DESPERTAR AL AMOR

sábado, 14 de septiembre de 2019

14 SEPTIEMBRE: Que no me olvide de mi propósito.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 257


Que no me olvide de mi propósito.


1. Si me olvido de mi objetivo no podré sino estar confundido e inseguro acerca de quién soy, y así, mis acciones no podrán sino ser conflictivas. 2Nadie puede estar al servicio de objetivos con­tradictorios, y servirlo bien. 3Tampoco puede desenvolverse sin que se abata sobre él una profunda angustia y depresión. 4Resol­vamos hoy, por lo tanto, recordar lo que queremos realmente, para así unificar nuestros pensamientos y acciones de manera que tengan sentido y para llevar a cabo únicamente lo que Dios quiere que hagamos este día.

2. Padre, el perdón es el medio que Tú has elegido para nuestra salva­ción. 2No permitas que nos olvidemos hoy de que no tenemos otra volun­tad que la Tuya. 3Y así, nuestro propósito tiene asimismo que ser el Tuyo si queremos alcanzar la paz que Tú has dispuesto para nosotros.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El propósito al que se refiere esta lección es el perdón (2:1). Una y otra vez, el Curso nos dice que el perdón es nuestra función, nuestro propósito, la razón por la que estamos aquí. Y es nuestra única función.

Yo soy la luz del mundo. Ésa es mi única función. Por eso es por lo que estoy aquí. (L.61.5:3-5)

Perdonar es mi función por ser la luz del mundo. (L.62)

¿Y si hoy recordase que el perdón es mi único propósito? ¿Y si me diese cuenta de que suceda lo que suceda, si perdono todo y a todos, he cumplido mi función? ¿Y si me diese cuenta de que todas las cosas que pienso que son importantes no son nada comparadas con este propósito? Cuando voy detrás de ese conductor lento mientras intento llegar a algún sitio a tiempo, mi propósito es el perdón, no es llegar allí a tiempo. En toda situación de conflicto, mi propósito es el perdón, no es ganar. Cuando la persona de la que busco muestras de amor no me responde, mi propósito es el perdón, no es obtener la respuesta que busco. Y así sucesivamente. ¿Cuál sería la diferencia si hiciera del perdón mi único objetivo, lo más importante?

Si me olvido de mi objetivo, terminaré siempre en conflicto, intentando servir a propósitos contradictorios. Nadie puede estar al servicio de objetivos contradictorios, y servirlo bien (1:1-2). El resultado inevitable de objetivos contradictorios es “una profunda angustia y depresión” (1:3). ¿Te resulta familiar? Cuando empezamos el camino espiritual casi siempre estamos en conflicto, porque hemos aceptado un objetivo nuevo y más elevado sin abandonar los viejos objetivos. Estamos intentando servir a dos maestros, lo que me recuerda a la época en que tenía un trabajo en el que ¡recibía órdenes de dos jefes! ¡Menuda época de angustia y depresión! El único modo a la paz mental en nuestra vida es fijar un propósito único, una sola meta (2:3), y ponerla lo primero de todo en todo momento. Necesitamos “unificar nuestros pensamientos y acciones de manera que tengan sentido” reconociendo que la Voluntad de Dios para nosotros es el perdón, y buscando hacer únicamente eso (1:4, 2:2).

¿Qué es el pecado? (Parte 7)

L.pII.4.4:1-3

La lección compara nuestra creencia en el pecado y las ilusiones proyectadas que hemos inventado para apoyar esa creencia, con “los sueños de un loco” (4:1). Los sueños de un loco pueden ser aterradores; del mismo modo, nuestras imágenes externas del pecado en el mundo pueden ser terroríficas. “El pecado parece ser ciertamente aterrador” (4:1). La enfermedad, la muerte y la pérdida de cualquier clase nos aterrorizan. La ilusión no es agradable.

“Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños” (4:2). Nada de ello tiene realmente un resultado duradero. Desde la perspectiva de la eternidad, nuestras guerras y plagas no son más reales ni terroríficas que una guerra imaginaria de un niño entre las figuras de superhéroes en acción. No hay duda de que esto es muy difícil de creer, especialmente cuando estás en medio de todo ello creyendo que es real. Sin embargo, es lo que el Curso afirma. Si el cuerpo no vive realmente, tampoco muere. “El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte” (4:3). Pero no es cierto. Es únicamente un juego que estamos jugando. Nada de todo ello significa lo que creemos que significa.

Cuando vamos al cine, podemos llorar cuando un personaje con el que nos hemos identificado sufre una pérdida o muere. Sin embargo, una parte más profunda de nuestra mente sabe que estamos viendo una historia, que el actor no murió realmente. Y en cierto nivel, el Curso nos pide que respondamos a lo que llamamos “vida” del mismo modo, con un nivel de conocimiento más profundo que sabe que toda vida que Dios creó nunca puede morir. El personaje de la obra puede morir, podemos llorar, y sin embargo debajo de todo eso, sabemos que es únicamente un juego imaginario, y no la realidad final



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