DESPERTAR AL AMOR

sábado, 5 de octubre de 2019

5 OCTUBRE: Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 278


Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.


1. Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. 2Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. 3Si de algún modo estoy aprisionado, ello sig­nifica que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. 4Y significa asi­mismo que no formo parte de la realidad en absoluto, 5pues la verdad es libre, y lo que está aprisionado no forma parte de la verdad.

2. Padre, lo único que pido es la verdad. 2He tenido muchos pensamien­tos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. 3Hoy no quiero soñar. 4Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. 5Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Para nosotros, el Curso a menudo expone un conjunto de lo que parece ser relaciones bastante confusas entre ideas. Dice que la manera en que trato a mi hermano es un reflejo de cómo me trato a mí mismo. Dice que la manera en que me trato a mí mismo es un reflejo de cómo trato a Dios. Dice que la manera en que trato a mi hermano es un reflejo de cómo trato a Dios. En las tres se puede sustituir la frase “cómo trato” por “cómo veo”.

Este conjunto de asociaciones nos parece confuso porque insistimos en pensar que nuestro Ser, nuestro hermano y Dios son seres separados. No es sólo que la manera en que me veo a mí mismo refleja la manera en que veo a Dios, es la manera en que veo a Dios porque yo soy parte de Dios, una extensión de Él, una extensión de Su naturaleza. Dios es todo lo que existe. No hay nada más. Por lo tanto:

Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. (1:1-2)

El Curso dice a menudo que yo creo cosas que no pienso que creo. Dice que yo creo que he crucificado al Hijo de Dios (T.13.II.5:1). Y aquí me dice que yo creo que Dios es un prisionero.

Ciertamente no voy por ahí diciendo que Dios es un prisionero. La idea de que Dios es un prisionero me parece horrible, mi idea mental de Dios es que Él lo puede todo. ¿Cómo puedo creer algo sin darme cuenta de que lo creo? Realmente es muy fácil, lo hago todo el tiempo. Incluso a veces me he descubierto haciéndolo.

Por ejemplo, a veces me he dado cuenta de que cuando otra persona se acerca de una manera muy abierta y amorosa, mi primera reacción no es de bienvenida sino de sospecha. Pienso que detrás de la apariencia de amor probablemente hay otro motivo oculto, algo contra lo que tengo que estar en guardia. Mi pensamiento puede ser: “¿Qué quiere esta persona de mí?” O quizá sospecho que está intentando manipularme de algún modo. Lo que ese tipo de respuesta indica es que creo que el Amor Mismo es sospechoso. No confío en el Amor. No confío en mi Amor, no confío en el Amor de otro y, por encima de todo, no confío en el Amor de Dios.

Otro modo en que veo esa sospecha del amor en mí mismo es cuando siento sentimientos amorosos por otra persona, sospecho de mis propios motivos, especialmente si la persona es una mujer atractiva. De nuevo, ahí está la creencia oculta, una creencia que conscientemente no he admitido, de que no se puede confiar en el Amor.

Lo que esta lección dice es que cuando yo acepto que yo soy un prisionero, estoy mostrando una creencia escondida de que Dios es un prisionero también. Esto es así porque los hechos de la realidad son que Dios y yo somos uno, parte del Mismo Ser, o mejor dicho, yo soy parte de Su Ser. Puesto que la realidad es Una, lo que creo acerca de cualquier parte lo creo acerca de la Totalidad, sea consciente de ello o no.

Si de algún modo estoy aprisionado, ello significa que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. Y significa asimismo que no formo parte de la realidad en absoluto. (1:3-4)

Podríamos usar fácilmente estas frases para condenarnos a nosotros mismos y entrar en un viaje de culpa. No hay ni uno solo de nosotros que no se sienta aprisionado de algún modo. Todos nos sentimos limitados por las leyes del mundo: leyes de la nutrición, de la economía, de la salud, del matrimonio. Todos creemos que moriremos. Todos creemos que algunas de nuestras debilidades son reales y no pueden superarse, si no creyéramos esto, ¡ya las habríamos superado! Todos creemos que estamos limitados por el tiempo y el espacio; por ejemplo, que si un amigo se aleja miles de kilómetros, ya no podemos relacionarnos tan estrechamente como lo hemos hecho antes. Así pues, ¿ya no formo parte de la realidad? ¿Es mi situación desesperada?

