DESPERTAR AL AMOR

jueves, 12 de septiembre de 2019

12 SEPTIEMBRE: Elijo pasar este día en perfecta paz.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 255

Elijo pasar este día en perfecta paz.


1. No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy. 2Sin embargo, mi Dios me asegura que Su Hijo es como Él. 3Que pueda hoy tener fe en Aquel que afirma que soy el Hijo de Dios. 4Y que la paz que hoy elijo experimentar dé fe de la verdad de Sus Palabras. 5El Hijo de Dios no puede sino estar libre de preocupaciones y morar eternamente en la paz del Cielo. 6En Nombre Suyo, consagro este día a encontrar lo que la Voluntad de mi Padre ha dispuesto para mí, a aceptarlo como propio y a concedérselo a todos Sus Hijos, incluido yo.

2. Así es como deseo pasar este día Contigo, Padre mío. 2Tu Hijo no Te ha olvidado. 3 La paz que le otorgaste sigue estando en su mente, y es ahí donde elijo pasar este día.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La paz no parece ser una cuestión de elección: “No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy” (1:1). Nuestro ego quiere hacernos creer que cosas externas a nuestra mente nos pueden quitar la paz o nos pueden dar la paz. No es así.

Si soy el Hijo de Dios y, por lo tanto, como Él Mismo, tengo el poder de decidir, el poder de elegir la paz. Dios dice que es así, voy a tener fe en Él, y voy a actuar de acuerdo a esa fe. ¡Voy a intentarlo! Voy a elegir pasar este día en perfecta paz. Cuanto más me decido a “consagrar este día a encontrar lo que la Voluntad de mi Padre ha dispuesto para mí”, que es la paz del Cielo, y “la acepto como propia” (1:6), más siento esa paz. Probablemente también encontraré un montón de cosas que surgen intentando alterar esa paz. Pero puedo responder a esas cosas diciendo: “Elijo la paz en lugar de esto” o “Esto no puede quitarme la paz que mi Padre me ha dado”. Cuando lo hago, la paz que elijo y que siento “dará fe de la verdad de Sus Palabras” (1:4).

Recuerda: tu estado mental no es perfecto, tampoco se espera que lo sea. Te estás entrenando, éste es un curso en entrenamiento mental. Cuando practico acordes de guitarra, especialmente los nuevos, al principio poner los dedos en la posición correcta necesita mucha concentración y esfuerzo. Tengo que romper el ritmo de la canción, voy más despacio para poner los dedos de la manera adecuada. No espero hacerlo bien todas las veces. Equivocarme y corregir mis fallos es parte del entrenamiento. Finalmente, con el tiempo, mis dedos empiezan a acostumbrarse, van cada vez con más frecuencia al lugar correcto para hacer sonar el acorde sin zumbidos ni notas muertas. Eso es lo que estamos haciendo con estas lecciones: practicar el hábito de la paz.

Nuestro propósito hoy es pasar el día con Dios (2:1). Nosotros, Su Hijo, no Le hemos olvidado, y nuestra práctica da fe de ello. La paz de Dios está en nuestra mente, donde Él la puso. Podemos encontrarla, podemos elegir pasar nuestro día ahí, en paz, con Él. Podemos hacerlo, Dios nos asegura que podemos. Así pues, vamos a practicarlo. Vamos a empezar. Vamos a aceptar Su paz como propia, y a dársela a todos los Hijos de nuestro Padre, incluidos nosotros (1:6).

¿Qué es el pecado? (Parte 5)

L.pII.4.3:1-2

Nuestras ilusiones proceden, o surgen, de nuestros pensamientos falsos. Las ilusiones no son realmente “cosas” en absoluto, son símbolos que representan a cosas imaginadas (3:1). Son como un espejismo, una imagen de algo que no está ahí en absoluto. Nuestros pensamientos de carencia (de que nos falta algo), nuestros sentimientos de poca valía, nuestra culpa y miedo, la apariencia del mundo que nos ataca, incluso nuestros mismos cuerpos, son todos ellos ilusiones, espejismos, símbolos que no representan nada.

“El pecado es la morada de las ilusiones” (3:1). La idea de nuestra podredumbre interior, nuestra naturaleza torcida, alberga la misma ilusión. El pensamiento de pecado y culpa inventa un entorno que apoya y alimenta cada ilusión. Lo que necesita cambiarse es ese pensamiento de la mente. Elimina el pensamiento de pecado y nuestras ilusiones no tienen dónde vivir. Simplemente se convierten en polvo.

