarnos de Él, pero pensamos que lo hemos hecho. La separación nunca sucedió ni jamás puede suceder.
Sólo con recordar que Dios nos creó, recordaremos al mismo tiempo nuestra Identidad (1:4-5). Tal como la naturaleza del sol define al rayo de sol, del mismo modo lo que nos define a nosotros es nuestra Fuente. Esto es lo que nos muestra la visión de Cristo cuando miramos a nuestros hermanos y a nosotros mismos. Somos inocentes y santos “porque nuestra Fuente no conoce el pecado” (2:2). Por lo tanto, “somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él” (2:3).
Que hoy recuerde que Dios me creó. Mi Fuente determina lo que yo soy. No estoy determinado por mi pasado, por mi educación, por mis palabras o por mis hechos poco amables. Tampoco mis hermanos por los suyos. Ahora somos hermanos, todos nosotros, definidos por Dios. Y lo que somos es Su Hijo perfecto.
L.pII.4.5:5-8
El pecado no existe. La creación no ha cambiado. (5:5-6)
Recordar nuestra Fuente nos dice esto. El “pecado” es únicamente un juego de niños que nos hemos inventado, y que no ha tenido ningún efecto en absoluto en la creación de Dios. Es un juego que jugamos sólo en nuestra imaginación, no ha cambiado nuestra Realidad ni una pizca. La “Caída” nunca sucedió. No hay nada por lo que expiar o pagar. La puerta del Cielo está abierta de par en par para darnos la bienvenida.
Todo lo que tenemos que hacer es dejar de imaginar este juego de niños. Todo lo que tenemos que hacer es dejar de imaginar que la culpa, ya sea la nuestra o la de otro, nos sirve para algo, y abandonarla. Nos aferramos a la culpa y al pecado sólo para mantener nuestra ilusión de separación. ¿Se merecen (la culpa y el pecado) el precio que pagamos por ellos? Cuando abandonamos el pecado, la separación desaparece, y se nos restaura el Cielo.
¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? ¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo? (5:7-8).
V. La debilidad y la indefensión
3. Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? 2La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. 3Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se componen los sueños perversos no significa nada. 4En realidad tu hermano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. 5Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría separar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? 6Es de tu Padre de Quien te quieres defender. 7Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. 8Dios descansa contigo serenamente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. 9Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque, y, por lo tanto, no hay ilusiones. 10El amor descansa en la certeza. 11Sólo la incertidumbre se defiende. 12Y toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo.
4. ¡Cuán débil es el miedo! 2¡Cuán ínfimo e insensato! 3¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! 4Tal es tu "enemigo": un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo. 5¿Qué probabilidades tiene de ganar?. 6¿Sería acaso difícil ignorar sus débiles chillidos que pregonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los corazones del universo? 7¿Qué es más fuerte, ese ratoncillo o todo lo que Dios creó? 8No es ese ratón lo que te une a tu hermano, sino la Voluntad de Dios. 9¿Y podría un ratón traicionar a quienes Dios ha unido?
5. ¡Si tan sólo reconocieseis lo poco que se interpone entre vosotros y la conciencia de vuestra unión! 2No os dejéis engañar por la ilusión de tamaño, espesor, peso, solidez y firmeza de cimientos que ello presenta. 3Es verdad que para los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como una montaña. 4 Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. 5Este cuerpo tan solo parece ser inamovible, pero esa Fuerza es realmente irresistible. 6¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? 7¿Se puede seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?
6. Nunca te olvides de que cuando sientes surgir la necesidad de defenderte de algo es que te has identificado a ti mismo con una ilusión. 2Consecuentemente, crees ser débil porque estás solo. 3Ése es el costo de todas las ilusiones. 4No hay ninguna que no esté basada en la creencia de que estás separado; 5ninguna que no parezca interponerse, densa, sólida e inamovible, entre tu hermano y tú; 6ni ninguna que la verdad no pueda pasar por alto felizmente y con tal facilidad, que tienes que quedar convencido de que no es nada, a pesar de lo que pensabas que era. 7Si perdonas a tu hermano, esto es lo que inevitablemente sucederá. 8Pues es tu renuencia a pasar por alto aquello que parece interponerse entre vosotros lo que hace que parezca impenetrable y lo que defiende la ilusión de su inamovilidad.
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