DESPERTAR AL AMOR

martes, 8 de octubre de 2019

8 OCTUBRE: Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


7. ¿Qué es el Espíritu Santo?


1. El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad. 2Puesto que tiene que salvar la brecha entre la realidad y los sue­ños, la percepción conduce al conocimiento a través de la gracia que Dios le ha dado para que sea el regalo que le hace a todo aquel que acude a Él en busca de la verdad. 3A través del puente que Él tiende se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe. 4Allí los sonidos y las imáge­nes se descartan para siempre. 5Y donde antes se percibían, el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción.

2. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa­mente acabar con los sueños. 2Pues todo sonido e imagen tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor. 3Y cuando esto se logre, el aprendizaje habrá alcanzado el único obje­tivo que jamás tuvo realmente. 4Pues el aprendizaje, tal como el Espíritu Santo lo utiliza a fin de alcanzar el resultado que Él per­cibe para él, se convierte en el medio que se transciende a sí mismo, de manera que pueda ser reemplazado por la Verdad Eterna.

3. Si supieses cuánto anhela tu Padre que reconozcas tu impeca­bilidad, no dejarías que Su Voz te lo pidiese en vano, ni le darías la espalda a lo que Él te ofrece para reemplazar a todas las imágenes y sueños atemorizantes que tú has forjado. 2El Espíritu Santo entiende los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siem­pre ha de ser inalcanzable. 3Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar.

4. Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu Santo te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para que puedas recobrar la cordura y la paz interior. 2Sin el perdón, tus sueños seguirán aterrorizándote. 3Y el recuerdo de todo el Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar que a los sueños les ha llegado su fin.

5. Acepta el regalo que Tu Padre te hace. 2Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es. 3El Espíritu Santo es el regalo de Dios mediante el cual se le restituye la quietud del Cielo al bienamado Hijo de Dios. 4¿Te negarías a asumir la función de completar a Dios, cuando todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo?


AUDIOLIBRO




EJERCICIOS 


LECCIÓN 281


Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.


1. Padre, Tu Hijo es perfecto. 2Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste. 3Tus Pensamientos sólo pueden proporcionarme felici­dad. 4Si me siento triste, herido o enfermo, es porque he olvidado lo que Tú piensas, y he implantado mis absurdas ideas en el lugar donde a Tus Pensamientos les corresponde estar, y donde están. 5Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño. 6Los Pensamientos que pienso Contigo sólo pueden bendecir, 7y sólo ellos son verdad.

2. Hoy no me haré daño a mí mismo. 2Pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. 3Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. 4Y yo no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es también objeto de mi amor.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Si soy perfecto, nada puede hacerme daño, me haría imperfecto. Nuestro razonamiento nos dice que nuestra vida sería perfecta si estuviera libre de dolor, y por lo tanto no debemos ser perfectos. El Curso razona en la dirección contraria: somos perfectos, el dolor significaría imperfección, por lo tanto, el dolor debe ser un tipo de ilusión. “Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste” (1:2). En otras palabras, sólo pensamos que hemos sido heridos. Si recordásemos quién somos realmente, no podríamos ser heridos.

Otro modo de pensar en esto es decir que nada puede hacer daño a mi verdadero Ser, sólo mi ser ilusorio puede ser herido, y únicamente por mis propios pensamientos. ¡De acuerdo, somos muy buenos inventando esas malditas ilusiones! Pero eso es todo lo que son: ilusiones.

El dolor viene cuando pongo mis propios pensamientos en el lugar que les corresponde a los Pensamientos de Dios (1:4). La causa está siempre en mis pensamientos y no en otro sitio, nada de fuera de mi mente puede hacerme daño. Cuando me siento atacado, siempre soy yo atacándome a mí mismo. Ni siquiera los pensamientos no amorosos de mis hermanos pueden hacerme daño si mi mente está pensando los Pensamientos de Dios con Él. Al comienzo del Texto se nos dice:

En realidad eres perfectamente invulnerable a toda expresión de falta de amor. Estas expresiones pueden proceder de ti o de otros, de ti hacia otros, o de otros hacia ti. La paz es un atributo que se encuentra en ti. No puedes hallarla fuera de ti mismo. (T.2.I.5:6-9)

Lo que yo soy está “mucho más allá de cualquier dolor” (2:2). El Espíritu Santo es nuestro Maestro para ayudarnos a recordar que esto es lo que somos. Como nos dice la Lección 248:

Lo que sufre no forma parte de mí. Yo no soy aquello que siente pesar. Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. (L.248.1:3-5)

No sólo el dolor es una ilusión, la ilusión del dolor se experimenta mediante una ilusión de mí mismo. Son mis pensamientos, concretamente mis pensamientos acerca de mí, lo que causa esta ilusión. Cuando pienso que soy lo que Dios no creó, experimento dolor.
Que las palabras “Hoy no me haré daño a mí mismo” ocupen mi mente hoy, Padre mío.


