DESPERTAR AL AMOR

jueves, 10 de octubre de 2019

10 OCTUBRE: Mi verdadera Identidad reside en Ti.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 283


Mi verdadera Identidad reside en Ti.


1. Padre, forjé una imagen de mí mismo, y a eso e sa lo que llamo el Hijo de Dios. 2Mas la creación sigue siendo como siempre fue, pues Tu crea­ción es inmutable. 3No quiero rendirle culto a ningún ídolo. 4Yo soy aquel que mi Padre ama. 5Mi santidad sigue siendo la luz del Cielo y el Amor de Dios. 6¿Cómo no va a estar a salvo lo que Tú amas? 7¿No es acaso infinita la luz del Cielo? 8¿No es Tu Hijo mi verdadera Identidad, toda vez que Tú creaste todo cuanto existe?

2. Ahora todos somos uno en la Identidad que compartimos, ya que Dios nuestro Padre es nuestra única Fuente, y todo lo creado forma parte de nosotros. 2Y así, le ofrecemos nuestra bendición a todas las cosas y nos unimos amorosamente al mundo, el cual nuestro perdón ha hecho que sea uno con nosotros.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“Reside” significa “vive o mora”, pero también significa “permanece sin cambio”. Pienso que éste es el significado que tiene esta lección: “Mi verdadera Identidad permanece sin cambio en Ti”. (Al menos así es como lo estoy oyendo hoy). “Forjé una imagen de mí mismo” (1:1). Ésta es la postura del Curso de lo que tradicionalmente se ha llamado “la Caída”. Desde el punto de vista tradicional judeocristiano, el hombre fue creado inocente y sin pecado, pero cayó en el pecado y, de este modo, corrompió su naturaleza para siempre (“pecado original”). La postura del Curso es que todo lo que realmente sucedió fue que imaginamos que habíamos cambiado, inventamos una falsa imagen de nosotros y pensamos: “yo soy esto”. ¡Pero lo que verdaderamente somos, no ha cambiado en absoluto! Nuestra verdadera Identidad permanece sin cambio, a pesar de nuestra invención de ídolos. La creación sigue siendo ahora tal como siempre ha sido, porque la creación de Dios no puede cambiar (1:2).

Hay una gran diferencia entre haber corrompido nuestra naturaleza y únicamente pensar que lo hemos hecho. Desde el punto de vista antiguo, teníamos un problema real que sólo podía solucionarse por intervención sobrenatural de Dios. Se había cometido un pecado real y se tenía que pagar con un castigo real. El pecado contra un Dios infinito exigía un pago igualmente infinito, y por eso el Hijo infinito de Dios tenía que morir por nosotros, y luego Dios tenía que crear una “nueva naturaleza”, y de algún modo meterla en la humanidad (“nacer de nuevo”). Aquellos que no recibían esta nueva vida estaban condenados al infierno.

Desde la postura presentada por el Curso, no se ha cometido ningún pecado real, y la perfección original de la creación de Dios permanece sin cambio. Todo lo que tenemos que hacer es reconocer nuestra falsa identificación y cambiar nuestra mente acerca de ella. Cuando abandonamos los ídolos o falsas imágenes [“No quiero rendirle culto a ningún ídolo” (1:3)], se descubre la naturaleza de Cristo dentro de nosotros y se manifiesta sin haber sido manchada por nuestra locura.

Yo soy aquel que mi Padre ama, eso no ha cambiado (1:4). “Mi santidad sigue siendo la luz del Cielo y el Amor de Dios” (1:5). ¿Cómo podría lo que Dios creó como la luz del Cielo ser destruido y convertirse en oscuridad? Si Dios creó todo lo que existe, ¿cómo podría yo ser algo distinto? (1:8). Yo no puedo ser otra cosa distinta.

Cada vez que hoy me dé cuenta de que estoy juzgando algo de mí, o que algo no me gusta, o reprochándome algo, o sintiéndome culpable por lo que soy, que me recuerde a mí mismo que nada de lo que estoy viendo es mi verdadera Identidad. Mi verdadera Identidad permanece en Dios y es parte de Él. La supuesta otra identidad es un ídolo, no voy a adorarla, no voy a inclinarme ante ella, ni atribuirle un gran poder, ni a tener miedo de ella. Eso no es lo que yo soy. Me aquietaré un instante e iré a mi hogar.

