DESPERTAR AL AMOR

sábado, 16 de mayo de 2020

16 MAYO: La enfermedad es una defensa contra la verdad.

AUDIOLIBRO 


 

EJERCICIOS

LECCION 136

La enfermedad es una defensa contra la verdad.



1. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propó­sito que aparentemente tiene la enfermedad. 2Pues entonces comprende también que dicho propósito no tiene sentido. 3Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. 4Una vez que se reconoce esto, la curación es automática. 5Pues dicho reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.

2. La enfermedad no es un accidente. 2Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. 3Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, ata­carla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y redu­cirla a un insignificante montón de partes desarmadas. 4La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. 5Las partes se ven entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma.

3. Las defensas no son involuntarias ni se forjan inconsciente­mente. 2Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. 3Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. 4En ese segundo, o fracción de segundo en que deci­des emplearlas, reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho.

4. ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la ame­naza que ha juzgado real? 2Todo esto no puede hacerse de manera inconsciente. 3Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo has causado.

5. La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu "realidad" es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. 2Mas puedes recordar lo que has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. 3El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor, en cuanto que ese es lo que deseas. 4No confundas esto con un hecho. 5Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. 6Ése es su propósito, y eso es lo que hacen.

6. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe. 2Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier resultado que pueda derivarse de él. 3Cuando se arran­can partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es. 4Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el lugar de lo que sí es real. 


7. La enfermedad es una decisión. 2No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. 3Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. 4Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.


8. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? 2Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad. 3Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él. 4De esta, manera, tu "verda­dera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. 5Pues fíjate, ese polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir.



9. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de que­rer morir. 2Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad. 3El Hijo no es más que polvo, el Padre no está completo y el caos se sienta triunfante en Su trono.





10. Tal es el plan que has elaborado para tu propia defensa. 2Y crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas quieren imponerle. 3Mas ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventa?. 4¿Quién más podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?



11. Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad. 2El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. 3Y el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la vida ante la muerte. 4Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad. 5Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. 6Las defensas son planes para derrotarlo que no puede ser atacado. 7Lo que es inalterable no puede cambiar. 8Y lo que es absolutamente impecable no puede pecar.



12. Ésta es la simple verdad. 2No recurre a la fuerza ni al dominio. 3No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y lamenta­bles son tus intentos de planear defensas que la pudiesen alterar. 4La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propó­sito. 5Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. aNo obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone para ti.


13. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión. 2Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. 3Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. 4Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. 5Lo que Él dispone, no obstante, esta aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.

14. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. 2Y ésta alborea en cualquier mente que esté dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. 3La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.

15. Este es nuestro objetivo hoy. 2Dedicaremos un cuarto de hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. 3Y la verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros. 4Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos. 5Introduci­mos dicha invitación con una plegaria de curación para que nos ayude a. superar nuestra actitud defensiva y permita que la ver­dad sea como siempre ha sido:

6La enfermedad es una defensa contra la verdad.
7Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente.

16. La curación destellará a través de tu mente abierta a medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la con­tienda y de las imaginaciones vanas. 2No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la verdad. 3No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus sueños ni sus absurdos y oscuros anhelos, cuyos propósitos dobles se persiguen descabelladamente. 4La mente sanará de todo deseo enfermizo que jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera.

17. Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio. 2Y reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. 3Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bie­nestar, de dolor o de placer. 4La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. 5Lo único que se conserva es su utilidad y nada más.

18. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado. 2A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. 3La salud del cuerpo queda plena­mente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías. 4No tienes que hacer nada para que esté bien, pues la enfermedad es ahora imposible.

19. Mas para conservar esta protección es preciso que te manten­gas extremadamente alerta. 2Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma.

20. De ocurrir esto, remédialo de inmediato, no permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. 2No te confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus adentros:

3He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo.
4La enfermedad es una defensa con­tra la verdad.
5Mas yo no soy un cuerpo.
6Y mi mente es incapaz de atacar.
7Por lo tanto, no puedo estar enfermo.



Instrucciones para la práctica

Más largo: 2 veces, durante quince minutos. 

  • Empieza con esta oración de sanación: “La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente”. Con esta oración estás pidiendo que tu mente ya no utilice más la enfermedad para “demostrarte” que eres un cuerpo. 
  • En lugar de eso, pides darte cuenta de lo que realmente eres, que es espíritu. Después de hacer esta invitación, mantén tu mente en silencio y vigilante, preparada para recibir la respuesta que has pedido. Abre tu mente y deja que la sanación la ilumine. Deja que todos los propósitos que le has dado al cuerpo se borren, mientras la verdad de quién eres surge para despejar y abrir tu mente.

Observaciones: Si has practicado bien, tu cuerpo no sentirá nada. No se sentirá ni enfermo ni sano, ni bien ni mal. No tendrá poder para decirle a la mente qué debe sentir. Únicamente quedará su utilidad. Ciertamente, su utilidad aumentará, pues eran los propósitos que le diste los que le hacían débil, enfermo y capaz de ser atacado. “A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil” (18:2). Sin embargo, Debes proteger este estado con una vigilancia cuidadosa, respondiendo inmediatamente a cualquier pensamiento que suponga que eres un cuerpo. Pues estos pensamientos hacen enfermar a la mente, y entonces la mente atacará al cuerpo con la enfermedad.

Respuesta a la tentación: Cada vez que tengas pensamientos de ataque, de juicios, o de hacer planes.
“Remédialo de inmediato” (20:1) diciendo: “He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. La enfermedad es una defensa contra la verdad. Mas yo no soy un cuerpo. Y mi mente es incapaz de atacar. Por lo tanto, no puedo estar enfermo”. Las últimas líneas están relacionadas con unas líneas del Texto que dicen: que hay dos condiciones necesarias para que ocurra la enfermedad: “que el propósito del cuerpo es atacar, y que tú eres un cuerpo” (T.8:VIII.5:7). Si puedes aceptar de verdad que tú no puedes atacar, y que tú no eres un cuerpo, entonces “la enfermedad es inconcebible” (T.8.VIII.5:8).

