DESPERTAR AL AMOR

viernes, 12 de junio de 2020

12 JUNIO: La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre.

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AUDIOLIBRO





EJERCICIOS



LECCION 163

La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre.



1. La muerte es un pensamiento que adopta muchas formas, las cuales a menudo no se reconocen. 2La muerte puede manifestarse en forma de tristeza, miedo, ansiedad o duda; en forma de ira, falta de fe y desconfianza; preocupación por el cuerpo, envidia, así como en todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres pueda venir a tentarte. 3Todos ésos pensamientos no son sino reflejos de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y portadora de la liberación. 

2. En cuanto que encarnación del miedo, anfitrión del pecado, dios de los culpables y señor de toda ilusión y engaño, el pensa­miento de la muerte parece ser muy poderoso. 2Pues parece ence­rrar a todas las cosas vivientes en sus marchitas manos y a todos los deseos y esperanzas en su puño funesto, así como percibir toda meta únicamente a través de sus ojos invidentes. 3Los débi­les, los indefensos, así como los enfermos se postran ante su ima­gen, al pensar que sólo ella es real, inescapable y digna de su confianza. 4Pues la muerte es lo único que inevitablemente lle­gará.

3. Todas las cosas excepto la muerte parecen ser inciertas y per­derse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas, aNinguna de ellas parece ofrecernos seguridad con respecto a lo que nos ha de brindar, y son propensas a defrau­dar las esperanzas que una vez nos hicieron abrigar y a dejar tras sí un mal sabor de boca, en lugar de aspiraciones y sueños. 2Pero con la muerte se puede contar. 3Pues vendrá con pasos firmes cuando haya llegado su hora: 4Jamás cesará de tomar todo lo que tiene vida como rehén.

4. ¿Te postrarías ante ídolos como éste? 2Aquí la fortaleza y el poderío de Dios Mismo se perciben dentro de un ídolo hecho de barro. 3Aquí se proclama que lo opuesto a Dios es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida, o que la infinitud del amor y la perfecta e inmutable constancia del Cielo. 4Aquí por fin se derrota la Voluntad del Padre y del Hijo; y se entierra bajo la lápida que la muerte ha colocado sobre el cuerpo del santo Hijo de Dios.

5. Impío ahora debido a la derrota, el Hijo de Dios se ha convertido en lo que la muerte quiere hacer de él. 2En su epitafio, que la propia muerte ha escrito, no se menciona su nombre, pues ha pasado a ser polvo. 3En él sólo se menciona lo siguiente: “Aquí yace un testigo de que Dios ha muerto”. 4Y eso es lo que la muerte escribe una y otra vez, mientras sus veneradores asienten, y, postrándose con sus frentes en el suelo, susurran llenas de miedo que así es.

6. Es imposible venerar a la muerte en cualquiera de las formas que adopta, y al mismo tiempo seleccionar unas cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto. 2Pues la muerte es total. 3O bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. 4En esto no hay términos medios. 5Pues aquí nos encontramos de nuevo ante algo que es obvio y que debemos aceptar si queremos gozar de cordura: lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado la falsedad de su opuesto.

7. La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo. 2Pues implica que Dios estuvo vivo una vez y que de alguna manera murió, aparentemente asesinado por aquellos que no querían que sobreviviese. 3Al ser la voluntad de éstos más fuerte, pude vencer a la Suya y, de esta manera, la vida eterna sucumbió ante la muerte. 4Y al morir el Padre, murió también el Hijo.

8. Puede que los que veneran la muerte tengan miedo. 2Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos? 3Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. 4Esto es lo que tú les vas a mostrar hoy. 5La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de ellos, así como por la nuestra. 6Dios no creo la muerte. 7Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. 8Ésta es la postura que hoy adoptamos. 9Y se nos concede poder mirar allende la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá.

