DESPERTAR AL AMOR

jueves, 17 de octubre de 2019

17 OCTUBRE: Lo único que veo es mi actual felicidad.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 290


Lo único que veo es mi actual felicidad.


1. A menos que contemple lo que no está ahí, lo único que veo es mi actual felicidad. 2Los ojos que comienzan a abrirse por fin pue­den ver. 3Y deseo que la visión de Cristo descienda sobre mí hoy mismo. 4Pues lo que percibo a través de mi propia vista sin la Corrección que Dios me dio para ella, es atemorizante y doloroso de contemplar. 5Mas no voy a permitir que mi mente se siga enga­ñando un solo instante más, creyendo que el sueño que inventé es real. 6Éste es el día en que voy en pos de mi actual felicidad y en el que no he de contemplar nada que no sea lo que busco.

2. Con esta resolución vengo a Ti, y te pido que me prestes tu fortaleza, mientras procuro únicamente hacer Tu Voluntad. 2No puedes dejar de oírme, Padre. 3Pues lo que pido ya me lo has dado. 4Y estoy seguro de que hoy veré mi felicidad.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“A menos que contemple lo que no está ahí, lo único que veo es mi actual felicidad” (1:1). Ésa es la clave: no mirar a lo que no está aquí. Muy a menudo miramos al pasado o al futuro, como estaba haciendo esta mañana mientras estaba tumbado en la cama. Ni el pasado ni el futuro están aquí. Por definición, son “no ahora”.

Lo que Jesús dice aquí es que si podemos por un momento dejar de mirar al pasado o al futuro, lo que veremos es la felicidad actual. Como dice un gurú: “Ya eres siempre feliz”. ¿Qué tiene esto que ver con el título de esta lección que el Espíritu Santo me enseña? “Lo que percibo a través de mi propia vista sin la Corrección (del Espíritu Santo) que Dios me dio para ella, es atemorizante y doloroso de contemplar” (1:4). El futuro es temible, el pasado es doloroso. Para ver necesito las gafas correctoras del Espíritu Santo.

El mundo que veo es doloroso porque el ego lo inventó para apoyarse y reforzarse a sí mismo. Si continúo mirándolo a través de los ojos que el ego fabricó, voy a ver testigos de la maldad, del pecado, del peligro y de la culpa. Necesito verlo de una manera diferente.

No se me pide que cierre los ojos y finja que el mundo no está ahí. Se me pide que voluntariamente me ponga las gafas correctoras y vea el mundo de manera diferente: como un testigo del Amor, de la dicha y de la paz. Lo primero de todo, en esta lección se me pide que mire dentro y me dé cuenta de que dejando de lado el pasado y el futuro, yo soy feliz por naturaleza. Se me pide que deje de mirar a lo que no está ahí. Ver lo que está aquí es el siguiente paso, y no habrá ninguna dificultad porque empiezo desde un estado de felicidad.

Si ya soy feliz, nada del presente puede cambiarlo porque no me falta nada, ya estoy en la felicidad.

Ésta es una gran técnica para la meditación: cuando surgen pensamientos, si se refieren al pasado, déjalos que se vayan flotando (como una hoja arrastrada por el agua). Si haces eso, lo que siempre descubrirás es tu felicidad actual. No tienes que fabricarla porque existe siempre.



¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 10)

L.pII.7.5:3-4

El Espíritu Santo es el regalo de Dios mediante el cual se le restituye la quietud del Cielo al bienamado Hijo de Dios. (5:3)

Me siento tan agradecido hoy por este regalo, sin el que la quietud del Cielo estaría fuera de mi alcance para siempre. Si tuviera que responder a la pregunta que plantea esta página ¿Qué es el Espíritu Santo?, lo haría así:

El Espíritu Santo es el regalo de Dios para devolver nuestra mente (atrapada en la ilusión) a la paz y a la cordura. Él es la unión entre nuestra mente y la de Dios. Puesto que es consciente tanto de la eterna verdad de Dios como de nuestra locura, Él puede usar las mismas ilusiones que hemos inventado para hacernos regresar a la realidad. Le llevamos nuestras ilusiones, y Él las cambia de testigos del miedo a testigos del Amor, dándonos una nueva interpretación de todo lo que vemos. Esta nueva interpretación está tan de acuerdo con la verdad que permite el fin de toda interpretación y el paso de nuestra mente al estado original del conocimiento.