Comentario

Ésta es otra de esas lecciones que pagará con creces estudiarla cuidadosamente, ¡hay cosas muy buenas en ella!

El pensamiento principal se afirma muy claro: la enfermedad es un medio que usamos para defendernos contra la verdad. Es una decisión que tomamos, elegida intencionadamente cuando la verdad se acerca demasiado para resultar cómoda, se elige para distraernos y para aferrarnos de nuevo al cuerpo. Entonces, viéndolo por el lado positivo, cuando enfermamos, ¡nos podemos felicitar por dejar entrar a la verdad si el ego se ha asustado tanto de ella!

Por ejemplo, en 1995 Robert y yo dimos un seminario intensivo de fin de semana acerca de “Somos la Luz del Mundo: Aceptar Nuestra Función”. Durante aquel fin de semana me sentí profundamente impresionado por el mensaje que el Curso nos estaba trasmitiendo a todos. Al día siguiente del intensivo, tuve diarrea. ¡Hay pocas cosas que te bajen a nivel corporal como tener que correr al baño todo el tiempo! Pero en realidad lo encontré divertido, pensé: “¡Típico del ego! ¡Se veía venir!” En lugar de tener el efecto deseado (por el ego), tuve el contrario; me sirvió para recordarme la verdad, en lugar de distraerme de ella. Y, ¿sabes qué? Desapareció rápidamente. “Las defensas que son inservibles se abandonan automáticamente” (T.12.I.9:8).

La mayoría de las personas, cuando se les dice que han elegido la enfermedad, reaccionan negándolo rotundamente. Esto es fácil de descubrir. La lección dice que nuestra elección “se encuentra doblemente sellada en el olvido” (5:2). Primero elegimos esconder la molesta verdad que ha estado destruyendo nuestras ilusiones de separación y de la naturaleza física de nuestra identidad, y nos hace enfermar, ésa es la decisión que tomamos. Luego elegimos olvidar que lo hemos elegido; el primer escudo del olvido. Finalmente, nos olvidamos que elegimos olvidarlo; el segundo escudo del olvido. Todo esto sucede en una fracción de segundo (ver 3:4; 4:2-5:1). En esa fracción de segundo somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero se levantan tan rápidamente los escudos que todo el proceso parece ser inconsciente (3:3).

Necesitamos recordar lo que hemos olvidado. El olvido intencionado de nuestra elección. Podemos recordar si estamos dispuestos a “reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada” (5:2), es decir, la decisión de escapar de la verdad, la decisión de que la verdad es algo contra lo que tenemos que defendernos. Ésta es la razón por la que el ejercicio del día dice: “La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente”. (15:6-7)

El antídoto a todo el proceso es no intentar sanar el cuerpo enfermo, sino aceptar la verdad acerca de mí mismo, dejar que mi mente sea sanada. La enfermedad es un efecto lateral de rechazar la verdad acerca de mí mismo, la cura es aceptar la verdad en su lugar, volver a considerar la decisión original que, aunque oculta de la consciencia, tiene que estar ahí para que la enfermedad haya ocurrido.

En el último párrafo, la lección nos advierte: “No te confundas con respecto a lo que necesita sanar” (20:2). No es el cuerpo el que necesita sanación, es la mente. Esto está de acuerdo con el Texto, que nos dice:

Cuando el ego te tiente a enfermar no le pidas al Espíritu Santo que cure al cuerpo; pues eso no sería sino aceptar la creencia del ego de que el cuerpo es el que necesita curación. Pídele, más bien, que te enseñe cómo percibir correctamente el cuerpo, pues lo único que puede estar distorsionado es la percepción. (T.8.IX.1:5-6)

Lo que debe ponerse en duda y cambiarse es esa decisión original de rechazar la verdad de lo que somos, porque parece amenazar lo que pensamos que somos.

La lección dice algunas cosas increíbles acerca del cuerpo de una persona cuya mente ha sanado, y cuyo cuerpo ha sido aceptado como nada más que un instrumento para ser usado para sanar al mundo. “El cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. La salud del cuerpo queda plenamente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías” (18:2-3). Si un cuerpo no está limitado por el tiempo, no envejece. No limitado por el clima significa que no necesita ropa de abrigo o refugio. No limitado por la fatiga, no necesita dormir. No limitado por lo que come o bebe, no necesita comer. ¿Quién de nosotros puede decir que esto es verdad para nosotros?

Quizá hemos experimentado unos pocos atisbos de una luz tan brillante, sin fatiga, sin necesidad de comer durante un tiempo. Pero nadie que yo conozca está en este estado de confianza perfecta. Nos queda camino por recorrer, a ti y a mí. Así que no creo que deba sorprendernos si un resfriado nos ataca, o si la gripe nos deja por los suelos, o incluso si algo “más serio” nos ocurre. Todavía tenemos miedo de la verdad (¡gran sorpresa!). En lugar de pensar: “¡Oh! ¿Por qué me he hecho esto a mí mismo? ¿Qué anda mal en mí que todavía me pongo enfermo?”, que diga: “¡Bah! He cometido un error. He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. ¡Qué tonto! Sólo necesito recordar que no soy un cuerpo, esto no es lo que soy”. La “enfermedad” del cuerpo puede entonces convertirse en un acelerador para la sanación de mi mente, en lugar de una defensa contra la verdad.

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