9. Padre nuestro, bendice hoy nuestros ojos. 2Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el glorioso reflejo de Tu Amor que refulge en todas las cosas. 3Vivimos y nos movemos únicamente en Ti. 4No estamos separados de Tu vida eterna. 5La muerte no existe, pues la muerte no es Tu Voluntad. 6Y moramos allí donde Tú nos ubicaste, en la vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú y parte de Ti para siempre. 7Aceptamos Tus Pensamientos como nuestro, y nuestra voluntad es una con la Tuya eternamente. 8Amén.


Instrucciones para la práctica

Propósito: Adoptar una postura en contra de todas las formas de muerte; darnos cuenta de que, a menos que Dios esté muerto, la muerte misma debe ser irreal. Mirar más allá de la apariencia externa de la muerte (que nos rodea por todas partes), y ver la verdadera vida que brilla en todas las cosas. Así liberamos a todos los que adoran a la muerte.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Empieza con la oración al final de la lección (ésta es la primera oración del Libro de Ejercicios). Hazla tu oración del día. La oración pide que Dios bendiga tus ojos, les dé poder para ver más allá de la ilusión de la muerte a la que te enfrentas por todas partes, y que veas la vida eterna que brilla en todas las cosas. A través de esta visión abandonas la religión de adorar a la muerte, y rescatas a otros de este mismo culto peligroso.
Después de la oración, haz aquello a lo que te sientas guiado a hacer en la sesión de práctica. Puesto que la oración se centra en ver con la visión de Cristo, puedes intentar sumergirte en tu mente y unirte al Cristo en ti, para que Sus ojos se vuelvan tus ojos.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea. Puedes también repetir la oración de nuevo, lo recomiendo de verdad. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en la hora siguiente.

Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a creer en alguna forma de muerte.
Las formas de muerte incluyen cualquier cosa en la que la vida (en el más amplio sentido de la palabra) parezca estar perdiendo la batalla. Esto incluye la tristeza, el miedo, la ansiedad, la duda, la ira, la envidia; resumiendo: cualquier emoción negativa (ver 1:2), así como la enfermedad y la muerte física. Ante todas ellas, repite inmediatamente la idea del día. Date cuenta de que significa que la vida y la muerte no pueden las dos ser reales, ya que una contradice a la otra. Y puesto que la vida es de Dios y Dios no puede ser asesinado, la única realidad que puede existir es la vida sin fin.

Comentario

Cuando el Curso dice: “La muerte no existe”, no está hablando de la muerte del cuerpo. De hecho, en otro lugar afirma que el cuerpo no muere, por la sencilla razón de que nunca ha existido (T.28.VI.2:4; T.6.V(A).1:4). Es una insensatez hablar de la inmortalidad física y basarla en Un Curso de Milagros. ¿Cómo puede vivir eternamente lo que nunca ha existido?

La lección dice: “La muerte es un pensamiento” (1:1). No un acontecimiento en el mundo físico, sino un pensamiento. En su forma más simple es el pensamiento “la vida termina”. Es de este pensamiento básico del que brotan muchas formas diferentes. La tristeza es un pensamiento de muerte. El miedo es un pensamiento de muerte. La ansiedad es un pensamiento de muerte. La falta de confianza es un pensamiento de muerte. La preocupación por el cuerpo es un pensamiento de muerte. Incluso “todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres” (1:2) son en realidad variaciones del pensamiento de muerte. Mi preocupación por el cuerpo y querer perder peso es una forma oculta del pensamiento de muerte. Parte de la motivación para evitar estar demasiado gordo es para “vivir más”. Pero si el cuerpo no está vivo en absoluto, ¿de qué estamos hablando?

Incluso el pensamiento aparentemente espiritual de desear dejar el cuerpo detrás y estar libre de él es un modo de ver la muerte física como una especie de salvación. “Mi cuerpo es algo completamente neutro” (L.294, encabezamiento).

