DESPERTAR AL AMOR

domingo, 8 de septiembre de 2019

8 SEPTIEMBRE: No necesito nada más que la verdad

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS




4. ¿Qué es el pecado?
 

1. El pecado es demencia. 2Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. 3Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. 4El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? 5¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? 6¿Qué iban a querer oír o intentar asir? 7¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? 8Usar los sentidos es no saber. 9Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.


2. El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. 2Su propósito es luchar. 3Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar. 4Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. 5Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para sustituir a la meta de engañarse a sí misma que antes tenía. 6La verdad puede ser su objetivo, tanto como las mentiras. 7Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad.


3. El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos fal­sos. 2Las ilusiones son la "prueba" de que lo que no es real lo es. 3El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intem­poralidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte. 4Y Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrup­ción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre.


4. Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador. 2Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. 3El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. 4Mien­tras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.


5. ¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? 2¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? 3¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? 4¿Hoy quizá? 5El pecado no existe. 6La creación no ha cambiado. 7¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? 8¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?



AUDIOLIBRO



EJERCICIOS



LECCIÓN 251




No necesito nada más que la verdad
 

1. Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo. 2Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito. 3Jamás necesité nada de lo que antes bus­caba, y ni siquiera lo quería. 4No reconocía mi única necesidad. 5Pero ahora veo que solamente necesito la verdad. 6Con ella todas mis necesidades quedan satisfechas, mis ansias desaparecen, mis anhelos se hacen finalmente realidad y a los sueños les llega su fin. 7Ahora dispongo de todo cuanto podría necesitar. 8Ahora dis­pongo de todo cuanto podría querer. 9Y ahora, por fin, me encuen­tro en paz.


2. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. 2Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Si se nos pidiera, cualquiera de nosotros podría sentarse ahora y escribir una lista bastante larga de cosas que pensamos que necesitamos. Aunque sólo sean cosas que ahora no tenemos, la lista sería bastante extensa. Por ejemplo, necesito una mayor memoria en mi ordenador (¿y qué dueño de ordenador no lo necesita?), necesito pijamas nuevos, necesito algún arreglo dental, necesito una nueva estantería, necesito un colchón nuevo, necesito una caja de agua mineral, necesito unos vaqueros nuevos, necesito una guitarra mejor.

En distintos momentos de mi vida he creído que necesitaba casarme, o divorciarme. Necesitaba un trabajo mejor. Necesitaba un coche nuevo, uno que no se estropeara todo el tiempo. Necesitaba cambiar de casa. “Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo” (1:1). Conseguí la mayor parte de las cosas que buscaba (pero nunca todo el dinero que necesitaba), pero nada de ello me hizo feliz. Con todas las listas que pueda hacer de cosas que “necesito” ahora, sé que ninguna de ellas me hará feliz tampoco.

La felicidad es una elección que yo hago. Nada más, nada menos.

Pienso que el motivo por el que el Curso me atrae tanto es porque estoy totalmente de acuerdo con cosas como esta lección. Bueno, todavía cometo el error de pensar que algo que “necesito” me dará la felicidad, pero cuando me doy cuenta de ello, por lo menos ahora sé que me estoy engañando a mí mismo. Cuando me paro a pensar, puedo decir honestamente: “Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito” (1:2). A veces me alejo de esa única dirección, me engaño buscando algo más, pero continúo regresando a esta necesidad única y principal, que es realmente lo único que necesito tener: la verdad. La verdad acerca de mí mismo, acerca de Dios, acerca del universo. Lo que es real y eterno.