No, no es desesperada. Todo lo que necesitamos hacer es reconocer estas creencias en nosotros y admitir que las tenemos. Necesitamos ver que cada creencia en nuestras propias limitaciones es una creencia de que Dios está limitado, cada creencia de que estoy aprisionado o atrapado de algún modo es una creencia de que Dios está aprisionado y atrapado. Fíjate en lo que estamos haciendo. Reconoce que lo estamos haciendo. Y dile a Dios, por ejemplo: “Te estoy viendo como limitado y bloqueado, y Tú no estás limitado ni bloqueado. Ayúdame a verlo”. Y eso es todo.

Padre, lo único que pido es la verdad. He tenido muchos pensamientos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. Hoy no quiero soñar. Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro. (2:1-5)

Eso es todo. Reconoce que has tenido “pensamientos alocados” (no “pensamientos pecaminosos”), y pide la verdad. Eso es todo.



¿Qué es el Cristo? (Parte 8)

L.pII.6.4:2-3

¿Qué hace el Espíritu Santo con nuestros sueños de pecado y de culpa cuando se los llevamos a Él, y los transforma en la verdad? “Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños” (4:2). Esto es lo que el Curso llama “sueño feliz” (4:2), conocido también como “el mundo real” o “percepción verdadera”. Él coge nuestras pesadillas y las transforma en el sueño feliz. En el sueño feliz todavía estamos soñando, todavía estamos aquí en el mundo, todavía actuamos en el reino de la percepción. Pero lo que vemos es algo completamente diferente de las pesadillas de una mente que se ha vuelto loca por la culpa. “El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar” (T.17.II.5:1).

Este sueño feliz es el que Dios ha fijado que sea “el fin de todos los sueños”. “El perdón es la ilusión que constituye la respuesta a todas las demás ilusiones” (L.198.2:10). El Curso dice que el mundo termina por medio de la ilusión del perdón: “La ilusión del perdón, completa, sin excluir a nadie, y de una ternura ilimitada, lo cubrirá, ocultando toda maldad, encubriendo todo pecado y acabando con la culpabilidad para siempre” (M.14.1:4). Nuestros pensamientos tenebrosos y de culpa llevados ante el Espíritu Santo, se encuentran con el perdón y desaparecen, siendo sustituidos con la visión de un mundo de inocencia total.

La “ilusión del perdón” pondrá fin a todos los sueños porque pondrá fin a la separación:

Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas separadas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo? (4:3)

Por supuesto, el “rostro de Cristo” (“faz de Cristo”) no significa que veremos un hombre judío con barba por todas partes, la frase es un símbolo de la inocencia del Hijo de Dios. Si el perdón descansa sobre todo el mundo, y todas las mentes han llegado a la paz, libres de culpa, ¿qué se puede ver sino la inocencia? El Curso ha dicho que el mundo es un símbolo de la culpa. Cuando la culpa haya desaparecido, su símbolo (el mundo) también desaparecerá. El mundo, hecho de culpa, desaparecerá cuando su causa desaparezca.

Claramente esto se refiere a un final, “cada uno de los Hijos de Dios goce de paz”. Es la meta hacia la que nos lleva el Espíritu Santo, el logro final, cuando se haya eliminado la culpa de todas las mentes. Cada uno de nosotros juega su papel en esto, pues mientras haya culpa dentro de mi mente, el final de la culpa no se ha logrado. El todo no puede estar completo sin todas sus partes. Ser el Cristo no es algo que tengamos que alcanzar, ya somos el Cristo. Pero tenemos que aprender a eliminar todos los obstáculos de culpa que nos ocultan nuestro verdadero Ser.

El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente perturbada que pensó que sí estaba ahí. Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. (T.14.IV.2:2-3)


Una vez que hayamos quitado “lo que no está ahí”, y hayamos alcanzado el estado de inocencia, lo que somos -el Cristo- nos será revelado.





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