Estas ilusiones, que surgen de pensamientos falsos y que hacen del “pecado” su hogar, son “la "prueba" de que lo que no es real lo es” (3:2). Por ejemplo, nuestro cuerpo parece demostrarnos que la enfermedad y la muerte son reales. Nuestros sentidos parecen demostrar que el dolor es real. Nuestros ojos y oídos ven toda clase de pruebas de culpa, de la realidad de la pérdida, y de la debilidad del amor. El mundo parece demostrarnos que Dios no existe o que está enfadado con nosotros. Estas cosas que nuestras ilusiones parecen demostrar no existen en absoluto y, sin embargo, nos parecen reales. Todo esto reside en nuestra creencia en el pecado, y sin esa creencia, desaparecerían.





TEXTO

II. La impecabilidad de tu hermano

 

1. Lo opuesto a las ilusiones no es la desilusión sino la verdad. 2Sólo para el ego, para el que la verdad no tiene significado, pare­cen ser las ilusiones y la desilusión las únicas alternativas, las cuales son diferentes entre sí. 3Pero en verdad son lo mismo. 4Ambas aportan el mismo cúmulo de sufrimiento, aunque cada una parece ser la única manera de escaparse de la aflicción que la otra ocasiona. 5Toda ilusión alberga dolor y sufrimiento entre los tenebrosos pliegues de las pesadas vestiduras tras las que oculta su inexistencia. 6Sin embargo, esas sombrías y pesadas vestiduras son las que cubren a aquellos que van en pos de ilusiones, y las que los mantienen ocultos del júbilo de la verdad.

2. La verdad es lo opuesto a las ilusiones porque ofrece dicha. 2¿Qué otra cosa sino la dicha podría ser lo opuesto al sufri­miento? 3Abandonar un tipo de sufrimiento e ir en busca de otro no es un escape. 4Cambiar una ilusión por otra no es realmente un cambio. 5Tratar de encontrar felicidad en el sufrimiento es una insensatez, pues ¿cómo se iba a poder encontrar felicidad en el sufrimiento? 6Lo único que se puede hacer en el tenebroso mundo del sufrimiento es seleccionar algunos aspectos de él, ver­los como si fuesen diferentes y luego definir la diferencia como felicidad. 7Percibir una diferencia donde no la hay, no obstante, realmente no cambia nada.

3. Lo único que hacen las ilusiones es ocasionar culpabilidad, sufrimiento, enfermedad y muerte a sus creyentes. 2La forma en que las ilusiones se aceptan es irrelevante. 3A los ojos de la razón, ninguna forma de sufrimiento se puede confundir con la dicha. 4La dicha es eterna. 5Puedes estar completamente seguro de que todo lo que aparenta ser felicidad y no es duradero es realmente miedo. 6La dicha no se convierte en pesar, pues lo eterno no puede cambiar, pero el pesar puede volverse dicha, pues el tiempo cede ante lo eterno. 7Únicamente lo eterno permanece inmutable, 8pero todo lo que se encuentra en el tiempo puede cambiar con el paso de éste. 9No obstante, para que el cambio sea real y no imaginado, las ilusiones tienen que ceder ante la verdad y no ante otros sue­ños igualmente irreales. 10Eso no sería diferente.

4. La razón te diría que la única manera de escaparte del sufri­miento es reconociéndolo y tomando el camino opuesto. 2Toda ver­dad es lo mismo y todo sufrimiento es lo mismo también, pero ambos son diferentes entre sí desde cualquier punto de vista, en toda circunstancia y sin excepción. 3Creer que puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es diferente. 4Una sola ilusión que se abrigue y se defienda contra la verdad priva a ésta de todo significado y hace que todas las ilu­siones sean reales. 5Tal es el poder de la creencia, 6la cual es inca­paz de transigir. 7Y la fe en la inocencia sería fe en el pecado si la creencia excluyera una sola cosa viviente y le negase la bendición de su perdón.

5. Tanto la razón como el ego te dicen eso mismo, pero la inter­pretación que hacen de ello es completamente diferente. 2El ego te asegura ahora que es imposible que puedas ver a nadie libre de culpa. 3Y si esta manera de ver es la única que puede liberarte de la culpabilidad, entonces la creencia en el pecado no puede sino ser eterna. 4Pero la razón ve eso de otro modo, pues la razón ve que la fuente de una idea es lo que hace que ésta sea cierta o falsa. 5Esto tiene que ser así, si la idea es semejante a su fuente. 6Por lo tanto -dice la razón- si el propósito que se le asignó al Espíritu Santo fue ayudarte a escapar de la culpabilidad, y ese propósito le fue dado por Aquel para Quien nada que Su Volun­tad disponga es imposible, los medios para lograr ese objetivo tienen que ser más que posibles. 7Tienen que existir y tú tienes que estar en posesión de ellos.

