DESPERTAR AL AMOR

lunes, 21 de octubre de 2019

21 OCTUBRE: Mi cuerpo es algo completamente neutro.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 294


Mi cuerpo es algo completamente neutro.


1. Soy un Hijo de Dios. 2¿Cómo iba a poder ser también otra cosa? 3¿Acaso creó Dios lo mortal y lo corruptible? 4¿De qué le sirve al bienamado Hijo de Dios lo que ha de morir? 5Sin embargo, lo que es neutro no puede ver la muerte, pues allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor. 6La neutralidad del cuerpo lo protege mientras siga siendo útil. 7Una vez que no tenga ningún propósito, se dejará a un lado. 8No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. 9Es que simple­mente no tiene ninguna función, es innecesario, y, por consi­guiente, se le desecha. 10Haz que hoy no vea en él más que esto: algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor.

2. Mi cuerpo, Padre, no puede ser Tu Hijo. 2Y lo que no ha sido creado no puede ser ni pecaminoso ni inocente; ni bueno ni malo. 3Déjame, pues, valerme de este sueño para poder ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos.








Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esta frase resume la actitud del Curso hacia el cuerpo. No es “ni bueno ni malo” (2:2), es neutro. Su valor o que sea perjudicial procede del uso que hagamos de él, del propósito al que sirve.

Hay una actitud hacia el cuerpo que lo ve como bueno, siempre merecedor de que respetemos sus deseos. Si alguien me excita sexualmente, debería satisfacer ese deseo. Si tengo hambre, debería comer; si estoy cansado, debería dormir. Toda represión de los deseos físicos está equivocada. Este punto de vista identifica incorrectamente mi cuerpo con mi ser. Convierte al cuerpo no sólo en algo bueno sino en Dios.

Hay otra actitud hacia el cuerpo que lo considera malvado. Por lo tanto, debo dominar y reprimir todos mis impulsos. Este punto de vista niega que el cuerpo es en cierto modo una expresión de mi ser. Considera al cuerpo un demonio. Produce culpa sin fin por cualquier deseo físico.

El Curso dice que el cuerpo no es ni bueno ni malo. Es neutro. No es ni pecaminoso ni inocente. Su única utilidad es la de despertar del sueño, o comunicar la salvación. Este enfoque no comete el error de identificarme con mi cuerpo. No me hace sentir mal por tener impulsos, ni por ignorar algunos de esos impulsos. Ni exalta ni condena al cuerpo. Acepta el cuerpo como un instrumento, útil para el propósito de la verdad y nada más. No ve ningún propósito en las metas corporales en sí.

La lección afirma: “Soy un Hijo de Dios” (1:1). Y no soy “otra cosa”, “mortal y corruptible” (1:2-3). Dios no creó el cuerpo mortal y corruptible, y al Hijo de Dios no le sirve de nada lo que va a morir (1:4). Sin embargo, si se ve el cuerpo como algo neutro, “no puede ver la muerte” (1:5). ¿Por qué? Porque “allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor” (1:5). Sentimos la muerte (aparentemente) cuando consideramos al cuerpo como malvado (“pensamientos de miedo”) o como bueno (“una parodia del amor”). Considerar al cuerpo neutro “lo protege mientras siga siendo útil” (1:6). En otras palabras, para la mente que ha sanado, el cuerpo no puede morir hasta que haya hecho su trabajo. Dura tanto como sea necesario a la mente para sus propósitos de sanación en este mundo, y luego simplemente “se dejará a un lado” porque ya no tiene “ningún propósito” (1:7). Esto no es muerte sino simplemente el fin del cuerpo. Como dice “La Canción de la Oración”: “Lo llamamos muerte pero es la libertad” (C.3.II.3:1).

Cuando una mente que ha sanado ya no necesita más el cuerpo, el cuerpo simplemente se deja a un lado. “No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. Es que simplemente no tiene ninguna función, es innecesario y, por consiguiente, se le desecha” (1:8-9). Ha habido unos pocos que han sentido esta especie de fin del cuerpo que no es muerte. Robert me dice que ha leído de un monje tibetano que un día anunció a sus seguidores que su trabajo con el cuerpo estaba casi terminado y que abandonaría el cuerpo en unos pocos meses. Incluso dio la fecha exacta. Y aquel mismo día se sentó en meditación en la postura de loto y sencillamente lo abandonó. No estaba “enfermo, viejo o lesionado”. Sencillamente su cuerpo ya no era necesario.

