DESPERTAR AL AMOR

viernes, 18 de octubre de 2019

18 OCTUBRE: Éste es un día de sosiego y de paz.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


8. ¿Qué es el mundo real?


1. El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la per­cepción ofrece. 2No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste. 3Ves tu mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te trae a la mente los testigos del terror. 4El mundo real sólo lo pueden perci­bir los ojos que han sido bendecidos por el perdón, los cuales, consecuentemente, ven un mundo donde el terror es imposible y donde no se puede encontrar ningún testigo del miedo.

2. El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensa­miento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo. 2El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de una mente en paz. 3Allí sólo hay reposo. 4No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón. 5Y las escenas que se ven son apacibles, 6pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma.

3. ¿Qué necesidad tiene dicha mente de pensamientos de muerte, asesinato o ataque? 2¿De qué puede sentirse rodeada sino de segu­ridad, amor y dicha? 3¿Qué podría haber que ella quisiese conde­nar? a¿Y contra qué querría juzgar? 4El mundo que ve emana de una mente que está en paz consigo misma. 5No ve peligro en nada de lo que contempla, pues es bondadosa, y lo único que ve es bondad.
4. El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y cul­pabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha desper­tado. 2Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido redi­mido. 3El mundo real representa el final del tiempo, pues cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.

5. El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había asignado. 2Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es. 3Ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. 4Y al con­templar un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante nuestro perdón.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  


LECCIÓN 291


Éste es un día de sosiego y de paz.


1. Hoy la visión de Cristo contempla todo a través de mí. 2Su vista me muestra que todas las cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma visión al mundo. 3En su nombre acepto esta visión para mí, así como para el mundo. 4¡Cuánta hermosura contemplamos en este día! 5¡Cuánta santi­dad vemos a nuestro alrededor! 6Y se nos concede reconocer que es una santidad que compartimos, pues es la Santidad de Dios Mismo.

2. Mi mente se aquieta hoy, para recibir los Pensamientos que Tú me ofreces. 2Y acepto lo que procede de Ti, en lugar de lo que procede de mí. 3No sé cómo llegar hasta Ti. 4Mas Tú lo sabes perfectamente. 5Padre, guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. 6Haz que mi perdón sea total y completo y que Tu recuerdo retorne a mí.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Escribo mis comentarios sobre esta lección al final del día (así os estará esperando en vuestro e-mail mañana1). Hoy mi día parecía ser cualquier cosa menos un día de sosiego y de paz, más bien un día de un ritmo asombroso. Iba corriendo para satisfacer las necesidades de mi cuerpo, comprando comestibles que se me habían agotado, vitaminas, cuchillas de afeitar, y otras cosas. En el fondo de mi mente tenía un librito que estaba a punto de terminar (y ya iba con retraso), un folleto sobre un cursillo que se acercaba, algunas llamadas de teléfono que tenía que hacer, un montón de correspondencia por leer y contestar. La comida a las 3:45 de la tarde y la cena a las 8:15. Mis asuntos son diferentes de los tuyos pero estoy seguro que muchos días tuyos son de estilo parecido, aunque no en contenido.

Todos tenemos las exigencias del tiempo y de las circunstancias sobre nosotros. ¿Cómo encontramos paz interior en el medio de todo esto? Esta lección habla de “la visión de Cristo” que “hoy contempla todo a través de mí” (1:1). “Su vista me muestra que todas las cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma visión al mundo” (1:2). La paz de la que se habla aquí viene de una perspectiva diferente, es una paz interior. En otro sitio del Curso se reconoce que cuando vivimos en este mundo estamos metidos en el “ajetreo” (T.18.VII.8:3). No es que el ajetreo cese, sino que nuestra mente puede estar en paz metidos de lleno en el ajetreo, en un “tranquilo centro” desde el que actuamos (la misma referencia).

No he hecho muy bien eso de mantener hoy ese tranquilo centro, mejor dicho, recordar que estaba ahí y que podía usarlo; más bien estaba funcionando desde la superficie de mi mente. Como resultado, me he sentido frenético. Esta lección me llama al hogar original. La visión que Cristo me ofrece es de hermosura y santidad (1:4-5). Es la vista de un mundo perdonado, cuyo perdón incluye el mío propio. Es la paz de saber que aunque olvide el papel higiénico o no escriba la carta que tengo que escribir, mi Ser no ha cambiado, Dios es mi Padre, y yo comparto la santidad de Dios Mismo.