Al reconocer esta verdadera Identidad, tengo que darme cuenta de que por la naturaleza de Lo Que es, debe compartirse con toda la creación. Todo forma parte de mí, y yo formo parte de todo, pues venimos de la misma Fuente (2:1). Cuando reconozca que todo es parte de esta Identidad compartida, otros aspectos de mi único Ser, “ofreceré mi bendición a todas las cosas y me uniré amorosamente al mundo” (2:2).



¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 3)

L.pII.7.2:1-2

“El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisamente acabar con los sueños” (2:1). Como ya hemos visto, los sueños (nuestra percepción actual) se terminan al cambiar nuestra percepción falsa del miedo a la percepción del amor. El proceso de aprendizaje en que nos encontramos aquí, y el eje del programa de estudios del Curso, es esta transformación de la percepción que llevará al resultado del final de toda percepción: el final de los sueños. A veces nos esforzamos demasiado y queremos que el sueño termine ahora. Queremos que el conocimiento nos llegue directamente. Pero eso no es posible, no podemos saltarnos el proceso del cambio de nuestras percepciones.

Hemos estado haciendo hincapié en la percepción, y apenas hemos hablado del conocimiento. Esto ha sido así porque la percepción tiene que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada. (T.3.III.1:1-2)

Antes de que podamos “saber” algo, nuestras percepciones tienen que cambiar por mediación del Espíritu Santo, al llevarle nuestra oscuridad para que Él pueda deshacerla con la luz. “Pues todo sonido e imagen (percepción) tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor” (2:2).Hay muchas cosas en nuestra vida que parecen ser testigos del miedo. Esas cosas “dan testimonio” de la realidad del miedo, parecen justificar el miedo. El cambio que el Espíritu Santo busca realizar en nuestra mente es cambiar tanto nuestra percepción de las cosas que todo (literalmente todo) lo que ahora parece justificar el miedo, se convierta en nuestra percepción cambiada, algo que justifique y haga necesario el amor.

Eso es lo que el “perdón” significa en el Curso, es mucho más que ver las acciones de alguien de manera diferente. Significa ver todo de manera diferente. Significa mirar a todos los horrores de este mundo, a todas las atrocidades, a toda traición, a cada señal de enfermedad y de muerte y ver que todo ello justifica el amor y necesita amor. Algo que, en lugar de demostrar la realidad del miedo, demuestre la realidad del amor. Y para eso, amigos, ¡se necesita un milagro! Pero este es “un curso de milagros”. De eso es de lo que trata.

¿Cómo puede cambiar tan completamente nuestra percepción de las cosas? No lo sabemos. Ni necesitamos saberlo. Ése es el trabajo del Espíritu Santo dentro de nuestra mente. Él sabe cómo hacerlo. Todo lo que tenemos que hacer es llevarle las percepciones que nos dan miedo, y estar dispuestos a que Él las cambie por Su percepción. Si estamos dispuestos a llevárselas y a que Él nos las quite y las sustituya, Él sabe exactamente cómo hacerlo y lo hará. Él ya ve todo lo que vemos como una justificación del amor. Él lo ve de ese modo por nosotros hasta que aprendamos a compartir Su percepción con Él. “Él fue creado para ver esto por ti hasta que tú aprendas a verlo por tu cuenta” (T.17.II.1:8). Esto es lo que es y lo que hace el Espíritu Santo.






TEXTO 

 

II. El que te salva de las tinieblas



1. ¿No es evidente que lo que perciben los ojos del cuerpo te infunde miedo? 2Tal vez pienses que aún puedes encontrar en ello alguna esperanza de satisfacción. 3Tal vez tengas fantasías de poder alcanzar cierta paz y satisfacción en el mundo tal como lo percibes. 4Mas ya tiene que ser evidente para ti que el desenlace es siempre el mismo. 5pesar de tus esperanzas y fantasías, el resultado final es siempre la desesperación. 6Y en esto no hay excepciones ni nunca las habrá. 7Lo único de valor que el pasado te puede ofrecer es que aprendas que jamás te dio ninguna recompensa que quisieses conservar. 8Pues sólo así estarás dis­puesto a renunciar a él y a que desaparezca para siempre.

2. ¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfac­ción en el mundo que ves? 2Pues se mire como se mire, tu recom­pensa, en todo momento y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. 3¿Cuánto tiempo necesitas para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que sigas pospo­niendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? 4Pues una cosa es segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que vayas a tener éxito. 5Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna espe­ranza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. 6No obstan­te, esta desesperanza es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde jamás puede haber ninguna.

