EJERCICIOS
Es imposible ver dos mundos.
Propósito: Darte cuenta de que no puedes conservar un poco de este mundo y ver el mundo real, que tienes que elegir uno u otro. Hacer la elección del mundo real al renunciar a todo el valor que le has dado a este mundo. Éste es otro de los pasos gigantescos del Libro de Ejercicios (ver 9:2).
Más largo: 6 veces, durante cinco minutos.
La práctica de hoy es muy parecida a la de los dos últimos días, especialmente a la Lección 128. Empieza repitiendo estas frases: “Es imposible ver dos mundos. Permítaseme aceptar la fortaleza que Dios me ofrece y no ver valor alguno en este mundo, para así poder hallar mi libertad y mi salvación”. Estás pidiendo que la fortaleza de Dios te apoye y te ayude a tomar una decisión definitiva en favor mundo real, en lugar de este mundo. Intenta pedirlo de todo corazón. Luego cierra los ojos y pasa un rato “vaciando tus manos de todos los vanos tesoros de este mundo” (8:3). Luego extiende la mano a una experiencia de verdadera percepción, la clase de visión que tus ojos de por sí no pueden ver. Desea ver sólo el otro mundo, el mundo del amor. Durante este tiempo, “esperas la ayuda de Dios” (8:4). Confía en que Él está ahí, ayudándote a hacer la elección de darle valor sólo al mundo real. Mientras esperas, repite la frase: “Ayúdame a ver sólo el mundo real”.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te des cuenta de que estás dándole valor a algo del mundo.
Recuerda que al valorar una pequeña parte del infierno estás eligiendo la totalidad del infierno, y cerrándole la puerta al Cielo. Di: “Es imposible ver dos mundos. Lo único que deseo es mi libertad y mi salvación, y esto no forma parte de lo que quiero”. Necesitarás vigilar tu mente con cuidado durante todo el día, porque no estás buscando alteraciones y disgustos, sino atracciones.
Comentario
La lección de hoy no admite tratos en absoluto. Los dos primeros párrafos explican la postura del Curso acerca de la percepción con total claridad, como en los tres libros. Lo que valoramos es lo que queremos ver, lo que queremos ver determina nuestro modo de pensar, y lo que vemos refleja lo que pensamos. “Nadie puede dejar de ver lo que cree desear” (1:6). O, como se afirma brevemente dos veces en el Texto: “La proyección da lugar a la percepción” (T.13.V.3:5; T.21.In.1:1).
Además, puesto que no podemos odiar y amar al mismo tiempo, no podemos proyectar dos mundos completamente opuestos al mismo tiempo. Proyectamos el mundo del miedo o el mundo del amor. Y “el mundo que ves es la prueba de que ya has elegido algo que es tan completamente abarcador como lo es su opuesto” (6:2). En otras palabras, el mundo que vemos demuestra que nuestra mente ha hecho la elección del miedo que lo abarca todo. “El miedo ha dado lugar a todo lo que crees ver” (4:1).
Como ya he dicho, en esto no hay posibilidad de tratos. No permite que ninguna parte de este mundo quede fuera de la categoría de “proyección del miedo”. El mundo que vemos es “completamente congruente desde el punto de vista desde el que lo contemplas. Es un sólo bloque porque procede de una sola emoción, y su origen se ve reflejado en todo lo que ves” (6:4-5).
Si tratamos de dejar fuera de este cuadro una parte del mundo, afirmando que “seguramente esta parte es buena”, estamos intentando “aceptar una pequeña parte del infierno como real” (11:1). Y garantiza que todo el cuadro será “ciertamente el infierno” (11:1).
Por otra parte, el Curso no intenta provocar ningún rechazo al mundo. Nos dice que sólo la parte que contemplamos con amor es real (ver T.12.VI.3:2-3). Por lo tanto, nos pide amarlo a todo ello por igual, y de este modo “haz que el mundo real sea real para ti” (T.12.VI.3:6). Nuestros intentos de rescatar “partes” del mundo como reales, están equivocados porque separan y hacen que ciertas partes sean especiales, más merecedoras de amor que el resto.
Tal como lo vemos, a través de los ojos del miedo, el mundo no tiene ningún valor en absoluto. Aceptemos la Fortaleza de Dios para “no ver valor alguno en este mundo” (8:6). Si de verdad lo queremos, veremos otro mundo con la visión que “no se trata de una de la que tus ojos por sí solos hayan visto jamás” (9:4). “Cuando lo único que desees sea amor, no verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Para ser un poco más prácticos durante un momento, he descubierto que las palabras finales de la lección son enormemente útiles ante problemas de todo tipo: “Esto no forma parte de lo que quiero” (11:5). Si veo únicamente lo que quiero ver, y estoy viendo algo que me angustia, que afirme mi elección de cambiar mi mente: “Yo ya no quiero más esto”. Aunque mi aplicación de esto no es muy constante, he visto que esta afirmación hace que desaparezca en una relación la separación. He visto hacer desaparecer la sensación de pobreza. He visto cambiar a mi cuerpo, y darle una energía que pensaba que había perdido. He visto darle la vuelta a enfermedades próximas. Os la recomiendo muchísimo a todos.
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