Hoy en mi exceso de actividad había una sensación de que, en cierto modo, mi salvación dependía de recordar todo lo que tenía que comprar, o terminar todas las tareas que tenía que cumplir. ¡Qué alivio saber que estaba equivocado! Incluso en mi estudio del Curso, a veces me entra ansiedad pensando que tengo que entender todo perfectamente para encontrar mi camino al Hogar. En lugar de ello, como dice esta lección, puedo relajarme:

No sé cómo llegar hasta Ti. Mas Tú lo sabes perfectamente. Padre, guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. Haz que mi perdón sea total y completo y que Tu recuerdo retorne a mí. (2:3-6)



¿Qué es el mundo real? (Parte 1)

L.pII.8.1:1-2

Cuando el Curso trata de las palabras “el mundo real”, es algo contradictorio. Hemos leído antes en el Libro de Ejercicios su afirmación: “¡El mundo no existe!” (L.132.6:2). Entonces, ¿cómo puede haber un mundo real? Incluso admite que hay contradicción en estas palabras (T.26.III.3:3). Y aquí se nos dice en la frase del comienzo del tema: “El mundo real es un símbolo” (1:1). Un símbolo no es la cosa que representa, sólo representa algo más, la palabra “árbol” representa al objeto que llamamos con ese nombre. El mundo real es sólo un símbolo, “como todo lo demás que la percepción ofrece” (1:1).

La palabra “árbol” no es el árbol. Del mismo modo, el mundo real no es la cosa que representa. Sólo la representa. “No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste” (1:2). Nosotros inventamos la separación, el mundo real simboliza la unión (pero no es la unión). Nosotros inventamos el miedo, el mundo real simboliza el Amor (pero no es el Amor). Nosotros inventamos el error, el mundo real simboliza la verdad (pero no es la verdad).

El mundo en sí mismo no es nada sino el símbolo de un pensamiento. Puede simbolizar el pensamiento de miedo o puede simbolizar el pensamiento de Amor. Según lo veamos puede consistir en “testigos del miedo” o “testigos del Amor” (L.pII.7.2:2). El mundo en sí mismo no es la realidad de nada, sólo representa algo que hay en la mente, como toda la percepción. Es “la imagen externa de una condición interna” (T.21.In.1:5). Lo que cambia en la transformación que hace el Espíritu Santo no es el mundo en sí mismo, sino la manera en que lo vemos, lo que simboliza para nosotros. Por eso el mensaje del Curso para nosotros es: “No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él” (T.21.In.1:7).

El mundo real que buscamos, y que es la meta del Curso para nosotros, no es un mundo cambiado sino una manera diferente de ver el mundo.






TEXTO



IX. La justicia del Cielo


1. ¿Qué otra cosa sino la arrogancia podría pensar que la justicia del Cielo no puede eliminar tus insignificantes errores? 2¿Y qué podría significar eso, sino que son pecados y no errores, eterna­mente incorregibles y a los que hay que corresponder con ven­ganza y no con justicia? 3¿Estás dispuesto a que se te libere de todas las consecuencias del pecado? 4No puedes contestar esta pregunta hasta que entiendas todo lo que implica la respuesta. 5Pues si contestas "sí" significa que renuncias a todos los valores de este mundo en favor de la paz del Cielo. 6Significa también que no vas a conservar ni un solo pecado 7ni a abrigar ninguna duda de que esto es posible que le permitiese al pecado conser­var su lugar. 8Significa asimismo que ahora la verdad tiene más valor para ti que todas las ilusiones. 9Y reconoces que la verdad tiene que serte revelada, ya que no sabes lo que es.

2. Dar a regañadientes es no recibir el regalo, pues no estás dis­puesto a aceptarlo. 2Se te guarda hasta que tu renuencia a recibirlo desaparezca y estés dispuesto a que te sea dado. 3La justicia de Dios merece gratitud, no temor. 4Ni tú ni nadie puede perder nada que deis, sino que todo ello se atesora y se guarda en el Cielo, donde todos los tesoros que le han sido dados al Hijo de Dios se conservan para él y se le ofrecen a todo aquel que simplemente extiende la mano dispuesto a recibirlos. 5El tesoro no merma al ser dado. 6Cada regalo no hace sino aumentar el caudal de su riqueza, 7pues Dios es justo. 8Él no lucha contra la renuencia de Su Hijo a percibir la salvación como un regalo procedente de Él. 9Mas Su justicia no quedará satisfecha hasta que todos la reciban.

3. Puedes estar seguro de que la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde. 2Y esto tiene que ser verdad porque Él no le exige sacrificios a nadie. 3Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida, no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto. 4Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cual­quier clase de injusticia como la solución. 5Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque es injusto. 6todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente. 7De esta forma es como se priva de justicia al Hijo de Dios. 8Cuando se considera a alguien un perdedor, se le ha condenado. 9el castigo, en vez de la justicia, se convierte en su justo merecido.