¿Te negarías a asumir la función de completar a Dios, cuando todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo? (5:4)

Una vez más el Curso nos pide que tomemos parte activa en este proceso y que desempeñemos la función que Dios nos dio: completarle. Ésa es una frase sorprendente, ¿verdad? En otro lugar el Curso nos dice que siempre que pongamos en duda nuestra valía, deberíamos decir: “Dios Mismo está incompleto sin mí” (T.9.VII.8:2). Un poco más tarde explica: “Dios está incompleto sin ti porque Su grandeza es total, y tú no puedes estar excluido de ella” (T.9.VIII.9:8). Nos dice: “Sin ti, a Dios le faltaría algo, el Cielo estaría incompleto y habría un Hijo sin Padre” (T.24.VI.2:1).

Por supuesto, es imposible que Dios esté incompleto: “Dios no está incompleto y sin Hijos” (T.11.I.5:6). La cuestión es que somos parte de Dios, entonces Dios estaría incompleto si no estuviésemos unidos a Él para siempre. Estamos en Dios y, por lo tanto, aceptemos la parte en Él que nos ha dado, y pongamos fin a nuestro rechazo a hacerlo. Nuestra parte en completar a Dios es estar completos: “…todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo” (5:4). Únicamente se nos pide que llevemos al Espíritu Santo nuestra ilusión de estar incompletos, de que nos falta algo (paz y felicidad), para que Él pueda deshacer esa ilusión y que nos hagamos conscientes de nuestro eterno estado de estar completos, de que nada nos falta.

El proceso de llevar nuestras ilusiones al Espíritu Santo parece a menudo temible porque, desde nuestro punto de vista, parece que supone una pérdida. Se nos pide que renunciemos a algo. Pero ese algo que se nos pide que abandonemos es nuestra ilusión de separación, nuestra ilusión de estar incompletos y que nos falta algo. Renunciamos a nuestra sensación de que algo nos falta, y recordamos nuestro estado de ser completos. Como dice la Lección 98, éste es un trato en el que no podemos perder:

Y puesto que el tiempo no tiene significado, se te está dando todo a cambio de nada. He aquí un trato en el que no puedes perder. Y lo que ganas es en verdad ilimitado. (L.98.6:3-5)






TEXTO  


9. ¿Y qué puede pedirte el Amor a ti que piensas que todo esto es verdad? 2¿Podría Él, con justicia y con amor, creer que en tu con­fusión tienes algo que dar? 3No se te pide que tengas mucha con­fianza en Él, 4sino la misma que ves que Él te ofrece y que reconoces que no podrías tener en ti mismo. 5Él ve todo lo que tú mereces a la luz de la justicia de Dios, pero también se da cuenta de que no puedes aceptarlo. 6Su función especial consiste en ofrecerte los regalos que los inocentes merecen. 7Y cada regalo que aceptas le brinda alegría a Él y a ti. 8Él sabe que el Cielo se enri­quece con cada regalo que aceptas. 9Y Dios Se alegra cuando Su Hijo recibe lo que la amorosa justicia sabe que le corresponde. 10Pues el amor y la justicia no son diferentes. 11Precisamente por­que son lo mismo la misericordia se encuentra a la derecha de Dios, y le da al Hijo de Dios el poder de perdonarse a sí mismo sus pecados.

10¿Cómo se le iba a poder privar de algo a aquel que todo lo merece? 2Pues eso sería una injusticia, y ciertamente no sería justo para con toda la santidad que hay en él, por mucho que él no la reconozca. 3Dios no sabe de injusticias. 4Él no permitiría que Su Hijo fuese juzgado por aquellos que quieren destruirlo y que no pueden ver su valía en absoluto. 5¿Qué testigos fidedig­nos podrían convocar para que hablasen en su defensa? 6¿Y quién vendría a interceder en su favor, en lugar de abogar por su muerte? 7Tú no le harías justicia. 8No obstante, Dios se aseguró de que se hiciese justicia con el Hijo que Él ama, y de que ésta lo protegiese de cualquier injusticia que tratases de cometer contra él, al creer que la venganza es su merecido.

