DESPERTAR AL AMOR

viernes, 8 de mayo de 2020

8 MAYO: El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee


AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCION 128

El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee



1.  El mundo que ves no te ofrece nada que puedas necesitar; nada que puedas usar en modo alguno; ni nada en absoluto que te pueda hacer feliz. 2Cree esto y te habrás ahorrado muchos años de miseria, incontables desengaños y esperanzas que se convierten en amargas cenizas de desesperación. 3Todo aquel que quiera dejar atrás al mundo y remontarse más allá de su limitado alcance y de sus mezquindades tiene que aceptar que este pensamiento es verdad.

2. Cada cosa que valoras aquí no es sino una cadena que te ata al mundo; y ése es su único propósito. 2Pues todas las cosas tienen que servir para el propósito que tú  les has asignado, hasta que veas en ellas otro propósito. 3El único propósito digno de tu mente que este mundo tiene es que lo pases de largo, sin detenerte a percibir ninguna esperanza allí donde no hay ninguna. 4No te dejes engañar más. 5El mundo que ves no te ofrece nada que tú desees.

3. Escápate hoy de las cadenas con las que aprisionas a tu mente cuando percibes la salvación aquí. 2Pues aquello que valoras lo consideras parte de ti tal como te percibes a ti mismo. 3Todo aque­llo que persigues para realzar tu valor ante tus propios ojos te limita todavía más, oculta de tu conciencia tu valía y añade un cerrojo más a la puerta que conduce a la verdadera conciencia de tu Ser.

4. No dejes que nada que esté relacionado con pensamientos cor­porales te demore en tu avance hacia la salvación, ni que la tenta­ción de creer que el mundo puede ofrecerte algo que deseas te retrase. 2No hay nada aquí que valga la pena anhelar. 3Nada aquí es digno de un instante de retraso o de dolor, ni de un solo momento de incertidumbre o de duda. 4Lo que carece de valor no ofrece nada. 5Lo que verdaderamente tiene valor no se puede hallar en lo que carece de valor.

5. Nuestra práctica de hoy consiste en abandonar todo pensa­miento que tenga que ver con cualquier valor que le hayamos atribuido al mundo. 2Lo liberaremos de cualquier propósito que le hayamos asignado a sus aspectos, fases y sueños. 3Lo conside­raremos en nuestra mente como algo carente de propósito, y lo relevaremos de todo aquello que queríamos que fuese. 4De esta manera romperemos las cadenas que atrancan la puerta que con­duce a nuestra liberación de él, e iremos más allá de todos sus insignificantes valores y limitados objetivos.

6. Permanece muy quedo y en paz por un rato, y observa cuán alto te elevas por encima del mundo cuando liberas a tu mente de sus cadenas y dejas que busque el nivel donde se siente a gusto. 2Tu mente se sentirá agradecida de poder estar libre por un rato. 3Ella sabe dónde le corresponde estar. 4Libera sus alas y volará sin titubeo alguno y con alegría a unirse con su santo propósito. 5Déjala que descanse en su Creador, para que allí se le restituya la cordura, la libertad y el amor.

7. Dale hoy diez minutos de descanso en tres ocasiones. 2Y cuando abras los ojos después de cada una de estas sesiones no valorarás nada que veas tanto como lo valorabas antes. 3Tu pers­pectiva del mundo cambiará ligeramente cada vez que le permitas a tu mente liberarse de sus cadenas. 4El mundo no es el lugar donde le corresponde estar. 5Y a ti te corresponde estar allí donde ella quiere estar, y a donde va a descansar cuando la liberas del mundo. 6Tu Guía es infalible. 7Haz que tú mente sea receptiva a Él. 8Permanece muy quedo y descansa.

8. Protege asimismo tu mente a lo largo del día. 2Y cuando pien­ses que algún aspecto o alguna imagen del mundo tiene valor, niégate a encadenar tu mente de esa manera, y, en lugar de ello, repite para tus adentros con tranquila certeza:


3Esto no me tentará a que me demore.
4El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee.





Instrucciones para la práctica

Propósito: Abandonar el valor que hemos dado a las cosas del mundo, para que nuestra mente pueda experimentar lo que es verdaderamente valioso: nuestro hogar en Dios.