3. Mas ¿no es cierto también que aparte de esto has encontrado alguna esperanza, un cierto vislumbre -inconstante y variable, aunque levemente visible- de que está justificado tener esperan­zas basándote en razones que no son de este mundo? 2Sin embargo, tu esperanza de todavía poder encontrar esperanzas en este mundo te impide abandonar la infructuosa e imposible tarea que te impusiste a ti mismo. 3¿Cómo iba a tener sentido albergar la creencia fija de que hay razón para seguir buscando lo que nunca dio resultado, basándose en la idea de que  de repente ten­drá éxito y te proporcionará lo que nunca antes te había propor­cionado?

4. En el pasado siempre fracasó. 2Alégrate de que haya desapare­cido de tu mente y de que ya no nuble lo que se encuentra allí. 3No confundas la forma con el contenido, pues la forma no es más que un medio para el contenido. 4Y el marco no es sino un medio para sostener el cuadro de manera que éste se pueda ver. 5Pero el marco que oculta al cuadro no sirve para nada. 6No puede ser un marco si eso es lo que ves. 7Sin el cuadro, el marco no tiene sen­tido, 8pues el propósito de éste es realzar el cuadro, no a sí mismo.

5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra se tratase? 2Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás haciendo. 3La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único que se puede ver. 4El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. 5Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. 6Él te ofrece Su obra maestra para que la veas. 7¿Pre­ferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?

6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. 2Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. 3Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en el cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. 4El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su pro­pósito, no el tuyo separado del Suyo. 5Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro, y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. 6Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. 7No creas, no obs­tante, que el cuadro será destruido en modo alguno. 8Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.

7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maes­tra. 2Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. 3Su santidad ilumina la impecabilidad* que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. 4No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. 5Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

8. Vislumbra dentro de la oscuridad al que te salva de las tinie­blas, y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la Mente de tu Padre. 2Al contemplarlo él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la oscuridad. 3Las tinieblas no lo afectaron, como tam­poco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo con­templar. 4Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. 5Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. 6Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio tuvo que habérsete dado a ti. 7Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. 8Y al hacer esto, compartes la visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.

9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? 2¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gra­cias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? 3¿No te daría a conocer Su Amor, sólo con que te unieses a Él para alabar lo que Él ama? 4Dios ama la creación como el perfecto Padre que es. 5de esta manera, Su alegría es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas y comparte Su alegría. 6Este hermano es el perfecto regalo que Él te hace. 7Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. 8Y todo Su agradecimiento y felicidad refulgen sobre ti que haces que Su alegría sea total, junto con Él. 9Y así, tu alegría se vuelve total. 10Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea total, y la suya junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de oscuridad. 11Dios Mismo ofrece Su gratitud libre­mente a todo aquel que comparte Su propósito. 12Su Voluntad no es estar solo. 13Ni la tuya tampoco.

10Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. 2No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. 3Da, entonces, lo que Él te ha dado, para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. 4No creas que Sus alabanzas no son para ti también. 5Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que Él te ha dado. 6Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. 7Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. 8Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

11. Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. 2Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos. 3Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. 4No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. 5Se os ha otor­gado a cada uno de vosotros el poder de salvar, para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir, y para que podáis ver como uno solo lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios, el cual Él da a todos por igual. 

III. Percepción y elección


1. En la medida en que atribuyas valor a la culpabilidad, en esa misma medida percibirás un mundo en el que el ataque está justi­ficado. 2En la medida en que reconozcas que la culpabilidad no tiene sentido, en esa misma medida percibirás que el ataque no puede estar justificado. 3Esto concuerda con la ley fundamental de la percepción: ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. 4La percepción no está regida por ninguna otra ley que ésa. 5Todo lo demás se deriva de ella, para sustentarla y darle apoyo. 6Ésta es la forma que, ajustada a este mundo, adopta la percepción de la ley más básica de Dios: que el amor crea amor y nada más que amor.

2. Las leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido. 2Sus leyes, no obstante, se ven reflejadas por todas partes. 3No es que el mundo donde se ven reflejadas sea real en absoluto. 4Es real sólo porque Su Hijo cree que lo es, y Dios no pudo permitirse a Sí Mismo separarse completamente de lo que Su Hijo cree. 5Él no pudo unirse a la demencia de Su Hijo, pero sí pudo asegurarse de que Su cordura lo acompañase siempre, para que no se pudiese perder eternamente en la locura de su deseo.