4. Ver la inocencia hace que el castigo sea imposible y la justicia inevitable. 2La percepción del Espíritu Santo no da cabida al ata­que. 3Lo único que podría justificar el ataque son las pérdidas, y Él no ve pérdidas de ninguna clase. 4El mundo resuelve problemas de otra manera. 5Pues ve la solución a cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede todavía defender el perdedor. 6Mas el problema sigue sin resol­verse, pues sólo la justicia puede establecer un estado en el que nadie pierde y en el que a nadie se le trata injustamente o se le priva de algo, lo cual le daría motivos para vengarse. 7Ningún problema se puede resolver mediante la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro problema, en el que el asesinato no es obvio.

5. La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlo. 2El problema queda resuelto porque se ha tratado con justicia. 3Hasta que esto no se haga, seguirá repitién­dose porque aún no se habrá solventado. 4El principio según el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo de este curso. 5Pues los milagros dependen de la justicia. 6Mas no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la visión que ofrece el Espí­ritu Santo.

6. Nadie merece perder. 2Y es imposible que lo que supone una injusticia para alguien pueda ocurrir. 3La curación tiene que ser para todo el mundo, pues nadie merece ninguna clase de ataque. 4¿Qué orden podría haber en los milagros, si algunas personas mereciesen sufrir más y otras menos? 5¿Y sería esto justo para aquellos que son totalmente inocentes? 6Todo milagro es justo. 7No es un regalo especial que se les concede a algunos y se les niega a otros, por ser éstos menos dignos o estar más condena­dos, y hallarse, por lo tanto, excluidos de la curación. 8¿Quién puede estar excluido de la salvación, si el propósito de ésta es precisamente acabar con el especialismo? 9¿Dónde se encontraría la justicia de la salvación, si algunos errores fuesen imperdona­bles y justificasen la venganza en lugar de la curación y el retorno a la paz?

7. El propósito de la salvación no puede ser ayudar al Hijo de Dios a que sea más injusto de lo que él ya ha procurado ser. 2Si los milagros, que son el don del Espíritu Santo, se otorgasen exclusivamente a un grupo selecto y especial y se negasen a otros por ser éstos menos merecedores de ellos, entonces Él sería el aliado del especialismo. 3El Espíritu Santo no da fe de lo que no puede percibir. 4todos tienen el mismo derecho a Su don de curación, liberación y paz. 5Entregarle un problema al Espíritu Santo para que Él lo resuelva por ti, significa que quieres que se resuelva. 6Mas no entregárselo a fin de resolverlo por tu cuenta y sin Su ayuda, es decidir que el problema siga pendiente y sin resolver, haciendo así que pueda seguir dando lugar a más injusticias y ataques. 7Nadie puede ser injusto contigo, a menos que tú hayas decidido ser injusto primero. 8En ese caso, es inevitable que surjan problemas que sean un obstáculo en tu camino, y que la paz se vea disipada por los vientos del odio.

8. A menos que pienses que todos tus hermanos tienen el mismo derecho a los milagros que tú, no reivindicarás tu derecho a ellos, al haber sido injusto con otros que gozan de los mismos derechos que tú. 2Si tratas de negarle algo a otro, sentirás que se te ha negado a ti. 3Si tratas de privar a alguien de algo, te habrás pri­vado a ti mismo. 4Es imposible recibir un milagro que otro no pueda recibir. 5Sólo el perdón ofrece milagros. 6Y el perdón tiene que ser justo con todo el mundo.

9. Los pequeños problemas que ocultas se convierten en tus pecados secretos porque no elegiste que se te liberase de ellos. 2así, acumulan polvo y se vuelven cada vez más grandes hasta cubrir todo lo que percibes, impidiéndote así ser justo con nadie. 3No crees tener ni un solo derecho. 4la amargura, al haber justi­ficado la venganza y haber hecho que se pierda la misericordia, te condena irremisiblemente. 5Los irredentos no tienen misericordia para con nadie. 6Por eso es por lo que tu única responsabilidad es aceptar el perdón para ti mismo.

10Das el milagro que recibes. 2cada uno de ellos se convierte en un ejemplo de la ley en la que se basa la salvación: que si uno solo ha de sanar, se les tiene que hacer justicia a todos. 3Nadie puede perder y todos tienen que beneficiarse. 4Cada milagro es un ejem­plo de lo que la justicia puede lograr cuando se ofrece a todos por igual, 5pues se recibe en la misma medida en que se da. 6Todo milagro es la conciencia de que dar y recibir es lo mismo. 7Puesto que no hace distinciones entre los que son iguales, no ve diferen­cias donde no las hay. 8Y así, es igual con todos porque no ve diferencia alguna entre ellos. 9Su ofrecimiento es universal y sólo enseña un mensaje:



10Lo que es de Dios le pertenece a todo el mundo, y es su derecho inalienable.













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