“Jamás necesité nada de lo que antes buscaba, y ni siquiera lo quería” (1:3). Normalmente lo descubría después de tenerlas. Recuerdo una noche, hace varios años, en que estaba en casa sentado viendo la televisión solo. Tuve hambre, así que me levanté para comer algo. Miré al helado en el frigorífico y pensé: “No, no es eso lo que quiero”. Miré a la fruta, a las galletas, al queso, a las palomitas de maíz, y con cada uno de ellos me encontré diciendo: “No, no es eso lo que quiero”. Finalmente, devanándome los sesos, me quedé en medio de la cocina y dije en voz alta: “¿Qué es lo que realmente quiero?” Y me golpeó como una tonelada de ladrillos. Lo que de verdad quería era a Dios. Estaba sintiendo una especie de vacío dentro de mí, y mi mente lo estaba traduciendo en un antojo físico de algún tipo, intentando encontrar un modo de llenar el vacío por medio de mi cuerpo. ¡De verdad me reí de buena gana! De repente me di cuenta de que todas mis “necesidades” y todo lo que yo “quería” eran sustitutos de lo único que necesitaba de verdad, que era algo que siempre tenía, únicamente esperaba a que yo eligiera darme cuenta de ello.

¿Cómo podemos estar alguna vez en paz, cuando toda nuestra vida está llena de una lista sinfín de antojos? ¿No podemos darnos cuenta de que el antojo en sí mismo es una forma de infelicidad? ¿No podemos darnos cuenta de que cada cosa que creemos que necesitamos y que no tenemos es una carga, un dolor constante en el fondo de nuestra mente, que nos mantiene alejados de la paz? Lo que de verdad quiero es la paz. Lo que de verdad quiero es estar en paz, contento con Quien yo soy. Quiero la realización. Quiero sentirme pleno. Y estas cosas están disponibles en este instante, siempre que las elija. Están garantizadas u ocultadas, no por algo externo, sino por mi propia elección.

Y ahora, por fin, me encuentro en paz (1:9).

Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos (2:2).

¿Qué es el pecado? (Parte 1)

L.pII.4.1:1-3

El “pecado” es la creencia de que yo soy malo, de que estoy corrompido por los errores que he cometido, y estropeado para siempre por mis pensamientos equivocados. El “pecado” es la creencia de que la creación perfecta de un Dios perfecto puede volverse imperfecta de alguna manera, desfigurada e indigna de su Creador. “El pecado es demencia” (1:1).

De esta creencia viene la culpa, que nos vuelve locos, y nos lleva a desear que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad (1:2). Ésta es la causa del mundo que ves: “El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido” (T.13.In.2:2). Ésta es la causa que hay detrás de la ilusión. Debido a la culpa, tenemos miedo a la verdad, miedo a Dios, miedo a nuestro Ser. Creemos que hemos perdido el derecho al Cielo, y por eso tenemos que inventar otro lugar donde podemos encontrar satisfacción. Eso es el mundo. A causa del pecado creemos que no podemos tener el Cielo, así que inventamos un sustituto.

Debido a la locura producida por la culpa y el pecado, vemos “ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está” (1:3). Vemos lo que no existe. Vemos ataque en el amor. Buscamos satisfacción en espejismos. Buscamos la felicidad eterna en cosas que se marchitan y mueren.

Nuestra sanación comienza cuando empezamos a reconocer las ilusiones como ilusiones. Éste puede ser un momento de gran desesperación, cuando todo en lo que confiábamos se convierte en polvo. Sin embargo, es el comienzo de la sabiduría, el comienzo de un gran despertar.

Los pensamientos que albergas son poderosos, y los efectos que las ilusiones producen son tan potentes como los efectos que produce la verdad. Los locos creen que el mundo que ven es real, y así, no lo ponen en duda. No se les puede persuadir cuestionando los efectos de sus pensamientos. Sólo cuando se pone en tela de juicio la fuente de éstos alborea finalmente en ellos la esperanza de libertad. (L.132.1:4-7)


Estamos rodeados de ilusiones, los efectos de nuestros pensamientos. Verdaderamente no dudamos de la realidad de esos efectos. Únicamente cuando su fuente “se pone en duda”, únicamente cuando empezamos a dudar del pensamiento de pecado que provoca nuestra locura, comienza a asomar “la esperanza de libertad”.






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