3. La percepción se basa en elegir, pero el conocimiento no. 2El conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador. 3Pero este mundo fue construido por dos hacedores que no lo ven de la misma manera. 4Para cada uno de ellos el mundo tiene un propósito diferente, y es el medio perfecto para apoyar el objetivo para el que se percibe. 5Para aquel que desea ser espe­cial, es el marco perfecto en el que manifestar su deseo: el campo de batalla perfecto para librar sus guerras y el refugio perfecto para las ilusiones que quiere hacer reales. 6No hay ninguna ilu­sión que en su percepción no sea válida ni ninguna que no esté plenamente justificada.

4. El mundo tiene otro Hacedor, el Corrector simultáneo de la creencia desquiciada de que es posible establecer y mantener algo sin un vínculo que lo mantenga dentro de las leyes de Dios, no como la ley en sí conserva al universo tal como Dios lo creó, sino en una forma que se adapte a las necesidades que el Hijo de Dios cree tener. 2No obstante, error corregido es error eliminado. 3Y de este modo, Dios ha seguido protegiendo a Su Hijo, incluso en su error.

5. En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito por­que el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. 2En Su percepción del mundo, no hay que nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; 3nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total, 4ni nada que pueda perma­necer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable más allá de los fútiles intentos del especialismo* de expulsarla de la mente -donde no puede sino estar- e iluminar al cuerpo en su lugar. 5Los luceros del Cielo no son para que tu mente elija donde los quiere ver. 6Si elige verlos en otra parte que no sea su hogar, como si estuviesen arrojando su luz sobre un lugar donde jamás podrían estar, entonces el Hacedor del mundo tiene que corregir tu error, pues de otro modo te quedarías en las tinieblas, donde no hay luceros.

6. Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo 2ni necesita quedarse más de un ins­tante. 3Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. 4Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. 5cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. 6Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. 7Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. 8Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz.

7. ¿Cómo podría ser que una percepción errónea fuese un pecado? 2Deja que todos los errores de tus hermanos sean para ti únicamente una oportunidad más de ver las obras del Ayudante que se te dio para que vieses el mundo que Él construyó en vez del tuyo. 3¿Qué puede estar entonces justificado? 4¿Qué es lo que quieres? 5Pues estas dos preguntas son lo mismo. 6cuando hayas visto que son lo mismo, habrás tomado una decisión. 7Pues ver ambas preguntas como una sola es lo que te libera de la creencia de que hay dos maneras de ver. 8Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas las oportunidades que te brinda para extender tu perdón. 9Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver la paz y el perdón descen­der sobre ellos y ofrecerles la luz.

8. El Hacedor del mundo de la mansedumbre tiene absoluto poder para contrarrestar el mundo de la violencia y del odio que parece interponerse entre Su mansedumbre y tú. 2Dicho mundo no existe ante Sus ojos perdonadores. 3por lo tanto, no tiene por qué existir ante los tuyos. 4El pecado es la creencia fija de que lo que se percibe no puede cambiar. 5Lo que ha sido condenado está condenado para siempre, al ser eternamente imperdonable. 6Si entonces se perdona, ello quiere decir que haberse percibido como un pecado tuvo que haber sido un error. 7Y es esto lo que hace que el cambio sea posible. 8El Espíritu Santo, asimismo, sabe que lo que Él ve se encuentra mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio. 9Pero el pecado no puede inmiscuirse en Su visión, pues ha quedado corregido gracias a ella. 10Por lo tanto, tuvo que haber sido un error, no un pecado. 11Pues lo que el pecado afir­maba que nunca podría ocurrir, ha ocurrido. 12El pecado se ataca con castigos, y de esta manera se perpetúa. 13Mas perdonarlo es cambiar su estado, de manera que de ser un error pase a ser la verdad.

9. El Hijo de Dios no puede pecar, pero puede desear lo que le haría daño. 2tiene el poder de creer que puede ser herido. 3¿Qué podría ser todo esto, sino una percepción falsa de sí mismo? 4¿Y es esto acaso un pecado o simplemente un error? 5¿Es perdonable? 6¿Necesita él ayuda o condenación? 7¿Es tu propósito que él se salve o que sea condenado? 8No olvides que lo que decidas que él es para ti, determinará tu futuro. 9Pues estás construyendo tu futuro ahora: el instante en el que todo el tiempo se convierte en un medio para alcanzar cualquier objetivo. 10Elige, pues, pero reconoce que mediante esa elección se elige el propósito del mundo que ves, el cual se justificará.








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