Más largo: 3 veces, durante diez minutos.
Esta práctica trata de liberar a nuestra mente de las cadenas para que pueda volar al hogar: a Dios. Podemos considerar que tiene dos fases. En la primera fase, retiramos el valor que le hemos dado al mundo. Retiramos todos los propósitos que hemos dado a las cosas del mundo, el propósito de satisfacer nuestros intereses personales (como dijo la Lección 125). Esto es como quitar las cadenas a nuestra mente. Sin cadenas, nuestra mente será libre para extender sus alas y volar hacia dentro adonde pertenece, a su hogar en Dios. La segunda fase de la sesión de práctica es el proceso de nuestra mente que vuela a su hogar. Es un proceso de silenciar y abrir nuestra mente, y dejarse guiar a su lugar de descanso en Dios. Durante este proceso, necesitamos abandonar los pensamientos que nos distraen que por supuesto, se relacionan con cosas que valoramos en el mundo. Para sacar nuestra mente de estos pensamientos podemos repetir la idea del día.

Observaciones: Cada periodo de práctica cambiará todo tu punto de vista un poco, retirará parte del valor que le has dado al mundo.

Respuesta a la tentación: Cada vez que te des cuenta de que estás dando valor a alguna cosa del mundo.
Date cuenta de que al hacerlo estás poniéndole una cadena a tu mente. En lugar de ello, protege tu mente diciendo con silenciosa seguridad: “Esto no me tentará a que me demore. El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee”. Si de verdad observas tu mente, te darás cuenta de que tienes abundantes cosas con las que practicar. Recomiendo que dediques tiempo a aprender de memoria estas dos frases. Si de verdad vas a usarlas con frecuencia, aprenderla es casi una necesidad.

Comentario

El pensamiento general de esta lección es parecido a las tres primeras de las Cuatro Verdades Nobles de Buda: que la vida es sufrimiento, que la causa del sufrimiento es el deseo para uno a expensas de los otros, y que el modo de escapar del sufrimiento es renunciar a tales deseos.

“Cree esto y te habrás ahorrado muchos años de miseria” (1:2). La lección nos pide que abandonemos toda atadura a cosas de este mundo, para poner fin al deseo de las cosas que el mundo nos ofrece. Puede parecernos una lección dura, pero es enormemente sensata: si no deseas nada, no puedes sentirte desilusionado.

Las cosas del mundo hacen de cadenas cuando las valoramos (2:1). Lo que quizá es más difícil de comprender es que ése es el propósito para el que las hicimos: “ése es su único propósito. Pues todas las cosas tienen que servir para el propósito que tú les has asignado, hasta que veas otro propósito en ellas” (2:1-2). Cuando damos a las cosas del mundo un propósito en el tiempo, generalmente una forma de satisfacción o engrandecimiento de uno mismo, nos encadenamos al mundo. Forzosamente, ya que todo en el mundo tiene que tener un final, esto nos causa un dolor enorme. Todo lo que consigue esta valoración equivocada es que nos atemos al mundo e impedir nuestra sanación final.

Para el Espíritu Santo, el único propósito de este mundo es la sanación del Hijo de Dios (ver T.24.VI.4:1). No hay nada en el mundo que merezca la pena luchar por ello. “El único propósito digno de tu mente que este mundo tiene es que lo pases de largo, sin detenerte a percibir ninguna esperanza allí donde no hay ninguna” (2:3). Esto es parecido a la afirmación del Texto: “Para el Espíritu Santo el propósito del tiempo es que éste finalmente se haga innecesario” (T.13.IV.7:3). El Espíritu Santo da al tiempo, al mundo y a todo lo del mundo el propósito de la salvación y la sanación de nuestra mente. Para Él, nada aquí tiene ningún otro propósito.

Por lo tanto, el mundo no ofrece nada que nosotros queramos. Todo es “útil”. Todo se convierte en medios para alcanzar una meta: nuestro despertar a la vida, nuestro regreso a Dios. No hay nada en el mundo que sea una meta en sí mismo.