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 1)

L.pII.7.1:1-2

“El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad” (1:1). Él “salva la brecha entre la realidad y los sueños” (1:2). Las ilusiones y la verdad no pueden estar juntas, la realidad y los sueños no pueden reconciliarse. Nuestras mentes están atrapadas en ilusiones, y para devolverlas a la verdad, se necesita algo o Alguien que haga de puente, conectando de algún modo lo que no se puede conectar. Éste es el propósito del Espíritu Santo. Él salva la brecha porque puede actuar en ambos bandos, Él entra en contacto con la ilusión sin perder el contacto con la verdad. Él es El Único Que actúa de mediador, llevando la ilusión ante la verdad.

Debido a que Él es Lo Que es, “todo aquel que acude a Él en busca de la verdad” (1:2) puede ser conducido a la verdad por medio de la misma percepción que es parte de su ilusión. Sin Él, la percepción sólo llevaría a más percepción, y la ilusión se reforzaría continuamente a sí misma. Debido a que el Espíritu Santo, Que está dentro de nosotros y es parte de nuestra mente (así como parte de la Mente de Dios), está unido eternamente a la verdad, puede guiar nuestra percepción de tal modo que deshaga nuestras ilusiones y nos lleve al conocimiento. Esta habilidad es “la gracia que Dios le ha dado” (1:2).

Nuestra parte consiste en “acudir a Él en busca de la verdad”. Nosotros Le llevamos nuestras ilusiones y Él las transforma en la percepción verdadera, que lleva directamente al conocimiento. Él juega un papel muy claro y fundamental en el remedio del Curso para sanar nuestra mente. Si Él no estuviera ahí, dentro de nosotros, no habría puente entre la ilusión y la realidad. Cuanto más activamente cooperemos con Él llevándole nuestras percepciones conscientemente y de buen grado, pidiéndole la verdad en lugar de nuestras ilusiones, más puede ayudarnos.


Es interesante la palabra “acudir”. Es acudir mentalmente, un cambio de dirección mental, que casi se puede sentir físicamente cuando sucede. A veces se siente como si tuviéramos que arrancar nuestra mente de su atención centrada en el miedo, y empujar nuestros pensamientos hacia la luz, como una flor volviéndose al sol. Cuando estoy angustiado, encuentro una gran fuerza en cerrar los ojos y decirle: “Espíritu Santo, vengo a Ti. Ayúdame”. Casi de inmediato, si estas palabras son de corazón, viene una profunda sensación de paz, una gran expansión de los horizontes de mi mente. Siento la Presencia de la Ayuda y Sabiduría Infinita esperando para ayudarme. Siento la cercanía del Gran Mediador, lleno de la gracia que Dios Le ha dado, preparado para purificar mi percepción y llevarme a la verdad. Que aprendamos a acudir a Él cada vez más a menudo.






TEXTO 


VII. El punto de encuentro


1. ¡Cuán tenazmente defiende su especialismo -deseando que sea verdad- todo aquel que se encuentra encadenado a este mundo!  2Su deseo es ley para él, y él lo obedece. 3Todo lo que su deseo de ser especial exige, él se lo concede. 4Nada que este amado deseo necesite, él se lo niega. 5mientras este deseo lo llame, él no oirá otra Voz. 6Ningún esfuerzo es demasiado grande, ningún costo excesivo ni ningún precio prohibitivo a la hora de salvar su deseo de ser especial del más leve desaire, del más mínimo ataque, de la menor duda, del menor indicio de amenaza, o de lo que sea, excepto de la reverencia más absoluta. 7Éste es tu hijo, amado por ti como tú lo eres por tu Padre. 8Él es quien ocupa el lugar de tus creaciones, que sí son tu hijo, y que se te dieron para que compartieses la Paternidad de Dios, no para que se la arrebatases. 9¿Quién es este hijo que has hecho para que sea tu fortaleza? 10¿Qué criatura de la tierra es ésta sobre la que se vuelca tanto amor? 11¿Qué parodia de la creación de Dios es ésta que ocupa el lugar de tus creaciones? 12¿Y dónde se encuentran éstas, ahora que el anfitrión de Dios ha encontrado otro hijo al que prefiere en lugar de ellas?

2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. 2Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación, todo lo creado y todo lo que crea, todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. 3Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reco­nocerás también tu propia inmutabilidad. 4La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. 5al verla en él, regresa a ti. 6Todo tributo que le hayas prestado a tu especialismo le corres­ponde a él, y de esta manera regresa a ti. 7Todo el amor y cuidado que le profesas a tu especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por él día y noche, tu profunda preo­cupación, así como la firme convicción de que eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. 8Todo lo que le has dado a tu especialismo le corresponde a él. 9Y todo lo que le corresponde a él te corresponde a ti.

3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te domine el deseo de ser especial? 2¿Cómo no ibas a poder reconocerla en su santidad? 3No trates de convertir tu especialismo en la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. 4En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es la verdad. 5lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.

4. Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? 2El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente. 3mucho de lo que crees que lo protege, en realidad le hace daño. 4¿Para qué quieres proteger el cuerpo? 5Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. 6Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para alber­gar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putre­facción y a la muerte. 7Y si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del tuyo. 8Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de la putrefacción.

5. El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, 2lo cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, debido a que tú no fuiste su creador. 3No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. 4Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es sólo temporal no tiene efectos. 5Únicamente el propósito que ves en ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. 6Si no es verdad, no tiene propósito alguno, ni sirve como medio para nada. 7Cualquier cosa que se perciba como medio para la verdad comparte la santidad de ésta y descansa en una luz tan segura como la verdad misma. 8Esa luz no desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. 9Su santo propósito le con­firió inmortalidad, encendiendo otra luz en el Cielo, que tus creaciones reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has olvidado de ellas.

6. La prueba a la que puedes someter todas las cosas en esta tie­rra es simplemente esta: ¿"Para qué es"? 2La contestación a esta pregunta es lo que le confiere el significado que ello tiene para ti. 3De por sí, no tiene ninguno, sin embargo, tú le puedes otorgar realidad, según el propósito al que sirvas. 4En esto no eres más que un medio, al igual que ello. 5Dios es a la vez Medio y Fin. 6En el Cielo, los medios y el fin son uno y lo mismo, y son uno con Él. 9Éste es el estado de verdadera creación, el cual no se encuentra en el tiempo, sino en la eternidad. 8Es algo indescriptible para cualquiera aquí. 9No hay modo de aprender lo que ese estado significa. 10No se comprenderá hasta que vayas más allá de lo Dado y vuelvas a construir un santo hogar para tus creaciones.

7. Un co-creador con el Padre tiene que tener un Hijo. 2Sin embargo, este Hijo tiene que haber sido creado a semejanza de Sí Mismo: como un ser perfecto, que todo lo abarca y es abarcado por todo, al que no hay nada que añadir ni nada que restar; un ser que no tiene tamaño, que no ha nacido en ningún lugar o tiempo ni está sujeto a límites o incertidumbres de ninguna clase. 3Ahí los medios y el fin se vuelven uno, y esta unidad no tiene fin. 4Todo esto es verdad, y, sin embargo, no significa nada para quien todavía retiene en su memoria una sola lección que aún no haya aprendido, un solo pensamiento cuyo propósito sea aún incierto o un solo deseo con dos objetivos.        

8. Este curso no pretende enseñar lo que no se puede aprender fácilmente. 2Su alcance no excede el tuyo, excepto para señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. 3Aquí los medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se perciben. 4Por lo tanto, los tratamos como si lo estuviesen. 5Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito. 6La percepción no parece ser un medio. 7Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué punto depende del propósito que tú le asignas. 8Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. 9Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. 10Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.

9. Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. 2Contempla este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. 3sin ninguna luz pare­cerá haber desaparecido. 4Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movi­mientos. 5He aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; 6el medio para hacer que tu deseo se cumpla. 7Te proporciona los ojos con los que lo contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas los sonidos que emite. 8De este modo te demuestra su realidad.

10Así es como el cuerpo se convierte en una teoría de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de él, ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. 2Cuando se contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. 3El cuerpo crece y se marchita, florece y muere. 4tú no puedes concebirte a ti mismo aparte de él. 5Lo tildas de pecaminoso y odias sus acciones, tachándolo de malvado. 6No obstante, tu deseo de ser especial susurra: "He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco". 7Así es como el "hijo" se convierte en el medio para apoyar el propósito de su "padre". 8No es idéntico, ni siquiera parecido, aunque aún es el medio de ofrecer al "padre" lo que él quiere. 9Tal es la parodia que se hace de la creación de Dios. 10Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar testimonio de Su Amor y de com­partir Su propósito- así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.


11. De esta manera se concibieron dos hijos, y ambos parecen cami­nar por esta tierra sin un lugar donde poderse reunir y sin un punto de encuentro. 2A uno de ellos -tu amado hijo- lo percibes como externo a ti. 3El otro -el Hijo de su Padre- descansa en el interior de tu hermano tal como descansa en el tuyo. 4La diferen­cia entre ellos no estriba en sus apariencias, ni en el lugar hacia donde se dirigen y ni siquiera en lo que hacen. 5Tienen distintos propósitos. 6Eso es lo que los une a los que son semejantes a ellos y lo que los separa de todo lo que tiene un propósito diferente. 7El Hijo de Dios conserva aún la Voluntad de su Padre. 8El hijo del hombre percibe una voluntad ajena y desea que sea verdad. 9así, su percepción apoya su deseo, haciendo que parezca verdad. 10La percepción, sin embargo, puede servir para otro propósito. 11No está sujeta al deseo de ser especial, excepto si así lo decides. 12se te ha concedido poder tomar otra decisión y usar la percepción para un propósito diferente. 13Y lo que veas servirá debidamente para ese propósito y te demostrará su realidad.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario