DESPERTAR AL AMOR

lunes, 16 de septiembre de 2019

16 SEPTIEMBRE: Que recuerde que el pecado no existe.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 259


Que recuerde que el pecado no existe.


1. El pecado es el único pensamiento que hace que el objetivo de alcanzar a Dios parezca irrealizable. 2¿Qué otra cosa podría impe­dirnos ver lo obvio, o hacer que lo que es extraño y distorsionado parezca más claro? 3¿Qué otra cosa sino el pecado nos incita al ataque? 4¿Qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente de la culpabilidad y exigir castigo y sufrimiento? 5¿Y qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente del miedo, al eclipsar la creación de Dios y conferirle al amor los atributos del miedo y del ataque?

2. Padre, hoy no quiero ser presa de la locura. 2No tendré miedo del amor ni buscaré refugio en su opuesto. 3Pues el amor no puede tener opuestos. 4Tú eres la Fuente de todo lo que existe. 5Y todo lo que existe sigue estando Contigo, así como Tú con ello.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El concepto de pecado incluye la idea de que lo que yo he hecho o pensado o dicho, ha alterado lo que yo soy de manera que no se puede reparar. Pensamos en el pecado no como una mancha de polvo sobre una superficie limpia, sino como una especie de podredumbre seca que se ha establecido en la estructura de nuestro ser.

Cuando Jesús dice que no existe el pecado, está diciendo que nuestras ideas están equivocadas. Nada de lo que hemos hecho ha alterado lo que somos de ninguna manera. La superficie sigue estando sin alterar, y puede limpiarse de manera sencilla. Estamos creados con una capa mental protectora sorprendente. Por debajo de las capas de suciedad, seguimos siendo el santo Hijo de Dios.

Si pensamos en el pecado como lo hacemos normalmente, el objetivo de alcanzar a Dios sigue siendo inalcanzable (1:1). Si lo vemos como Jesús lo ve, podemos ver que el objetivo ya se ha logrado, no es algo a alcanzar, sino algo para celebrar.

Cuando vemos el pecado en otro como podredumbre seca, nos sentimos justificados por nuestros ataques (1:3). Cuando lo vemos como manchas sobre la superficie, nuestro amor responde con un deseo de limpiar la superficie de la mente de nuestro hermano para que muestre la belleza escondida en la suciedad.

Todos somos conscientes de algunos patrones de hábitos de ataques a nosotros mismos. Todos ellos proceden de la sensación de que meremos castigo y sufrimiento porque somos culpables (1:4).No nos meremos la salud, la felicidad y la dicha continua. Pensamos que lo malo está en nosotros, en lugar de estar sobre nosotros.

Cuando hayamos aceptado completamente la verdad de nuestra inocencia, habremos abierto el camino a la abundancia y salud completas. El universo se levanta para apoyarnos, lo bueno fluye continuamente en nuestro camino, pero continuamente lo impedimos porque sin darnos cuenta de ello, pensamos que no nos lo merecemos. Todo esto surge de la creencia en el pecado.

El pecado nos hace tenerle miedo al amor (2:2). Tener miedo al amor es demencial, pero “el pecado es demencia” (L.pII.4.1:1). Si Dios es la Fuente de todo lo que existe, entonces todo lo que existe tiene que ser amor; no puede haber opuestos, ni miedo ni pecado (2:4-5). Recordar que no existe el pecado es aceptar nuestra propia perfecta inocencia, y la perfecta inocencia de todo lo que existe. Y todas las pruebas que vemos que muestran lo contrario es una ilusión inventada por nuestra propia mente.

¿Qué es el pecado? (Parte 9)

L.pII.4.5:1-4

Se nos pregunta: ¿Hasta cuándo vas a seguir jugando el juego infantil del pecado? Eso es todo lo que es, un juego tonto. No una cosa horrorosa y terrible, simplemente mentes poco maduras jugando “juegos peligrosos” (5:2). Pienso que no es coincidencia que en el famoso capítulo bíblico sobre el amor, I Corintios 13, el apóstol Pablo habla de que cuando somos niños, hablamos como niños y actuamos como niños, pero cuando hemos crecido, dejamos “las cosas de niños”. Eso es lo que nos pide la lección que hagamos. Nos pide que crezcamos. El “pecado” es un juego de niños peligroso que hemos estado jugando durante muchísimo tiempo. Ya es hora de dejarlo a un lado y aceptar nuestro papel “maduro” como extensiones del Amor de Dios.

Ya es hora de abandonar estos juguetes. Ya es hora de abandonar toda idea de pecado y de culpa, la idea de que podemos hacer, y hemos hecho, algo que puede cambiar para siempre nuestra naturaleza. Algo que merece eterna condena y castigo. Es hora de mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de que nada, absolutamente nada, de esto existe. El pecado, como una forma de comportamiento humano, no existe. No hay pecados, únicamente errores. No hay nada que no pueda corregirse. No hay nada que pueda privarnos del Amor de Dios. No hay nada que pueda quitarnos nuestra herencia eterna. No hay nada que pueda separarnos del Amor de Dios.

¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? ¿Hoy quizá?

Hemos abandonado nuestro hogar. Nos hemos alejado porque creíamos que éramos malos y habíamos hecho algo imperdonable. Pero no hay nada que no se pueda perdonar. Es únicamente nuestra propia creencia en el pecado y la culpa lo que nos mantiene aquí, sin hogar. Nuestro hogar nos sigue esperando. Como el hijo de la parábola del hijo pródigo, nos sentamos en la pocilga de cerdos lamentando nuestra pérdida, mientras el Padre observa al final del camino preguntando: “¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? Yo estoy aquí, sigo amándote. Te estoy esperando”. Hoy, ahora, en este instante santo, nos aquietamos un instante, y vamos a casa.







TEXTO


IV. La bifurcación del camino



1. Cuando llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta evidente, no puedes seguir adelante. 2Tienes que decidirte por uno de los dos caminos, 3pues si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a este punto, no llegarás a ninguna parte. 4El único propósito de llegar hasta aquí fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. 5El trayecto que te condujo hasta aquí ya no importa. 6Ya no tiene ninguna utilidad. 7Nadie que haya llegado hasta aquí puede decidir equivocadamente, pero sí puede demorarse. 8Y no hay momento de la jornada más frus­trante y desalentador, que aquel en el que te detienes ahí donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo seguir.

2. Son sólo los primeros pasos por el camino recto los que pare­cen difíciles, pues ya te has decidido, si bien puede que aún creas que puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. 2Pero no es así. 3Ninguna decisión que se haya tomado y que cuente con el respaldo del poder del Cielo puede ser revocada. 4Tu camino ya se decidió. 5Si reconoces esto no habrá nada que no se te diga.

3. Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de Cristo. 2¡Dejad que sea descorrido! 3¡Descorredlo juntos! 4Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. 5Por separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. 6Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a vosotros. 7Piensa en lo que os espera después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. 8Y desde este santo lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. 9Os convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.

4. ¡Pensad en la hermosura que veréis, vosotros que camináis a Su lado! 2¡Y pensad cuán bello os parecerá el otro! 3¡Cuán felices os sentiréis de estar juntos después de una jornada tan larga y solita­ria en la que caminabais por separado! 4Las puertas del Cielo, francas ya para vosotros, las abriréis ahora para los que aún sufren. 5Y nadie que mire al Cristo en vosotros dejará de regoci­jarse. 6¡Qué bello es el panorama que visteis más allá del velo y que ahora llevaréis para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están tan extenuados como una vez lo estuvisteis vo­sotros! 7¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y ofrecer el per­dón de Cristo para desvanecer así la fe que ellos aún tienen en el pecado!

5. Cualquier error que cometas, el otro ya lo habrá corregido tier­namente por ti. 2Pues para él tu hermosura es su salvación, y la quiere proteger de cualquier daño. 3cada uno será para el otro su firme defensor contra todo lo que parezca surgir para separa­ros. 4Y así caminaréis por el mundo conmigo, pues tengo un mensaje que aún no se ha llevado a todos. 5Y vosotros estáis aquí para permitir que se reciba. 6La oferta de Dios todavía sigue en pie, pero aguarda aceptación. 7Se recibe de vosotros que la habéis aceptado. 8En vuestras manos unidas se deposita confiadamente, pues vosotros que la compartís os habéis convertido en sus devo­tos guardianes y protectores.

6. A todos aquellos que comparten el Amor de Dios se les con­cede la gracia de ser los dadores de lo que han recibido. 2así aprenden que es suyo para siempre. 3Todas las barreras desapa­recen ante su llegada, de la misma manera en que cada obstáculo que antes parecía bloquear su camino quedó finalmente supe­rado. 4Ese velo que tú y tu hermano descorréis juntos os abre el camino a la verdad y se lo abre también a otros. 5Los que permi­ten que se les libere de las ilusiones de sus mentes son los salva­dores de este mundo, y caminan por él con su Redentor, llevando Su mensaje de esperanza, libertad y emancipación del sufri­miento a todo aquel que necesite un milagro para salvarse.

7. ¡Qué fácil es ofrecer este milagro a todos! 2Nadie que lo haya recibido tendría dificultad alguna en darlo. 3Pues al recibirlo aprendió que no se le daba solamente a él. 4Tal es la función de una relación santa: que recibáis juntos y que deis tal como reci­báis. 5Cuando se está ante el velo, esto todavía parece difícil. 6Pero si extendéis vuestras manos unidas y tocáis eso que parece un denso muro, notaréis con cuánta facilidad se deslizan vuestros dedos a través de su insubstancialidad. 7Ese muro no es sólido en absoluto. 8Y es sólo una ilusión lo que se interpone entre tú y tu hermano y el santo Ser que compartís.







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