Cuando la lección nos recomienda “No dejes que nada que esté relacionado con pensamientos corporales te demore en tu avance hacia la salvación” (4:1), está diciendo lo mismo con otras palabras. “Pensamientos corporales” se refiere a nuestra identificación equivocada con nuestro cuerpo. Es todo lo que procede del pensamiento “yo soy un cuerpo, y para beneficiarme y protegerme a mí mismo lo más importante de todo es cuidar mi cuerpo”. Nuestras ansias de placer para el cuerpo, comodidad del cuerpo, protección del cuerpo, vida larga del cuerpo, y belleza del cuerpo, son todos pensamientos corporales. Hacer de tales cosas lo más importante sólo puede retrasar nuestro avance.

La lección nos pide que practiquemos mentalmente abandonar todo el valor que le hemos dado al mundo (5:1). La lección nos pide que eliminemos del mundo “todo aquello que queríamos que fuese” (5:3). Ésa es una tarea dura, ¿verdad? Pasamos tanto tiempo deseando que las cosas sean diferentes y tratando de cambiarlas para que así sea. De hecho, si miramos a nuestra vida con honestidad, la actividad que ocupa la mayor parte de nuestra vida es desear que algo o alguien sean diferentes y tratar de lograr ese cambio.

Entonces, para los propósitos de esta lección, practica dedicar unos pocos minutos a dejar que tu mente descanse de tal actividad: “Permanece muy quedo y en paz por un rato, y observa cuán alto te elevas por encima del mundo cuando liberas a tu mente de sus cadenas y dejas que busque el nivel donde se siente a gusto” (6:1). La lección nos dice que tu mente “sabe dónde le corresponde estar” (6:3). Si sueltas las cadenas de tus deseos, tu mente “volará sin titubeo alguno y con alegría a unirse con su santo propósito” (6:4). Cada vez que practicas tal ejercicio durante sólo diez minutos, “tu perspectiva del mundo cambiará ligeramente” (7:3). Deja que tu mente descanse de sus ansias constantes y que se relaje, mientras que su instinto de volver al hogar toma el mando y te lleva a donde verdaderamente perteneces.

Durante el día, la lección nos pide que nos demos cuenta de cuándo estamos dando valor a algo del mundo, y que mentalmente lo corrijamos con estas palabras:

“Esto no me tentará a que me demore. El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee”. (8:3-4)








TEXTO


VIII. La atracción del amor por el amor


1. ¿Crees realmente que puedes matar al Hijo de Dios? 2El Padre ha ocultado a Su Hijo dentro de Sí Mismo, manteniéndolo salvo y alejado de tus pensamientos destructivos, por causa de los cua­les no conoces ni al Padre ni al Hijo. 3Atacas el mundo real cada día, cada hora y cada minuto, y, sin embargo, te sorprende que no lo puedas ver. 4Si buscas amor a fin de atacarlo, nunca lo hallarás, 5pues si el amor es compartir, ¿cómo ibas a poder encontrarlo excepto través de sí mismo? 6Ofrece amor, y el amor vendrá a ti porque se siente atraído por sí mismo. 7Mas ofrece ataque, y el amor permanecerá oculto, pues sólo puede vivir en paz.

2. El Hijo de Dios se encuentra tan a salvo como su Padre, pues el Hijo sabe que su Padre lo protege y, por lo tanto, no puede temer. 2El Amor de su Padre lo mantiene en perfecta paz y, al no necesi­tar nada, no pide nada. 3Aun así, él se encuentra muy lejos de ti cuyo Ser él es, pues elegiste atacarlo y él desapareció de tu vista y buscó refugio en su Padre. 4Él no cambió, pero tú sí. 5Pues, el Padre no creó una mente dividida ni tampoco las obras de ésta, y ni aquélla ni éstas podrían vivir si tuviesen conocimiento de Él.

3. Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti. 2No obstante, de por sí no puede ser invisible, pues el Espíritu Santo lo ve con perfecta clari­dad. 3Es invisible para ti porque estás mirando otra cosa. 4Mas no es a ti a quien le corresponde decidir lo que es visible y lo que es invisible, tal como tampoco te corresponde decidir lo que es la realidad. 5Lo que se puede ver es lo que el Espíritu Santo ve. 6La definición de la realidad es la que Dios provee, no la tuya. 7Él la creó, y, por lo tanto, sabe lo que es. 8Tú, que sabías lo que era, lo olvidaste, y si Él no te hubiese proporcionado la manera de recordar, te habrías condenado a ti mismo al olvido total.

