Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
Más largo: 2 (al principio y al final del día), durante siete minutos aproximadamente
El propósito de la primera fase de la práctica es prepararte para esta segunda fase. Al pasar cinco minutos con el pensamiento de Dios, te preparas a ti mismo para ver en las dos ideas únicamente el significado que Dios les ha dado.
Observaciones: Por la noche, repite la misma práctica. Date cuenta de que el pensamiento central ha hecho “de ese día una ocasión especial de bendición” (9:3), tanto para ti como para el mundo, debido a tu práctica llena de fe. Date cuenta también de que duermes rodeada con la gratitud de Dios por tu práctica. Pues ahora estás aprendiendo a reclamar la herencia que Dios te dio.
Más corto: Cada hora, durante un momento de silencio y quietud.
Comentario
Tal como yo lo entiendo, aceptar la Expiación para mí mismo significa permitir a Dios que me libere de todas las clases de culpa. Abandonar todos mis juicios contra mí mismo, todas las valoraciones de mí mismo que me rebajan. Significa que no soy mis pensamientos y que, por encima de todo, no soy mi ego. No soy lo que he pensado que soy. No soy lo que temo que soy. Aceptar la Expiación para mí mismo significa que puedo contemplar mi ego sin condena, reconocerlo como un error tonto acerca de mí que puede ser corregido.
Cuando acepto la Expiación para mí mismo, dejo de medirme con medidas injustas y me acepto a mí mismo tal como soy. Puedo contemplarme a mí mismo con amor, verme con compasiva aceptación. En el instante santo acepto la Expiación, y para entrar en él no es necesario que no tenga pensamientos de ego, únicamente que no tenga pensamientos que quiera conservar (ver T.15.IV.9:1-2). Reconozco que he cometido errores, pero estoy dispuesto a que cada error sea corregido, y no acepto ninguna culpa por esos errores. No permito que mis errores me impidan el instante santo, porque el instante santo es el lugar donde esos errores pueden ser corregidos, y sus consecuencias deshechas.
Esto es la salvación. Esto es el deshacimiento de los errores, la corrección de los errores.
La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. Al no prestarles apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo. (L.pII.2.3:1-3)
Esto es lo único que cura. Cualquier cosa menos que esto es un simple alivio de los síntomas, un simple cambio de forma sin cambiar el contenido. La causa de la culpa debe ser deshecha. “El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad” (T.14.III.13:4).
Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es escapar de la culpa. Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es la salvación y verdaderamente cura mis males. La Expiación es la respuesta de Dios a todo lo que hay en mi mente que parece ser diferente de Dios. Borra cada pensamiento que se opone a la verdad y me deja con la verdad limpia y pura de mi inocencia. Puedo traer cada pensamiento de ego, cada pensamiento no digno, cada pensamiento de aislamiento y separación, cada pensamiento de dolor y venganza y desesperación a este milagroso lugar de la Expiación, dejarlo allí sobre el altar de mi mente, y verlo desaparecer:
Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el altar al Hijo, y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está afuera no puede sino estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de luz curativa. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado. (C.4.6:1-10)
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