11. De la misma manera en que al especialismo no le importa quién paga el costo del pecado con tal de que se pague, al Espí­ritu Santo le es indiferente quién es el que por fin contempla la inocencia, con tal de que ésta se vea y se reconozca. 2Pues con un sólo testigo basta. 3La simple justicia no pide nada más. 4El Espí­ritu Santo le pregunta a cada uno si quiere ser ese testigo, de forma que la justicia pueda ser restituida al amor y quede allí satisfecha. 5Cada función especial que Él asigna es sólo para que cada uno aprenda que el amor y la justicia no están separados, 6que su unión los fortalece a ambos. 7Sin amor, la justicia está llena de prejuicios y es débil. 8Y el amor sin justicia es imposible. 9Pues el amor es justo y no puede castigar sin causa. 10¿Qué causa podría haber que justificase un ataque contra los que son inocen­tes? 11El amor, entonces, corrige todos los errores con justicia, no con venganza. 12Pues eso sería injusto para con la inocencia.

12. Tú puedes ser un testigo perfecto del poder del amor y de la justicia, si comprendes que es imposible que el Hijo de Dios merezca venganza. 2No necesitas percibir que esto es verdad en toda circunstancia. 3Tampoco necesitas corroborarlo con tu expe­riencia del mundo, que no es sino una sombra de todo lo que realmente está sucediendo dentro de ti. 4El entendimiento que necesitas no procede de ti, sino de un Ser más grande, tan excelso y santo que no podría dudar de Su propia inocencia. 5Tu función especial es que lo invoques, para que te sonría a ti cuya inocencia Él comparte. 6Su entendimiento será tuyo. 7Y así, la función espe­cial del Espíritu Santo se habrá consumado. 8El Hijo de Dios ha encontrado un testigo de su inocencia y no de sus pecados. 9¡Cuán poco necesitas darle al Espíritu Santo para que simplemente se te haga justicia!

13. Sin imparcialidad no hay justicia. 2¿Cómo iba a poder ser justo el especialismo? 3No juzgues, mas no porque tú seas también un miserable pecador, sino porque no puedes. 4¿Cómo iban a poder entender los que se creen especiales que la justicia es igual para todo el mundo? 5Quitar a uno para dar a otro es una injusticia contra ambos, pues los dos son iguales ante los ojos del Espíritu Santo. 6Su Padre les dio a ambos la misma herencia. 7El que desea tener más o tener menos, no es consciente de que lo tiene todo. 8El que él se crea privado de algo no le da el derecho de ser juez de lo que le corresponde a otro. 9Pues en tal caso, no puede sino sentir envidia y tratar de apoderarse de lo que le pertenece a aquel a quien juzga. 10No es imparcial ni puede ver de manera justa los derechos de otro porque no es consciente de los suyos propios.


14. Tú tienes derecho a todo el universo, a la paz perfecta, a la completa absolución de todas las consecuencias del pecado, y a la vida eterna, gozosa y completa desde cualquier punto de vista, tal como la Voluntad de Dios dispuso que Su santo Hijo la tuviese. 2Ésta es la única justicia que el Cielo conoce y lo único que el Espíritu Santo trae a la tierra. 3Tu función especial te muestra que sólo la justicia perfecta puede prevalecer sobre ti. 4Y así, estás a salvo de cualquier forma de venganza. 5El mundo engaña, pero no puede reemplazar la justicia de Dios con su propia versión. 6Pues sólo el amor es justo y sólo él puede percibir lo que la justi­cia no puede sino concederle al Hijo de Dios. 7Deja que el amor decida, y nunca temas que, por no ser justo, te vayas a privar a ti mismo de lo que la justicia de Dios ha reservado para ti.













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