No es una cosa santa, destinada a vivir eternamente si soy lo bastante espiritual, ni es una trampa, ni una prisión, ni una limitación real para el espíritu. Estar en un cuerpo no me impide ser completamente espiritual. Estar en un cuerpo no me hace un ego. Más bien, ¡es ser un ego lo que inventa al cuerpo!

Según la manera de pensar del mundo, la muerte es de lo único que se puede estar seguro. Todo lo demás parece “perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas” (3:1).Como el predicador del Eclesiastés grita: “¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad, inútil y atrapar vientos” (Eccl 1:2, 14). La riqueza, el lujo, la familia, los amigos, nada satisface, y nada dura para siempre. La muerte se los lleva todos al final. La muerte nunca deja de triunfar sobre la vida.

El Curso dice que aceptar este sistema de pensamiento (lo cual todos hacemos en mayor o menor grado, y mucho más ampliamente de lo que cualquiera de nosotros reconoce) es proclamar que “lo opuesto a Dios (la muerte) es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida” (4:3). Cada aparente triunfo de la muerte es un testigo de que Dios ha muerto (5:1-3). Aquel Cuya Voluntad es la vida no puede poner fin a esta muerte, así que Él tiene que haber muerto. Y cuando contemplamos el drama de la muerte, susurramos “llenas de miedo que así es” (5:4).

Podemos responder diciendo que no queremos creerlo. No queremos adorar a la muerte, no queremos morir; queremos creer en Dios y creer en la vida. De hecho, sin embargo, queremos creer en la muerte, al menos en ciertas formas de ella. Ya hemos señalado que la ira es un pensamiento de muerte. Desde la ira, queremos que alguien “se muera” o “no exista”, que en esencia significa que queremos que mueran. Realmente nos aferramos a la culpa porque pensamos que la culpa es útil; tenemos miedo de que sin culpa todo sería caos. La culpa o la condena es un juicio de que algunos aspectos de las cosas no merecen existir. Es un deseo de muerte, muerte de una parte de nosotros o de otro. Y ciertamente nos aferramos tercamente al “deseo de ser como no eres” (1:2).

Tratamos de llegar a un acuerdo. Queremos aferrarnos a ciertos pensamientos de muerte mientras abandonamos otros. La lección dice que esto es imposible. No puedes “seleccionar unas cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto” (6:1). ¿Por qué? Porque “la muerte es total. O bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. En esto no hay términos medios” (6:2-4).

Si existe la muerte, contradice totalmente a la vida. Es el opuesto a la vida, seguramente eso está claro. La lección dice: “lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado la falsedad de su opuesto” (6:5). En palabras concretas, podemos decir lo mismo de este modo: la muerte contradice a la vida completamente, y no puede ser verdad a menos que se haya demostrado la falsedad de la vida. Lo contrario es también verdad: la vida contradice a la muerte completamente, y no puede ser verdad a menos que se haya demostrado la falsedad de la muerte.

Si Dios es la Voluntad por la vida, ¿cómo puede existir la muerte? Algo debe haber ahí contradiciendo Su Voluntad, algo más poderoso que Dios. Cualquier cosa más poderosa que lo que llamamos Dios debe ser realmente Dios, el Dios real. Así que si estamos diciendo que la muerte es real en cualquier forma (muerte física, o ira, o envidia, o miedo) estamos diciendo que la muerte es Dios, y que el Dios de la vida está muerto.

Aquí de nuevo encontramos un eco de las profundas palabras de la Introducción al Texto: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe” (T.In.2:2-3). La vida no puede ser amenazada. La muerte no existe.

“La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo” (7:1). ¡Es ridículo creer que Dios ha muerto! Sin embargo, lo que el Curso está señalando aquí es que eso es lo que creemos, si creemos en cualquier forma de muerte.

“Puede que los que veneran la muerte tengan miedo” (8:1). Está hablando de nosotros, de ti y de mí. Tenemos miedo de la muerte, seamos honestos acerca de esto.

Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos? Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. (8:2-3)

En otras palabras, ¿puede ser temible el pensamiento de que Dios ha muerto? Es visiblemente absurdo, completamente ridículo, absolutamente falso. Si viéramos que es esto lo que estamos creyendo, al creer en cualquiera de sus muchas formas, nos liberaríamos al instante. ¡Nos reiríamos de nosotros mismos!

La creencia en la muerte es sólo otra forma de la “diminuta y alocada idea de la que el Hijo de Dios olvidó reírse” (T.27.VIII.6:2). Si verdaderamente viéramos que la preocupación por la muerte física, la tristeza, la ira, la envidia, la ansiedad, el miedo, la duda, la desconfianza, la preocupación por el cuerpo, y el deseo de cambio, todas ellas son formas de la idea “Dios ha muerto”, ¡nos reiríamos de ellas! Veríamos que todo esto no es gran cosa, todo ello es sólo una idea tonta que es total y absolutamente imposible y por lo tanto nada de lo que preocuparse.

Y por eso:

La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de ellos, así como por la nuestra. Dios no creó la muerte. Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. Ésta es la postura que hoy adoptamos. Y se nos concede mirar más allá de la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá. (8:5-9)

Nadie dice que esto sea fácil. En la ilusión del tiempo, no sucede de repente. En la práctica, se necesitan muchas repeticiones, una vigilancia constante de la mente, hasta que aprendamos a arrancar de raíz y negar todas las formas de la negación de la verdad que hay en nuestra mente. Nuestra función aquí es “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Es reconocer los pensamientos basados en la muerte y ver que sencillamente son tontos y sin significado.

Cuando me doy cuenta de que estoy preocupado, ansioso o triste, puedo preguntarme a mí mismo: “¿Ha muerto Dios?” Encuentro que de algún modo me ayuda a ver lo absurdo de todo ello. Levanto una bolsa de comestibles y se rompe la parte de abajo, derramándose los alimentos por el suelo, y me pongo rojo de ira y profunda tristeza, sintiendo pena por mí mismo. Supón que en ese momento me pregunto: “¿Ha muerto Dios?” Pues eso es lo que mi ira y tristeza están proclamando: que Dios ha muerto. De repente me parece tan absurdo pasar de mis comestibles derramados a la muerte de Dios, tan absurdo que puedo reírme. Y recojo los comestibles.

Con cosas más serias, quizá experimento “una gran pérdida”. Mi amado muere, o quizá paso por un divorcio desgarrador. El sufrimiento parece no tener fin, y me siento como si la vida se hubiese acabado. “¿Ha muerto Dios?” En contraste con la dimensión de Dios, mi pérdida personal (e ilusoria) es como si no fuera nada. ¿Creo realmente que lo que sucede en mi pequeña vida puede destruir la realidad de Dios? Por supuesto que no. Especialmente si lo que pienso que ha sucedido ni siquiera es real.

Naturalmente en circunstancias tan perturbadoras no me recupero tan rápidamente como en el caso de los comestibles derramados. Sin embargo, los mismos pensamientos que sugiere la lección pueden ser un inmenso consuelo. Nada muere. Nada real puede ser amenazado. Sea cual sea la forma que tome la muerte, debe ser una ilusión. Cuando un cuerpo “muere”, no muere nada realmente. Cuando un divorcio aparta de mi existencia un cuerpo amado, no se ha perdido nada realmente. He estado aprisionado a una ilusión, pero Dios sigue todavía vivo.

El dolor y la agonía de la pérdida por una muerte o un divorcio pueden continuar durante meses. Negar lo que siento no es sano, y no quiero decir ni sugerir que deberíamos tapar nuestro sufrimiento con afirmaciones idealistas de “La muerte no es real” y “No se ha perdido nada”. En lugar de eso, como el Curso sugiere, puedo mirar a lo que estoy pensando y sintiendo, y reconocer que por muy real que lo sienta, está basado en la negación de la verdad. Puedo recordarme a mí mismo: “Estoy creyendo que la muerte es real, y que la pérdida es real. Estoy creyendo que Dios está muerto, y ésa es sólo una idea ridícula. Este dolor, que estoy sintiendo, no es por lo tanto real y no es nada por lo que preocuparme. Estoy bien, y Dios sigue vivo.”