¿Cómo podemos alcanzar un estado tan elevado y una muerte tan dulce (si se le puede llamar “muerte”)? La lección indica que nuestro camino está en poco a poco ir considerando a nuestro cuerpo como “algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor” (1:10). No es ni una carga ni una meta en sí mismo. Sólo es un instrumento. Lo usamos en este sueño para “ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos” (2:3), y para nada más que eso. Considerar neutro al cuerpo es lo que lo protege mientras sea útil en este plan. Cuando nuestra mente está de acuerdo con el plan de Dios, valoramos el cuerpo por su utilidad para llevar a cabo el plan, y no por sí mismo. Ni lo exaltamos ni abusamos de él. No luchamos por conservar el cuerpo ni por abandonarlo. Sólo lo usamos para llevar a cabo nuestra función.


¿Qué es el mundo real? (Parte 4)

L.pII.8.2:3-6

Cuando vemos el mundo real, “Allí sólo hay reposo” (2:3). No hay conflicto, no hay “lucha”. Pienso que cuando vea el mundo real, habrá muy poco o ninguna sensación de prisa. Hay una actitud hacia la espiritualidad que infunde lo que es casi un modo de pánico: “¡Tenemos que arreglar las cosas, tenemos que hacerlo bien, inmediatamente!”. Esto no es reposo. La visión del mundo real es una visión tranquila, que nos llena de la seguridad de que “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2) y, por lo tanto, no hay necesidad de pánico.

“No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón” (2:4). No creo que esto signifique que nos volvamos indiferentes al sufrimiento del mundo. En el Texto, el Curso nos dice: “El amor siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas” (T.13.VII.4:3). Lo que pienso que esta línea significa es que los gritos de dolor y sufrimiento no se oyen como testigos del miedo, sino como peticiones de ayuda, como algo que necesita una respuesta de amor en lugar de una respuesta de terror. La mente que ha sanado y ve el mundo real no se angustia por los gritos de dolor y sufrimiento porque sabe que “nada está excluido del perdón” (2:4). Nada está sin esperanza.

Y las escenas que se ven son apacibles, pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma. (2:5-6)

Debajo de los sonidos de miedo, la mente que se ha perdonado a sí misma oye los himnos de gratitud (L.293.2:2). La canción del amor es más alta que el canto fúnebre del miedo. Todo lo que se ve lleva la nota de la salvación.


Hay una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la salvación del mundo. (L.193.13:1)





TEXTO 


Capítulo 26


LA TRANSICIÓN



I. El "sacrificio" de la unicidad


1. El sacrificio es una idea clave en la "dinámica" del ataque. 2Es el eje sobre el que toda transigencia, todo desesperado intento de cerrar un trato y todo conflicto alcanza un aparente equilibrio. 3Es el símbolo del tema central según el cual alguien siempre tiene que perder. 4El hincapié que hace en el cuerpo es evidente, pues el sacrificio es siempre un intento de minimizar la pérdida. 5El cuerpo en sí es un sacrificio, una renuncia al poder a cambio de quedarte con una pequeña porción de él para ti solo. 6Ver a un hermano en otro cuerpo, separado del tuyo, es la expresión del deseo de ver únicamente una pequeña parte de él y de sacrificar el resto. 7Contempla el mundo y verás que nada está unido a nada más allá de sí mismo. 8Todas las aparentes entidades pue­den acercarse o alejarse un poco, pero no pueden unirse.

2. El mundo que ves está basado en el "sacrificio" de la unicidad. 2Es la imagen de una total desunión y de una absoluta falta de unidad. 3Alrededor de cada entidad se erige una muralla tan só­lida en apariencia, que parece como si lo que se encuentra adentro jamás pudiese salir afuera, y lo que se encuentra afuera jamás pudiese llegar hasta lo que se encuentra oculto allí. 4Cada parte tiene que sacrificar a otra para conservar su propia integridad. 5Pues si se uniesen, cada una perdería su identidad individual, y es mediante esa separación como conservan su individualidad.

3. Lo poco que el cuerpo mantiene cercado se convierte en el yo, el cual se conserva mediante el sacrificio de todo lo demás. 2todo lo demás no puede sino perder esta pequeña parte y perma­necer incompleto a fin de mantener intacta su propia identidad. 3En esta percepción de ti mismo la pérdida del cuerpo sería cier­tamente un sacrificio. 4Pues ver cuerpos se convierte en la señal de que el sacrificio es limitado y de que aún queda algo que es exclusivamente para ti. 5para que esa ínfima parte te perte­nezca, se demarcan límites en todo lo que es externo a ti, así como en lo que crees que es tuyo. 6Pues dar es lo mismo que recibir. 7Y aceptar las limitaciones de un cuerpo es imponer esas mismas limitaciones a cada hermano que ves. 8Pues sólo puedes ver a tu hermano como te ves a ti mismo.