6. Esta es una etapa crucial en este curso, pues en este punto tiene que tener lugar una completa separación entre tú y el ego. 2Pues si ya dispones de los medios para dejar que el propósito del Espí­ritu Santo se alcance, dichos medios pueden utilizarse. 3A medida que los utilices, tu fe en ellos será cada vez mayor. 4Para el ego, sin embargo, eso es imposible, y nadie emprende lo que no ofrece ninguna esperanza de poderse lograr. 5Tú sabes que lo que la Voluntad de tu Creador dispone es posible, pero aquello que tú inventaste no lo cree. 6Ahora tienes que elegir entre ti y lo que es sólo una ilusión de ti. 7No ambas cosas, sino una sola. 8No tiene objeto intentar eludir esta decisión. 9Hay que tomarla. 10La fe y la creencia pueden inclinarse hacia cualquiera de esas dos opciones, pero la razón te dice que el sufrimiento se encuentra únicamente en una de ellas y la dicha en la otra.

7. No abandones a tu hermano ahora, pues vosotros que sois lo mismo no decidiréis por separado ni en forma diferente. 2Os dais el uno al otro o bien vida o bien muerte; sois cada uno el salvador del otro o su juez, y os ofrecéis refugio o condenación. 3Este curso o bien se creerá enteramente o bien no se creerá en absoluto. 4Pues es completamente cierto o completamente falso, y no puede ser creído sólo parcialmente. 5tú te escaparás enteramente del sufri­miento o no te escaparás en absoluto. 6La razón te dirá que no hay un lugar intermedio donde te puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno. 7Hasta que no elijas el Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento.

8. No hay ninguna parte del Cielo de la que puedas apropiarte y tejer ilusiones de ella. 2Ni hay una sola ilusión con la que puedas entrar en el Cielo. 3Un salvador no puede ser un juez ni la miseri­cordia puede ser condenación. 4la visión no puede condenar, sino únicamente bendecir. 5Aquel Cuya función es salvar, salvará. 6Cómo lo ha de lograr está más allá de tu entendimiento, pero cuándo lo va a hacer está en tus manos. 7Pues el tiempo es una invención tuya y, por lo tanto, lo puedes gobernar. 8No eres esclavo de él ni del mundo que fabricaste. 

9. Examinemos más de cerca la ilusión de que lo que tú fabricaste tiene el poder de esclavizar a su hacedor. 2Esta es la misma creen­cia que dio lugar a la separación. 3Es la idea insensata de que los pensamientos pueden abandonar la mente del pensador, ser dife­rentes de ella y oponerse a ella. 4Si eso fuese cierto, los pensa­mientos no serían extensiones de la mente, sino sus enemigos. 5Aquí vemos nuevamente otra forma de la misma ilusión fundamental que ya hemos examinado muchas veces con anterioridad. 6Sólo si fuese posible que el Hijo de Dios pudiera abandonar la Mente de su Padre, hacerse diferente y oponerse a Su Voluntad, sería posible que el falso ser que inventó, y todo lo que éste fabricó, fuesen su amo.

10. Contempla la gran proyección, pero mírala con la determina­ción de que tiene que ser sanada, aunque no mediante el temor. 2Nada que hayas fabricado tiene poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador y tener una voluntad que se oponga a la Suya. 3Pues sólo si crees que Su Hijo puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea asimismo enemigo tuyo. 4Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que Él sea diferente. 5Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha sido al tuyo propio. 6¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? 7¿No son buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substi­tuido a la verdad?

11. Son sólo tus pensamientos los que han sido imposibles. 2No puede ser que la salvación sea imposible. 3Pero sí es imposible ver a tu salvador como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. 4No obstante, puedes reconocerlo como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. 5Lo que Dios le confirió a tu relación santa aún se encuentra en ella. 6Pues lo que Él le dio al Espíritu Santo para que te lo diese a ti, el Espíritu Santo te lo dio. 7¿No querrías contem­plar al salvador que se te ha dado? 8¿Y no intercambiarías con gratitud la función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? 9Recibe de él lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.

12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. 2¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! a¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! 3¡Cuán grande el poder que en ella reside! 4El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. 5En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. 6Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. 7Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. 8Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. 9¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? 10En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

13. Lo único que necesitas hacer para morar aquí apaciblemente junto a Cristo, es compartir Su visión. 2Su visión se le concede inmediatamente y de todo corazón a todo aquel que esté dis­puesto a ver a su hermano libre de pecado. 3tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte completamente de todos los efectos del pecado. 4¿Te concederías a ti mismo un perdón parcial? 5¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente a seguir sufriendo? 6El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó para ti. 7Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele que te con­duzca hasta allí.





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