DESPERTAR AL AMOR

viernes, 13 de septiembre de 2019

13 SEPTIEMBRE: Dios es mi único objetivo hoy.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 256


Dios es mi único objetivo hoy.


1. La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. 2No hay otra manera. 3Si la mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad habría habido de encontrar el camino que conduce a donde ya te encuentras? 4¿Quién tendría aún incertidumbre? 5¿Quién podría estar inseguro de lo que es? 6¿Y quién podría seguir durmiendo entre espesas nubes de duda con respecto a la santidad de aquel que Dios creó libre de pecado? 7Aquí sólo podemos soñar. 8Pero podemos soñar que hemos perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy. 9Dios es nuestro objetivo, y el perdón, el medio por el que nuestras mentes por fin regresan a Él.

2. Y así es, Padre nuestro, como queremos llegar a ti por el camino que Tú has señalado. 2No tenemos otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra nos ha señalado.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El título de la lección habla de nuestro objetivo. Las dos primeras frases tratan de los medios para lograr el objetivo:

La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. No hay otra manera. (1:1-2)
Hablamos de medios y objetivo. Justo el otro día leí la sección del Texto “La Correspondencia entre Medios y Fin” (T.20.VII), en la que se explicaba cómo, si aceptamos el objetivo, tenemos que aceptar los medios para llegar allí.

El medio es el perdón, y el Curso continuamente insiste en que el perdón no es difícil ni puede serlo, porque todo lo que pide es que reconozcamos que lo que no existe no ha ocurrido, y sólo la verdad es verdad. ¿Cómo puede ser difícil ser lo que ya eres? Si sentimos que el perdón es difícil, sólo puede haber una razón: no queremos el medio porque todavía no queremos el objetivo.

En otras palabras, cualquier dificultad no procede del perdón en sí mismo, sino de que yo no lo quiero. Me señala a lo que estoy eligiendo, me indica que siempre tengo exactamente lo que quiero. El perdón parece difícil porque quiero que parezca difícil, y quiero que el medio parezca difícil para poder proyectar mi falta de voluntad sobre el medio que Dios me ha dado, culpando a ese medio en lugar de reconocer que yo soy la causa del problema.

“No hay otra manera” (1:2). Si el problema es únicamente la idea de pecado, la única solución tiene que ser el perdón. “Si la mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad habría habido de encontrar el camino que conduce a donde ya te encuentras?” (1:3). Estamos intentando encontrar nuestro camino a Dios y ¡ya estamos ahí! No habría necesidad de nada si no hubiésemos “dado tanta importancia” al pecado. Al escuchar los pensamientos de nuestro ego, queríamos encontrar un motivo para la separación, y el pecado junto con la culpa y el miedo proporcionaron el motivo. Todo lo inventamos, y tenemos que ser los que los abandonemos.

Si despertásemos, el sueño de pecado desaparecería. Pero tenemos demasiado miedo para despertar, y el sueño de pecado y de culpa aparentemente se alimenta a sí mismo. Parece que no hay escapatoria. “Aquí sólo podemos soñar” (1:7). Pero (y este es un gran “pero”) “podemos soñar que hemos perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy” (1:8).

Así que paso mis días dándome cuenta del sueño de pecado y perdonándolo, una y otra vez, cada vez más, hasta que no quede nada que perdonar. En ese momento mi miedo a Dios habrá desaparecido, y despertaré.

Cuando hoy me dé cuenta de miedo o de culpa, o de pensamientos con juicios sobre los que me rodean, voy a mirarlos y reconocer que son insignificantes, que no significan nada. No voy a dejar que me molesten, y voy a saber que mi paz sigue sin ser alterada. Que entienda que nada de ello importa, y que todavía descanso en Dios. No son esos pensamientos lo que quiero, escuchar la Voz de Dios es mi único objetivo hoy.