Podrías llamarlo vida lúcida, parecido a sueño lúcido. Aunque la experiencia por la que estás atravesando parece terriblemente real, y el sufrimiento y la tristeza son reales en la misma medida de tu creencia en la realidad de la pérdida, todavía hay una parte de ti que es consciente de que estás soñando, que te estás dejando engañar por una ilusión. Te estás dejando engañar por la ilusión, sufres el dolor y la tristeza, pero parte de ti sabe que no es real verdaderamente.

Eso es todo lo que el Curso nos pide que hagamos. No nos pide que nos deshagamos rápidamente de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos equivocados. Todo lo que el Curso pide es que reconozcamos que están basados en una mentira, que están afirmando que Dios ha muerto, y eso sencillamente no es verdad. Si hacemos eso, el Espíritu Santo hará el resto. Poco a poco, (así nos parece) la sombra de la ilusión empezará a desaparecer de nuestra mente. Empezará a tomar forma en nuestra mente la forma de “vida más allá” de la muerte que vemos, y la ilusión será cada vez menor. Nuestra creencia en las muchas formas de muerte se debilitará, y nuestra creencia en la vida se fortalecerá. Los acontecimientos de la ilusión nos afectarán cada vez menos, y experimentaremos la segunda frase del título de la lección: “El Hijo de Dios es libre”. Sabremos que estamos vivos eternamente, que siempre lo hemos estado, y que no hay nada que temer.



TEXTO


8. Tú que tan aferrado estás a la culpabilidad y tan comprometido a seguir así, ¿cómo ibas a poder establecer por tu cuenta tu ino­cencia? 2Eso es imposible. 3Asegúrate, no obstante, de que estás dispuesto a reconocer que es imposible. 4Lo único que limita la dirección del Espíritu Santo es que crees que puedes estar a cargo de una pequeña parte de tu vida o que puedes lidiar con ciertos aspectos de ella por tu cuenta. 5De esta manera, quieres convertir al Espíritu Santo en alguien que no es confiable, y valerte de esta imaginaria inconfiabilidad como una excusa para ocultar de Él ciertas lecciones tenebrosas que has aprendido. 6Y al así limitar la dirección que deseas aceptar, eres incapaz de depender de los milagros para que resuelvan todos tus problemas.

9. ¿Crees que el Espíritu Santo se negaría a darte lo que quiere que tú des? 2No tienes ningún problema que Él no pueda resol­ver ofreciéndote un milagro. 3Los milagros son para ti. 4todo miedo, dificultad o dolor que tengas ya ha sido des-hecho. 5Él los ha llevado todos ante la luz, al haberlos aceptado por ti y haber reconocido que nunca existieron. 6No hay ninguna lección tene­brosa que Él no haya iluminado ya por ti. 7Las lecciones que quieres enseñarte a ti mismo, Él ya las ha corregido. 8No existen en Su Mente en absoluto. 9Pues el pasado no ejerce ningún con­trol sobre Él ni sobre ti. 10Él no ve el tiempo como lo ves tú. 11Y cada milagro que te ofrece corrige el uso que haces del tiempo, y lo pone a Su servicio.

10. Aquel que te ha liberado del pasado quiere enseñarte que estás libre de él. 2Lo único que Él desea es que aceptes Sus logros como tuyos porque los logró para ti. 3Y por tal razón, son tuyos. 4Él te ha liberado de lo que fabricaste. 5Puedes negarle, pero no puedes invocarle en vano. 6Él siempre da Sus regalos en substitución de los tuyos. 7Él quiere que Su resplandeciente enseñanza se arrai­gue con tal firmeza en tu mente, que ninguna lección tenebrosa de culpabilidad pueda morar en lo que Él ha santificado con Su Presencia. 8Dale gracias a Dios de que Él esté ahí y de que obre a través de ti. 9Pues todas Sus obras son tuyas. 10ÉI te ofrece un milagro por cada uno que le dejes obrar a través de ti.