4. El cuerpo supone una pérdida, y, por lo tanto, se puede usar para los fines del sacrificio. 2Y mientras veas a tu hermano como un cuerpo, aparte de ti y separado dentro de su celda, estarás exigiendo que tanto tú como él os sacrifiquéis. 3¿Qué mayor sacrificio puede haber que exigirle al Hijo de Dios que se perciba a sí mismo sin su Padre? 4¿O que su Padre esté sin Su Hijo? 5Sin embargo, todo sacrificio exige que estén separados, y el uno sin el otro. 6El recuerdo de Dios se niega si se le exige a alguien algún sacrificio. 7¿Qué testigo de la plenitud del Hijo de Dios puede verse en un mundo de cuerpos separados, por mucho que él dé testimonio de la verdad? 8Él es invisible en un mundo así. 9Y su himno de unión y de amor no puede oírse en absoluto. 10No obs­tante, se le ha concedido hacer que el mundo retroceda ante su himno y que su visión reemplace a los ojos del cuerpo.

5. Aquellos que quieren ver los testigos de la verdad en vez de los de la ilusión, piden simplemente poder ver en el mundo un propósito que haga que el mundo tenga sentido y significado. 2Sin tu función especial, no tiene ningún significado para ti. 3Sin embargo, se puede convertir en una mina tan rica e ilimitada como el Cielo mismo. 4No hay ni un solo instante en el que la santidad de tu hermano no se pueda ver y con ello añadir abun­dante riqueza a cada diminuto fragmento y a cada pequeña migaja de felicidad que te concedes a ti mismo.

6. Puedes perder de vista la unicidad, pero no puedes sacrificar su realidad. 2Tampoco puedes perder aquello que quieres sacrifi­car ni impedir que el Espíritu Santo lleve a cabo Su misión de mostrarte que la unicidad no se ha perdido. 3Escucha, pues, el himno que te canta tu hermano, y según dejas que el mundo retroceda, acepta el descanso que su testimonio te ofrece en nom­bre de la paz. 4Pero no lo juzgues, pues si lo haces, no oirás el himno de tu liberación ni verás lo que le es dado a él atestiguar a fin de que tú puedas verlo y regocijarte junto con él. 5No dejes que debido a tu creencia en el pecado su santidad sea sacrificada, 6pues sacrificas tu inocencia con la suya, y mueres cada vez que ves en él un pecado por el que él merece morir.

7. Sin embargo, puedes renacer en cualquier instante y recibir vida nuevamente. 2La santidad de tu hermano te da vida a ti que no puedes morir porque Dios conoce su inocencia, la cual tú no puedes sacrificar, tal como tu luz tampoco puede desaparecer porque él no la vea. 3Tú que querías hacer de la vida un sacrificio, y que tus ojos y oídos fuesen testigos de la muerte de Dios y de Su santo Hijo, no pienses que tienes el poder para hacer de Ellos lo que Dios no dispuso que fuesen. 4En el Cielo, el Hijo de Dios no está aprisionado en un cuerpo ni ha sido sacrificado al pecado en soledad. 5tal como él es en el Cielo, así tiene que ser eterna­mente y en todas partes. 6Es por siempre él mismo: nacido de nuevo cada instante, inmune al tiempo y mucho más allá del alcance de cualquier sacrificio de vida o de muerte. 7Pues él no creó ni una ni otra, y sólo una le fue dada por Uno que sabe que Sus dones jamás se pueden sacrificar o perder.

8. La justicia de Dios descansa amorosamente sobre Su Hijo, manteniéndolo a salvo de toda injusticia que el mundo quisiera cometer contra él. 2¿Podrías acaso hacer que sus pecados fuesen reales, y sacrificar así la Voluntad de su Padre con respecto a él? 3No lo condenes viéndolo dentro de la putrescente prisión en la que él se ve a sí mismo. 4Tu función especial es asegurarte de que la puerta se abra, de modo que él pueda salir para verter su luz sobre ti y devolverte el regalo de la libertad al recibirlo de ti. 5¿Y cuál podría ser la función especial del Espíritu Santo, sino la de liberar al santo Hijo de Dios del aprisionamiento que él concibió para negarse a sí mismo la justicia? 6¿Y podría ser tu función una tarea aparte y distinta de la Suya?



II. Muchas clases de error, una sola corrección


1. Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu Santo que resuelva todos tus problemas por ti. 2Para Él no es más difícil resolver unos que otros. 3Todos los problemas son iguales para Él, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. 4Los aspectos que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema parezca adoptar. 5Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará mientras el problema persista. 6De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. 7Se presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no vuelva a surgir en ninguna forma. 8Sólo entonces te habrás liberado de él.