4. Por razón del Amor que tu Padre te profesa, nunca podrás olvi­darte de Él, pues nadie puede olvidar lo que Dios Mismo puso en su memoria. 2Puedes negarlo, pero no puedes perderlo. 3Una Voz responderá a cada pregunta que hagas, y una visión corregirá la percepción de todo lo que veas. 4Pues lo que hiciste invisible es lo único que es verdad, y lo que no has oído es la única Respuesta. 5Dios quiere que te reconcilies contigo mismo, y no te abandonó en tu desolación. 6Estás esperándolo a Él, mas no lo sabes. 7Su recuerdo, sin embargo, brilla en tu mente y no puede ser borrado. 8No es ni del pasado ni del futuro, al ser eterno para siempre.

5. No tienes sino que pedir este recuerdo, y te vendrá a la memoria. 2Mas el recuerdo de Dios no puede aflorar en una mente que lo ha borrado y que quiere que continúe así. 3Pues  dicho recuerdo sólo puede alborear en una mente que haya elegido recordar y que haya renunciado al demente deseo de querer controlar la rea­lidad. 4Tú, que ni siquiera puedes controlarte a ti mismo, no debe­rías aspirar a controlar el universo. 5Contempla mas bien lo que has hecho de él y regocíjate de que no sea verdad.

6. ¡Hijo de Dios, no te conformes con lo que no es nada! 2Lo que no es real no es visible ni tiene valor. 3Dios no pudo haberle ofre­cido a Su Hijo lo que no tiene valor, ni Su Hijo habría podido recibirlo. 4Fuiste redimido en el mismo instante en que pensaste que habías abandonado a tu Padre. 5Nada de lo que has forjado ha existido jamás, y es invisible porque el Espíritu Santo no lo ve. 6Pero lo que Él ve es tuyo para que lo contemples, y a través de Su visión tu percepción sanará. 7Has hecho invisible la única ver­dad que este mundo encierra. 8Al valorar lo que no es nada, has buscado lo que no es nada. 9Al conferirle realidad a lo que no es nada, lo has visto. 10Pero no está ahí. 11Cristo es invisible a causa de lo que has hecho que sea visible para ti.

7. No importa cuánta distancia hayas tratado de interponer entre tu conciencia y la verdad, 2al Hijo de Dios se le puede ver porque su visión es algo que se comparte. 3El Espíritu Santo contempla al Hijo de Dios en ti y no ve nada más. 4Lo que es invisible para ti, es perfecto en Su visión y lo abarca todo. 5Él se ha acordado de ti porque no se ha olvidado del Padre. 6Tú contemplaste lo que no era real y hallaste desesperación. 7Mas ¿qué otra cosa podías haber encontrado al ir en pos de lo irreal? 8El mundo irreal es desesperante, pues nunca podrá ser real. 9Y tú que compartes el Ser de Dios con Él, nunca podrás sentirte satisfecho sin la reali­dad. 10Lo que Dios no te dio no tiene poder sobre ti, y la atracción del amor por el amor sigue siendo irresistible. 11La función del amor es unir todas las cosas en sí mismo, y mantenerlas unidas extendiendo su plenitud.

8. Dios te dio el mundo real en amoroso intercambio por el mundo que tú construiste y que ves. 2Recíbelo simplemente de la mano de Cristo y contémplalo. 3Su realidad hará que todo lo demás sea invisible,  pues contemplarlo es una percepción total. 4Y al contemplarlo recordarás que siempre fue así. 5Lo que no es nada se hará invisible, pues por fin habrás visto verdaderamente. 6Una percepción redimida se convierte fácilmente en conoci­miento, pues sólo la percepción puede equivocarse y la percepción nunca existió. 7Al ser corregida da paso al conocimiento, que es la única realidad eternamente. 8La Expiación no es sino el camino de regreso a la que nunca se había perdido. 9El Padre nunca pudo haber dejado de amar a Su Hijo.










No hay comentarios:

Publicar un comentario