11. El Hijo de Dios será siempre indivisible: 2De la misma manera en que somos uno solo en Dios, así también aprendemos cual uno solo en Él. 3El Maestro de Dios se asemeja tanto a Su Creador como el Hijo al Padre, y, a través de Su Maestro, Dios proclama Su Unicidad y la de Su Hijo. 4Escucha en silencio, y no le levantes la voz. 5Pues Él enseña el milagro de la unicidad, y ante Su lección la división desaparece. 6Enseña como Él aquí, y recordarás que siempre has creado como tu Padre. 7El milagro de la creación nunca ha cesado, pues lleva impreso sobre sí el sello sagrado de la inmortalidad. 8Esto es lo que la Voluntad de Dios dispone para toda la creación, y toda la creación se une para disponer lo mismo.

12. Aquellos que nunca se olvidan de que no saben nada, y que finalmente están dispuestos a aprenderlo todo, lo aprenderán. 2Pero mientras confíen en sí mismos, no aprenderán. 3Pues habrán destruido su motivación de aprender pensando que ya saben. 4No creas que sabes nada hasta que pases la prueba de la paz perfecta, pues la paz y el entendimiento van de la mano y nunca se les puede encontrar aparte. 5Cada uno de ellos trae con­sigo al otro, pues la ley de Dios es que no estén separados. 6Cada uno es causa y efecto del otro, de forma tal que donde uno de ellos está ausente, el otro no puede estar.

13. Sólo aquellos que reconocen que no pueden saber nada a menos que los efectos del entendimiento estén con ellos, pueden realmente aprender. 2Para lograrlo tienen que desear la paz, y nada más. 3Siempre que crees que sabes, la paz se aleja de ti porque has abandonado al Maestro de la paz. 4Siempre que reconoces que no sabes, la paz retorna a ti, pues has invitado al Espí­ritu Santo a que retorne, al haber abandonado al ego por Él. 5No acudas al ego para nada. aEso es lo único que necesitas hacer. 6El Espíritu Santo, por Su Propia iniciativa, ocupará toda mente que, de esta manera, le haga sitio.

14. Si quieres paz tienes que abandonar al maestro del ataque. 2El maestro de la paz nunca te abandonará. 3Tú puedes apartarte de Él, pero Él jamás se apartará de ti, pues la fe que tiene en ti es Su entendimiento. 4Dicha fe es tan firme como la que tiene, en Su Creador, y Él sabe que tener fe en Su Creador incluye necesaria­mente tener fe en Su creación. 5En esta consistencia reside Su santidad a la que Él no puede renunciar, pues no es Su Voluntad hacerlo. 6Teniendo siempre presente tu perfección, Él le da el don de la paz a todo aquel que percibe la necesidad que tiene de ella y que desea alcanzarla. 7Hazle sitio a la paz, y ésta vendrá 8Pues el entendimiento se encuentra en ti, y la paz procede inevitablemente de él.


15. El poder de Dios, de donde el entendimiento y la paz emanan, es tan tuyo como Suyo. 2Tú crees que no conoces a Dios única­mente porque sólo es imposible conocerlo. 3Mas si contemplas las obras imponentes que Él hará a través de ti, te convencerás de que las hiciste a través de Él. 4Es imposible negar la Fuente de unos efectos que son tan poderosos que es imposible que proce­dan de ti. 5Hazle sitio Él, y te encontrarás tan lleno de poder que nada podrá prevalecer contra tu paz. 6Y ésta será la prueba por la que reconocerás que has entendido.














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