¿Qué es el pecado? (Parte 6)

L.pII.4.3:3-4

Si el “pecado” es algo real, lo que supone es enorme. Y completamente imposible. ¿Qué es lo que parece demostrar la realidad del pecado? “El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intemporalidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte” (3:3). Si el Hijo que Dios creó ha pecado de verdad, entonces el Hijo de Dios debe ser malvado. ¿Es posible eso? Si el Hijo de Dios es malvado, entonces lo que fue creado eterno debe terminar, el eterno Hijo de Dios debe morir. La “justicia” lo pediría. ¿Es posible que algo eterno termine, que algo eterno muera? Por supuesto que no, esto es absurdo. No puede ser.

El pecado también demuestra que “Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrupción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre” (3:4). El pensamiento de que Dios pierda lo que ama, siempre me ha parecido imposible, la idea del infierno y de la condenación eterna no tienen ninguna explicación. Yo solía pensar: “Si voy al Cielo, y mi padre” (que no creía en Dios) “va al infierno, ¿cómo puedo ser eternamente feliz, sabiendo que mi padre está sufriendo en el infierno? Si no soy feliz, ¿cómo podría estar en el Cielo? Y si yo no soy feliz, ¿cómo puede serlo Dios?

Si el pecado es real, el Hijo que Dios creó para que lo completase sería malvado, y Dios sólo tendría la maldad para completarlo. Su Voluntad ha fallado completamente. La maldad gana. Nunca más puede haber paz.

Por lo tanto, el pecado no puede ser real. La culpa y el miedo siguen al pecado dentro de la irrealidad. Si no hay pecado, no hay culpa. Si no hay culpa, no hay miedo. ¿De qué otro modo podría existir la paz? “El pecado es demencia” (1:1). Si Dios es Dios, si Su Voluntad se hace, si la creación es eterna, el pecado no puede existir. Esto es lo que el perdón nos muestra:

Todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy. Dios es nuestro objetivo, y el perdón, el medio por el que nuestras mentes por fin regresan a Él. (L.256.1:8-9)





TEXTO


III. La razón y las distintas formas del error


1. La introducción de la razón en el sistema de pensamiento del ego es el comienzo de su des-hacimiento, pues la razón y el ego se contradicen entre sí. 2no es posible que coexistan en tu concien­cia, 3ya que el objetivo de la razón es hacer que todo esté claro y, por lo tanto, que sea obvio. 4La razón es algo que tú puedes ver. 5Esto no es simplemente un juego de palabras, pues aquí da co­mienzo una visión que tiene sentido. 6La visión es literalmente sentido. 7Dado que no es lo que el cuerpo ve, la visión no puede sino ser comprendida, 8pues es inequívoca, y lo que es obvio no es ambiguo. 9Por lo tanto, puede ser comprendido. 10Aquí la razón y el ego se separan, y cada uno sigue su camino.

2. Lo que le permite al ego seguir existiendo es su creencia de que tú no puedes aprender este curso. 2Si compartes con él esa creencia, la razón será incapaz de ver tus errores y despejar el camino hacia su corrección. 3Pues la razón ve más allá de los errores y te dice que lo que pensabas que era real no lo es. 4La razón puede reconocer la diferencia entre el pecado y el error porque desea la corrección. 5Te dice, por lo tanto, que lo que pensabas que era incorregible puede ser corregido, y que, por consi­guiente, tuvo que haber sido un error. 6La oposición del ego a la corrección conduce a su creencia fija en el pecado y a desenten­derse de los errores. 7No ve nada que pueda ser corregido. 8El ego, por lo tanto, condena y la razón salva.

3. La razón de por sí no es la salvación, pero despeja el camino para la paz y te conduce a un estado mental en el que se te puede conceder la salvación. 2El pecado es un obstáculo que se alza como un formidable portón -cerrado con candado y sin llave- ­en medio del camino hacia la paz. 3Nadie que lo contemplase sin la ayuda de la razón osaría traspasarlo. 4Los ojos del cuerpo lo ven como si fuese de granito sólido y de un espesor tal que sería una locura intentar atravesarlo. 5La razón, en cambio, ve fácil­mente a través de él, puesto que es un error. 6La forma que adopta no puede ocultar su vacuidad de los ojos de la razón.