2. El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas que crees tener. 2Para Él, todos ellos son el mismo problema por­que cada uno, independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. 3Mas sólo cuando la situación se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. 4Para Él no es más difícil llevar un error ante la verdad que otro. 5Pues sólo hay un error: la idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de ello. 6Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el ataque estaría justificado y la venganza sería merecida.

3. Para este único error, en cualquiera de sus formas, sólo hay una corrección. 2Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. 3Tú no tienes problemas, aunque pienses que los tienes. 4No podrías pensar que los tienes si los vieses desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la complejidad, del lugar, del tiempo, o de cualquier otro atributo que percibas que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. 5No pienses que las limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo alguno.

4. El milagro de la justicia puede corregir todos los errores. 2Todo problema es un error. 3Es una injusticia contra el Hijo de Dios, y, por lo tanto, no es verdad. 4El Espíritu Santo no evalúa las injusti­cias como grandes o pequeñas, mayores o menores. 5Para Él todas están desprovistas de atributos. 6Son equivocaciones por las que el Hijo de Dios está sufriendo innecesariamente. 7Y así, Él simple­mente le arranca los clavos y las espinas. 8No se detiene a juzgar si el dolor es grande o pequeño. 9Él emite un solo juicio: herir al Hijo de Dios sería una injusticia, por lo tanto, no puede ser verdad.

5. Tú que crees que entregarle al Espíritu Santo tan sólo algunos errores y quedarte con el resto te mantiene a salvo, recuerda esto: la justicia es total. 2La justicia parcial no existe. 3Si el Hijo de Dios fuese culpable, estaría condenado y no merecería la misericordia del Dios de la justicia. 4Por lo tanto, no le pidas a Dios que lo castigue porque tú lo consideres culpable y desees verlo muerto. 5Dios te ofrece los medios para que puedas ver su inocencia. 6¿Sería justo que se le castigase porque tú te niegues a ver lo que se encuentra ahí ante ti? 7Cada vez que decides resolver un pro­blema por tu cuenta, o consideras que se trata de un problema que no tiene solución, lo has exagerado y privado de toda espe­ranza de corrección. 8Y así, niegas que el milagro de la justicia pueda ser justo.

6. Si Dios es justo, no puede haber entonces ningún problema que la justicia no pueda resolver. 2Pero tú crees que algunas injusticias son buenas y justas, así como necesarias para tu propia supervi­vencia. 3Éstos son los problemas que consideras demasiado gran­des e irresolubles. 4Pues hay personas a las que les deseas que pierdan, y no hay nadie a quien desees ver completamente a salvo del sacrificio. 5Considera una vez más cuál es tu función especial. 6Se te ha dado un hermano para que veas en él su perfecta inocen­cia. 7Y no le exigirás ningún sacrificio porque no es tu voluntad que él sufra pérdida alguna. 8El milagro de justicia que invocas te envolverá tanto a ti como a él. 9Pues el Espíritu Santo no estará contento hasta que todo el mundo lo reciba, 10ya que lo que le das a Él les pertenece a todos, y por el hecho de tú darlo, Él se asegu­rará de que todos lo reciban por igual.

7. Piensa, entonces, cuán grande será tu liberación cuando estés dispuesto a dejar que todos tus problemas sean resueltos. 2No te quedarás ni con uno solo de ellos, pues no desearás ninguna clase de dolor. 3verás sanar cada pequeña herida ante la benévola visión del Espíritu Santo. 4Pues todas ellas son pequeñas para Él, y no merecen más que un leve suspiro de tu parte antes de que desaparezcan del todo y queden por siempre sanadas y en el olvido. 5Lo que una vez pareció ser un problema especial, un error sin solución o una aflicción incurable, ha sido transformado en una bendición universal. 6El sacrificio ha desaparecido. 7Y en su lugar se puede recordar el Amor de Dios, el cual desvanecerá con su fulgor toda memoria de sacrificio y de pérdida.


8. Es imposible recordar a Dios mientras se tenga miedo de la justicia en lugar de amarla. 2Él no puede ser injusto con nadie ni con nada porque sabe que todo lo que existe es Suyo y que será siempre tal como Él lo creó. 3Todo lo que Él ama no puede sino ser impecable* e inmune al ataque. 4Tu función especial abre de par en par la puerta tras la cual el recuerdo de Su Amor permanece perfectamente intacto e inmaculado. 5Sólo necesitas desear que se te conceda el Cielo en vez del infierno, y todos los cerrojos y barreras que parecen mantener la puerta herméticamente cerrada se desmoronarán y desaparecerán. 6Pues no es la Voluntad de tu Padre que tú ofrezcas o recibas menos de lo que Él te dio cuando te creó con perfecto amor





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