4. La forma del error es lo único que atrae al ego. 2No trata de ver si esa forma de error tiene significado o no, pues es incapaz de reconocer significados. 3Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría. 4Sin embargo, cualquier error, sea cual sea su forma, puede ser corregido. 5El pecado no es sino un error expresado en una forma que el ego venera. 6El ego quiere conservar todos los errores y convertirlos en pecados. 7Pues en eso se basa su propia estabili­dad, la pesada ancla que ha echado sobre el mundo cambiante que él fabricó; la roca sobre la que se edificó su iglesia y donde sus seguidores están condenados a sus cuerpos, al creer que la libertad del cuerpo es la suya propia.

5. La razón te diría que no es la forma que adopta el error lo que hace que éste sea una equivocación. 2Si lo que la forma oculta es un error, la forma no puede impedir su corrección. 3Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. 4No pueden ver más allá de aque­llo para cuya contemplación fueron fabricados. 5Y fueron fabrica­dos para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. 6Su percepción es ciertamente extraña, pues sólo pueden ver ilusio­nes, al no poder ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa de lo que no es nada. 7Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es absolutamente real. 8Mas ¿cómo va a poder ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de un sólido muro se tratase? 9Está restringida por la forma, habiendo sido concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.

6. Esos ojos, hechos para no ver, jamás podrán ver. 2Pues la idea que representan nunca se separó de su hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. 3¿Qué otro objetivo tenía su hacedor, salvo el de no ver? 4Para tal fin, los ojos del cuerpo son los medios perfectos, pero no para ver. 5Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan en lo exterior sin poder ir más allá de ello. 6Observa cómo se detienen ante lo que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra más allá de la forma. 7Nada es tan cegador como la percepción de la forma. 8Pues ver la forma signi­fica que el entendimiento ha quedado velado.

7. Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. 2Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. 3Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. 4La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. 5Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. 6Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad. 7¿Cómo iba a poder, entonces, reconocer la verdad?

8. No permitas que la forma de sus errores te aleje de aquel cuya santidad es la tuya. 2No permitas que la visión de su santidad, que te mostraría tu perdón, quede oculta tras lo que ven los ojos del cuerpo. 3No permitas que la conciencia que tienes de tu her­mano se vea obstruida por tu percepción de sus pecados y de su cuerpo. 4¿Qué hay en él que quisieras atacar, excepto lo que aso­cias con su cuerpo, el cual crees que puede pecar? 5Más allá de sus errores se encuentra su santidad junto con tu salvación. 6Tú no le diste su santidad, sino que trataste de ver tus pecados en él para salvarte a ti mismo. 7Sin embargo, su santidad es tu perdón. a¿Cómo ibas a poder salvarte si haces de aquel cuya santidad es tu salvación un pecador?


9. Una relación santa, por muy recién nacida que sea, tiene que valorar la santidad por encima de todo lo demás. 2Cualquier valor profano producirá confusión, y lo hará en la conciencia. 3En las relaciones no santas se le atribuye valor a cada uno de los indivi­duos que la componen, ya que cada uno de ellos parece justificar los pecados del otro. 4Cada uno ve en el otro aquello que le incita a pecar en contra de su voluntad. 5De esta manera, cada uno le atribuye sus pecados al otro y se siente atraído hacia él para poder perpetuar sus pecados. 6Y así se hace imposible que cada uno vea que él mismo es el causante de sus propios pecados al desear que el pecado sea real. 7La razón, en cambio, ve una relación santa como lo que realmente es: un estado mental común, donde ambos gustosamente le entregan sus errores a la corrección, de manera que los dos puedan ser felizmente sanados cual uno solo.







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